Recomiendo:
0

A diez años de la fundación de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad

Fuentes: Rebelión

El 25 de octubre de este año se cumplirá una década de la conformación, en la ciudad de México, de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Por tal motivo, es importante reflexionar en torno a los orígenes y principios fundacionales, su trayectoria, su situación actual y los retos de la […]

El 25 de octubre de este año se cumplirá una década de la conformación, en la ciudad de México, de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Por tal motivo, es importante reflexionar en torno a los orígenes y principios fundacionales, su trayectoria, su situación actual y los retos de la Red hacia el futuro; todo ello, con el propósito de desarrollarla, ampliarla y fortalecerla en el número de capítulos nacionales y sectores que la integran, en las bases mínimas de organización y coordinación, horizontales y democráticas, que han hecho posible su trabajo, y en el tipo de tareas que demandan las nuevas formas de reconfiguración mundial de los sistemas de explotación y dominación del imperialismo encabezado por Estados Unidos, particularmente en América Latina y el Caribe.

Antecedentes y fundación de la Red

La Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad tiene sus antecedentes en las preocupaciones de un grupo intelectuales mexicanos y cubanos, frente a las agresivas iniciativas del gobierno de Bush después de los ataques del 11 de septiembre del 2001, que fueron utilizados como justificación para las invasiones neocoloniales a Irak y Afganistán. De la misma manera, frente a la campaña mediática contra Cuba y su dirigencia revolucionaria, en la que un sector de la intelectualidad -algunos otrora de izquierda, otros debido a su precipitación declarativa antes de informarse en fuentes cubanas sobre los hechos – formuló duras críticas a la decisión soberana del gobierno de la isla de someter a juicio y encarcelar a miembros de la contrarrevolución interna pagada por el gobierno de Estados Unidos, y de juzgar y aplicar la pena máxima a tres participantes en la ola de secuestros de embarcaciones y aeronaves con violencia homicida y derramamiento de sangre, que venía produciéndose en consonancia con los planes desestabilizadores imperialistas. El propósito evidente era estimular una ola migratoria ilegal en masa de Cuba a Estados Unidos, que ofrecería a Washington el casus belli, el pretexto, para atacar militarmente a Cuba. Bajo la consigna de «Iraq hoy, Cuba mañana», se había organizado en Miami la única manifestación pública celebrada en el mundo en apoyo a la invasión del país árabe.

Ese grupo de mexicanos (y latinoamericanos residentes en México) coincidía con respecto a la escalada de agresión contra la Revolución Cubana, en lo siguiente: 1.- Cuba es el país con más importantes logros sociales en nuestra América y el foco de resistencia principal a la dominación imperialista y a las políticas neoliberales, en una región donde la abrumadora mayoría de los gobiernos habían sucumbido ante ellas, lo que explicaba la prioridad concedida por el parafascista de Bush a la supresión de su régimen social. 2.- El Estado revolucionario cubano había demostrado durante décadas su capacidad para derrotar con mayoritaria adhesión popular y un uso mínimo de la fuerza, las agresiones estadunidenses, y no existía ningún dato objetivo nuevo para pensar en un cambio de esa conducta. 3.- Cuba -con sus virtudes y defectos, pero en todo caso ejemplo de dignidad, soberanía y reserva estratégica del socialismo en América–, es una hermana en peligro y defenderla es defender a toda América Latina de la política de recolonización del continente que ya se acometía a través del ALCA y su antecedente el TLCAN.

Tres hechos vinieron a reforzar estas conclusiones básicas, marcando el punto de giro en la reversión de la campaña mediática en América Latina y en el mundo y propiciando el ya aludido razonamiento más informado por la opinión pública internacional sobre los acontecimientos en la isla. El primero fue el valiente y honesto artículo publicado por Pablo González Casanova el 26 de abril de ese año en La Jornada, en el que develaba el plan de Estados Unidos de invadir a Cuba con el pretexto de los derechos humanos mientras los violaba masivamente en Irak y era promotor de la supresión de libertades y de la extensión de la injusticia social y la opresión en todo el mundo. El intelectual mexicano declaraba su solidaridad irrestricta y la de los «muchos» con la Revolución Cubana y censuraba la errónea actitud asumida hacia ella en ese contexto por el escritor portugués José Saramago; el segundo, las diez demoledoras líneas suscritas cuatro días más tarde por Gabriel García Márquez, también en La Jornada, en las que asentaba: «Algunos medios de comunicación están manipulando y tergiversando mi respuesta a Susan Sontang, para que parezca contraria a la revolución cubana. Este es un indicio más de que las muchas declaraciones sobre la situación cubana – aún de buena fe – pueden estar aportando y aun magnificando los datos que los Estados Unidos necesitan para justificar una invasión a Cuba»; el tercero, la declaración en el mismo sentido de un grupo de relevantes intelectuales mexicanos, leída el primero de mayo en la Plaza de la Revolución de La Habana ante más de un millón de cubanos por González Casanova. Endosada por el propio García Márquez, también la apoyaban Miguel León Portilla, Leopoldo Zea y Lisandro Otero y pronto recibió el apoyo de premios Nobel y de destacados intelectuales y personalidades internacionales.

En lugar del cuadro lúgubre que se pretendió pintar de una revolución cubana aislada y condenada por la inteligencia del mundo, emergía una pujante corriente de solidaridad con ella impulsada por las voces de prestigiosos intelectuales y artistas. Ello, claro, no era ajeno a la extraordinaria obra cultural desarrollada en Cuba por la Revolución ni al fluido diálogo del movimiento intelectual cubano con el gobierno de la isla, así como su ascendencia sobre sus pares del exterior. Pero aunque la campaña mediática fracasó y la derecha perdió el debate y por lo tanto coyunturalmente la iniciativa en relación con Cuba, no se podían lanzar campanas al vuelo pues las razones de la agresividad de Washington contra la isla no habían cambiado, como no cambiarán mientras no surja una fuerza capaz de transformar la correlación de fuerzas políticas internas y externas que impidan la permanente amenaza al pueblo soberano y su revolución .

Al regreso de González Casanova de Cuba después del acto del 1º de mayo, donde había sostenido intercambios con Fidel, Abel Prieto y Ricardo Alarcón, pidió convocar a una reunión de un grupo de intelectuales mexicanos con el embajador de Cuba, Jorge Bolaños. Allí, González Casanova planteó que una vez derrotada la reciente campaña mediática contra Cuba, con el apoyo al manifiesto A la conciencia del mundo de una parte muy influyente de la intelectualidad de América Latina y el Caribe, África, Asia, Estados Unidos y Europa, lo que debía seguir -como la mejor manera de defender a la Revolución Cubana- era frenar la política guerrerista y de conquista colonial de la administración de George W. Bush. Argumentó la necesidad y la urgencia de crear un frente internacional que no debiera conformarse con resistir, sino pasar a la ofensiva y proponer formas de organización social y de hacer política alternativas a las hegemónicas. Planteó que los pilares de esa empresa estaban en el movimiento internacional contra la globalización neoliberal y en el que se opuso a la agresión contra Irak, sin excluir a nadie dispuesto a sumarse.

El embajador Bolaños, que había participado en los intercambios con González Casanova en La Habana, manifestó que lo procedente era que un grupo se trasladara a La Habana para discutir estas ideas con una representación de la intelectualidad cubana, señalando la conveniencia de que esta iniciativa fuera acogida y promovida desde México, con el simbolismo de toda su tradición de amistad con Cuba y el hecho de que allí hubiera dado a luz el manifiesto A la conciencia del Mundo, que puede considerarse el documento precursor de la actual Red de Redes En Defensa de la Humanidad. En él se asentaba:

«La invasión a Irak ha tenido como consecuencia el quebranto del orden internacional. Una sola potencia agravia hoy las normas de entendimiento entre los pueblos. Esa potencia invocó una serie de causas no verificadas para justificar su intromisión, provocó la pérdida masiva de vidas humanas y toleró la devastación de uno de los patrimonios culturales de la humanidad. Nosotros sólo poseemos nuestra autoridad moral y desde ella hacemos un llamado a la conciencia del mundo para evitar un nuevo atropello a los principios que nos rigen. Hoy existe una dura campaña en contra de una nación de América Latina. El acoso de que es objeto Cuba puede ser el pretexto para una invasión. Frente a esto, oponemos los principios universales de soberanía nacional, de respeto a la integridad territorial y el derecho a la autodeterminación, imprescindibles para la justa convivencia de las naciones».

Fue así como a finales de mayo y principios de junio de 2003, se inició una singular reunión, en el Palacio de las Convenciones, entre un grupo de intelectuales mexicanos con unos 40 de los más destacados intelectuales cubanos, presididos por el Ministro de Cultura, Abel Prieto, quien después de hacer una explicación de las razones que nos congregaban invitó a los mexicanos a exponer sus puntos de vista. A ello siguió un rico y fructífero intercambio entre cubanos y mexicanos sobre la coyuntura abierta por la elección de Bush, el atentado del 11 de septiembre y las guerras de Afganistán e Iraq, así como las acciones que se consideró que era necesario realizar para denunciar la magnitud de la barbarie en curso, hacer conciencia sobre la amenaza que constituía para la humanidad e intentar ponerle freno.

Esta reunión se prolongó hasta el día siguiente, cuando en la tarde se sumó Fidel, quien evidentemente ya conocía por Abel el desarrollo del debate anterior. Hizo varias preguntas y algún que otro comentario sobre aspectos muy poco conocidos de la situación internacional, se mantuvo muy atento al debate, en el que hizo algunas precisiones importantes de conceptos, y luego del fin de la reunión, brindó una de sus antológicas pláticas informales, en la cual aportó argumentos y puntos de vista muy importantes sobre los avances que estaban en marcha en América Latina después de la elección de Hugo Chávez. Afirmó, ya en esas fechas, que Chávez era un gran líder no sólo venezolano sino latinoamericano, llamado a desempeñar un papel muy importante en la resistencia a las políticas imperiales y en el impulso a la unidad e integración de América Latina y el Caribe. En la sesión de esa tarde se perfiló la idea de convocar en México a un encuentro internacional de intelectuales «en defensa de la humanidad», aceptándose ese nombre para la organización que surgiría. El propósito del encuentro sería la constitución de una red internacional de intelectuales, en el sentido más amplio del término, que luchara por los objetivos identificados en el debate de esos dos días.

Al regreso de Cuba, se constituyó un comité organizador, en el que participaban la casi totalidad de los intelectuales que concurrieron a la reunión de La Habana, además de compañeros tan valiosos como Adolfo Sánchez Vázquez, siendo ésta una de sus últimas actividades públicas, misma que desempeñó con la humildad de un militante de filas hasta la celebración del Primer Encuentro de Intelectuales y Artistas por la Humanidad.

El encuentro de México en octubre de 2003 en el Polyforum Siqueiros tuvo varios aciertos importantes. Sus deliberaciones fueron ajenas al abandono de principios irrenunciables de la izquierda crítica, justificado en nombre de una supuesta modernidad por no pocos tránsfugas tras el derrumbe del socialismo eurosoviético y la generalización de la ofensiva neoliberal. La declaración final, publicada íntegramente en La Jornada, llamó a terminar con la globalización excluyente, no a limar sus aristas «más duras», y rechazó la renuncia del Estado al interés público, representada por la liberalización económica, las privatizaciones y los recortes al gasto social.

El documento llamó al imperialismo por su nombre y lo consideró el causante del actual orden hegemónico depredador y militarista que «opera como una máquina de exclusión social» y ha llevado a la humanidad a un «punto crítico que entraña serios peligros». El imperialismo, afirmaba, hace uso instrumental de la democracia: «la apoya en sus aspectos formales si conviene a sus intereses y conspira contra ella si las fuerzas populares llegan al poder por la vía democrática». Como corolario, denunciaba el uso que hacen los gobernantes neoliberales de la democracia «como patente de corso (…) para la entrega de recursos al capital trasnacional». Igualmente, reivindicó el derecho de los pueblos a la rebelión, señalando como ejemplo a la que defenestró en Bolivia «un gobierno totalmente subordinado a Estados Unidos.»

Precisamente por su apego a los principios de la auténtica izquierda, la reunión no fue tampoco una nostálgica y estéril reivindicación de los dogmas de un socialismo alejado del sentir del pueblo. Por eso postuló que «la diversidad es consustancial a la sociedad humana» y denunció el menosprecio del sistema dominante por las culturas y valores de los excluidos, «a menos que sean reducidos a los imperativos del mercado». Subrayó el arraigo popular de la Revolución Cubana y su firme voluntad de construir otro tipo de sociedad como fundamentos para que hubiera podido resistir casi cinco décadas de bloqueo y agresiones.

El rescate del internacionalismo como valor intrínseco de la izquierda recorría el documento, que se manifestó solidario «con los patriotas que -acusados de terroristas- luchan por la libertad de sus pueblos». De este modo, logró la combinación entre la defensa de lo local, -el edificante patriotismo y nacionalismo que identifica a las comunidades,- y lo universal, encarnado por los supremos intereses de la humanidad toda.

La declaración trazó con precisión la postura ética que define el compromiso social de los intelectuales al valorar el trabajo intelectual «que se funda en procedimientos rigurosos y, al mismo tiempo, es sensible a la injusticia del mundo en que vivimos; que aprende de sectores en todas las regiones, naciones y continentes que se levantan contra el orden establecido» y definirse «en favor de la igualdad económica, de géneros, postulando que la dignidad, la libertad y el respeto a la riqueza cultural de la humanidad han de prevalecer sobre el capital».

En el Encuentro se escuchó un mensaje enviado en video desde las montañas de Chiapas por el subcomandante Marcos, y a un Evo Morales, quien viajando expresamente de Bolivia a la reunión sin todavía llegar a la presidencia, afirmaba en su discurso: «La defensa de la humanidad pasa por la eliminación del imperialismo y el neoliberalismo».

II Encuentro de la Red en Caracas

Cuando se celebra el II Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas «En Defensa de la Humanidad», en Caracas del 1 al 5 de diciembre del año siguiente (2004), nuestro movimiento contaba con el activo apoyo de los Premios Nobel Gabriel García Márquez, Adolfo Pérez Esquivel, Rigoberta Menchú, Nadine Gordimer y José Saramago, así como de intelectuales y artistas de la talla de Noam Chomsky, Ernesto Cardenal, Eduardo Galeano, Pablo González Casanova, Theotonio Dos Santos, Harry Belafonte, Danny Glover, Ahmed Ben Bella, Ignacio Ramonet, Richard Gott, Ramsey Clark, Samir Amin, Tarik Ali, Roberto Fernández Retamar, Amina Baraka, Atilio Borón, Luís Britto García, Ramón Palomares y Gustavo Pereira, entre muchos otros.

Puede decirse que el movimiento se afianza y amplía considerablemente su radio de acción en ese encuentro en la República Bolivariana de Venezuela al que acudieron intelectuales y artistas de cincuenta y dos países procedentes de diversas culturas. En Caracas se convino en la necesidad de construir una barrera de resistencia frente a la dominación mundial que se pretende imponer, así como de pasar a la ofensiva con acciones concretas de denuncia, movilización y construcción de alternativas. La primera acción, decidida allí mismo, fue la de crear una red de redes de información, acción artística cultural, solidaridad, coordinación y movilización que vinculara a intelectuales y artistas en los foros sociales, en las luchas populares, asegurara la continuidad de lo ya realizado y acordado y su articulación en un movimiento internacional en defensa de la humanidad.

Hacer conciencia de que la humanidad enfrenta una guerra que afecta la sobrevivencia misma de la especie, como una de las principales tareas de la intelectualidad progresista en la batalla de las ideas, fue una conclusión a la se arribó en las mesas de trabajo del Encuentro en Venezuela.

También, en esta reunión se diagnosticó, «En defensa de nuestro planeta para todos» que «el actual modelo de civilización, marcado por el consumismo y la cultura del derroche, expresiones de la ideología neoliberal, agrava el deterioro de nuestras tierras, aguas, cielos, fauna, flora y el mismo aire que respiramos, por lo que se debe cuestionar el sistema de organización social excluyente, inviable y depredador, y orientarse hacia la profunda transformación de las estructuras sociales, apoyándose en una praxis crítica que promueva esa transformación.»

«En defensa de la integración de los pueblos», se concluyó que «la campaña contra el ALCA, los TLC, las ofensivas militares y la anexión de territorios está en las calles y son hoy en día un importante símbolo de nuestra unión. La lucha contra la anexión es también la lucha contra la deuda externa.» Por ello «las vías de la integración de los pueblos dependen de la iniciativa de sus luchas, jugando su papel protagónico y de la iniciativa de los gobiernos comprometidos con la defensa de la soberanía nacional. El obstáculo son los gobiernos atrapados por la lógica del capital. Romper este obstáculo y construir el poder popular son tareas urgentes de los pueblos en defensa de la humanidad».

«En defensa de una economía emancipadora y solidaria», se explicitó que los terribles efectos sociales de la aplicación de las recetas neoliberales en las economías del mundo, en especial en los países subordinados en la periferia imperialista, por lo que debe desarrollarse una nueva economía, cuyo rasgo fundamental sea «la preeminencia del trabajo y, por lo tanto, de los trabajadores, en todas sus expresiones, como elemento fundamental de la creación de valor y de la riqueza de las sociedades».

«En defensa de la soberanía y la legalidad internacional», se destacó que «sólo cuando la defensa de la soberanía nacional se combina con el reconocimiento de la soberanía popular las naciones se pueden proteger del peligro de la intervención y presión extranjera. Venezuela y Cuba han demostrado que únicamente aquellos gobiernos que gozan del apoyo democrático del pueblo son los que pueden resistirse a los ataques a su independencia y soberanía.»

«En defensa de la unidad en la diversidad y de la cultura para todos», se asentó que la universalidad debe fundarse en el diálogo intercultural y libre que la construye como verdadera expresión plural de la humanidad, oponiéndose a supuestos principios universales que sólo encubren visiones particulares del mundo que pretenden convertirse en hegemónicas. Se propuso la creación de un Instituto Bolivariano Universal de la Cultura, el apoyo al proceso de revitalización y patrimonialización de los idiomas indígenas y minoritarios y la promoción de políticas culturales que obedezcan a lógicas distintas a la mercantilización.

«En defensa del conocimiento para todos», se propuso crear una red internacional de redes de información, solidaridad, coordinación y movilización que vincule a los intelectuales y artistas con los foros sociales y las luchas populares y garantice la continuidad de estos esfuerzos y su articulación en un movimiento internacional en defensa de la humanidad.

«En defensa de la participación popular», se denunció la manera en que el imperialismo ha tomado la democracia como figura central de su propaganda, por lo cual es necesario rescatar «el concepto de democracia para los pobres y movimientos populares e insistir en que para ser verdadera tiene que ser participativa y debe abarcar todos los aspectos de la vida política, social, económica y cultural.»

«En defensa de la veracidad y la pluralidad informativa», se evidenció el despojo del derecho a una información veraz, pluralista y oportuna que están sufriendo los pueblos, junto con su derecho al trabajo, la educación y la cultura. «La concentración y la transnacionalización de la propiedad de los medios ha secuestrado la verdad y ha convertido la información en una mercancía en vez de un derecho de la sociedad.» Ante esta realidad, se propuso apoyar la constitución de una televisora del Sur y de «medios televisivos y radiofónicos independientes y al servicio de los intereses de nuestros pueblos, como parte de un proyecto multimedia que abarque también medios impresos de alcance mundial que difundan una visión emancipadora y diversa en la lucha por un mundo multipolar, justo y antagónico a la información globalizadora neoliberal». Este fue el origen de Telesur y los medios alternativos que han surgido en Venezuela y otros países de Nuestra América.

«En defensa de la memoria», se propuso pasar de una historia de las elites a una de la resistencia y las luchas populares, en la que se resalte el papel de los pueblos en el proceso transformador de la sociedad y se reivindique la voz de los excluidos y de los marginados.

«En defensa de la paz», se identificó al militarismo estadunidense con su doctrina de guerra preventiva como amenaza fundamental a la paz mundial y se acordó revivir los movimientos de paz a escala global, silenciados por la manipulación mediática que exalta la guerra como medio para imponer la pax americana en el sistema internacional.

Trayectoria de la Red durante estos diez años

Como puede observarse, ideas, plataformas, planes y proyectos no han faltado en estas reuniones preliminares e iniciales en La Habana, México y Caracas, y en las otras que han tenido lugar durante estos diez años de reflexión, planeación y concepción de una organización de nuevo tipo, distinta a las que caracterizaron al llamado socialismo realmente existente (o real), con arraigo en un internacionalismo que con la participación de los estados revolucionarios, tuviera sus bases en la solidaridad de los pueblos; que centralizara su protagonismo en una intelectualidad consciente de su papel en la «batalla de las ideas», en un mundo unipolar, en el que intenta imponerse el pensamiento único de la transnacionalización imperialista, con sus planes de recolonización del planeta, de sus territorios y recursos; con sus guerras preventivas y de cuarta generación, con su terrorismo global de Estado, que utiliza la guerra contra el narcotráfico y el terrorismo como forma de control, injerencia e intervención militar en nuestros países; con su construcción del enemigo interno y externo y con su sistema planetario de espionaje.

El propósito de construir una red de intelectuales, que rebasara este término en sus connotaciones elitistas, academicistas, cientificistas y que fuera hacia la conjunción de un trabajo intelectual ligado estrecha y orgánicamente a las luchas populares, la de los trabajadores, la de los pueblos indígenas, la de los jóvenes, la de las mujeres contra el patriarcalismo y la de la defensa de la naturaleza en general y contra el extractivismo, es un objetivo estratégico que sigue teniendo una vigencia tan actual, como el trabajo permanente y sistemático de esa otra intelectualidad al servicio de la guerra, los intelectuales que conforman las dictaduras mediáticas y al servicio de las oligarquías, que trabajan día a día, las 24 horas para elaborar los manuales de la contrainsurgencia, los proyectos de las corporaciones para el saqueo y depredación de la naturaleza.

Retos e interrogantes

La eficacia de instrumentos organizativos y de lucha trasciende a quienes tuvieron la lucidez e iniciativa de crearlos. Aunque la verdad histórica deba hacerles justicia, el papel de esos instrumentos debe pasar a ser patrimonio de quienes le dan vida, crecer y enriquecerse con más voces y más experiencias. Esa es una de las claves de las concepciones estratégicas «de masas» para cambiar correlaciones de fuerza. Las declaraciones originarias de la Red pueden considerarse el «programa mínimo» que convoca y reúne. También la Red debería dar cabida a los debates que existen en el seno de quienes comparten el «programa mínimo», porque esos debates expresan las búsquedas para alcanzar los objetivos compartidos.

Pasados estos diez años y con la experiencia acumulada, habría que preguntarse si lo deseable es que la Red sea una organización de intelectuales o una articulación flexible y eficaz, una red, que se enciende y se apaga, se encoge y se amplía cuando es necesario mostrar su presencia, y cuya flexibilidad admite las diferencias de perspectiva y de matiz enriqueciendo sus posibilidades. Muy importante será tener en cuenta que la especificidad de la red, desde sus inicios, focalizó en los intelectuales y artistas el sector que protagonizaría los trabajos a realizar. [1]

Es importante estimular la continuidad generacional en la composición de Red, dándole una gran importancia al ingreso de hombres y mujeres jóvenes que asuman los compromisos de En Defensa de la Humanidad.

La Red, por sus orígenes y trayectoria, tiene un matiz básicamente latinoamericano. No obstante, es necesario considerar la participación de integrantes en otros ámbitos de la periferia del capitalismo, e incluso de sus propias metrópolis, en los que tienen lugar importantes movimientos contra la mundialización neoliberal. Esto incluye el territorio de Estados Unidos y Europa, cuyos pueblos se encuentran devastados por las políticas que privilegian las corporaciones capitalistas por sobre la gente, pero también África. Es necesario hacer contacto con un mayor número de intelectuales que se han manifestado en contra de la utilización de sus disciplinas sociales como armas de guerra contrainsurgente y asesores de la tortura, para intercambiar opiniones como Red e invitarles a formar parte de la misma. El trabajo de la Red en la academia y en las universidades públicas y privadas, en movimientos como el estudiantil mexicano #Yo soy 132, es no sólo pertinente sino necesario, pues es en estos terrenos donde el debate de las ideas cobra resonancia y da vialidad a la expresión del pensamiento crítico.

Es significativo que la ultraderecha venezolana haya encontrado sectores estudiantiles para sus planes desestabilizadores, lo que significa una llamada de atención para no abandonar o recuperar la hegemonía del pensamiento revolucionario y antiimperialista entre la juventud y los estudiantes. Las corporaciones y las agencias estadounidenses han logrado penetrar a las universidades públicas con sus fondos y apoyos para investigaciones. La Red debiera trabajar con profesores y estudiantes que aisladamente resisten los embates neoliberales que operan activamente bajo el pretexto de la «excelencia académica» y la «objetividad científica». Es evidente que la Red ha hecho un esfuerzo notable, pero, ciertamente, lejos todavía de incidir en el cambio frente al poder que concentra el imperialismo y de estar a la altura requerida para hacer frente a la contraofensiva imperial y oligárquica en marcha contra los derechos fundamentales y los territorios y recursos naturales de los pueblos, así como contra la unidad e integración de América Latina.

El notable recrudecimiento de la arremetida mediática y desestabilizadora contra Venezuela y otros gobiernos que resisten al imperialismo -modalidad que ha pasado a ser una arma de guerra de primer orden-, la amenaza de Estados Unidos al gobierno de Ecuador ante la posibilidad de que diera asilo a Edward Snowden y su evidente intervención en el incalificable secuestro del presidente Evo Morales por gobiernos europeos demuestran la necesidad imperiosa de que la Red analice en profundidad los métodos subversivos de que se están valiendo los enemigos de la humanidad y refuerce su capacidad de generar condiciones propicias para avanzar en los procesos de construcción del mundo de paz, justicia, libertad y cuidado de la naturaleza en los que estamos empeñados.  

A 10 años de su fundación, la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad debe considerar una refundación acorde con las necesidades actuales de las luchas de nuestros pueblos, y por la sobrevivencia misma de nuestra especie.

 

Red de Intelectuales y Artistas En Defensa de la Humanidad / Capítulo México

 



[1] En la última reunión en Caracas, de marzo del 2013, se le añadió un «y luchadores sociales», que implicaría que los intelectuales y artistas no lo son.