Al igual que otras decenas de millones de latinoamericanos, yo nací en una vivienda familiar de mis padres, asistido por una mujer sabia con amplios conocimientos sobre obstetricia, biología, medicina general, ginecología, pediatría, nutrición, socioantropología, etc. Gracias a la praxis cotidiana de dichos conocimientos cultivados por algunas mujeres, millones de indígenas y campesinos nacemos y […]
Al igual que otras decenas de millones de latinoamericanos, yo nací en una vivienda familiar de mis padres, asistido por una mujer sabia con amplios conocimientos sobre obstetricia, biología, medicina general, ginecología, pediatría, nutrición, socioantropología, etc.
Gracias a la praxis cotidiana de dichos conocimientos cultivados por algunas mujeres, millones de indígenas y campesinos nacemos y convivimos, incluso en contra de la voluntad y/o ausencia del Estado en nuestros territorios.
¿Por qué llamamos comadronas a nuestras médicas?
Ferdinand Saussure, prócer de la lingüística moderna occidental, sostenía que la estructura gramatical de un idioma no era más que la externalización del entramado de la estructura cultural de la comunidad hablante. Es decir, nuestro lenguaje devela la estructura de nuestra cultura.
Cuando en las bicentenarias repúblicas latinoamericanas se sigue utilizando como «normales» términos peyorativos, intencionalmente construidos, para desvirtuar a los «otros» diferentes, ya es innecesario argumentar la condición cultural racista y etnofágica de dichas repúblicas. Y, cuando las y los indígenas «inconscientemente» reproducimos dichos términos vulgares para con los nuestros evidenciamos nuestra condición de colonialidad «normalizada».
El término comadrona, en el castellano criollo machista, significa chismosa, alcahueta, murmuradora… ¡Nuestras madres y abuelas que ayudan a alumbrar no son nada de eso! Pero, el patriarcado acuñó dicho termino para referirse a las médicas no modernas con la intencionalidad de desvirtuar/anular «otros conocimientos diferentes» y ridiculizar a sus portadoras. Es la cultura e ideología de dominación colonial perpetuada.
¿Por qué mientras ellos (Occidente) tienen obstetras, los indígenas apenas tenemos comadronas? ¿Por qué ellos se autodenominan civilización y a nosotros nos refieren como etnias (costal de huesos)? ¿Por qué a lo que ellos hablan nominan idioma, y a lo nuestro llaman lengua? ¿Por qué su expresión artística es considerada arte y lo nuestro es artesanía? ¿Por qué a su ruido con ritmo llaman música y a lo nuestro folclor? ¿Por qué dicen ellos tener filosofía y a lo nuestro llaman cosmovisión? … Y así, una infinidad de terminologías cotidianamente utilizadas. Ideológica e intencionalmente construidas para perpetuar la dominación.
Llaman comadronas a nuestras madres y abuelas. Simultáneamente instalan en el imaginario colectivo que dichas «prácticas» son peligrosas, sospechosas, antihigiénicas, insalubres… etc. En el mejor de los casos, algunas políticas públicas, para aparentar ser cool, adornan sus apuestas de salud colonial con «comadronas voluntarias», pero sin salario.
El conocimiento y praxis de nuestras madres y abuelas, es holístico y multidisciplinario. Es anterior a la modernidad, y trasciende a la medicina moderna occidental, hoy, convertida en un negocio letal contra la Vida. Entonces, ¿con qué derecho y autoridad moral se la llama comadrona a sus portadoras?
Dos siglos de aparentes repúblicas, y fallidos procesos de modernización, evidencian que en los países latinoamericanos la «ciudadanía universal» con «derechos universales» sigue siendo aún un mito. El racismo boyante constata que los NO ciudadanos seguimos y seguiremos siendo vistos como «subalternos aniquilables». Pero, de nosotros y nosotras, indígenas o no, depende que la Vida y sus portadoras se deslicen sobre la civilización de la muerte moderna que aún controla la hegemonía del poder. Por ello, a nuestras madres y abuelas jamás la debemos llamar comadronas.
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