La reconocida filósofa e historiadora marxista Ellen Meiksins Wood reseña con la perspicacia y profundidad que le son habituales el libro póstumo de Gerald A. Cohen Why Not Socialism?
«El socialismo», dejó dicho Albert Einstein, es el intento de la humanidad de «superar y rebasar la fase predatoria de la evolución humana», y para G.A. Cohen, «todo mercado […] es un sistema predatorio». Tal es la esencia de su último libro, breve pero incisivo y elegantemente escrito (Cohen murió el pasado agosto ). Su propósito es sentar lo que él llama las bases «preliminares» -una tentativa que, al final, bien podría llegar a ser derrotada por realidades inexorables- de una alternativa socialista. ¿Es deseable, se pregunta, y si deseable, factible, construir una sociedad movida por algo que no sea la predación, que no responda a las motivaciones «mezquinas», «bajas», repugnantes» del mercado, sino que esté guiada antes bien por un compromiso moral con la comunidad y la igualdad?
En su estilo característicamente lúcido, comprometido y delicadamente humorístico, Cohen empieza imaginando un grupo de personas en una excursión de acampada. En esas circunstancias, sugiere, el grueso de la gente estaría «vigorosamente a favor de una forma socialista de vida, prefiriéndola a otras alternativas factibles», comportándose, así pues, conforme a principios de igualdad y de comunidad, muy distintos de los que gobiernan el comportamiento normal en el mercado. La cuestión es si esos principios de acampada podrían o deberían ponerse por obra en el conjunto de la sociedad. En su opinión, eso sería deseable para evitar los resultados inexorablemente injustos de los mecanismos de mercado y las desigualdades que van con ellos. ¿Pero es factible? Sobre eso, el veredicto está por pronunciarse. Es importante, insiste Cohen, distinguir entre dos tipos harto diferentes de obstáculos, los dimanantes de las limitaciones de la naturaleza humana y los procedentes de las limitaciones de la tecnología social; y concluye que nuestro principal problema no es el egoísmo humano, sino «la carencia en que nos hallamos de una tecnología organizativa adecuada». Se trata, en otras palabras, de un problema de diseño. Pero el que no sepamos cómo diseñar la maquinaria social que haría funcionar al socialismo no significa que nunca podremos o que nunca querremos.
Cohen presta atención a la idea del «socialismo de mercado»: un sistema que aún se fundaría en el mecanismo de los precios, pero que evitaría la concentración de capital que genera el grueso de las desigualdades del mercado capitalista. Todo considerado, eso, para él, sería mejor que nada. Es «el genio del mercado, que recluta motivaciones de baja estopa para fines deseables», pero lo que olvidan los socialistas de mercado es que también tiene efectos indeseables y que aun su tipo de mercado se orienta conforme a esos motivos «mezquinos». Así, pues, él preferiría seguir buscando un medio para lograr efectos económicos productivos fundado en otras motivaciones.
Las preocupaciones morales de la filosofía de Cohen y -en su análisis de los mercados- su énfasis en la moralidad de las motivaciones podrían parecer, por lo pronto, muy distantes, incluso diametralmente opuestos, a la obra que empezó a darle un nombre: Karl Marx’s Theory of History: A Defence (1978). La necrológica de Cohen publicada por The Guardian, en la que se le describía como «argüiblemente, el principal filósofo político de la izquierda», habló de este libro como de una «reinterpretación revolucionaria de la teoría marxista». En realidad, lo que Cohen produjo fue algo aún más avilantado. Era menos una reinterpretación de Marx, que una defensa cerrada de la interpretación más ortodoxa.
Es verdad, como se observaba en el Guardian, que lo que Cohen y sus colegas «marxistas analíticos» gustaban de llamar el no-bullshit Marxism o «marxismo no charlatán» [1] arrastraron la teoría marxista hacia «la ciencia social burguesa de la corriente principal», aplicándole las técnicas lingüísticas y lógicas de la filosofía analítica; y ya eso sólo era una hazaña. La teoría que él defendía, la substancia de la cual era un determinismo tecnológico, debía menos a Marx que a intérpretes posteriores, como Georgi Plejánov; pero terminó siendo la esencia del materialismo histórico, según lo entendían tanto los ideólogos de los partidos comunistas como los más furibundos antimarxistas. Lo que hizo aún más notorio el proyecto de Cohen fue que, por la época en que su defensa se publicó, esa ortodoxia había sido vigorosamente desafiada por historiadores que trabajaban en la tradición marxista, desde E.P Thompson hasta Robert Brenner; y el viejo determinismo tecnológico había dado ya paso a interpretaciones de Marx muy diferentes.
Es verdad que, una vez descubierto, no es probable que ningún progreso llegue a desaparecer por completo. Pero la primordial compulsión a mejorar constantemente las fuerzas técnicas de producción no es una ley general de la historia. Es, para bien o para mal, una característica específica de una forma social, el capitalismo. Su particular modo de explotación, a diferencia de cualesquiera otros, genera, como condición misma de su supervivencia, una inexorable compulsión a mejorar la productividad, y así, a rebajar los costes del trabajo, a fin de colmar y maximizar el beneficio.
Aunque las inevitabilidades históricas del determinismo tecnológico de Cohen fueron traducidas por otros marxistas analíticos al lenguaje de la «elección racional», parecía haber en ese determinismo poco margen para la elección moral o para las motivaciones morales como fuerzas históricas dinámicas. Sin embargo, su carrera intelectual subsiguiente se consagró a la cuestión de la justicia y la igualdad socialistas, que están en el núcleo de su último libro. Pareciera un largo camino desde su peculiar variedad de marxismo; y puesto que terminó describiéndose a sí propio como un «ex-marxista», podríamos vernos tentados a dejar las cosas en este punto, y limitarnos a concluir que, habiendo repudiado el marxismo, y con él, cualesquiera ilusiones sobre el curso necesario de la historia, quedó libre para pensar sobre el socialismo, no en términos de algo históricamente inevitable, sino como una opción moral.
Pero no es tan sencillo. Si contrastamos el marxismo de Cohen con otras versiones disponibles, lo que salta a la vista es la congruencia entre su temprano determinismo tecnológico y su filosofía moral de los últimos años. No sólo en el sentido de que siguió apasionadamente comprometido, como ex-marxista no menos que como marxista ortodoxo, con los valores socialistas y particularmente con la igualdad. Lo cierto es que su teoría de la historia está también conectada con su filosofía moral en el sentido de que ambas son, a fin de cuentas, a-históricas. Eso resulta suficientemente obvio referido a las abstracciones de la filosofía analítica, pero parece algo extraño predicado de una teoría de la historia. El caso es que resulta extremadamente difícil sostener este tipo de determinismo transhistórico, sin desentenderse de los procesos históricos: no sólo de las particularidades y de las contingencias de tiempo y lugar, sino de los principios diferencialmente operantes en cada modo específico de organizar la vida social.
NOTA T.: [1] Bullshit es una palabra expletiva del inglés americano popular que el filósofo Harry Frankfurt incorporó al léxico filosófico para referirse a productos intelectuales que no son exactamente falsarios o mentirosos, sino algo acaso peor: porque el falsario y el mentiroso aún son capaces de distinguir la verdad de la falsedad; en cambio, el bullshiter ha perdido incluso esa capacidad.
Ellen Meiksins Wood ha sido durante muchos años profesora de ciencia y filosofía políticas en la York University de Toronto, Canadá. Entre 1984 y 1993 estuvo en el comité editorial de la New Left Review británica, y entre 1997 y 2000 coeditó, junto con Paul Sweezy y Harry Magdoff la revista norteamericana Monthly Review. Filósofa e historiadora marxista y feminista mundialmente reconocida, ha realizado contribuciones fundamentales en el campo de la filosofía política, de la historia de las ideas políticas y de la historia política y social. Sus últimos libros publicados: Citizens to Lords. A Social History of Western Political Thought from Antiquity to the Middle Ages (Verso, Londres, 2008) y su aclamado The Origin of Capitalism. A Longer View (Verso, Londres, 2002). Actualmente, reside en Londres.
Traducción para www.sinpermiso.info : María Julia Bertomeu
Tomado de: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3243