Consistencia Un libro de reflexiones político-filosóficas, aforismos, máximas y notas -no es la primera incursión del autor en este género- merece, casi por consistencia lógica y filosófica, una reseña afín. Un intento, imperfecto por supuesto. También hay consistencia en este nudo: una ética de la imperfección ha sido defendida por el autor en diversas ocasiones. […]
Consistencia
Un libro de reflexiones político-filosóficas, aforismos, máximas y notas -no es la primera incursión del autor en este género- merece, casi por consistencia lógica y filosófica, una reseña afín. Un intento, imperfecto por supuesto. También hay consistencia en este nudo: una ética de la imperfección ha sido defendida por el autor en diversas ocasiones.
«Incompletud»
Desde Gödel sabemos que todos los sistemas formales que tengan ciertas características son incompletos. No podemos apresar todas las verdades que pueden generar. Ocurre algo similar cuando reseñamos libros sólidos y penetrantes: no es posible dar cuenta de todo, no es posible hacer justicia. Intentémoslo. Como si se tratara de ideas regulativas kantianas.
Leer para releer
Hay libros que al leerlos, casi desde las primeras páginas, nos hacen saber, nos lo dicen bajito pero claro al oído, que convienen releerlos. Peces fuera del agua es uno de ellos.
¿Batallas perdidas?
El autor -poeta, matemático, filósofo, traductor, ecologista, profesor, buen hombre machadiano,…- hace referencia en varias ocasiones a una reflexión de uno de sus maestros, la de Manuel Sacristán en sus notas sobre Gerónimo. Es esta: «Por último, los indios por los que aquí más nos interesamos son los que mejor conservan en los Estados Unidos sus lenguas, sus culturas, sus religiones incluso, bajo nombres cristianos que apenas disfrazan los viejos ritos. Y su ejemplo indica que tal vez no sea siempre verdad eso que, de viejo, afirmaba el mismo Gerónimo, a saber, que no hay que dar batallas que se sabe perdidas. Es dudoso que hoy hubiera una consciencia apache si las bandas de Victorio y de Gerónimo no hubieran arrostrado el calvario de diez años de derrotas admirables, ahora va a hacer un siglo».
Hay que dar, pues, en ocasiones, batallas que sabemos o creemos saber perdidas. De hecho, ¿cómo podemos estar seguros de que están perdidas? Primo Levi lo expresó también en estos términos»: «Nadie ha dicho que cada cosa sea consecuencia de un solo porqué: las simplificaciones sóo son buenas para los libros de texto, y los motivos pueden ser muchos, contradictorios entre sí, o incognoscibles, si no realmente inexistentes. Ningún historiador o epistemólogo ha demostrado todavía que la historia humana sea un proceso predtermindo».
Libros bidimensionales
El gran lógico y filósofo usamericano, W.O. Quine, solía quejarse de los libros bimensionales. Un libro es bidimensional si nos obliga a leer en notas tanto o más texto que el mostrado en el cuerpo principal. Pero hubiera cambiado de opinión si hubiera podido leer el libro que comentamos. Las notas a pie de páginas, extensas en algunas ocasiones, valen su peso en información, argumentación, belleza y perspectiva crítica. Como el texto principal.
Cabe añadir un tópico: en ocasiones, dos mejor que una.
Anderson, los hechos y la fortaleza del espíritu
El autor de Poemas lisiados abre este libro con una cita de Perry Anderson, el autor de Las antinomias de Gramsci. Es esta: «Cuando te encuentras objetivamente en una posición débil, especialmente después de una derrota, hay una tentación intuitiva de buscar rayos de esperanza o el lado bueno de las cosas para así animar el espíritu de la gente. Si eres un líder, o un activista involucrado en un movimiento político, creo que es comprensible e inevitable (y perdonable) que esto ocurra. Pero si eres un intelectual, creo que tienes el deber de resistir a esos impulsos e intentar mantenerse en los hechos tal y como tú los ves». Como intelectual sólido que es, Jorge Riechmann, se mantienen en los hechos tal y como los ve, sin encubridores trajes falsarios. Como activista político busca rayas de esperanza, señala el lado bueno-esperanzador de los humanos y de las cosas.
No hay aquí contradicción ni inconsistencia alguna. Hay amplitud de miras, densidad de perspectiva. Dos miradas que abonan una general enriquecida. En el mejor legado y lectura de la undécima tesis de Marx.
Principio de contradicción
En árabe, dicen quienes saben árabe, comenta JR, el equivalente del «érase una vez…» con que comienzan nuestros cuentos es kan ma kan, que se traduce: «era así y no era así…». Qué fórmula tan hermosa… y tan extraordinariamente precisa.
¿Precisa? Sí. Es la única vindicación del «principio de contradicción» consistente con el principio de no contradicción, la única vindicación de la perspectiva y mirada dialéctica que resulta razonable, precisa y fructífera.
Una filosofía «benjaminiana» de la historia
Ni construir la sociedad perfecta, ni realizar cabalmente la justicia social, ni hacer encarnar la Razón en el estado, ni lograr un democracia feminista, ni organizar un sistema productivo del que manen generosamente la leche y la miel, ni siquiera deconstruir el heteropatriacado. Sólo evitar el desastre. Desde que el homo sapiens inició su carrera hace 200 mil años, ése debería hacer sido el objetivo. La duda del poeta: «está el corredor aún a tiempo de rectificar el rumbo?
Una duda sobre la duda del autor: ¿es «sólo» palabra ajustada cuando escribimos «sólo evitar el desastre»? Sea como fuere, el corredor debe estar preparado, debemos prepararlo entre todos. Y aunque parezca una tarea sobrehumana. No queda otra, no nos queda otra.
Una tarea urgente: contar cuentos
Tendríamos que comenzar nuestras clases de teoría o filosofía política, comenta nuestro profesor de filosofía moral y política, diciendo: «hoy vamos a contar el cuento de la soberanía. Hoy el de los derechos humanos. Hoy, el de la democracia representantiva…» Algún día habría que añadir: hoy no contamos cuentos. Explicamos que un antiguo cuento se ha hecho realidad. Aunque sea parcialmente.
El ámbito de la revolución
JR recuerda unas palabras de Teresa Forcades en sus mítines de 2012 y 2013 en diversas localidades de Cataluña: «Haremos la revolución y luego tendremos que volver a hacerla». De acuerdo: permanente, ininterrumpidamente, como el pan nuestro de cada día que la Tierra da, lorquianamente, para todos. Pero, ¿qué tipo de revolución?, ¿con qué finalidades?, ¿dónde?, ¿para quiénes? ¿Uniéndonos o separándonos? ¿Una revolución de ricos y de clases medias?
Lo esencial
Si tuviera dos vidas, señala nuestro autor, volvería a leer a Heidegger y si tuviera tres, incluso a sus intérpretes posmodernos. Pero sólo tenemos una y los años van pasando: «Hay que ir a lo esencial: en este verano de 2013 me puse a leer los Grundrisse de Marx». Yo, en este verano de 2016, leí -releí- la Trilogía de Auschwitz, de Primo Levi; Amor y Capital, de Mary Gabriel y, por supuesto, Peces fuera del agua.
Sobre nuestras posibilidades
¿Qué podemos nos pregunta JR? Podemos, responde, «echar al PPSOE de las instituciones; no podemos editar el colapso civilizatorio». Tal vez sí, tal vez no… Pero, en todo caso, hay que dar batallas perdidas, o que parecen perdidas. ¿Y si se nos demostrara la total imposibilidad de evitar lo que ya es crónica de una hecatombe anunciada de dimensiones apocalípticas? Luchar, amar, combatir, como solía decir Francisco Fernández Buey, es nuestra forma de estar en el mundo. Nuestro ser ahí.
Ser de izquierdas
JR nos habla la admiración de Peter Singer por Henry Spira y nos recuerda un paso de un libro del filósofo australiano La izquierda darwiniana: «Cuando le pregunté por qué se había pasado más de medio siglo trabajando por esas causas, respondió sencillamente que estaba de parte del débil, no del poderoso; del oprimido, no del opresor; de la montura, no del jinete. Y me habló de la inmensa cantidad de dolor y sufrimiento que hay en nuestro universo, y de su deseo de hacer algo por reducirla. En eso, creo yo, consiste la izquierda».
De acuerdo, de acuerdo. Pero, ¿no es ésta una de las enseñanzas que también Jorge Riechmann nos imparte desde hace décadas, incansablemente, con sus ensayos, sus poemas, sus artículos, sus reflexiones, sus conferencias, sus seminarios,… y su mismo Ser?
Maestros
El autor nos habla con la devoción y delicadeza a ellos debida de dos de sus grandes maestros: Manuel Sacristán y Paco Fernández Buey. Algunos tenemos más suerte, tenemos tres: los dos citados y el propio autor.
Definición de ateísmo.
Ser ateo hoy, señala el autor, es «en primer lugar descreer de las promesas de salvación de la tecnociencia (cada vez más férreamente uncida al capitalismo), que nos asegura desde cada pantalla retroiluminada que logrará evitar el colapso ecológico-social y nos convertirá en dioses». ¿Por qué? Porque el ateísmo es, ante todo, un humanismo crítico no antropogénico.
La definición, por lo demás, le hubiera encantado a Bertrand Russell, uno de los grandes pensadores del sigloXX que tanto tiene en común con el matemático, activista y poeta Jorge Riechmann.
1 a 5
JR nos recuerda que el Platón de Las Leyes proponía la relación 1:5 como límite de las desigualdades tolerables en una sociedad, en una ciudad bien ordenada. El mundo del cooperativismo eleva la relación a 1 a 7. El mundo del capitalismo salvaje en el que vivimos eleva la relación a 127 a 1. El sueldo anual de un ejecutivo de un gran corporación -por ejemplo, Pablo Isla- es equivalente a lo que ganaría una trabajadora de un supermercado trabajando 50 años de su vida y viviendo más de 10 vidas: 10 vidas de 50 años de trabajo remunerado equivalen a los ingresos anuales de un gran ejecutivo.
No es el único
Entrevistado por Público en junio de 2015, Pablo Iglesias habló del típico izquierdista tristón, aburrido, amargado, el que afirma que no se puede hacer nada, el que piensa que la gente es imbécil y va a votar a Ciudadanos, el que prefiere estar con su cinco por ciento, con su bandera roja, el que quiere vivir en su pesimismo existencial. El no, prefiere ganar. JR nos pregunta: «¿Soy el único que siente que el juego del pimpampum contra el estereotipo del izquierdista ridículo, que arreció en la primavera-verano de 2015, nos deja a mucha gente fuera de Podemos?»
No, no es el único. Y sin haber estado dentro.
Cine de Arte y Ensayo
Tomo pie en «Las muchachas heridas», un artículo de Gustavo Martín Garzo, otro de los grandes nombres de Peces fuera del agua.
¿Qué era el cine se le preguntó a François Fruffaut hace ahora muchos años? «Mujeres bellas haciendo cosas bellas» respondió el director de L’enfant sauvage. ¿Qué es un buen ensayo se nos puede preguntar ahora a nosotros? Lo que escriben buenas gentes pensando en las buenas gentes, gentes de las que apenas nadie hablará cuando hayan muerto.
La undécima tesis de Marx: una aclaración
¿Basta con poseer una conciencia crítica a la que uno saca a pasear dos veces al día como lo haría con su perrito de lanas, nos pregunta JR? No, claro que no. De poco sirve una conciencia crítica, nos señala, que no se vincule con la acción colectiva. ¿Qué es entonces lo que necesitamos? Conciencias críticas en contextos de praxis, «capaces de romper con la organización del privilegio y el sistema de la mercancía». Es decir, consciencia que no pierdan nunca de vista la praxis transformadora. Conciencias prácticas, que no pragmáticas.
Uno de los libros de un amigo y maestro de JR, Paco Fernández Buey, nuestro Paco, estaba dedicado a la vida y obra Albert Einstein. «Ciencia y consciencia» es el subtitulo del ensayo.
Imprescindibles.
Lo escribió Brecht y lo dijo y cantó Silvio Rodríguez: «hay gentes que luchan toda la vida. Ellos son los imprescindibles». Jorge Riechmann lo es para muchos de nosotros.
Fuente: Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, n.º 136, 2016.
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