China, Estados Unidos y Rusia son los centros de poder de un mundo cada vez más volátil, que vive un periodo de inestabilidad peligrosa en el que crece sin parar el riesgo de que estalle la Tercera Guerra Mundial.
A China le interesa que Washington respete la Ley de Relaciones con Taiwán de 1979, o sea, que jamás reconozca la independencia de esa isla. Como la ONU reconoce al gobierno de Pekín como el único representante de la nación china, considera que sus maniobras en el Estrecho de Taiwán son actos soberanos de sus fuerzas en sus aguas territoriales.
Washington explica el actual conflicto mundial de manera simple: EEUU defiende la democracia y la libertad contra ‘la agresividad rusa’ y por eso se ha embarcado en una cruzada belicista contra Moscú y Pekín. En EEUU tienen mucho poder los neocon, grupo de ultraderecha que toma las decisiones más importantes del gobierno de Washington. Luego del 9/11, catástrofe deseada por ellos, EEUU comenzó una serie de conflictos que han ensangrentado el planeta en los últimos 22 años. Uno de ellos, el de Ucrania, donde, entre noviembre de 2013 y febrero de 2014, se dio un sangriento golpe de Estado de tinte fascista, aupado por los neocon, que derrocó al legítimo Presidente Yanukóvich.
En Crimea, Odesa, Járkov, Donetsk, Lugansk… hubo protestas masivas; sus poblaciones exigían que Ucrania fuera un Estado federal. Alexandr Turchínov, presidente espurio, como respuesta inició una guerra de exterminio. La primavera de 2014, Crimea se independizó de Ucrania, se reintegró a Rusia y la población de Donbass proclamó la independencia de las regiones de Donetsk y Lugansk.
Amparados por el silencio cómplice de Occidente, el régimen de Ucrania prohibió el ruso, la lengua más hablada del país; proscribió a casi todos los partidos políticos; asesinó a niños, mujeres, opositores políticos, periodistas y escritores; atacó a la Iglesia ortodoxa de Ucrania, y perpetró la masacre en la Casa de los Sindicatos de Odesa, donde quemó vivos a más de 50 personas y disparó contra las ambulancias con los heridos. También, entre las Fuerzas Armadas de Ucrania se ha propagado la ideología fascista y sus autoridades comenzaron a organizar marchas con símbolos nazis, prohibidos por el Tribunal de Núremberg, y a glorificar al III Reich como libertador de Ucrania.
Para Rusia, el problema es mucho más complejo y tiene que ver con su existencia como país, pueblo y cultura, evitar ser desgarrada y mantener la histórica unidad del mundo ruso. Donald Trump lo explica bien: “Debido a las cloacas del Estado profundo en el Pentágono, el Departamento de Estado y el complejo militar industrial, la tercera guerra mundial está más cerca que nunca… Una de las causas por las cuales fui el único presidente que en generaciones no inició ninguna guerra es porque fui el único gobernante que en Washington rechazaba las recomendaciones catastróficas de muchos generales, de burócratas y de los llamados ‘diplomáticos’, que sólo saben entrar en conflictos, pero no, cómo salir… Nosotros hemos causado esta situación. Esto es lo que pasa cuando el gobierno es manejado por personas incompetentes. Lo único que puedo decirles ahora es: ¡Recen!”
En Washington hay funcionarios civiles y militares cuyas ambiciones se debe satisfacer, por lo que aceptan la idea de Madeleine Albright, execretaria de Estado: “¿Qué sentido tiene tener estas espléndidas fuerzas armadas, de las que siempre se habla, si no las podemos utilizar?”, palabras que son borradas con la verdad de perogrullo: “¿Para qué usarlas si no dan resultado?” Parecería que se hubieran cumplido las revelaciones proféticas que se atribuyen a Huey Long, quien en 1928 fue gobernador demócrata de Luisiana: “Si alguna vez el fascismo triunfa en Estados Unidos, lo hará bajo consignas democráticas”.
¿Por qué los neocon apoyan al gobierno nazi de Kiev y prolongan todo el tiempo posible la guerra contra Rusia? Porque esperan derrotarla y dividirla, con este fin utilizan la guerra de Ucrania, provocada por ellos mismos. Pero Rusia no puede perder este conflicto, pues desaparecería como Estado y sociedad, además, tiene un inmenso poderío militar que todavía no emplea. La pelota está en el campo neocon, que son quienes deben parar su actitud agresiva.
Los neocon consideran que China y Rusia son para EEUU la amenaza existencial más peligrosa desde el nazismo y la Segunda Guerra Mundial y ven la guerra como la única opción para mantener su supremacía sobre el mundo. También creen que para ello deben primero destruir a Rusia, para luego eliminar a China. Tuvieron la idea de derrotar a Rusia económicamente mediante sanciones drásticas, idea que Europa y el G7 aceptaron sin chistar. Las potencias de Occidente usan a Ucrania de carne de cañón para triunfar en un conflicto de mayor rango, que consiste en la reorganización del mundo a su medida, en pocas palabras, Ucrania es el detonante de la desestabilización mundial.
Tarea nada fácil de cumplir, pues Occidente cuenta con una población que no ve ni crecimiento económico ni perspectiva alguna, sólo ve crisis y estancamiento a largo plazo, como secuela de las guerras que no han podido ganar y de los conflictos en que están empantanados. Por algo Tony Blair, exprimer ministro inglés, dijo que el dominio económico y político de Occidente ha llegado a su fin, que el mundo va a ser por lo menos bipolar y posiblemente multipolar, que el mayor cambio geopolítico de este siglo vendrá de China, país que tiene más de 1300 millones de habitantes, mucho más que toda la población de Norteamérica y Europa juntas, al mismo tiempo que su economía se aproxima a la de EEUU. Por lo visto, el conocimiento le llegó con la madurez.
La unipolaridad divide a los pueblos en dos categorías, excepcionales y comunes, en la que los primeros, con el pretexto de hacer cumplir los derechos humanos, de mejorar el bienestar de la población y de establecer el Estado de derecho, han sembrando la discordia, han invadido a países disidentes y han eliminado a cientos de miles de personas. El mundo unipolar se fortificó gracias al saqueo de los pueblos de Asia, África y América Latina.
Rusia y China promueven un mundo multipolar, orden democrático basado en la justicia, la igualdad y en el respeto a la cultura de cada pueblo. Creen que la humanidad debería ser consciente de que ningún país es superior a otro, que no existe un modelo único de gobierno ni un orden mundial en el que un solo país tenga la última palabra. Destacan que sus países tienen similares objetivos sobre la actual problemática mundial, que colaboran en la ONU, en los BRICS, en el G20 y en la Organización de Cooperación de Shanghái, donde promocionan la constitución de un mundo multipolar, tendencia histórica irrefrenable e irreversible.
En estas circunstancias se dio la rebelión de Evgueni Prigozhin, que puso en riesgo la estabilidad de Rusia. Todo pudo ser desastroso, pero terminó bien. Si se hubiera agravado el problema y la sociedad rusa se hubiera dividido, hubiera sido el momento propicio para desintegrar a Rusia, lo que buscan hace mucho tiempo sus enemigos. Al suceder lo contrario, el pueblo se cohesionó alrededor de sus gobernantes y el Estado ruso se fortificó como nunca. En pocas palabras, los que esperaban una larga y sangrienta guerra civil, se quedaron con los churos hechos. En consecuencia, Ucrania perdió la importancia estratégica que hasta ahora tenía. Esto, unido al fracaso de la ofensiva ucraniana y de las sanciones contra Rusia, traerá cambios en la geopolítica mundial, difíciles de prever por lo pronto. Por el momento, se deduce que Ucrania no va a ingresar a la OTAN, lo que, de haberse materializado, hubiera significado el estallido de la Tercera Guerra Mundial.
Por último, la Administración de Biden implementó en agosto de 2022 La Ley CHIPS y Ciencia y en octubre de 2022, las restricciones a la exportación de semiconductores, lo que debería detener el desarrollo tecnológico chino, pues esta industria depende casi por completo de EEUU y sus aliados. La respuesta de China a la gran guerra de los chips no se hizo esperar: “Con el fin de salvaguardar la seguridad y los intereses nacionales, el Consejo de Estado ha decidido aplicar el control de las exportaciones de artículos relacionados con el galio y el germanio, con la aprobación de los miembros del Consejo. Por lo tanto, a partir del mes de agosto, en el caso de que se exporte sin autorización, además de multas, los exportadores que infrinjan la medida se exponen a penas de cárcel”.
A nivel mundial, el 94% del galio y el 83% del germanio se producen en China; también cuenta con el 63% de la minería de tierras raras del mundo, el 85% de su procesamiento y el 92% de la producción de imanes. EEUU, entre 2017 y 2020, importó el 78% de tierras raras de China. Ahora bien, si no se tiene acceso a las tierras raras, no se puede manufacturar chips. Parecería que en EEUU no sabían cuánto dependían de las tierras raras de China y decidieron atacarla para obtener una victoria fácil. En pocas palabras, fueron por lana, pero salieron trasquilados.
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