Mi muy estimado Joan Tafalla, al leer tu «Refundación republicana de la izquierda. De la importancia del qué hacer y del cómo hacer» ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74752 ) me surgió la necesidad de realizar el siguiente comentario, en el mismo ánimo solidario y constructivo que se desprende de tu trabajo. Estando básicamente de acuerdo con tu crítica-autocrítica, […]
Mi muy estimado Joan Tafalla, al leer tu «Refundación republicana de la izquierda. De la importancia del qué hacer y del cómo hacer» ( http://www.rebelion.org/noticia.php?id=74752 ) me surgió la necesidad de realizar el siguiente comentario, en el mismo ánimo solidario y constructivo que se desprende de tu trabajo.
Estando básicamente de acuerdo con tu crítica-autocrítica, de la que no nos salvamos ninguno, resaltada sobre el reformismo y el izquierdismo inconsecuente, así como el difícil tránsito a recorrer por el pantanal desierto, es de considerar que para arribar a buen puerto se hace preciso desarrollar aspectos básicos de la filosofía materialista y dialéctica, que sin renunciar a los principios de aquella guía para la acción revolucionaria que es el marxismo y el leninismo, nos ayuden a comprender el complejo mundo tecnológico y mediático-político que nos toca vivir, y que nos hace a todos victimas y cómplices de los males que padecemos, sin lo cual es imposible contribuir de forma objetiva a superarlos.
Es evidente que se han despreciado o no tenido en cuenta las enseñanzas de Gramsci, cuando uno de los teóricos occidentales que más desarrolló la filosofía marxista, nos decía: «La lucha económica no puede separarse de la lucha política, y ni la una ni la otra pueden ser separadas de la lucha ideológica. Por ello, el Partido debe asimilar el marxismo y debe asimilarlo en su forma actual, como leninismo. Para luchar contra la confusión que se ha creado de esta manera, es necesario que el Partido intensifique y haga sistemática su actividad en el campo ideológico, que se imponga como un deber de los militantes el conocimiento de la doctrina del marxismo-leninismo, al menos en sus términos más generales. Para que el Partido viva y esté en contacto con las masas, es menester que todo miembro del Partido sea un elemento político activo, sea un dirigente. …todos los miembros del Partido, cada uno en su ambiente, se hallen en situación de orientarse, de saber extraer de la realidad los elementos para establecer una orientación, a fin de que la clase obrera no se desmoralice sino que sienta que es guiada y que puede aún luchar. La preparación ideológica de la masa es, por consiguiente, una necesidad de la lucha revolucionaria, es una de las condiciones indispensables para la victoria.» (los subrayados son míos)
No se ha comprendido lo que él interpretó de Lenin, recogido por Palmiro Togliatti en el simposio organizado por el Instituto Gramsci en enero de 1958 sintetizado en esta frase que dice: «Hay en Lenin, por lo menos, tres capítulos principales, que determinan todo el desarrollo de la acción y el pensamiento: una doctrina del Imperialismo como fase superior del capitalismo; una doctrina de la Revolución, y por ende, el Estado y el poder, y una doctrina del Partido. Son tres capítulos estrechamente unidos, fundidos casi el uno con el otro. Cada uno de ellos contiene una teoría y una práctica, es el momento de una realidad efectiva en desarrollo».
El imperialismo de ahora ejerce su dominio como siempre lo ha hecho, desde la violencia, pero debemos destacar que hoy debido al alto grado de desarrollo tecnológico puesto en sus manos existe una violencia que genera multitud de muertes aparentemente pasivas, a través de la violencia ideológica que nos mantiene a todos, objetivamente en diferentes grados de alienación e inconsecuente actividad ideológica-política-organizativa, lo que objetivamente nos hace víctimas y cómplices. No hemos sabido, dadas nuestras limitaciones ideológicas, cómo contrarrestar la influencia que ejercen gracias al poder que disponen a través de la moderna tecnología mediática y la forma de vida impuesta.
El activismo inconsecuente evidencia lo que destaca Gramsci sobre la unidad de la lucha ideológica, política y económica. No existen organizaciones políticas con una militancia formada ideológicamente que asuma el predicado de Gramsci, con una organización revolucionaria de base celular, como la que tuvimos en tiempos mucho más difíciles, con la que poder integrarnos entre el conjunto de las masas explotadas, en los lugares naturales donde siempre están y sufren las contradicciones, es decir, en los lugares laborales, de convivencia vecinal, cultural, etc., para ejercer la influencia educadora y organizadora que permita a estas organizarse como clase dominante en la fase capitalista, primero como forma de lucha hasta que ese desarrollo de lucha organizada alternativa se constituya en la nueva forma de poder basado en la democracia directa y permanente de abajo arriba, es decir, la unidad dialéctica del nuevo ser liberado del trabajo enajenado realizándose en toda su dimensión humana y creativa a través de la actividad político-productiva y cultural.
El reformismo y el izquierdismo radical, al no disponer de una organización revolucionaria con base de democracia directa y celular, se ven incapacitados para poder instrumentalizar los posibles resquicios del aparato estatal burgués, para generar la lucha desde arriba, desde las parcelas conquistadas en ese aparato estatal burgués, ligada y coordinada con la lucha alternativa desde abajo.
En esa idea instrumentalizadora de las instituciones burguesas propuse la siguiente resolución que fue aprobada en el XV Congreso del PCE, pero que nunca se puso en práctica. En el apartado 2.1, f) decía: «Desde la óptica marxista del Estado y la democracia, recogiendo además la experiencia del movimiento obrero internacional en la lucha por sus reivindicaciones económicas y políticas se hace preciso abrir un debate en el seno de IU para analizar la forma de impulsar la eficacia de la acción de los cargos electos y militantes de IU, implicando además a los electores y a la base social en la que se sustenta su acción política».
«Los cargos electos de IU, en un régimen de democracia formal, limitada y poco participativa para el conjunto de los ciudadanos, difícilmente pueden conseguir que se aprueben sus propuestas que afectan a la mayoría social y que lógicamente chocan frontalmente con los intereses de la clase dominante, si su acción política se limita a ejercerla en el estricto marco parlamentario estatal, de las comunidades o de las corporaciones locales, sin más respaldo que da el número de diputados o concejales que disponga».
«Es necesario que se constituyan formas de organización y participación ciudadana, de forma permanente, que refuercen la eficacia de la acción política planteada por los cargos electos, propiciando la información y su implicación en la defensa de sus intereses. Canalizar de arriba abajo y de abajo arriba toda la información y propuestas de acción».
El gran error, producto de las limitaciones en el dominio del método de análisis materialista y dialéctico que tuvimos los que lo redactamos y los que lo aprobaron, fue el no saber apreciar que para que eso pudiera darse se requería una militancia organizada de forma revolucionaria, comprender que sin ese tipo de militancia formada ideológica y organizativamente difícilmente se podía poner en marcha esa resolución política, como evidentemente se confirmó tras su aprobación. No nos planteamos por donde empezar para un buen qué hacer. El papel lo aguanta todo, otra cosa es transformar ese mensaje en práctica política revolucionaria.
Contradictoriamente, el activismo que en algunas ocasiones se hace pretendidamente movilizador llamando a tomar la calle, sin ningún acompañamiento captador y educador, objetivamente, desde su ignorancia, desprecia a los que llama a movilizarse, no cree en la capacidad de ese pueblo para que supere las limitaciones ideológicas que padece, por eso no se plantea el cómo realizar el trabajo educador y organizador paciente que ello requiere. A lo sumo considera que con un buen panfleto despertará los sanos sentimientos del pueblo para que les secunden a las pretendidas movilizaciones tomando las calles. No se plantean la unidad dialéctica que nos dice Gramsci sobre el trabajo de lucha ideológica, política, económica y organizativa, consecuentemente revolucionaria cuando se realiza de forma permanente.
No se tienen en cuenta antecedentes históricos, de los aciertos y los errores cometidos como los que tuvieron lugar en París en mayo de 1968, donde las masas en un estallido antisistema tomaron las calles, generando un vacío de poder, pero ante la falta de comprensión de lo que es la organización de lucha alternativa, desde abajo, para que llegado el momento y las condiciones de movilización general constituirse en forma de poder. No existió la organización dirigente capaz de orientar y dirigir la culminación de la revolución.
No se comprende la unidad dialéctica de lo que es la lucha por el poder como nueva forma de poder alternativo, una vez que ese grado de organización en la fase capitalista permite derrocar al estado burgués y capitalista para sustituirlo por esa democracia alternativa del nuevo estado que emana de abajo arriba de forma directa y permanente, a semejanza de lo que nos destacan Marx y Lenin sobre la experiencia de la Comuna de París y Soviet de 1905.
Esa confusión sobre la función histórica del estado y la democracia, es la que generó la caída del llamado Socialismo Real, y que de alguna forma tras el discurso de Fidel Castro el 17/11/2005 sobre el peligro interior, es la que amenaza a la revolución cubana.
Se confunde lo que deben ser los trabajadores organizados como clase dominante, con el partido organizado como clase dominante que nos conducirá al socialismo, y una vez en el socialismo seguir con la división de la sociedad capitalista, donde se divide a los ciudadanos, a los que producen como sociedad civil y los que viven de la actividad política como clase política. Los currantes a producir y cada equis años a votar conducidos como borreguillos, para así justificar el «reconocimiento político y democrático» del estado capitalista y ocultar de hecho esa división clasista, mediante el llamado sufragio universal a favor de estos o aquellos personajes administradores del orden capitalista, o, del socialismo burocrático.
Se olvida o no se tuvo en consideración al hablar de república, la profundidad de lo que nos dice Lenin en su obra «El Estado y la Revolución»: «la república democrática es la mejor envoltura del capitalismo». Si bien es cierto que es mejor esa forma de dominio que la dictatorial franquista o monárquica, no deja de ser una forma en la que la burguesía, desde la confusión «democrática», ejerce su poder. De alguna forma, esa confusión sobre el Estado y la Democracia en abstracto, hace, como denunciara Marx, que al Estado se le cuelgue del cielo.
El Estado se asienta en una base muy material, o es burgués o proletario. El Estado capitalista en sus diferentes formulaciones ya lo conocemos por la violencia represiva que ejerce, tanto ideológica como física, sirve a la clase social dominante minoritaria burguesa, es democracia para la burguesía pero de hecho es dictadura para los explotados. Ejerce su poder mediante la llamada «democracia» delegada en la clase política y la aparente división de poderes. Mientras que en el socialismo no burocrático, el poder los trabajadores no lo delegan en la clase política, en el partido, sino que por organizarse la mayoría social como son, como clase dominante de abajo arriba ejercen su poder de forma directa y permanente. Administran el poder productivo y político al mismo tiempo.
Lo controlan todo, y pueden revocar a sus mandatarios (como sucedía en la Comuna) elegidos para representarles en los órganos superiores de gestión. La gran cúspide del Estado socialista invierte su fluencia energética piramidal, o más bien, asienta su poder en la gran peana piramidal. En contra del Estado capitalista, donde la pirámide estatal esta asentada en la cúspide, es decir, una pirámide boca abajo, en el socialismo la pirámide estatal se vuelca boca arriba, se asienta en la gran peana popular de base que permite asciendan todos los flujos creativos del pueblo trabajador organizado como clase dominante, de abajo arriba.
Es cierto lo que dices sobre el proceso de transición de la monarquía a la II República y de la transición sin ruptura de la forma de dominio franquista a la monarquía.
Precisamente en aquella transición sin ruptura que supuso el paso de la forma de dominio dictatorial franquista a la «democrática» monárquica burguesa, fuimos muchos jóvenes los que fuimos expulsados del partido por el «astuto personaje». No se nos permitió criticar en los órganos clandestinos donde militábamos, comités, células, aquellas maniobras liquidacionistas. Algunos fuimos expulsados en 1969 cuando intentamos criticar el libelo «Después de Franco, ¿Qué?», que fue la antesala de su gran obra «Eurocomunismo y Estado».
El «astuto» pudo hacer lo que hizo gracias al bajo nivel ideológico de aquella militancia heroica que puso en jaque a la dictadura y al propio sistema capitalista. En aquella época para luchar contra la dictadura, dadas las formas que ese sistema represivo ejercía, era fácil comprender al enemigo y sentir la necesidad de organizarse para la lucha de forma alternativa. Pero en la actual fase de dominio «democrático», la violencia es mucho más compleja, se ejerce fundamentalmente mediante la subyugación ideológica. Hasta ahora ese nivel de batalla no hemos sabido darle respuesta. No hemos priorizado el profundizar en aspectos básicos del marxismo desarrollados al actual momento político.
El astuto, supo liquidar la organización celular con la que se ejercía la influencia partidaria directamente en las fábricas, en los barrios populares, en la universidad, etc. En aras de la democracia abstracta se liquidó el movimiento socio político que fueron las Comisiones Obreras, para convertirlas en un sindicato integrado en el orden capitalista. Así mismo se liquidó el potente movimiento popular vecinal. La transición sin ruptura nos decía era necesaria para llegar al socialismo, primero la democracia luego vendrá el socialismo. La organización por su forma de base revolucionaria, de células y comités, se liquidó y se transformó en Agrupaciones de distritos, formas de organización heterogéneas, a semejanza de las organizaciones socialdemócratas, supeditas al juego electoral burgués.
Cuando dices: «El problema hoy es la construcción de un movimiento de masas republicano, democrático y popular. Este es el qué hacer de hoy y no otro». Es de considerar que estás proponiendo un movimiento de lucha alternativo, que tiene claro el constituirse como clase dominante con una democracia popular que en nada se asemeja a la de las repúblicas democráticas burguesas, con su falsa división de poderes, sino a una democracia popular de abajo arriba que se tiene que ir generando desde la actual fase de dominio monárquico «democrático».
Pero difícilmente se puede desarrollar ese movimiento si no existe una organización marxista capaz de vincular esa teoría con base científica a las masas explotadas, alienadas, subyugadas por la ideología dominante del capitalismo imperialista. A no ser que confiemos en que el «Espíritu Santo» ilumine a las masas alienadas, las inspire y se produzca una revolución socialista de todo un pueblo con conciencia de clase organizado de abajo arriba, sabiendo lo que es el estado burgués y lo que debe ser el estado de los trabajadores ya capacitados para administrar el poder político y productivo, sin necesidad de clase política ni de tribunos salvadores.
Para no caer en los errores de lo que fue el Socialismo Real, y los problemas internos que padece Cuba, deberíamos hacer caso a Lenin cuando en la conferencia que dio a los estudiantes el 11 de julio de 1919 en la Universidad Sverdlov, dijo: «…el problema del Estado es uno de los más complicados y difíciles, tal vez aquel en el que más confusión sembraron los eruditos y filósofos burgueses».
También es de recomendar la lectura del informe de Jan Kozak miembro del CC. del PCCH, titulado «El asalto al Parlamento», (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=53245) informe donde se resalta cómo gracias a la instrumentalización revolucionaria de la democracia burguesa, uniendo la lucha desde arriba en las instituciones burguesas y la alternativa desde abajo, se consiguió ir denunciando las medidas que proponían los comunistas y que eran sistemáticamente rechazadas por el gobierno de unidad nacional de mayoría burguesa, surgido tras el fin de la II Guerra Mundial. Cómo los sondeos, ante ese grado de organización comunista de abajo arriba que permitió influir en el pueblo, darían en las próximas elecciones a los comunistas la mayoría, y cómo finalmente se evitó, antes de las elecciones, el golpe de estado que intento dar la burguesía en la Checoslovaquia de 1948, finalmente cómo en cuestión de una semana en aquel país desarrollado de centroeuropa se pasó del capitalismo al socialismo. Aquel informe desconocido por la izquierda cayó en manos de los ingleses y fue divulgado entre los gobiernos europeos, incluido el español fascista, donde Fraga Iribarne en 1961, entonces director del Instituto de Estudios Políticos lo editó en español con un prólogo suyo del que entresaco esta significativa frase suya.
«Toda ingenuidad puede pagarse cara, y todo error ser irreparable. El presente texto, que habla por sí solo, es un eficaz aviso a incautos, de los que creen en la vuelta al siglo pasado; no se entere quien no quiera».
Es evidente que sin una teoría -explicación científica- del Estado no hay marxismo que valga, ni acción revolucionaria eficaz, ni sabremos en cual de los mundos nos movemos. Nos impediremos de instrumentalizar revolucionariamente la realidad política que nos toca vivir.
La organización trotskista Espacio Alternativo anuncia su salida de Izquierda Unida, expone su crítica sobre el reformismo y supeditación a la política institucional burguesa y su supeditación al PSOE, promete vincularse a los movimientos populares alternativos, pero no aclara cómo se estructurará organizativamente para ejercer esa influencia educadora sobre el estado alternativo que no ha sido capaz de ejercer dentro de la estructura organizativa de IU.
Finalmente deberíamos plantearnos qué hacer para poder contribuir a que se forje el intelectual colectivo que nos dijera Gramsci, aprovechando lo limitado de lo positivo y lo negativo que cada uno podamos tener. Aprovechar los conocimientos adquiridos fundamentalmente gracias a la formación teórico-académica-política y de los que solo han podido aprender la teoría con poca formación académica, fundamentalmente desde la escuela de la vida, por lo que les resulta más difícil expresar sus conocimientos. Conseguir un mínimo de cohesión ideológica entre un grupo suficiente de revolucionarios que permita, desde la compleja realidad divisoria de la izquierda, ir influyendo en su conjunto hasta conseguir unificar a los dispersos revolucionarios.
Un fuerte abrazo.