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A los vecinos de Castro y de todo Chile

Fuentes: Rebelión

Desde hace años nos vienen diciendo que el crecimiento del país y el crecimiento de las empresas, traerán como consecuencia lógica el crecimiento para cada una de las personas que habitamos Chile. Han pasado varios años de esas promesas y han pasado varias cosas mientras esperamos que este crecimiento llegue a todos los chilenos y […]

Desde hace años nos vienen diciendo que el crecimiento del país y el crecimiento de las empresas, traerán como consecuencia lógica el crecimiento para cada una de las personas que habitamos Chile.

Han pasado varios años de esas promesas y han pasado varias cosas mientras esperamos que este crecimiento llegue a todos los chilenos y chilenas. Por un lado el Estado y su rol han disminuido. Hoy las escuelas públicas, los hospitales, consultorios de salud primaria y hasta las carreteras que están en manos del Estado, sufren de falta de recursos, falta de personal, de estructura y de un deterioro importante.

En la vereda del frente, lo privado, lo que es creado con el afán de generar lucro (ganancia) goza de buena prensa, de una buena gestión, de rapidez y de modernidad. Pero es caro y poco accesible para la mayoría de la población.

A los servicios públicos los han hecho padecer bajo la burocracia e ineficiencia, sin embargo en lo público nos atendemos la mayor parte de los chilenos. Lo privado es mostrado como lo eficiente, lo que garantiza un buen resultado, como un símbolo del desarrollo y de la modernidad, lo que usted puede alcanzar por su propio merito. Es decir, pagando. El merito de lo moderno y eficiente es pagar. Quienes no pueden pagar no tienen merito, ni son modernos.

Este escenario ha sido instalado desde los grises años de la dictadura, potenciado y mejorado por los tecnócratas de la concertación y hoy administrado eficazmente por la derecha piñerista. Nos han hecho creer que el desarrollo del país se liga a la obtención de «un bien de consumo». Y en este escenario el presidente ha sido claro: la educación, la salud, las carreteras, etc., etc., son un bien de consumo.

Potenciar la salud y la educación pública, es según ellos, un acto antiguo y poco moderno, ya que la esencia de la actual idea de desarrollo se liga al consumo y a la inversión que cada familia pueda realizar. Ellos nos quieren como consumidores, no como ciudadanos.

En Chiloé cuando se habla de desarrollo, nos hablan de las ganancias de la industria salmonera, de la construcción de un Mall, de un casino, de un proyecto de puente sobre el canal del Chacao, pero poco se habla de la infraestructura en salud que necesitamos, de la conectividad, de la electrificación, agua potable, educación de calidad, universidad pública, fuentes laborales con sueldos que garanticen seguridad y que un trabajador salga de la pobreza.

Para los gobernantes y los medios de comunicación el desarrollo está ligado con el comercio, la tecnología y la diversión, pero los vecinos de Castro necesitamos más que eso.

A través de los medios de comunicación nos plantean cuales son las recetas de la felicidad y una de ellas es adquirir deudas en los centros comerciales y vestirnos de tal o cual forma, para demostrar que somos alguien, acceder a tecnologías avanzadas que escasamente utilizamos en su totalidad, pero nos dan prestigio y una idea de desarrollo.

Es así como nuestras ciudades pierden patrimonio cultural y cada vez son más parecidas a los centros urbanos. Cada vez el sur quiere parecerse al norte. Y no porque el norte sea un ejemplo, sino porque nos han contado y nos han hecho creer, que allá está el desarrollo.

Los vecinos y vecinas de Castro quisiéramos que nuestra isla se desarrollara con equidad. Que los trabajadores reciban sueldos que nos permitan vivir satisfaciendo nuestras necesidades, que los recursos naturales sean bien administrados, contar con servicios de salud pública y educacional de calidad. Que los beneficios no sólo estén al servicio de las grandes empresas y de los empresarios, como ocurre hoy con la Ley de pesca que discute el parlamento y con la discusión del sueldo mínimo. Tal vez es hora que también discutamos un sueldo máximo para garantizar la equidad.

Nuestro país y nuestra isla necesita que los trabajadores y vecinos seamos considerados en nuestras demandas, que más que discutir acerca de la construcción de un puente, discutamos de lo que realmente importa, mejores sueldos, estabilidad laboral, salud pública de calidad, educación de calidad, protección de los recursos naturales, participación en las decisiones.

Ya basta que seamos los mismos, los que tengamos que apretarnos el cinturón para que país funcione.

Los trabajadores de la pesca hoy nos dan un ejemplo, antes fueron los vecinos de Freirina, de Aysen y los estudiantes de todo Chile, quienes se levantan frente a los estructuras del Estado y la administración política que hoy no representa los intereses, ni los anhelos la gran mayoría de los Chilenos. Sólo la unidad y la lucha nos garantizan un presente mejor.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.