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Acerca del libro Multitud, de Hardt y Negri (III y última)

Fuentes: Rebelión

En el sub-capítulo «De Corpore», subtítulo «Apartheid global» se lee: » El intercambio desigual se refiere al hecho que la producción de los países pobres es sistemáticamente subvalorada en el mercado mundial; de este modo, la economía de los países pobres sostiene la de los países ricos, cuando debería ser al contrario». La afirmación que […]

En el sub-capítulo «De Corpore», subtítulo «Apartheid global» se lee: » El intercambio desigual se refiere al hecho que la producción de los países pobres es sistemáticamente subvalorada en el mercado mundial; de este modo, la economía de los países pobres sostiene la de los países ricos, cuando debería ser al contrario». La afirmación que subrayo, surgida del cerebro de un Negri que fue, es sorprendente: ¿por cuáles motivos debería ser al contrario el fenómeno descrito? ¿Se ha olvidado que esta relación mercantil nació por la misma naturaleza expansiva del modo de producción capitalista, y que ha hecho posible (junto al Plan Marshall) el desarrollo y el bienestar de la Europa Occidental? ¿Desconoce el hecho de que no puede ser de otro modo? ¿O quizás ya no ve la naturaleza del colonialismo y del imperialismo?

En el subtítulo «Movilización del común», los autores describen en detalle los sucesos argentinos de diciembre de 2001, «revuelta que estalló» en respuesta al derrumbe económico y financiero del país que arrastró «su tanto decantada clase media… en la misma situación miserable en la que se hallan las poblaciones de tantos otros países pobres del mundo»… «La reacción de la población argentina fue fulminante y muy creativa» (asambleas de barrios, obreros que ocupan las fábricas abandonadas y tratan de hacerlas funcionar, institución de mercaditos del trueque, la organización de los grupos de Piqueteros, etc.). Y, sin embargo, aquel «común», a pesar de su reacción «fulminante» no ha logrado cambiar la situación, a modificar el sistema, y hoy está prácticamente atomizada. Una vez más, los sectores medios se han demostrado incapaces para resolver el problema central – cambiar el sistema – porque no constituyen la clase organizada, compacta, contraria al capital. Además, en aquel momento crítico faltó la organización política aglutinadora, con la suficiente inteligencia operativa y la convicción por alcanzar la toma de los poderes.

La crisis argentina, la boliviana y la más reciente de Ecuador, constituyen demostraciones evidentes de la ineficiencia e ineficacia que demuestran tener las revueltas de multitudes para encontrar la solución definitiva a los graves problemas económico-financieros de las clases subalternas.

«Nuestra tesis – como hemos ya insistido en este capítulo – es que el trabajo en la fábrica ha sido privado de su papel hegemónico sobre las otras formas de trabajo por parte del trabajo inmaterial, que hoy tiende a transformar todos los sectores de la producción y la sociedad entera, en función de sus propias especificidades. Los obreros de la fábrica todavía son una componente importante del trabajo, pero en el interior de este nuevo paradigma». Tesis ésta, repetida por los autores y que no comparto, porque desconoce el hecho esencial mencionado poco antes, esto es, que el plusvalor surge sólo en los procesos extractivos y productivos agrícola y fabriles, en la primaria relación capitalista-fuerza de trabajo salariada. Aun más, el capital (la sociedad en la que vivimos) se apoya sobre el plustrabajo «no» salariado (robado) manufacturero e industrial.

Es necesario insistir: todos los trabajos de los sectores secundario y terciario, así como también toda la elaboración intelectual, se nutren del plusvalor contenido en aquellos plustrabajos de los sectores primarios mencionados no remunerados.

Cuando los autores mencionan que «serán los programadores de Microsoft a guiarnos por el camino radioso del porvenir!», nos resulta natural imaginarlos como los modernos «obreros» sometidos a la relación comercial capital-fuerza de trabajo salariado «creando plusvalor» con sus «plustrabajos». Llevando el concepto al extremo, podríamos sostener que también los alumnos son obreros cuyos salarios serían sus votos escolares necesarios para alcanzar las metas de sus programas de estudios.

En cambio, los lectores de este libro no deberían olvidar que a la base de todo trabajo considerado en él «inmaterial», hay siempre y de todas maneras, materialidad: estos nuevos salariados sentados frente al computador, solos o en red, simplemente no podrían hallarse en tales funciones si el material informático (hardware) no fuese creado con el trabajo en fábrica. Para estar a tono con el lenguaje enajenante del imperio, debemos decir que el software nace desde el hardware, si bien ambos pasan a ser una unidad gracias a la inteligencia desarrollada por el cerebro humano.

Es verdad que las condiciones del trabajo del proletariado industrial han cambiado de manera notable con la introducción de las nuevas tecnologías, de la cibernética y de la automatización. Con todo ello ha cambiado la estructura, la dinámica y la organización de la industria misma. El obrero moderno podría tener una preparación escolar y técnico-profesional superior para relacionarse y manejar maquinarias movidas por complejos programas electrónicos y telemáticos, pero por lo general sucede lo contrario: sus funciones quedan limitadas a apretar botones , quedando todavía al oscuro del contenido esencial de la tecnología que debe operar y a nivel de conocimiento muy parcial del proceso productivo y, por ello mismo, permanece siempre enajenado de su trabajo, «cosificado», además de ser de todas maneras sujeto al contrato de venta de su única riqueza, su fuerza de trabajo, y a la realización de un tiempo de plus-trabajo que «regala» al capitalista.

No debemos olvidar que la componente «muerta» del capital (instrumentos, herramientas, maquinarias, tecnología), no proporciona por si sola plus-trabajo al capitalista. La única fuente de ello es la componente «viva», el obrero. Y sin el plus-trabajo robado (porque no retribuido) al obrero, el capitalista no podría existir. Este es el punto crucial, que se puede vislumbrar con un cierto esfuerzo de imaginación en el siguiente pasaje en el tercer y último capítulo titulado «Democracia»: «En política, como en economía, hay siempre un arma a disposición de los subordinados, o sea, la amenaza de rechazar su posición de subordinación sustrayéndose a la relación. El acto de rechazar la relación con el soberano es una especie de éxodo, una fuga de las fuerzas de la opresión, de la servidumbre y de la persecución, para ir a la búsqueda de la libertad. El éxodo es un acto elemental de liberación y una amenaza que cualquier forma de soberanía debe constantemente enfrentar, contener o remover. Si la soberanía fuese una sustancia autónoma, entonces, el rechazo, la sustracción o el éxodo de los subordinados sería una ventaja para el soberano: quien no está presente no puede causar problemas. Pero, desde el momento en que el soberano no es autónomo – desde el momento que la soberanía es una relación – estos actos de rechazo constituyen una amenaza muy real. Sin la participación activa de los subordinados, el soberano se deshace»… «Se podría además decir que el obstáculo que siempre ha estado frente a la soberanía – es decir, la necesidad de obtener el consenso, la sumisión y la obediencia – se ha subjetivizado en un adversario activo e implacable».

La «soberanía» y el «soberano» bien podrían haber sido identificados, respectivamente, con «capital» y «burguesía», y se podría haber especificado que ambos elementos del binomio no tienen igual peso en la contratación y en la dinámica de la relación de producción. Aquel que posee solamente su propia fuerza de trabajo podrá rechazar la explotación, escapar, emigrar, pero permanecerá siempre dentro de las garras reticulares del capital, si no desea morir.

Algunas páginas posteriores me atrae el siguiente pasaje: «Desde esta nueva perspectiva… Aparece inmediatamente claro che… la organización bíopolítica inicia a mostrarse del todo inmanente al social, como un espacio dentro del cual todos los elementos interactúan en el mismo plano. En este modelo basado en la inmanencia, no hay más necesidad de una autoridad externa que imponga desde lo alto el orden a la sociedad: la multiplicidad de los elementos que constituyen el social está, en efecto, en condiciones de colaborar para organizar autónomamente la sociedad».

Referido al próximo presente como hacen pensar los autores, este pasaje no es más que un bonito sueño. Me viene a la mente el espléndido relato de Italo Calvino «El barón rampante», quien vivió toda su vida encaramado en las ramas de los árboles sin posar jamás sus pies en el suelo. Pero también se me presenta la imagen de la sociedad comunista madura, que para alcanzarla, se necesita mucho más que una simple proyección conceptual sobre la hoja de un libro. Se necesita superar barreras objetivas y subjetivas para dejar atrás no sólo la prehistoria capitalista, sino también toda la fase de transición socialista durante la cual, la riqueza socialmente producida y poseída, consienta la formación cultural integral del hombre nuevo.

Sucesivamente, encuentro: «… el uso democrático de la violencia debe asociar una crítica de las armas, vale decir, una reflexión acerca de cuáles sean las armas actualmente más apropiadas y eficaces»… «De lo que tenemos verdaderamente necesidad son armas che no tengan la pretensión de recuperar una simetría con el poder militar de la soberanía, sino que rompan también la trágica asimetría que caracteriza muchas formas de la violencia contemporánea que, lejos de amenazar el orden constituido, lo confirman mediante una nueva y perturbadora forma de simetría… Tenemos necesidad de inventar nuevas armas para la democracia… Tomemos, como ejemplo de nuevas armas experimentales, la quermese de los besos» (¿?). «Las numerosas formas carnavalescas y del arte mímica ahora ya tan difundidas en las manifestaciones contra la globalización, pueden ser consideradas como otra nueva forma de armamento»(¿?). «El simple hecho que millones de personas se manifiesten por las calles, es una especie de arma» (¿?). «Todos estos esfuerzos son indudablemente útiles, pero no son todavía suficientes, se requieren armas que no sean solamente destructivas«. A decir verdad, no veo alguna destructividad en estos ejemplos, y tanto menos que representen lucha alguna. Si todo se resolviera con los besos…, no estaríamos aquí escribiendo estas líneas. «Una sola semana de huelga bíopolítica global bloquearía cualquiera guerra». ¿Y entonces; por qué no se la promueve? Una huelga general quizás no detendría la reacción agresiva del enemigo de clase, pero si se la resistiese, seguramente bloquearía el sistema entero.

En las últimas 6-5 páginas se lee: «La democracia de la multitud tiene necesidad de una , vale decir, de un nuevo paradigma teórico capaz de enfrentar en su conjunto esta nueva situación. El primer y fundamental punto al orden del día de esta nueva ciencia, es la destrucción de la soberanía, para construir la democracia«… La propuesta de Lenin, hecha propia por los soviets como objetivo de la práctica insurreccional de una élite de vanguardia, debe ahora ser expresada por el deseo de toda la multitud (Quizás la razón por la cual el proyecto de abolición del estado se concluyó con la creación de otro estado soberano, reside en el hecho de que la experiencia soviética era organizada en una forma vanguardista y jerárquica)» … «Este proceso no tiene nada de espontáneo o de improvisado. La destrucción de la soberanía debe ser organizada en paralelo con la constitución de nuevas instituciones democráticas fundadas sobre condiciones reales» … «¿De qué manera podemos organizar hoy los objetivos de – la destrucción de la soberanía a través del poder del común – … – que sepa concatenarse con un método institucional para activar garantías y motores constitucionales?» … «la multitud deberá demostrar de ser capaz de organizar sus proyectos en sintonía con los tiempos, esto es, haciéndolos determinar por dispositivos constituyentes y por procedimientos institucionales que los salvaguarden de derrumbes dramáticos y de errores irreparables y suicidas. Debemos subrayar con mucha decisión, que la nueva ciencia de la multitud fundada en el común, no requiere de ninguna unificación, ni de alguna subordinación entre las diferencias: la multitud está compuesta por diferencias y singularidades radicales que jamás podrán ser sintetizadas en una identidad» … «Esta transformación radical del mundo… no es una imposible ilusión utópica: está radicada profundamente en el desarrollo de la realidad social» … «Las singularidades actúan en común, y así forman una nueva raza, esto es, una subjetividad coordinada políticamente, producida por la multitud. La decisión fundamental de la multitud es la decisión de crear una nueva estirpe, una humanidad nueva»… «Lo que se necesita para hacer que la multitud exista es una forma de grande política, que en la tradición ha tomado el nombre de Realpolitik o de realismo político. Es decir, tenemos necesidad de una política fundada en el poder de transformar la realidad que sea radicada en nuestra actual situación histórica» … «Saber coger el tiempo es una cuestión de importancia crucial»… «Un libro filosófico como éste, sin embargo, no es adapto para evaluar si el tiempo de una decisión política revolucionaria sea inminente: no poseemos ninguna bola de cristal y no pretendemos leer los signos del tiempo» … «Pero un libro del género tampoco es la sede para responder a la pregunta del tipo <¿Qué hacer?>. Esto debe ser decidido concretamente en las discusiones políticas colectivas. Podemos de todos modos reconocer que hay un salto considerable entre el deseo de democracia, la producción del común, los comportamientos antagónicos que los expresan, y el sistema global de la soberanía» … » a un cierto punto, la extraordinaria acumulación de reivindicaciones y de propuestas de reforma deberá ser transformada por un evento de grandes proporciones, por una instancia radicalmente insurreccional«… «Un día, un evento nos proyectará como una flecha hacia este futuro que ya vive. Esto será el momento de un verdadero acto de amor político». ¡FIN!

Encontré aquí muchas «necesidades». Los largos pasajes de los que he reportado sólo algunos tramos, me han parecido una elaboración teórica que menosprecia el concepto mismo de red, a pesar que los autores amen mencionarla a menudo. La red está formada por filamentos y nudos a través de los cuales se interconectan, y al hacer cualquier análisis de ella, se requiere distinguir la funcionalidad de cada nudo. Si por red los autores se refieren a la sociedad humana ( y todo el texto así lo sugiere), ésta vive – excepto alguna excepción – en el sistema global capitalista, en el que cada nudo (estado-nación) reproduce esta característica general de sistema, aunque con sus propias especificidades.

La concepción leninista del partido no era una élite como finalidad, sino como un medio para educar a las masas no sólo para tomar las riendas del estado, sino para iniciar su extinción con el proseguir del poder soviético radicado en la sociedad trabajadora («todo el poder a los soviets»). Ello no se verificó, no por culpa del leninismo, si no por el cerco económico y bélico por parte del imperialismo mundial y, en el plano interno, por su contraparte ideal representada por la burocracia y el dogmatismo favorecidos ambos por las condiciones objetivas y subjetivas de aquella época.

Las multitudes, los pueblos y, mejor aún, los trabajadores, deben destruir con el tiempo cada nudo en la red del sistema, aplicando con creatividad todas las formas posibles y factibles en cada uno de tales nudos. Así, «el momento» de la ruptura cualitativa se verificará en cada uno de éstos como un largo proceso constelado por una miríada de rupturas cualitativas, que deben pasar a través de la educación política de «los-que-viven-del-trabajo» para que puedan finalmente conocer cómo funciona el sistema, tomen conciencia de sí mismos en cuanto clase, y adquieran la capacidad de administrarlo en la fase de transición hacia el socialismo y, al fin, construir la sociedad sin clases comunista o «democracia total» como place a los autores nombrarla.

En último análisis, los instrumentos para adquirir estos conocimientos, para asumir la conciencia de la propia condición social y la capacidad para la toma de los poderes con consiguiente administración del estado, brillan por su ausencia en este libro.

Bagnolo in Piano (RE), Italia. 07-05-2005.