¡Por fin! Durante años estuvimos tratando infructuosamente de cambiar la Comisión de Derechos Humanos; de democratizar la ONU; y de tratar de hacer ver la justicia que impera en una pequeña isla, que contra el peor enemigo del mundo, hace nacer a cuánto niño se disponga hacerlo y le preserva la vida a cuanto anciano […]
¡Por fin! Durante años estuvimos tratando infructuosamente de cambiar la Comisión de Derechos Humanos; de democratizar la ONU; y de tratar de hacer ver la justicia que impera en una pequeña isla, que contra el peor enemigo del mundo, hace nacer a cuánto niño se disponga hacerlo y le preserva la vida a cuanto anciano desee prorrogarla.
Que decenas de nuestros médicos están salvando criaturas por el mundo, que nuestros niños a los ocho años estudian al Principito como libro de texto, que ya a esa edad se dan cuenta que la verdad se siente en el corazón y que Estados Unidos se traga al mundo como la mítica boa al elefante. Que nuestros adolescentes no son asfixiados en una discoteca por falta de medidas de seguridad. Que muchos de los países que se abstienen con la resolución anual norteamericana no temen en mandar a sus jóvenes a estudiar medicina en Cuba porque falten derechos humanos. Porque los propios Estados Unidos violan derechos humanos y divinos y todos con manos y pies cruzados seguimos comprándole la Coca cola.
Lo que le está faltando a este humillado planeta azul es la dosis mínima de dignidad para que podamos seguir siendo la especie dominante.
Desde hace mucho ya no confiaba en esta lucha tenaz y diplomática que llevaba Cuba por hacer ver nuestras verdades. Por al angustia de los interruptores rojos y verdes de los que se debían oprimir para ver si en Cuba se violan o no los derechos humanos, por la expectación que diplomáticos del mundo, que en su mayoría no representan a sus pueblos decidan si podemos o no aplicar nuestras leyes ¡Qué se abstengan todos! Qué voten a favor todos de una resolución que no es más que un papelucho!, ¡Que nos dejen solos en esa podrida sala de conferencias! Dijo Martí «Va con la Humanidad el que va solo… Que todos oyen cuando nadie escucha»
Nuestra verdad es limpia, clara como el mar de la plataforma. En esas instituciones, no hay que confiar, son parte del mal mayor, de un sistema hegemónico con el poder suficiente para hacer proclamar una condena contra Cuba desde el propio Marte o desde Saturno. No es precisamente esa maloliente comisión la que hay que cambiar, donde se desgastan nuestros brillantes diplomáticos. Hay que cambiar al mundo.
Y debemos crear un verdadero sistema de relaciones internacionales con los pueblos, con los obreros, los estudiantes, los campesinos, el movimiento piquetero de la Argentina, el Movimiento Sin Tierra de Brasil, los cocaleros de Bolivia Esa es la diplomacia útil y verdadera. Ni un segundo más en componerle la corbata a un señor que está carcomido hasta los huesos.
Cuenta León Trotsky en «Mi Vida» que siendo él recién electo para el Comisariato de Negocios Extranjeros, un camarada le sostiene la siguiente conversación, muy poco después de constituirse el Gobierno de los Soviet:
-¿Cuál va a ser nuestra labor diplomática?, Y Trotsky le responde
-«Tan pronto como haya lanzado a los pueblos unas cuantas proclamas revolucionarias, pienso cerrar la tienda»
Es eso lo que deberíamos hacer: cerrar la tienda
Pero ni tan lejos hay que ir. El Che pronunció «Las naciones Unidas y la OEA son máscaras del Imperialismo» Fue explícito en el caso de Viet Nam., que sin ánimo de comparación puede traernos verdades reveladoras. El Che se cuestionó también el Pacto de Varsovia.
¿Y por qué? Porque la coexistencia pacífica es una de las aberraciones que todavía arrastramos. No habrá paz con las clases explotadoras. El enemigo, las burguesías nacionales no les importa un bledo que Cuba trate de ofrecer educación a sus hijos y a los del resto del mundo, que cuando el desastre de Haití hubiesen más médicos cubanos que médicos internacionales, que en medio de penalidades inimaginables, Fidel en persona (con todas las crítica que le quieran hacer) se ocupa de repartir ollas arroceras en los rincones más humildes de mi país. Puedo entender que a eso le llamen «impertinencias presidenciales» , pero es el mayor derecho humano del mundo. Que mientras los octogenarios como Pinochet y muchos más deben responder ante crímenes , asesinatos, atrocidades de todo orden, este octogenario hable con las mujeres del país por casi seis horas explicando como repartiremos los alimentos.
¡Pero basta ya! Qué no nos entiendan. Que sigan hablando estupideces y absteniéndose con sus corbatas Pierre Cardín, sus cabellos engomados, mientras el mundo se silencia frente al terror de Abu Garib y Guantánamo.
La diplomacia la lanzó ayer nuestro joven canciller ¡A cambiar el Mundo! Sus ojos fijos, su voz pausada eran un llamado a la batalla. Para serles sincera lo único que le estaba sobrando era la corbatita, que de tanto ser usada en tanto evento inútil y patético creo que es lo más parecido a un babero infantil.
Y para empezar bien pudiéramos crear nuestra propia ONU, porque ¿donde se dijo que nación es equivalente ha estado? Las naciones del mundo apoyarán a Cuba, a la nación cubana que recordó ayer en voz de ese joven los días luminosos y lejanos del Che vestido de guerrillero en Naciones Unidas
Allá cuando los verdaderos bolcheviques tomaron el poder, la diplomacia más importante se ejercía en la Internacional Comunista. Eso estamos necesitando una Internacional de los oprimidos del mundo que juzgue de verdad al valiente pueblo de Cuba.
Y entonces no pulsarán más botoncitos verdes o rojos, vendrían y penetrarán en nuestros hospitales, cárceles y viviendas. De esos nuevos comisionados, si tomaremos fe y seguiremos sus consejos.
Del Imperialismo disfrazado de diplomáticos neutrales: ni una coma. Ya los echamos de acá cuando Girón a punta de bala, no nos costaría echarlos a punta de correspondencias elegantes.
¿Y a Venezuela? Vamos a esperar que se discuta en esas salas de Ginebra o New York el destino de la revolución que abrió las puertas del nuevo milenio? ¿De cuántas reuniones de caballeros presurosos y damitas estiradas dependerá el futuro de ese país que amenaza con contagiar de felicidad toda la América?
En Iraq nos han matado a tantos niños, que de existir Dios estará con los ojos vendados. Los Estados Unidos no hicieron caso. No lo van a hacer. Esa tribuna que nos sirva sólo de portavoz para que los pueblos nos escuchen.
Si estoy en lo cierto, y como dijo el compañero Felipe ayer, haremos nuestra sociedad cada vez más socialista, entonces cada vez más debe importarnos el mundo, y cada vez más deberemos hablar como Fidel en aquel histórico discurso de 1979 en la ONU cuando proclamó «Hablo en nombre de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan» ¡Y cómo ha llovido! Ni pan necesitan los niños que nacen infestados de SIDA, allá en el África, donde hay naciones enteras dispuestas a perecer por falta de piedad..
Que esa tribuna sirva para proclamar que si tocan a Venezuela, están violando al mundo. Y que todos, todos los revolucionarios estaremos dispuestos a dar la vida por ella.
Pedí una vez que se formaran desde ahora las brigadas internacionales. Si invaden Venezuela y matan a su Presidente frente a nuestro estúpido asombro, dejaremos de llamarnos hombres, y deberíamos ser cucarachas en el más optimistas de los casos.
Y por último este mundo sólo puede cambiar para un solo sistema social, donde la corrupción, la explotación, la mentira y las guerras abusadoras y crueles pasen a los libros de historia. Ya saben cual es.
Si, a cambiar el mundo. A hacer la Revolución, que no sea caricatura de ella misma. Claro que no es utópico luchar por el Socialismo. Lo único utópico es permitir el suicidio al que nos quiere someter este capitalismo que no tiene ya ni una gota de agua que ofrecerle al mundo.
¡Proletarios de todos los países uníos!