Gracias a unas líneas tituladas, En el fallecimiento de José María Delgado, un luchador, un hombre bueno, un amigo, firmadas por Cive Pérez, cuyas credenciales son su «Carnet de paro», y aparecidas en «Rebelión», nos ha llegado la triste noticia: José María ha muerto.
José María Delgado Gallego era un pequeño mito de la Sevilla proletaria, un militante de toda la vida del que su amigo Cive ha podido describir como un obrero del metal, un curtido luchador durante la dictadura franquista, que sabía perfectamente que la lucha no había acabado con el espejismo de la Transición. Me asombraba su portentosa capacidad de lectura con la que era capaz de meterse entre pecho y espalda voluminosos tomos de pensamiento político. En su gran cabeza cabía toda la historia del movimiento obrero, pero él no era un teórico, sino un activista, un militante, que dedicaba todas sus energías a impedir que la dinámica de lucha entrase en vía muerta. Hablo de lucha no de manera retórica, sino de lucha por los derechos sociales, que se articulan de forma concreta en salarios, condiciones laborales, pensiones, sanidad y educación públicas. Es decir, todo eso que la parte temporalmente vencedora está destruyendo, aquí y ahora, con tanta saña como cinismo».
Según la misma nota, José María respiraba todavía, el miércoles, 2 de enero de 2013, (cuando) hizo un postrer esfuerzo para escribir esta nota:
Lectores y seguidores, habrán comprobado el estado de abandono de esta bitácora. La causa no es otra que la imposibilidad a la que una larga enfermedad me tiene obligado.
En estos largos meses de abandono se han sucedido acontecimientos que, con independencia de la razón fundamental por las cuales interrumpo indefinidamente la publicación, particularmente la audacia, diríase revolucionaria , del gobierno Rajoy en la aplicación del más salvaje programa de desmantelamiento del estado del bienestar, hubiera requerido una mayor atención por mi parte; por otro lado la deriva independentista de la derecha catalana me obligaría a poner coto a cualquier relación con la izquierda centrífuga.
Personalmente, he conocido más a José María por amigos comunes, y también por una fluida correspondencia vía email, con intensas prolongaciones en el apartado de discusión abierto en Kaos. José María era un uno de los que habitualmente metía baza en mis artículos, especialmente en los que trataban de Rosa Luxemburgo, a la que había adoptado como guía suprema, pero también sobre la historia del grupo Acción Comunista al que pertenecimos, así como sobre la última fase del POUM, apartado sobre el que el propio José María dejó constancia en un texto de despedida de Wilebaldo Solano fallecido en septiembre del 2010, y en que nos contaba:
Conocí a Solano en 1977, todavía estando en Acción Comunista, en el curso de las conversaciones y relaciones fraternales que desde el Comité Político del que era miembro, en la perspectiva del Congreso de Unificación de los Marxistas Revolucionarios, manteníamos con el Comité Ejecutivo del POUM, luego del fracaso del mencionado congreso entre Acción Comunista, la Organización de Izquierda Comunista, el CUM y el POUM (mantenía aún un colectivo en de exiliados en Francia, en torno a Solano) además de las agrupaciones de Barcelona, Valencia y Madrid.
El reducido pero bien armado intelectualmente POUM había transigido no poco con AC, particularmente con sus posiciones últimas bastante gramscianas (una de mas importantes ponencias comunes del congreso la constituía una sobre el ¡bloque histórico revolucionario!) entonces estaba Gramsci muy de moda y AC exploraba en su pensamiento inspiración para una acción política revolucionaria, no «eurocomunista» de los PC’s italiano y español, que en aquél tiempo también chupaba rueda de Gramsci. Supongo que Gil, Solano, Baltasar, Pelai, el ya muy anciano pero lúcido Juan Andrade, desde el POUM estaban dispuesto a negociar y transigir bastante, incluso hasta quedar en minoría en el futuro partido, pero siempre ¡a condición de que el nombre a adoptar fuera «POUM»! y ello a los dirigentes de AC – no a mi ni a otros – le parecía tan anticuado como «bolchevique», de hecho el POUM se sentía leninista, y respecto de Trotsky y el trotskismo organizado en la IV Internacional mantenían posiciones algo parecidas, respeto y distancia, digan lo que digan hoy los trotskistas del Secretariado Unificado, NPA en Francia, IZAN en España.
La ruptura del Congreso en Barcelona supuso el abandono de la mayoría de la militancia del colectivo local de AC, un grupo reducido de profesionales y estudiantes se integró en la LCR, nos pasamos al POUM el frente obrero completo de AC en esta ciudad, no menos de una veintena de cuadros militantes en fabricas como Astilleros, CASA, Riviana, un fuerte grupo de enseñantes, maestros y profesores, sanitarios, metalúrgicos. Otro compañero y yo mismo fuimos elegidos para el comité ejecutivo del POUM.
El hecho curioso es que el POUM era básicamente «bolchevique», leninista más que trotskista y en todo caso al igual que AC escasamente simpatizante de la IV Internacional y siendo así, nosotros los que veníamos de AC, básicamente luxemburguistas, nos sentimos atraídos por el POUM, solidarios, cabe decir, en parte por el mal trato y las escasa sensibilidad de nuestra propia organización, Acción Comunista en el proceso de unificación, en parte a su vez, por la cosa romántica de su aureola antiestalinista durante la guerra civil y también por una cierta seriedad organizativa que echábamos de menos en la jaula de grillos, los cambios frecuentes de paradigma teórico siempre al socaire de dos o tres teóricos de «cámara» y la poca disciplina de AC, que al menos para mi, desde el punto de vista organizativo fue un ejemplo vivo de cómo la informalidad mas que tolerar, reclama, liderazgos oficiosos tan «eficientes» burocráticamente como las derivadas del centralismo mas burocrático.
Por entonces Solano residía en París y solía acudir a algunas reuniones del ejecutivo en Barcelona, siempre en contacto con Pelai Pagès (el historiador del POUM y miembro del CE) ya se dedicaba fundamentalmente a la recuperación de la memoria del POUM. Como apunta Pepe Gutiérrez Álvarez, solía referirse a «nuestro» exiguo POUM (apenas un centenar de militantes en toda España) como el «Poumito», algo que resultaba irritamte por lo que de menoscabo de nuestra labor me parecía. Ciertamente por entonces estaba muy afectado por la reciente muerte de su hija en trágicas circunstancias, todos sentíamos por él un gran respeto, pero sabíamos que su labor fundamental ya entonces era recuperar el buen nombre del POUM, su dignidad histórica de partido revolucionario y por encima de todo la dignidad de Andreu Nin, al esclarecimiento de su vil asesinato, puede decirse que Solano dedicó lo mejor de su vida.
Su hombría de bien, su «clase», sus convicciones revolucionarias le impidió siempre atender a los cantos de sirenas de quienes estaba interesados en utilizar al POUM y el asesinato de Nin contra el Partido Comunista de España, dejó claro para propios y extraños que jamás iba a prestarse a jugadas semejantes, todo lo que deseaba era que el PCE de Carrillo reconociera la honorabilidad revolucionaria de Nin y del POUM, y que se prestara a colaborar en el esclarecimiento de aquellos hechos.
En mayo del anterior, con ocasión de unas jornadas organizadas por IZAN en la Universidad de Sevilla, y en la que me tocaba hablar sobre la alianza Obrera y la revolución asturiana de 1934, tuve ocasión de conversar extensamente con José María que por entonces era uno de los portavoces más reconocidos de ATTAC en la capital andaluza. Hacía tiempo que trataba de convencerlo para abrir un espacio de colaboración con la Fundación Andrés Nin, tema que obviamente le interesaba pero que no le acababa de convencer. Entre otras cosas porque era un carro del que le tocaría tirar sin garantías de apoyos, pero también porque ya entonces manifestaba un rechazó a los nacionalismos incluyendo a los que no tenían Estado, punto sobre el que gustaba citar este pesaje de Marx:
La nacionalidad del obrero no es ni francesa, ni inglesa, ni alemana, es el trabajo, la esclavitud libre, el automercadeo. Su gobierno no es ni francés, ni inglés, ni alemán, es el capital. Su aire nativo no es ni francés, ni alemán, ni inglés, es el aire de la fábrica. La tierra que le pertenece no es ni francesa, ni inglesa, ni alemana, está a unos cuantos pies bajo el suelo. (Crítica de «El sistema nacional de economía política» de Friedrich List)
Esto obviamente también contribuyó, sobre todo desde el momento en que tomó como bandera la Rossa Luxemburgo antinacionalista, sobre la que llegó a escribir:
Condenaría asimismo Rosa la deriva del trotskismo hacia las tesis de Giuspeppe Mazzini: «un estado para cada nación, una sola nación para cada estado».
Esta dedicación autodeterminista del leninismo le hace el juego claramente al imperialismo interesado en reducir, fragmentar o borrar del mapa cuantos estados pueda, a fabricar los llamados «estados fallidos» en favor de la penetración de sus empresas, capitales, fuerzas militares o paramilitares, etc. Simplemente le sale más barato que tener que dar su parte del expolio de materias primas, petróleo, oro, diamantes o coltan, a las élites militares o dictatoriales gobernantes en esos países de África y Oriente, todo ello en un nuevo movimiento neocolonial, salvaje, brutal, que hace de los imperios jurídicos británicos, francés, holandés, poco menos que instituciones filantrópicas que ponían tierras en regadío, construían ferrocarriles y educaban a los hijos de las élites complacientes en sus universidades metropolitanas.
Pero podéis seguir defendiendo el derecho a la autodeterminación de los pueblos, en seguimiento de cualesquiera entidad, grande o pequeñas, rica o campesina, cualesquiera sea su carácter de clase, de la élite burguesa o pequeñoburguesa que levante una bandera con el triángulo irredentista cerca del mástil, en cualquier circunstancia, aunque destruya estados multiétnicos, en trance de destribalización, sin importar las consecuencias de genocidio mutuo, de limpieza étnica, de destrucción de familias mixtas: todo eso no importa para una supuesta izquierda que ha sustituido al «proletariado» como agente de la revolución, por los «pueblos» ¡siempre y cuando no se trate del «pueblo del estado», a la sazón, como casi todos los antiguos europeos, concepto más cívico-democrático, «ciudadano» que «nacional» dicho en sentido etnico-lingüistico! Sin duda este tipo de «pueblos», británico, italiano, belga, español, francés, ruso, se halla mas abocado a ejercer un patriotismo o nacionalismo agresivo, chovinista, jingoísta, que el irredentismo nacionalista de los pueblos sin estado. Bien está, para quien lo crea, para los que creen estar en 1914, mientras los nacionalistas burgueses o pequeñoburgueses les dejen meter cuchara y les sigan el juego al desorientado leninismo que les allana camino, ¡aunque la experiencia última de nacionalistas vascos, croatas, serbios, catalanes, kosovares, kurdos, den cuenta de justamente lo contrario!
No hay que decir que nuestros debates fueron intensamente cómplices y fraternales, y los acuerdos eran tan importantes como los desacuerdos, que no eran pocos. José María aceptaba que el legado de Rosa formaba un entramado muchísimo más amplio, que sobre el tema existía una bibliografía considerable (ahí está todo lo escrito por Michael Löwy sobre la cuestión). También tenía que aceptar que Rosa no represento jamás una vocación antipartidaria ya que, por más que criticó furibundamente el centralismo y la burocracia socialdemócrata, que denostó algunas aspectos de la actuación bolchevique al principio de la revolución, Rosa había sido socialdemócrata germana y polaca, y cofundadora de los partidos comunistas de Alemania y Polonia. Habría que añadir que en el funcionamiento del sector «luxemburguista» liderado por Leo Jogiches, la disciplina era algo tan fundamental como lo pudo ser para Lenin.
Algunas de estas controversias fueron llevadas por José María a sus páginas, primero en http://www.nodo50.org/
En realidad es un verso del poema de Gabriel Celaya, «España en marcha», bien conocido y memorable cantado por Paco Ibáñez: «…Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño, etc.» Me pareció un par de actitudes irreemplazables, cuándo hay motivos para ellas, sobre todo se hallan un grado más hacia allá que la Indignación y acaso otro también más allá de la conseja de Gramsci para el intelectual comunista: entender, traducir, decir.
Con todo, esa equidistancia, esta «Ira» intelectual, está mas cerca de la Democracia y de la cuestión social que de ningún otro lugar o acomodo, además de en España, sin orgullo pero igualmente sin mala conciencia. Como diría mi amigo Pepe F.: «pues lo mismo pero con la vena (del cuello) gorda». Que motivos hay: ¿o no?
Profundamente conmovido, tras recibir la triste noticia de su fallecimiento he entrado en su blog IRA y LUX, donde veo que Un saludo y espero retomar esta publicación a la mayor brevedad Hacía bastante tiempo que arrastraba una enfermedad, la misma que ha acabado con un camarada, un militante obrero de los de siempre, un autodidacta que supo defender y honorar su libre pensamiento.