La caída del llamado Socialismo Real, sobre todo el soviético, agudizó la confusión existente sobre aspectos básicos de la ideología marxista y leninista, como son el papel del partido, el de las masas trabajadoras protagonistas del proceso revolucionario con su forma de organización alternativa de lucha y poder, confusión sobre la forma de organización que […]
La caída del llamado Socialismo Real, sobre todo el soviético, agudizó la confusión existente sobre aspectos básicos de la ideología marxista y leninista, como son el papel del partido, el de las masas trabajadoras protagonistas del proceso revolucionario con su forma de organización alternativa de lucha y poder, confusión sobre la forma de organización que dispone la burguesía organizada como clase dominante con su Estado ya sea sobre la formulación republicana, monárquica y su falsa democracia donde los trabajadores explotados y alienados delegan su responsabilidad política en la llamada clase política, con los partidos que se encargan de administrar su orden capitalista, se llamen conservadores, liberales, socialistas obreros, etc., que ejercen la alternancia de gobierno cuando en su ejercicio estos se queman al no resolver los problemas reales del pueblo como son los aspectos básicos de existencia: el derecho al trabajo permanente, a la vivienda, a la sanidad gratuita, a la educación gratuita. Sin ninguna posibilidad de control e incluso de revocación por parte del pueblo cuando defraudan la confianza depositada en ellos, a la espera de que pasen los años para elegir al otro partido de la alternancia en la confianza de que lo haga mejor.
Son muchos revolucionarios los que culpabilizan a Stalin o a sus seguidores por mala actuación personal y burocrática que dio lugar a la caída de la URSS, no entran en el fondo de por qué cayó, alguno se atreve en esa confusión a decir que los trabajadores no salieron en su defensa, sin darse cuenta del desvío que se produjo a la muerte de Lenin, al cercenarse el desarrollo de la democracia directa desde abajo hacia arriba que era el poder soviético, y de hecho consolidarse una forma de democracia burguesa que se llamaba soviética, pero que no lo era, con todos los elementos de su falsa división de poderes y su falso juego electoral, donde el pueblo no controlaba ni podía revocar a los burócratas instalados en el poder.
Algunos revolucionarios coincidiendo con los epítetos burgueses sobre aquella revolución, consideran que era una dictadura, aunque no se atrevan a adjetivarla como hacen los burgueses, de comunista. Estos si, de alguna forma parten del análisis materialista al definirla, tienen muy claro que para ellos, como clase social es una dictadura porque acaba con sus privilegios, no solo por la nacionalización de los medios de producción, sino porque al ser una clase minoritaria, la democracia directa desde abajo que era en su origen la revolución soviética, les impedía engañar a la clase mayoritaria que eran los trabajadores y los campesinos pobres, que estos como sucede en la democracia burguesa aceptasen las engañosas propuestas de gobierno que perpetúan su orden burgués y sus intereses de clase. Se confunden cuando a las «democracias» burguesas por su forma de democracia delegada en la clase política, las admiten como modelo democrático, llegando a decir que es propio de los «Estados de derecho», será porque la explotación del hombre por el hombre, se hace «democráticamente». No se comprende el carácter material y clasista en que se asientan las formas de poder, de que la democracia en abstracto no existe, o es democracia de los trabajadores, o es democracia burguesa, dictadura de los obreros sobre los burgueses o dictadura de los burgueses sobre los explotados, ya sea en su formulación «democrática» o física dictatorial al estilo de los hitleres, pinochets de turno cuando incluso en ese juego institucional burgués ven sus intereses de clase amenazados recurriendo al último eslabón represivo del Estado burgués que es el ejercito.
Esa confusión hace decir a revolucionarios soñadores del socialismo, que el socialismo del siglo XX fue un rotundo fracaso, en general renegar de la experiencia soviética sin comprender lo positivo y lo negativo de aquel acontecimiento, el fondo de lo que supuso la organización alternativa de lucha y de poder a través de los soviets obreros, campesinos y soldados organizados como clase dominante desde abajo hacia arriba. No comprender el fondo y forma de experiencias históricas que si supieron ver Marx tras el ejemplo espontáneo de lucha y poder que fue la Comuna de Paris en 1871, o la de 1905 que también apreció y valoró Lenin con el surgimiento del Soviet en Rusia. Sin comprender que aquella experiencia con el apoyo de las organizaciones revolucionarias, en su desarrollo, doce años después acabó con el zarismo y el capitalismo. Considerar que aquellos acontecimientos históricos son formas del pasado sin fondo alternativo de organización popular que no merecen interpretarlas al día de hoy como alternativa de organización revolucionaria. No comprender que aquella forma de organización soviética llegó a un grado de desarrollo y organización suficiente para poder acabar con el zarismo y el capitalismo, aunque insuficiente, dadas las condiciones materiales, culturales, científicas en aquel atrasado país, para que al día siguiente del triunfo de la revolución, funcionase en todo el país aquel nuevo aparato administrativo gubernativo y productivo basado en la democracia directa permanente de abajo hacia arriba que era la organización soviética.
Es evidente que no han surgido cabezas con la capacidad de desarrollo de la filosofía marxista que tuvo Lenin, de sintetizar aspectos básicos, ya en la fase imperialista del capitalismo, de cómo supo valorar las contradicciones inter-imperialistas y aprovecharlas para el desarrollo de una política y organización revolucionaria. Supo anteponer el carácter de la lucha de clases internacionalista a la nacional sobre la defensa de la patria en la I Guerra Mundial, que defendían los pretendidos marxistas de la época, se negó a que el poder soviético, a pesar de su limitado desarrollo, fuera abandonado y se cediera el poder a la Duma, al falso parlamentarismo burgués. Lo que sucedió después tras la enfermedad y muerte de Lenin, requiere un debate que desborda el tema de este artículo dedicado a la experiencia venezolana. Stalin, que no tenía la capacidad intelectual marxista de Lenin, con su autoritarismo, con su concepción vulgar del desarrollo material, consiguió que aquel atrasado país diera un paso gigantesco en lo productivo, en lo militar que incluso fue determinante para la derrota de la forma imperialista y fascista de poder burgués durante la II Guerra Mundial, todo ello a costa de cercenar el poder soviético. Conviene tener en cuenta, las semejanzas del poder imperialista protagonizado tras la figura de Hitler, con el actual que protagoniza el moderno Hitler que se llama Bush y sus adláteres de segunda fila. No podemos olvidar tampoco que la constitución soviética leninista a propuesta de Stalin fue derogada el 11 de junio de 1936 y suplantada por otra constitución que siguió llamándose soviética, pero que no lo era. Era la práctica que se había desarrollado tras la muerte de Lenin. Los comisarios políticos impuestos por el partido, a semejanza de los comisarios que con otro nombre, «clase política», la burguesía en el poder impone con su falso juego democrático, a los mejores administradores de su orden burgués organizados en diversos partidos.
Palmiro Togliatti en el simposio organizado por el Instituto Gramsci en enero de 1958 dijo: «Hay en Lenin, por lo menos, tres capítulos principales, que determinan todo el desarrollo de la acción y el pensamiento: una doctrina del Imperialismo como fase superior del capitalismo; una doctrina de la Revolución, y por ende, el Estado y el poder, y una doctrina del Partido. Son tres capítulos estrechamente unidos, fundidos casi el uno con el otro. Cada uno de ellos contiene una teoría y una práctica, es el momento de una realidad efectiva en desarrollo».
Esta síntesis del pensamiento revolucionario de Lenin, desarrollado al presente para la lucha contra el imperialismo a nivel nacional e internacional, podemos apreciarlo en estas obras: «¿Qué hacer?1«, «El imperialismo fase superior del capitalismo», «El Estado y la revolución»2, «La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo».
Como se dice en el Manifiesto Comunista, los comunistas no son algo al margen de los trabajadores, sino parte, la única diferencia que les separa es el conocimiento de la filosofía marxista que se asienta en una base científica que permite con su método materialista y dialéctico analizar de forma objetiva la realidad material y espiritual, sin cuya objetividad sería imposible contribuir a transformarla. Los trabajadores por nacer trabajador no nacen con conciencia comunista, de ahí la responsabilidad de los comunistas de llevarles al conocimiento de la ciencia social que es el marxismo, para poder ayudarles a que toman conciencia de clase y poder ejercer el papel protagonista revolucionario directo que le corresponde. El partido ayuda pero no suplanta el protagonista en el proceso revolucionario que corresponde ejercerlo a los trabajadores. De ahí que el partido unido ideológicamente pueda generar una organización interna verdaderamente democrática, que sea ejemplo moral y práctico ante el conjunto de los trabajadores, una democracia participativa y militante permanente de abajo hacia arriba que posibilita fusionarse con el conjunto de los trabajadores en los centros de producción, servicios sociales, educacionales, etc., para ejercer su influencia y educación ideológica que permita desterrar la impuesta desde la ideología dominante burguesa, con su falso Estado y su falsa democracia.
El pueblo no comprende el carácter clasista del mundo en que viven, la tremenda capacidad del aparato mediático y confusionista en manos de la burguesía que hace que olviden las actuaciones anteriores de esos partidos que ya fueron gobernantes y administradores del orden capitalista. El poder alienante que la burguesía realiza gracias a la nueva tecnología de la información, sobre todo la TV, los anuncios publicitarios con sus aberrantes mensajes consumistas y estúpidos que generan falsas necesidades, mantiene a los explotados en el individualismo y en la insolidaridad, sobre todo en los países «más desarrollados», del primer mundo, que viven en una tremenda angustia y miedo que nadie les explica.
En la actual fase de dominio del imperialismo con sus poderosos medios de destrucción y alienación, consigue confundir no solo al pueblo sino que nos confunde a todos, incluidos los que nos consideramos defensores del marxismo y el leninismo, y demás «ismos» anticapitalistas, prueba evidente es la existencia y dispersión ideológica que se manifiesta con tantos grupos a nivel nacional e internacional incapacitados de dar la gran batalla contra el verdadero enemigo imperialista organizado internacionalmente con sus organizaciones represivas militares, económicas e ideológicas desde las interpretaciones más o menos liberales o conservadoras.
En Venezuela al plantearse el término Socialismo del Siglo XXI puede inducirse a ciertas interpretaciones idealistas sobre el fondo del poder de los trabajadores organizados como clase dominante, despreciar los aspectos positivos históricos, donde surgieron formas alternativas de democracia directa y participativa de abajo hacia arriba, que no terminaron de desarrollarse por los condicionantes materiales de aquellos momentos históricos, pero que siguen siendo válidas por el carácter alternativo que tenían. Cuando las definiciones terminológicas no se corresponden con la realidad objetiva del término, se introducen elementos de confusión, tal es el caso de los inducidos sobre la Comuna o el Soviet, cuyo fondo interpretativo según la definición de los grandes clásicos si correspondía al Estado alternativo de los proletarios y los campesinos explotados organizados como clase dominante desde abajo hacia arriba.
El término acuñado desde el ejemplo moral que representa el presidente Chávez sobre el Socialismo del Siglo XXI, debemos entender que no reniega de aquellas experiencias históricas positivas, sino que con otros nombres, dada la manipulación y el desprestigio que la ideología dominante burguesa ha impuesto sobre ellas, incluso entre pretendidos marxistas, Chávez con sus propuestas sobre los consejos comunales, las misiones, las parroquias, los barrios adentro, las cooperativas, el ejemplo de elección de los gerentes en ALCASA y otras terminologías, está posibilitando la educación y la participación popular de abajo hacia arriba, sentando las bases de lo que tiene que ser la nueva constitución alternativa del pueblo trabajador organizado como clase dominante en su nuevo Estado alternativo que es el socialismo, donde la democracia de abajo hacia arriba ya no se delega en la clase política, sino que se sientan las bases para el que el trabajo enajenado deje de serlo, para que deje de dividirse al ser humano en seres solo con capacidad productiva y en seres con capacidad política, al eliminarse la terminología burguesa sobre sociedad civil y clase política. En el socialismo todos los trabajadores son clase política porque existen los mecanismos organizativos participativos de forma directa y permanente que lo posibilitan. Los trabajadores controlando directamente desde sus lugares de labor productiva, social o cultural esos aspectos productivos y sociales, pueden elegir y controlar en todo momento, incluso revocar a los cargos electos que han sido elegidos para representarles en las labores productivas, sociales y gubernamentales. Esas formas de organización de lucha y de poder alternativo son las que tuvieron lugar en el Siglo XIX y XX, el problema es que Marx y Lenin si supieron apreciar aquellas formas espontáneas de los trabajadores, que ellos no se inventaron sino que fueron iniciativas de los propios trabajadores. Iniciativa que como ya dijimos, Lenin supo apoyar e impulsarlas hasta que doce años después en 1917 llegaron a tal grado de organización que permitió derrocar al zarismo y el capitalismo. Hoy día la burguesía si sabe cuando sus privilegios pueden peligrar y por eso con sus poderosos medios de alienación, confusión y represión impide que las manifestaciones espontáneas de los trabajadores que siempre tienen lugar, no se desarrollen, sean acusadas de acciones terroristas, (ahora ya menos de comunistas), acusándolas de que son elementos antidemocráticos que no respetan «el Estado de derecho».
Los intentos habidos sobre el socialismo tuvieron lugar en el Siglo XIX, XX, XXI y se tendrán en el XXII, en el supuesto de que no lo consigamos en este siglo, y la barbarie imperialista no acabe con todo signo de vida en el planeta. No es cuestión de idealizar a este o aquel siglo, sino de aplicar y desarrollar consecuentemente la filosofía marxista para poder aplicarla al actual momento histórico, comprender las contradicciones materiales y espirituales de las fuerzas sociales en pugna en este momento a nivel nacional e internacional.
Es una pena que al hablar pretendidos marxistas del «Estado de derecho», lo cuelguen del cielo, como si los estados no respondiesen en cada momento histórico, desde el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo, a las necesidades de la clase social en el poder. A este respecto debemos decir, que sin una comprensión con base material y científica de la función histórica del Estado y la democracia, no hay marxismo que valga, ni sabremos en que mundo nos desenvolvemos.
Resulta preocupante que personas identificadas con el proceso revolucionario digan que «aquel socialismo del siglo XX fue un rotundo fracaso» 3 , lo que evidencia la incomprensión sobre la base material en que se asientan los procesos revolucionarios, no comprender o renegar del materialismo histórico, para inventarse nuevos conceptos, hacer del término siglo motor modernizador de la revolución socialista, olvidando además que a pesar del bloqueo y los intentos del imperialismo, en aquel siglo sigue existiendo la Cuba socialista. Decir: « Si se plantea la idea del socialismo del siglo XXI como una experiencia histórica nueva, radicalmente democrática, que incorpore y celebre la diversidad de la experiencia cultural humana y tenga capacidad de armonía con el conjunto de las formas de vida existentes en el planeta, se requiere una crítica profunda de esa experiencia histórica. Sin un diagnóstico crudo de las razones por las cuales el modelo de partido-Estado soviético condujo al establecimiento del orden autoritario que tuvo su máxima expresión en el estalinismo, se carece de herramientas para prevenirse en contra de la amenaza de su repetición. Sin un cuestionamiento radical de la filosofía de la historia eurocéntrica que predominó en el socialismo-marxismo de los siglos XIX y XX, no es posible incorporar una de las conquistas más formidables de las luchas de los pueblos de todo el planeta en las últimas décadas, la reivindicación de la inmensa pluralidad de la experiencia histórico cultural humana y el derecho de los pueblos a la preservación de sus identidades, sus modos de pensar, de conocer, de sentir, de vivir»4. Se confunde al marxismo y el leninismo cuando se interpreta que esa filosofía del socialismo-marxismo puede ser eurocéntrica, propia de siglos pasados como fueron el XIX y XX, que nada positivo pueden aportar y lo más preocupante olvidar lo ya analizado anteriormente sobre la base organizativa y alternativa en que se asienta el Estado comunal, soviético o como queramos denominarlo con su democracia muy concreta, que en nada se asemeja a la burguesa, una democracia comunal basada en el poder desde abajo, con posibilidad de control y revocación en todo momento de los cargos electos.
La comprensión de la diversidad es una necesidad, pero en la diversidad hay aspectos positivos y negativos, no todas las experiencias han sido positivas. Solo el método de análisis materialista y dialéctico nos permite una comprensión objetiva con base científica, que permita la armonía material del complejo mundo material, el ecológico y el humano. La unidad dialéctica de lo humano y lo ecológico, la comprensión finita de las formas en que se manifiesta la materia, que nos permita comprender que la materia petróleo es finita, lo mismo que lo son otras materias que han dado lugar al falso desarrollo consumista que está destruyendo el medio ambiente. Es necesario superar la mentalidad impuesta, nos queda poco tiempo histórico para poder abordar el futuro que se nos presentará cuando en menos de 40 años desaparezca el petróleo, sin que hasta el momento a pesar del optimismo burgués, no existen materias energéticas que lo sustituya. Si las hubiese ya se habrían puesto en marcha, se reservaría el petróleo por si acaso fallan, en vez de que cada vez más aumente el consumo de esa materia, que posiblemente se agote antes de las predicciones que se han hecho sobre los 40 años. 5
En cuanto a la interpretación idealista que se pueda hacer del término autoritario, que puede inducir al antiautoritarismo anarquista, conviene resaltar que cuando asumimos la necesidad de la organización estamos asumiendo cierto autoritarismo al establecer diferentes cargos de responsabilidad, lo que es necesario para poder desarrollar complejos procesos productivos y políticos, no basta con creer que con ser obrero es suficiente para que un proyecto político o una empresa funcione, se necesitan también los mejores especialistas políticos, los técnicos especialistas e ingenieros, que ejercen una autoridad profesional, lo cual no quiere decir que un obrero en una estructura de poder verdaderamente popular pueda llegar a ser el mejor político o el director de la empresa, lo mismo que sucede, poniendo un ejemplo, en las cooperativas de viviendas, donde trabajadores pueden constituirla, plantearse incluso en el sistema capitalista construir determinado número de viviendas para los asociados, donde de entre ellos eligen a la Junta Rectora, al presidente de la cooperativa, que perfectamente lo puede ejercer uno de los socios trabajadores. Esta junta rectora, su presidente pueden contratar y controlar a los técnicos necesarios: arquitectos, aparejadores, constructores, etc. Imaginemos ese ejemplo cooperativista en un socialismo, donde los medios de producción, sociales, culturales, etc., no son propiedad de un grupo cooperativista, sino de todo el pueblo trabajador organizado como clase dominante en su Estado proletario, verdaderamente soviético, comunal, o como queramos denominarlo pero que se ajuste a ese proyecto organizativo estatal desde abajo hacia arriba, que nada tiene que ver con la democracia burguesa donde el pueblo delega su responsabilidad política en la llamada clase política constituida en diversos partidos «democráticos».
El centralismo democrático es el de la democracia proletaria, el centralismo burocrático solo es de la democracia burguesa. Sus formas por el fondo y organización son totalmente opuestas. Democracia desde abajo, o democracia desde arriba. Control directo permanente, o falso control cada equis número de años con las nuevas elecciones cuando el partido de turno se quema ante el pueblo. NO nos asustemos por la autoridad de Chávez, asustémonos de que solo sea la confianza en Chávez la que lleve a fin el gran proyecto bolivariano socialista en su caminar hacia el comunismo pleno y solidario. Chávez no es dios, es parte material del complejo mundo material, que como todo ser humano algún día será llamado al paraíso celestial (quiera «dios» que sea dentro de doscientos años), dios es todo el pueblo ejerciendo el poder directamente, como con otras palabras dijo Raúl Castro ante el congreso de las juventudes, al referirse al reemplazo de Fidel por cada uno de aquellos jóvenes. El partido único, unido ideológicamente en torno al marxismo y el leninismo es el que puede ejercer el papel educador que permita al pueblo organizarse como clase dominante y ejercer todo el poder. Es la verdadera autoridad material y moral. Es de confiar que triunfe la cohesión ideológica que de lugar a la organización del partido único, que permita sobre todo ejercer el poder de llevar a todo el pueblo el mensaje ideológico para que pueda comprender el protagonismo revolucionario que le corresponde, y que el pueblo trabajador deje de ser dividido en ser productivo, y solo político para elegir a este o aquel partido de la alternancia burguesa o a los partidos únicos en los socialismos burocráticos como fueron los de aquel Socialismo Real. El pueblo organizado, siguiendo las iniciativas venezolanas, desde los centros de producción eligiendo a los gerentes de las ramas de producción a los directores, desde y entre los propios trabajadores, empezará a actuar como ser productivo y político, controlando la producción implicándose en la propiedad colectiva que va más allá de la concepción cooperativista burguesa, eligiendo desde los centros de producción, estudio, cultura, educación, etc., a sus delegados a los gobiernos locales y de rama de producción. Construir la gran pirámide de poder proletario que se asienta en una amplia base participativa permanente, una base que por su forma de organización elige a sus representantes por el mandato dado, que les puede controlar y destituir en cualquier momento porque no ha cumplido con el mandato recibido, porque no merece la confianza depositada, o por la simple razón de que en ese ejercicio democrático participativo permanente ha surgido un nuevo compañero con mayores cualidades para ejercer mejor la función representativa.
Algunos infiltrados en el chavismo aceptan los consejos comunales, pero limitado su ejercicio a actuaciones locales, no como base que de lugar a la gran pirámide en que se asienta el poder popular hasta la cúspide gubernativa que posibilite la planificación general y el centralismo democrático, que permita desarrollar y consolidar el socialismo en los aspectos productivos y gubernativos. Les asusta que se imponga una constitución con esa forma de democracia popular que permita el control y la revocación de forma permanente, por eso consideran que no es necesario cambiar la actual constitución, pretendiendo que los cambios de gobierno se realicen cada equis años en vez de cuando el pueblo lo considere necesario, en cualquier momento, harán todo lo posible porque los cambios no se realicen por la organización comunal, a semejanza del intento que supuso la Comuna de París o el soviet leninista.
Se equivocan los que consideran que el partido único se puede constituir por una especie de decreto impositivo, sería tanto como negar la realidad material que ha dado lugar a la existencia de tantos grupos organizados en tendencias como pueden ser la anarquista, trotskista, marxista-leninista, del socialismo reformista con sus particulares nombres, la de los grupos católicos críticos con la iglesia oficial y defensores de la causa solidaria socialista, etc. Solo el debate ideológico sustentado en el método materialista y dialéctico que tenga en cuenta la base científica en que se asienta la filosofía marxista, desarrollada al actual momento material y espiritual, puede dar lugar al surgimiento de la coherencia ideológica que posibilite un grupo suficiente con una estructura organizativa revolucionaria que permita influir para que avance la revolución socialista y mandar al basurero de la historia al viejo Estado burgués. No se puede confundir la necesidad de la Unidad de la Izquierda en torno a un programa común a corto o medio plazo, con un partido que tiene que tener un programa a largo plazo que permita contribuir a la consolidación del socialismo, de avanzar hacia el comunismo, sin que de lugar a vueltas atrás como sucedió con el falso Socialismo Real. Las gentes no cambian de mentalidad e ideología por el simple hecho de cambiar el nombre de las siglas partidarias. Si no se asienta en esa base de profundización de debate ideológico que posibilite una estructura de poder y democracia directa y participativa de abajo hacia arriba, el PSUV impuesto y sin debate será el mejor vehículo donde los «cogollos» incrustados en el chavismo, apoyándose en las tendencias ideológicas dentro de él menos asentadas en la filosofía materialista y dialéctica, podrán seguir realizando con mayores garantías su trabajo confusionista y antipopular en favor de sus privilegios personales, defender las formas de constitución burguesas e impedir la aprobación de una constitución que responda a la necesidad del poder socialista, basada en los consejos comunales desde abajo hasta la cúspide del poder gubernativo. Los defensores «de la inmensa pluralidad, de sus modos de pensar, de conocer, de sentir, de vivir» desde el pensamiento idealista que engloba a la inmensa pluralidad individualista, negadores del materialismo dialéctico, defensores del falso sufragio universal de la democracia burguesa, que niegan la realidad del ser humano como parte material del complejo mundo material necesitado de vivir en armonía y solidaridad entre todos los humanos y el conjunto de la naturaleza, serán los mejores aliados de los «cogollos».
1 Enlace con dicha obra. Requiere un esfuerzo mental de situarnos en aquel momento histórico de dispersión de los grupos que se consideraban marxistas divididos localmente, así como desde la situación de clandestinidad a la que se veían obligados a actuar: http://www.analitica.com/bitblio/lenin/que_hacer.asp
2 Incluimos el enlace donde se puede encontrar un resumen de esa obra comentada: http://www.caum.es/CARPETAS/cuadernos/cuadernospdf/libro5/el%20estado%20y%20la%20revolucion.pdf
3 ¿Aborto del debate sobre el Socialismo del Siglo XXI? Edgardo Lander www.aporrea.org/ideologia/a28743.html
4 ¿Aborto del debate sobre el Socialismo del Siglo XXI? Edgardo Lander www.aporrea.org/ideologia/a28743.html
5 . Es de recomendar el visitar esta página que con mayor objetividad aborda el problema finito del petróleo: http://www.crisisenergetica.org/