Llevo desde el final de las pasadas elecciones generales dándole vueltas a este asunto. Y creo que lo sucedido en Grecia, sumado al resultado en las autonómicas andaluzas, gallegas y vascas, y la observación detallada de lo sucedido en otros países, me ha ayudado a, cómo mínimo, poder analizar con algo más de perspectiva el […]
Llevo desde el final de las pasadas elecciones generales dándole vueltas a este asunto. Y creo que lo sucedido en Grecia, sumado al resultado en las autonómicas andaluzas, gallegas y vascas, y la observación detallada de lo sucedido en otros países, me ha ayudado a, cómo mínimo, poder analizar con algo más de perspectiva el tema en cuestión.
Empecemos por decir que en esta disyuntiva todo gira respecto a dos cuestiones de fondo: una: «si no voto le pongo en bandeja el gobierno a aquellos que no quiero que lo hagan» y otra: ¿si la abstención triunfara, quién gobernaría?
La respuesta a la segunda pregunta es sencilla para un anarquista radical, pero no todos somos anarquistas radicales, ni creemos en las bondades de la autoregulación, como no creemos en la «mano invisible de los mercados».
Si en este mundo todos fuéramos buenos y solidarios, y estuviéramos bien informados, no estaríamos en la situación actual. Y tampoco es apetecible para mí la «ley de la selva», especialmente desde la perspectiva de alguien que ha perdido el espíritu indómito de un «veinteañero» (perdonad la broma los anarquistas, es evidente que el anarquismo es mucho más). Muchos, por lo que he podido deducir, creemos que una regulación sensata y bien programada, pensada desde lo que quisiéramos ser y contra lo que somos, puede facilitar que seamos lo que podemos llegar a ser. Esto es casi como poner en práctica un «no te guíes por lo que hago; guíate por lo que digo», porque todos sabemos qué es lo correcto, aunque nosotros no sepamos serlo.
Con todo, es evidente que hoy es muy difícil votar a alguien estando convencido de hacer lo adecuado, o mucho menos votarle con ilusión. Muy muy difícil. Hasta las opciones que hasta ahora pudieran parecer honestas, han dejado de serlo en cuanto has rascado un poco en su superficie, o les dejas tiempo para mostrarse.
Hay otro problema, el primero, y que siempre nos impide abstenernos por mucho que sepamos que contribuimos a la perpetuación de un sistema podrido: el votante de derechas es fiel hasta el extremo, así aunque los demás no participásemos (como le ha ocurrido al PSOE pues una parte de su electorado es mucho más crítica), siempre podría legitimarse el sistema en base a un mucho más «responsable» electorado «conservador» formado por mayorías del PP y tradicionales del PSOE.
Pero el caso es que si uno lo piensa mucho, al final, se da cuenta de que las opciones minoritarias tampoco le llevan a ningún lugar, pues honestas o no (que de todo hay), al tener que pelear contra la tradición, los medios de comunicación del poder, y el miedo; no logran recoger el porcentaje suficiente del voto como para gobernar por nefasta que sea la situación coyuntural/estructural. Y esa excusa que solemos utilizar para acabar participando, se desvanece pues siempre existirá la suficiente masa crítica conducida por la «institucionalidad» para que gobiernen los lacayos del poder económico.
Hay tres casos paradigmáticos para ilustrar lo que quiero decir.
Syriza es uno. Y muy llamativo, porque nada puede ser tan grave como lo que ha ocurrido en Grecia, ni tan evidente el nivel de miseria, injusticia y represión al que se ha sometido a su población. Y con todos estos condicionantes que pudieran parecer suficientes para un cambio, no se ha producido. Y ni tan siquiera ganaron por una mayoría simple que hubiera obligado a pactar a las falsas izquierdas y reales derechas del país para evitar que gobernasen. De hecho, y esto es importante aunque siga habiendo gente que solo cuente a los que votan; si tomamos (que es como hay que hacerlo, porque la abstención también es una opción en la que luego profundizo) a todo el censo electoral, Syriza obtuvo el soporte del 16,63% de los ciudadanos con derecho a voto.
El otro ejemplo, con mucha mayor penetración en la cultura social local, con mucha más experiencia, y con unas especiales connotaciones; es el caso de EH Bildu en la CAV. En este caso, el soporte de la población con derecho a voto fue del 16,11% Por no hablar de la legislatura que ha terminado y que transcurrió con un pacto entre presuntos antagonistas.
El último ejemplo es el de Andalucía. Quizá el más aleccionador, porque aquí se revela el verdadero rostro del sistema postransición.
Uno de los partidos de la presunta alternativa al bipartidismo (IU), forma coalición de gobierno con uno de ellos a cambio de la presidencia de algunas consejerías y acepta junto con su socio los recortes impuestos desde Madrid. Esto es lo que podemos esperar ahora y siempre de los actores del teatro de la transición. Por cierto, en este caso el gobierno de Andalucía (PSOE+IU) cuenta con el respaldo del 30,67% del electorado. El Parlamento de Andalucía al completo, representa al 55% de los electores.
¿Por qué tiene validez este tipo de cálculo?
Porque el nivel de participación puede legitimar o deslegitimar un sistema (otra cosa es acabar con él). No es lo mismo contar con una participación del 80% como en como Francia o Italia (Estados manifiestamente mejorables), o cercana al 90% como en los países del norte, que contar con una participación del 68% como en las últimas elecciones generales del 20-N en el Estado español.
También, porque hasta para validar un referéndum (en los países que cuentan con esa posibilidad «real», y no ficticia como aquí), la participación debe ser de un 50% del electorado más un votante. O lo que es lo mismo, y con toda lógica: no se considera legítima la decisión del pueblo si participa menos del 50%
Y tomando esto como referencia ¿es lógico que aquí, en el Reino del bipartidismo los dos partidos hegemónicos supongan (sumándolos) el 49,94% del electorado? Y ya entrando en nuestro modelo electoral… ¿Es normal que esos dos partidos sumen el 84,57% de la representación total en el Parlamento cuando les ha votado menos de la mitad de la población con derecho a hacerlo?
Sinceramente, siendo un demócrata convencido, y creyendo que no hay mejor sistema posible que la democracia cuando merece llamarse así, debo decir dos cosas. Primero: que dadas las circunstancias particulares de este país, tanto por el agudo déficit (por no decir inexistencia) de cauces de participación para la población en los asuntos de Estado, y teniendo en cuenta nuestro «peculiar» sistema electoral: concluyo sin lugar a dudas que aquí no hay democracia. Segundo: atendiendo a nuestra realidad, y habiendo defendido hasta ahora la participación que favoreciera a los partidos no hegemónicos, hoy ya creo que esta acción solo consigue perpetuar un sistema que debe ser reestructurado, y por tanto no considero sensato participar en unas elecciones.
Es evidente, como ya ha quedado dicho, que el resultado de esta acción aunque fuera mayoritariamente compartida no garantiza un cambio. Pero al menos te queda la satisfacción de no ofrecer argumentos para su sustento, pues tampoco ibas a lograr nada.
La abstención es, junto con la exigencia activa de herramientas de participación directa de la población en la toma de decisiones, lo único que puede poner en cuestión el modelo de Estado actual. La imagen de España en el extranjero en un mundo globalizado dependiente de acuerdos y que vive de la estética formal para su existencia, es mucho más importante de lo que parece. Por tanto, también el no hacer uso de las fórmulas impuestas para vestir de normalidad la actual oligarquía y poder llamarla «democracia».
Una curiosidad y una respuesta para acabar. ¿Sabéis cual es uno de los países con menos participación en las elecciones legislativas del mundo? Suiza, la democracia más desarrollada del mundo y que no suele llegar al 50% ¿Por qué? (y con esto se responde esa pregunta hecha al principio)… porque a los suizos les importa un rábano quién figure como gestor en el gobierno: «el gobierno soberano es cada uno de sus habitantes».
Pensadlo. No quiero más que mostrar el argumentario que me ha hecho llegar a esta conclusión. Yo mismo he defendido hasta ahora la participación, pero ya no tengo motivos para seguir haciéndolo, al menos, mientras no cambie el sistema.
Fuentes documentales:
http://www.juntaelectoralcentral.es/jelect/GENERALES_2008_Resultados.pdf
http://www.congreso.es/consti/elecciones/generales/2008.htm
http://elecciones.mir.es/resultadosgenerales2011/99CG/DCG99999TO_L1.htm
http://www.juntadeandalucia.es/boja/2012/74/1
Y algunas más…
Fuente: http://iniciativadebate.org/2012/10/25/abstencion-si-o-no/