La obra de Marx además de una crítica del capitalismo es una crítica histórica del Estado como forma de dominio de la clase social en el poder. El Estado, cuya principal función es reprimir y mantener el orden establecido, existe en tanto la sociedad se encuentra dividida en clases sociales antagónicas. Como bien dicen los […]
La obra de Marx además de una crítica del capitalismo es una crítica histórica del Estado como forma de dominio de la clase social en el poder. El Estado, cuya principal función es reprimir y mantener el orden establecido, existe en tanto la sociedad se encuentra dividida en clases sociales antagónicas. Como bien dicen los clásicos, cuando no existen clases a las que someter y reprimir el Estado se extingue como elemento represor y ya el conjunto de la sociedad administra libremente el disfrute de los bienes sociales generados colectivamente.
Sin embargo el tema del Estado como dijo Lenin en la conferencia pronunciada en la Universidad de Sverdlov el 11/7/1919, «… el problema del Estado es uno de los más complicados y difíciles, tal vez aquel en el que más confusión sembraron los eruditos, escritores y filósofos burgueses.«
La burguesía al ser una clase minoritaria para poder ejercer su dominio necesita su «Estado de derecho», que lo hagan suyo también las clases sometidas, impone su juego político mediante una determinada norma de democracia que se delega en la denominada clase política. Así se consigue una sociedad de listos y de tontos, los mandados a dirigir y los mandados solo a votar, y como pretendidamente quieren hacernos creer que los «tontos» no dan para más, no se les permite la posibilidad de controlar y revocar a la clase política, esta puede hacer lo que le venga en gana durante los años que dure el mandato al que fueron elegidos. Una clase política a su medida, desde el momento en que aceptan y se someten a esa forma de juego político, condicionado por unas normas que les permite controlarla y corromperla, incluso antes de haber sido elegidos dados los apoyos materiales que reciben en las campañas electorales, o por los que dejan de recibir, los verdaderos tontos útiles, tan inocentes, que ante la falta de ayuda les hace incluso pedir créditos a los bancos para poder sufragar su campaña.
Una democracia en abstracto como existe con sus particularidades en los países capitalistas, sin contenidos socio económicos, que hace abstracción de los condicionantes que la situación económica de los individuos tiene para su formación cultural y política en el ejercicio consciente a la hora de poder opinar o emitir el voto. Una especie de democracia divina que existe independientemente de la sociedad dividida en clases sociales antagónicas, que consiguen sea aceptada como normal también por los oprimidos, en contra del dicho de Marx sobre el Estado («que no era algo colgado del cielo»), y que tanto el Estado como la Democracia burguesa se acepten como algo colgado del cielo. Una divinidad establecida no se sabe por quien, que está por encima del conjunto de la sociedad, que sirve por igual a explotados y explotadores.
Es curioso oír a alguna gente que se considera más «ilustrada», que dice no dejarse engañar por el poder mediático y los falsos políticos, porque consideran ellos si saben a quien depositan su voto. Y como ellos lo saben, esperan que los trabajadores alienados también lo hagan, y si no lo hacen culpabilizan a la gente alienada el no hacerlo o de ser políticamente tontos, en vez de culpabilizar al sistema que posibilita la alienación. En definitiva ese individualismo de la alienación capitalista se manifiesta de esa forma en la gente más «ilustrada». En realidad estos ilustrados sabedores son los mejores colaboradores que puede tener la «democracia», ¿burguesa?.
A través de la falsa división de poderes: el legislativo, el administrativo y el judicial, más el llamado cuarto poder consiguen que el conjunto de la sociedad, e incluso los partidos que se consideran de la cultura marxista participen en ese juego «democrático», pidiendo el voto delegado hacia ellos y que mediante el llamado sufragio universal se constituyan parlamentos y gobiernos que de hecho administran los intereses de la burguesía, y para que las leyes «divinas» del mercado marquen los límites de actuación económica y social de los gobiernos de turno. Ese principio que rige en el sistema capitalista hace que además de las mercancías, el ser humano también sea una mercancía más, así el llamado mercado laboral es el lugar donde se realizan las transacciones del comercio humano y que el trabajo social mediante la división del trabajo se convierta en trabajo enajenado.
Con qué desparpajo y sin ningún sonrojo los medios al servicio del poder nos dan la noticia: la multinacional SIEMENS ante la amenaza de trasladar la producción a países con mano-mercancía laboral más barata, han conseguido que los trabajadores alemanes acepten aumentar su jornada laboral, así mismo reducir la prestación económica que recibían. Algo tan claro y brutal, producto de las leyes de los mercaderes capitalistas que debería clamar al cielo, evidencia el grado de alienación que provoca el trabajo enajenado, fruto de la división del trabajo en la sociedad divida en clases sociales. El progreso tecnológico en poder de la burguesía se convierte en regresión social y económica de las fuerzas productivas. Los patriotas burgueses alemanes, lo mismo que los de los demás países capitalistas defienden sus fronteras, ponen barreras a la libre circulación de la mercancía humana, no dudan en trasladar su negocio a otros países. No existen fronteras para el capital. Eso sí apoyan la fortaleza militar y represiva de su Alemania para defender la patria y además, el euroejército, ahora que las contradicciones inter-oligárquicas imperialistas han aflorado tras la crisis energética y la invasión de Iraq.
El trabajo enajenado hace a los propios trabajadores colaboradores sumisos de su propia explotación. Les impide comprender que esos bienes que generan son producto de la actividad social del conjunto de las personas que intervienen en el proceso productivo, y que como creadores de ellos les pertenecerían su disfrute, si fueran conscientes de la falsa división de la sociedad y de la falsa división del trabajo, donde todo se convierte en mercancía.
Lenin fue el teórico que mejor comprendió y desarrolló en la praxis la teoría marxista sobre la función histórica del Estado y la Democracia. Sin embargo, a mi entender, no desarrolló o más bien no nos explicó que aquellas formas alternativas de democracia directa y participativa, en su origen, en los procesos de lucha reivindicativa durante el capitalismo fueron los embriones de las nuevas formas de poder que supo ver tras la experiencia de la Comuna de Paris y del Soviet de 1905. Tuvieron un origen reivindicativo como de hecho en el transcurso de la historia de la humanidad surgieron formas organizativas de lucha reivindicativa que potencialmente eran formas de poder, si en su confrontación con el poder establecido hubiese sido vencido y destruido.
Tampoco se hizo lo necesario para que, en lo que se dio en llamar pueblo soviético adquiriera la necesaria y amplia formación sobre el mundo existencial, que le permitiera pensar por si mismo y con los demás para poder actuar política y solidariamente en un país que se presuponía era solidario y socialista en su caminar hacia el comunismo. Ese pueblo que salió del atraso cultural y tecnológico, sin embargo, no fue educado en la formación del hombre nuevo con ideología y participación que le permitiera la conciencia comunista. Como en el mundo capitalista fue educado para producir, pero no para administrar directamente el poder y por lo tanto no podía sentirse comunista al no existir el soviet en los centros de producción donde practicar el poder.
Prueba evidente de ese desconocimiento en lo que debió ser la democracia directa soviética lo vemos hasta en la incomprensión que manifiesta en la crítica que realiza del actual parlamento ruso G.A. Ziuganov Secretario General del CC del PCFR: «…los comunistas de hoy, de la Rusia actual, cuando le decimos al pueblo que los órganos democrático- burgueses de poder creados en la última década no son sino un decorado, encargados de ocultar el férreo régimen autoritario que se ha impuesto en el país». Se refiere al parlamento de la última década, admite el anterior parlamento cuya única diferencia era el nombre «Soviet Supremo» en vez de Duma. Y más adelante dice: «Es precisamente ese tipo de Duma el que el actual gobierno ruso pretende moldear, durante toda la etapa postsoviética. Es precisamente a esta degeneración de parlamentarismo, a la que tozudamente nos oponemos». Critica al actual tipo de Duma postsoviética, a la degeneración del parlamentarismo de Patín, pero en ningún momento realiza una defensa de la democracia directa leninista soviética como alternativa democrática de clase a imponer.
Si los trabajadores nacieran con conciencia comunista, además, de la conciencia productivista enajenada impuesta, serían conscientes de que los medios de producción con los que generan nuevos valores no son producto de algo que por decisión divina son puestos en manos de los capitalistas. Esos medios de producción adquieren el verdadero sentido humano cuando son puestos en funcionamiento a iniciativa de los trabajadores para cubrir sus necesidades reales, medios productivos que a su vez han sido creados por otros trabajadores en el proceso del trabajo encadenado de la producción social.
Los trabajadores fruto de esa conciencia comunista se organizarían como clase dominante. Pero como es evidente no se nace con conocimientos científicos, para adquirirlos se necesita estudiarlos, y el marxismo es una filosofía anticapitalista revolucionaria que tiene una base científica que requiera ser estudiada, para una vez comprendida en sus aspectos generales poder desarrollarla en cada momento histórico, a la luz de los nuevos avances y situación de la sociedad. Los ilustrados intelectuales que presumen de marxistas deberían preguntarse que hacen para que el pueblo alienado deje de serlo y les trasmitan los conocimientos del marxismo que ellos creen poseer.
Las tesis marxistas y leninistas sobre el Estado y la Democracia alternativa siguen siendo válidas. El proletariado necesita organizarse como clase dominante, con sus propias armas de juego político, que evidentemente nada tiene que ver con las armas de la burguesía, donde cada equis años, mediante el sufragio universal se delega la responsabilidad política en la llamada clase política, constituida por diversos grupos políticos, prometedores y engañadores de las masas. Necesita poder ejercerla directamente de forma natural en todo momento. Y para poder ejercerla de forma natural, si verdaderamente quieren ser consecuentes y que los medios de producción dejen de ser propiedad capitalista, esa organización de lucha reivindicativa y de poder alternativo tiene que desarrollarse en el sistema capitalista. La organización alternativa tiene que partir de los propios lugares donde tienen origen las contradicciones de clase, y desde donde siempre los trabajadores están, es decir, desde los propios centros de producción. Y si los que se consideran marxistas no llevan a los centros de producción esa educación marxista de poder, que posibilite la autoorganización de las masas, las luchas de los trabajadores siempre serán puntuales y parciales tendrán un carácter economicista que en nada supondrá un peligro para el sistema capitalista.
Los trabajadores desde los centros de producción, que debemos insistir son los lugares naturales donde siempre están los trabajadores y desde donde pueden organizarse de forma permanente para que mediante su participación en la lucha reivindicativa social y económica, a las que tiene que ir siempre unida la lucha ideológica, les permita ver más allá, ver y luchar por sus reivindicaciones inmediatas y por su futuro liberador. De esa forma no solo reivindican, sino que se preparan para dar soluciones incluso a los problemas técnicos de la producción, para una vez derrocada la burguesía administrar el poder y dirigir el funcionamiento de su propio centro de producción sin directores capitalistas, ni directores impuestos al estilo estalinista, con directores elegidos por ellos mismos entre los compañeros más idóneos. Consejos Obreros de administración que sustituyen a los nombrados por los amos capitalistas y que se interrelacionan con los otros centros de producción a través de delegados elegidos, siguiendo el ejemplo de la Comuna, el Soviet, o la Comisión Obrera de la época franquista.
Desgraciadamente como dice Lenin, el tema del Estado es difícil de entender y la ideología dominante impregna de tal manera al conjunto de la sociedad que impide verlo en la realidad y hace verlo como algo colgado del cielo, ajeno a los problemas que genera una sociedad dividida social y económicamente. Incluso los grupos más izquierdistas, que ante los recientes juegos electorales del aparato estatal burgués español y europeo, toda su crítica y valoración se centra en los resultados electorales conseguidos por los partidos reformistas, intentando culpabilizar a los dirigentes del fracaso, en vez de ir al fondo de la cuestión. Resaltan el rechazo a las europeas por la amplia abstención, engañándose ellos mismos al considerar que es la respuesta consciente de los trabajadores al carácter antisocial de la UE, pero son incapaces de valorar que ello es una forma elemental de rechazo de las masas ante un juego político que no les dice nada, algo tan lejano que ni les moviliza para depositar el papelillo en la «urna de cristal burgués europea», al contrario de lo que sucede cuando lo hacen más masivamente participando y votando a la clase política nacional, regional o local, cuando son llamados a esos comicios que les son más cercanos, donde el efecto alienante por la cercanía es más efectivo.