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La nueva política nacional de investigación

Adiós a la ciencia

Fuentes: Razón y Revolución

El Ministerio de Ciencia y Técnica acaba de lanzar su nuevo plan de inversión para el período 2012-2015. Si usted cree que es un síntoma de que el kirchnerismo va a invertir en Ciencia y Técnica, lea este artículo y entérese de lo contrario.

Recientemente, el Ministerio de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva (Mincyt) dio a conocer el nuevo Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2012-2015 elaborado por la Dirección Nacional de Políticas y Planificación del Ministerio [1]. La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) se encargó de la contraparte técnica del trabajo. También se convocó a una comisión de notables encargados de brindar asesoramiento en materia de política científica. El documento se difundió a fines de diciembre pasado en el contexto de la «celebración» de los cuatro años de gestión de Lino Barañao al frente de la cartera de Ciencia y Técnica (C&T). Los ensalzamientos coincidieron con la movilización de cientos de científicos agrupados en organizaciones sindicales y políticas a propósito de las políticas de recorte, ajuste, expulsión de investigadores del sistema y persecución político-ideológica que se ha iniciado, en particular, en el CONICET. Resulta importante, entonces, centrarnos en el análisis del documento en tanto allí se trazan las grandes líneas del sector para los próximos años. Un futuro que se avecina sombrío.

No están solos

Para la elaboración del nuevo plan, el Ministerio convocó a una serie de intelectuales encargados de conformar una Comisión Consultiva. Mario Albornoz, Dora Barrancos, Esteban Brignole, Eduardo Charreau, Juan Carlos Del Bello, Gustavo Lugones, Marta Novick y Carlos Pallotti fueron los elegidos para la partida. No se trata de nombres individuales cualesquiera, elegidos al azar, con itinerarios más o menos prestigiosos. La gran mayoría cuenta con una larga trayectoria en funciones de carácter público. Veamos.

Eduardo Charreau se desempeñó como presidente del CONICET entre 2002 y 2008. Juan Carlos Del Bello ofició como Secretario de Políticas Universitarias en el período en el que se sancionó la Ley de Educación Superior bajo el menemismo y, posteriormente, como interventor del CONICET (1996-1997). Finalizada su intervención, encabezó la Secretaría de Ciencia y Tecnología hasta 1999 y entre 2001 y 2005 formó parte de la CONEAU. Por su parte, Gustavo Lugones actualmente se desempeña como rector de la Universidad Nacional de Quilmes. Fue consultor del Banco Mundial, CEPAL, BID, OEA y de organismos gubernamentales como el Ministerio de Economía y el de Ciencia y Técnica. En ámbitos de gobierno, hoy día se encuentra Marta Novick quien se desempeña como Subsecretaria de Programación Técnica y Estudios Laborales en el Ministerio de Trabajo y presenta una larga trayectoria asesorando organismos internacionales al igual que Lugones. Por último, Dora Barrancos forma parte del Directorio de CONICET representando al área de Ciencias Sociales y Humanidades. Previamente, se desempeñó en las comisiones evaluadoras y de promoción del CONICET y en la CONEAU.

Como puede verse, nos encontramos frente a intelectuales que han tenido funciones de dirección y, por ende, capacidad para la toma de decisiones. No se trata de científicos individuales consultados por su buen saber y entender que podrían aducir que lo concluido no los representa. Por el contrario, como vimos, algunos de los «consultos», como Del Bello, fueron los encargados de instrumentar el «consejo» de Cavallo a los científicos («vayan a lavar los platos») Otros, como Dora Barrancos, se encuentran a cargo de decidir la forma en la que se administra el ajuste y la persecución ideológica en el CONICET.

Ciencia berreta

El lanzamiento del nuevo Plan para C&T se inició con un llamado por parte de Barañao. En su balance de gestión, invitó a los investigadores a una «mayor vocación» al tiempo que incitó al sector empresario a incrementar la inversión destinada a C&T. A decir del Ministro, de producirse esa conjunción de esfuerzos se realizaría la visión de país que nos mostró Tecnópolis. Barañao supone que la «megamuestra» habría reflejado el horizonte de un país innovador. Es por ello que llama a generar una nueva etapa en la que la ciencia se articule con el aparato productivo, fortaleciendo la especialización de la economía en su inserción a escala global. Presupone que ello generaría un círculo virtuoso y, a partir de ahí, se garantizaría que el progreso «apuntale la inclusión social y la sustentabilidad ambiental». En pocas palabras, la apuesta del nuevo plan contiene la esencia de la vieja «teoría del derrame» reeditada en «sintonía fina».

Coherente con ese marco más general, se espera que el sector C&T impulse una mayor innovación productiva. El criterio de la aplicabilidad se encuentra a la orden del día. Entre otras medidas, se busca fortalecer al sector científico, optimizando su funcionamiento, para que atienda las demandas productivas y sociales; impulsar la «cultura emprendedora» y la innovación generando un «nuevo perfil productivo competitivo centrado en la agregación de valor». La principal meta del plan reside en generar «núcleos socio-productivos estratégicos» a los que se destinaría toda la inversión en recursos humanos, infraestructura y recursos de información. Los núcleos estratégicos serían conformados por grandes áreas tales como agroindustria, ambiente y desarrollo sustentable, desarrollo social, energía, industria y salud. Si miramos cuáles son los posibles proyectos dentro de esas áreas, nos encontramos con mejoramiento de cultivos, semillas y producción animal, aprovechamiento térmico de energía solar, autopartes, bioplásticos, medios de transporte, entre otros. Inclusive, el área de «desarrollo social» contiene un sesgo «productivista» en tanto se lo limita a conocimientos de aplicabilidad inmediata. El abordaje de problemas histórico-sociales, valga de ejemplo la Revolución de Mayo, quedará fuera de agenda por no tener «aplicabilidad».

Así las cosas, poco lugar parece tener el nuevo plan para el desarrollo de la considerada «cenicienta» de las ciencias: la humanística. Peor aún, la estrechez de miras no se reduce al desdeño por lo social: el «criterio de aplicabilidad» también destruye a las ciencias básicas. El nuevo paradigma no pareciera dejar demasiado lugar al desarrollo científico que no arroje resultados inmediatos. Lo que este diseño no tiene en cuenta que el conocimiento avanza luego de una inmensa masa de ideas que no tienen un correlato práctico directo.
Desde el gobierno se esfuerzan por machacar que se continuará invirtiendo en C&T. Anuncian, en materia de números, un aumento del porcentaje del PBI destinado a Innovación y Desarrollo (I+D) del 1%, un incremento de la inversión del sector privado en I+D de un 30% a un 50%, mientras que el gobierno se propone destinar un 2,47% del presupuesto nacional a C&T.
A pesar del bombo oficial, todo indica que de ampliarse el presupuesto no irá destinado a la formación de una mayor cantidad de investigadores. En su balance de gestión, el Ministro ya anticipó que se promovería la migración interna de recursos humanos híperconcentrados en la Capital Federal hacia los confines de la «Argentina profunda». En un segundo nivel, reconociendo la generación de un «cuello de botella», anticipan la implementación de nuevas políticas de selección y evaluación. Por un lado, a través de la puesta en marcha de mecanismos de evaluación periódica del desempeño de los investigadores. Al mismo tiempo, serían revisados los criterios de incorporación, privilegiando las disciplinas de mayor conexión con la actividad productiva. Así las cosas, no extrañaría que la nueva selectividad deje en el camino a unos cuántos investigadores más que se sumarán a los que el sistema hoy día ha comenzado a expulsar.


Trabajo barato en todo el mundo

En Argentina, la generación de «recursos humanos altamente calificados» se hizo a través de un sistema de becas. Dicha forma contractual resulta más barata a la hora de generar un shock de doctores, tal como se propuso nuestro país, sin más largas intenciones que la de garantizar un proceso de formación que en el país se encontraba atrasado. De allí, se entiende que los becarios no cuenten con estabilidad, obra social, antigüedad, aportes jubilatorios, afiliación sindical ni ningún otro beneficio de un trabajador de planta. Tal endeblez lleva al Ministro de C&T a equiparar a un doctor, productor y transmisor de conocimiento, con un estudiante secundario en formación.

Ahora bien, no estamos ante un invento argentino. Por el contrario, las formas de trabajo precario entre los futuros doctores son moneda corriente en el resto del mundo. Según un estudio reciente publicado por The Economist, entre 1998 y 2006, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) ha formado al 40% de los doctores del mundo relegando a los Estados Unidos. Países como México, Portugal, España y Eslovaquia se han insertado en la tendencia mundial al igual que Japón con una población más envejecida. Esa onda expansiva poco tiene de altruista. En muchas universidades del mundo, los doctorandos deben desempeñar funciones en los ciclos de pregrado o de grado como contraprestación a la subvención de sus estudios a través del sistema de becas, desplazando así la contratación de profesores de tiempo completo. Las universidades de Estados Unidos (valga de ejemplo Yale) prefieren contratar becarios a tiempo parcial cuyos sueldos representan un 20% de los que perciben catedráticos full time en contextos en los cuáles los estudios universitarios se encuentran cada vez más extendidos ¿Y sus salarios? Bien gracias. En Canadá se estima que un becario postdoctoral alcanza un salario equivalente al de un obrero de la construcción. Mal de muchos…

En Argentina, se agrega la existencia de un mecanismo de financiación también precario. Créditos internacionales provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) se han sumado junto al superávit fiscal acumulado desde 2003 como focos principales de la expansión en C&T. Recordemos que una de las llaves que logró duplicar el presupuesto destinado a la Secretaría de Ciencia y Técnica, en 2006, fue el crédito del Programa de Modernización Tecnológica (PMT III) otorgado por el BID [2]. Organismo que también fue pilar por excelencia de la expansión científica canalizada a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.


Ciencia just in time

A pesar del ruido oficial, el futuro para la ciencia no parece alentador. En primer lugar, la nueva etapa de inversión científica dirigirá su objetivo a todo aquello que tenga un grado de aplicabilidad pura e inmediata. Y el mote de superfluo le cabe tanto a las ciencias sociales como a las llamadas básicas. Ahora bien, cómo llegaremos a desarrollar una terapia génica para el cáncer (aplicabilidad) si no comprendemos cómo se desarrolla la enfermedad a través de la división celular descontrolada (ciencia básica) resulta un enigma. La impronta cortoplacista sólo puede condenar a la ciencia a desaparecer. Tal vez por ello, no llame la atención que los cerebros que diseñaron el plan sean aquellos que, ayer y hoy, se encargaron de ponerle el cuerpo al ajuste en ciencia y técnica.

Acorde a la retórica nacionalista de los últimos meses, el kirchnerismo supone que la cultura innovadora aplicada al aparato productivo le permitirá al país consolidar un rol competitivo en la economía mundial desacoplándose del resto del mundo y de sus crisis. Menuda mirada nacional esta que, en los hechos, circunscribe al país a la «importación» de ciencia básica al mismo tiempo que imita los modelos precarios y baratos para el uso de científicos generadores de conocimientos ya probados en el resto del mundo. Que buena parte de la argamasa expansiva en C&T se realice con créditos internacionales (además de la soja), habla de lo poco serio y limitado del asunto. El problema de fondo está en suponer que un enfermo terminal como el capitalismo argentino se puede curar (desacoplarse) si pone voluntad y cultura innovadora. Ni toda la ciencia del mundo podrá revertir el cuadro postrero bajo las mismas relaciones sociales. Que el horizonte máximo al que la ciencia puede aspirar sea Tecnópolis habla de la gravedad del enfermo.


Notas

[1]  Mincyt: Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2012-2015. Hacia una Argentina innovadora. Versión preliminar sujeta a revisión, Buenos Aires, s/f.
[2] Véase www.redvitec.edu.ar/novedades/index/aprueban-credito-bid-para-desarrollo-cientifico-y-tecnologico-argentino.


Fuente:
http://www.razonyrevolucion.org/ryr/index.php?option=com_content&view=article&id=1871:adios-a-la-ciencia-la-nueva-politica-nacional-de-investigacion&catid=237:el-aromo-nd-65-qihay-piqueq&Itemid=120