La verdad, es que esa nueva formulación del marxismo ruso y occidental, suena un tanto raro. Suena como si el marxismo fuese un dogma de fe, donde, a semejanza del cristianismo ortodoxo o católico, se le define como occidental o ruso (oriental) siguiendo el ejemplo geográfico de la religión. De la obra de Gramsci, como […]
La verdad, es que esa nueva formulación del marxismo ruso y occidental, suena un tanto raro. Suena como si el marxismo fuese un dogma de fe, donde, a semejanza del cristianismo ortodoxo o católico, se le define como occidental o ruso (oriental) siguiendo el ejemplo geográfico de la religión.
De la obra de Gramsci, como la de Marx, Engels y Lenin se pueden hacer muchas lecturas. Al contrario de lo que algunos se creen, Gramsci no se enfrenta a Lenin, sino que de alguna forma desarrolla aspectos tácticos que se correspondían con la situación del momento. Cuando plantea el tema del bloque histórico, deberíamos entender que no pone en cuestión al sujeto histórico del proceso revolucionario defendido por los clásicos, sino que parte de la realidad socioeconómica del momento histórico en el occidente europeo, de las contradicciones que el capitalismo en la fase imperialista genera en esos países. Si además tenemos en cuenta la obra de Lenin, «El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo», (escrito después del triunfo de la revolución en Rusia) observaremos, que Lenin dando por supuesto la compresión por parte de los comunistas sobre la función histórica del Estado y la Democracia, es decir, el nuevo poder alternativo que Marx vio tras la experiencia de la Comuna de París y Lenin tras el surgimiento del Soviet en 1905, critica a los comunistas de los países de las «democracias» europeas que se negaban a participar en los procesos electorales convocados por la burguesía, porque solo aceptaban el nuevo poder soviético. Desde esa obra y sobre todo desde «El estado y la revolución» se desprende el instrumentalismo revolucionario que se debe hacer de las instituciones del Estado burgués, en los procesos electorales, no como el reformismo va a las elecciones en las actuales instituciones, pretendiendo ganarlas, y pretendiendo perfeccionar la maquinaria estatal burguesa hasta conducirnos al socialismo, en contradicción con el marxismo y el leninismo, que plantean todo lo contrario, su destrucción y el reemplazo por la verdadera democracia que supone el proletariado organizado como clase dominante, que evidentemente en nada esa forma organizativa de democracia directa se asemeja a la que se delegada en la llamada clase política, integrada y absorbida por la caduca maquinaria del Estado burgués, ya sean estos monárquicos o republicanos.
Gramsci al plantear el bloque histórico se refiere a la incorporación en la lucha de las capas sociales del propio bloque burgués sometidas por las oligarquías. Con el bloque histórico donde los trabajadores siguen siendo el sujeto histórico del proceso revolucionario, se consigue romper la hegemonía que la oligarquía ejerce dentro del bloque burgués, mediante un programa antioligárquico y antimonopolista, donde se juntan coyunturalmente fuerzas políticas del bloque proletario y del bloque burgués, (fundamentalmente de la pequeña burguesía) objetivamente dañadas y enfrentadas con la oligarquía.
No podemos olvidar la coincidencia en la dialéctica de Gramsci con la de Lenin cuando dice:«La lucha económica no puede separarse de la lucha política, y ni la una ni la otra pueden ser separadas de la lucha ideológica. Por ello, el Partido debe asimilar el marxismo y debe asimilarlo en su forma actual, como leninismo. Para luchar contra la confusión que se ha creado de esta manera, es necesario que el Partido intensifique y haga sistemática su actividad en el campo ideológico, que se imponga como un deber de los militantes el conocimiento de la doctrina del marxismo-leninismo, al menos en sus términos más generales. Para que el Partido viva y esté en contacto con las masas, es menester que todo miembro del Partido sea un elemento político activo, sea un dirigente. …todos los miembros del Partido, cada uno en su ambiente, se hallen en situación de orientarse, de saber extraer de la realidad los elementos para establecer una orientación, a fin de que la clase obrera no se desmoralice sino que sienta que es guiada y que puede aún luchar. La preparación ideológica de la masa es, por consiguiente, una necesidad de la lucha revolucionaria, es una de las condiciones indispensables para la victoria.»
Hemos subrayado por si hubiese alguna duda su identificación con Lenin y su confianza en el protagonismo de las masas obreras en la lucha revolucionaria hacia la victoria, así como la necesidad de la preparación ideológica de las masas, sobre todo después de la estrepitosa caída de la Unión «Soviética», ya que de soviético solo era el nombre: la constitución leninista soviética, a iniciativa de Stalin fue abolida el 11 de junio de 1936, sustituida por otra constitución que siguió llamándose soviética que en nada se diferenciaba de las constituciones burguesas, en donde se delega la democracia en la clase política mediante el sufragio universal, en ese caso en el PCUS, que era el único que estaba organizado como clase dominante.
Tal vez la única diferencia que podemos resaltar entre ambos teóricos es la importancia que Gramsci daba a la formación marxista de las masas trabajadoras antes de la toma del poder, al contrario de Lenin, (condicionado tal vez por la realidad económica, cultural y política del pueblo ruso, tan diferente a la de los países occidentales) donde este consideraba que el partido tomando el poder, construyendo el poder soviético permitiría finalmente que el pueblo se incorporase y controlase el nuevo Estado desde abajo hacia arriba, desde los lugares naturales en donde el pueblo puede ejercer el poder directamente y de forma permanente, como fue tras la experiencia de 1905 con los soviets obreros, es decir, desde los centros de producción y los lugares de residencia que permitían decidir sobre lo más elemental del poder, la administración de la producción y los asuntos sociales, educativos y culturales, lo mismo que la experiencia de la Comuna. La muerte prematura de Lenin, y los condicionantes históricos dieron lugar al culto a la personalidad, el cuerpo de Lenin fue embalsamado, y con El sus ideas de poder soviético. Stalin impuso los directores de fábrica, y es evidente que consiguió se diera el desarrollo productivo, técnico y militar, a consta de sacrificar la formación y práctica que permitiría ejercer el poder directo del pueblo, para poder consolidar y avanzar hacia el comunismo.
Manifestar marxismo soviético, es olvidar el concepto que encierran ambas palabras. En el mejor de los casos, si lo que se quiere, es, referirse al marxismo oficial mantenido durante tantos años, hasta la caída de la URSS, más nos valdría decir que aquella interpretación del marxismo era estalinista. Y si además razonamos de forma dialéctica, tampoco aquel marxismo era fruto del dios Stalin, sino de los condicionantes históricos que permitieron aquel protagonismo personal.
En todo caso lo que es evidente es que la cuestión del poder, la función histórica del Estado y la Democracia es la gran asignatura pendiente de todos los que seguimos soñando con el socialismo y el comunismo. Una vez más tendremos que insistir, que de nada han servido las interpretaciones alternativas del Estado y la Democracia que Marx, Engels y Lenin vieron en aquellas acciones espontaneas de las masas en 1871 y 1905. Desarrollar y teorizar aquellas experiencias, que los anarquistas decían no eran estado, sino comunas, olvidando e idealizando el proceso de transición hacia el comunismo, donde la dictadura de la nueva clase en el poder, la represión contra los que quieren recuperar sus privilegios sigue siendo la principal función histórica del estado. El estado no se extingue por decreto, sino cuando no existen clases a las que reprimir.