¡Estamos en noviembre (*) y el 2008 se acaba!, pero no queremos dejar marchar a este año tan convulso sin repasar el espectáculo en el que se va a convertir la efeméride de Mayo del 68… «¿Qué había bajo el asfalto?», era la pregunta que Illacrua se hacía en la portada del nº 56, en […]
¡Estamos en noviembre (*) y el 2008 se acaba!, pero no queremos dejar marchar a este año tan convulso sin repasar el espectáculo en el que se va a convertir la efeméride de Mayo del 68…
«¿Qué había bajo el asfalto?», era la pregunta que Illacrua se hacía en la portada del nº 56, en mayo de 1998. Diez años después hemos preferido decir «adiós» al abuso conmemorativo, y al uso estereotipado de las imágenes de la revuelta, ofreciendo una crónica parcial y deliberadamente crítica de lo que fue Mayo de 2008.
Se veía venir. La pasada conmemoración de los 40 años de los acontecimientos de Mayo del 68 iba a ser un festín mediático en el que predominarían estos dos ingredientes: mucho ruido y ninguna cosa nueva. Los tópicos respecto a las anteriores conmemoraciones (78, 88 y 98) no sólo siguen bien alimentados, sino que han engordado considerablemente. Lástima que haya que esperar a 2018 para pesar de nuevo a la criatura con los 50 años cumplidos.
Ante este panorama, cabe pensar que uno de los lugares en los que mejor puede encontrarse la sustancia de lo «acontecido» en la oleada de actos y kilómetros de tinta vertida en torno a Mayo del 68 es en la parte baja -y tal vez por ello más «humana»- de la cuestión. Es decir, en las descalificaciones, en las contradicciones y oportunismos, en los pegotes que se tira el personal… y, en general, en la cierta miseria moral e intelectual que emerge cada vez que el tema se presenta en forma de espectáculo. Todo esto también es una señal de que el célebre mayo no es historia sino que está vivo.
¡A sako, Sarko!
En este sentido, sonado fue el pistoletazo de salida que con un año de ventaja (en abril de 2007) dio el líder de la derecha francesa, Nicolas Sarkozy, en su mitin de final de campaña unos días antes de convertirse en uno de los presidentes más prepotentes de la República. Sarko entró a sako situando en Mayo del 68 «el origen de todos los males»; a la vez que propuso enterrar su herencia y «romper con su espíritu, sus comportamientos, sus ideas y su cinismo». Su mensaje nos llegó por pura imitación en mayo de 2008, a través de Esperanza Aguirre y un argumentario que, con ánimo de ofrecer ideas a su partido, la representante del PP dedicó a Mayo. Algunas de sus flores fueron estas: «Después de cuatro décadas de aquellas revueltas parisinas de estudiantes acomodados, aún quedan en nuestros días seguidores de las ideas funestas, hipócritas y fracasadas que las inspiraron». Pero en realidad, Esperanza llegó tarde porque ya antes nos lo había adelantado Jose Mari Aznar: «Mayo del 68 fue una tragicomedia pero tuvo efectos duraderos». Así lo expresa en un libro realmente salchichero titulado Cartas a un joven español, en el que destaca un consejo muy práctico del ex presidente: «Si te llaman facha, tú tranquilo».
De todas maneras, los exabruptos de la derecha no merecen mayor atención. No ya sólo porque son algo de esperar, sino porque ni siquiera son nada nuevo: se trata en realidad de la continuación repetitiva de la «guerra cultural» que, precisamente, a finales de la década de 1960, hizo emerger como reacción a la derecha que todos conocemos, y a cuyos protagonistas actuales hemos acabado bautizando generosamente como «neoconservadores».
Yo estuve allí
Cabrean más los personajes que siempre tratan de jugar a todas las bandas con el típico «yo estuve allí y el mundo ya no es lo que era». Cabrean sobre todo los que pretenden anular el punto de vista de quienes por ser muy jóvenes en 1968, o incluso por no haber nacido aún, «no lo vivieron» como aseguran haberlo vivido ellos. Es curioso que, muchas veces, esta actitud corresponde a personas que son más bien conocidas por su trayectoria de trepadores desde que pagaron su primera matrícula en la universidad.
Y por cabrear, cabrean también mucho los intelectuales mediáticos como el ex maoísta y defensor de la invasión de Irak, André Glucksmann que, tras acudir a aplaudir el mitin de Sarkozy mencionado y pedir su voto, optó por rentabilizar más la cuestión escribiendo junto con su hijo Raphaël, joven de 28 años y también votante de Sarko, un libro con un título tan comercial como Mayo del 68 explicado a Nicolas Sarkozy en el que juegan a salir al paso de los exabruptos del presidente francés enumerando algunos tópicos sobre la revuelta. Pero tampoco hay que darle importancia, este libro es uno más entre las muchas decenas que se editaron para conmemorar el extraordinario año político internacional que fue el 1968. Y, además, para hablar de las conquistas intelectuales de algunos ex maoístas no tenemos que cruzar fronteras: ya tenemos de sobra con nuestro Federico Jiménez Losantos, que tampoco ha dejado de lado la oportunidad de contarnos en un libro sus hazañas como militante en la Cataluña de los 70 de OCE-Bandera Roja, logrando de ese modo reforzar su extraordinaria capacidad de producir en las personas una profunda sensación de vergüenza ajena.
Habas para todos
Triste es también tener que reconocer que, de un modo u otro, con 68 o sin él, en todas partes cuecen habas, y que estas habas pueden incluso llegar a ser del tamaño de un buen pedrusco. Esta fue al menos la sensación que se pudo experimentar cuando el pasado 22 de mayo, el navarro Lucio Urtubia, que reside en París desde 1954, animaba a los asistentes a un acto organizado por CGT en Barcelona a defender las ideas anarquistas «que son muy necesarias»; a la vez que comentaba aspectos de Mayo del 68 y del documental en el que dos jóvenes cineastas resaltan su trayectoria vital y el compromiso libertario que le llevó a convertirse en un maestro de la falsificación de cheques y documentos en favor de la causa. Todo un testimonio de autenticidad que tuvo su contrapunto brutal en el acto con la intervención entre el público de Enric Marco: personaje de dudoso pasado como luchador antifranquista, pero que en la Transición logró colarse con su verborrea como secretario general de CNT y que, en 2005, pasó a ocupar un puesto destacado en la historia mundial de los impostores cuando -tras su intervención como superviviente de los campos de concentración en el Parlamento de Madrid- se puso al descubierto que este supuesto deportado Nº 6448 jamás había estado en ninguno de ellos.
Pues bien, Enric Marco aún tuvo la cara de tratar de ponerse a la altura moral de Urtubia arengando a los presentes en la sala con ideales libertarios y quejándose de sus «tres años de persecuciones» (los que han pasado desde que se hizo pública su impostura). Lucio Urtubia le cortó con un gracioso «deja hablar a los demás, que los sermones ya los dan los curas». Aquél encuentro entre dos seres tan opuestos es difícil de olvidar… Pero todavía había un Enric más en la sala entusiasmado con el documental: era Enric Duran, el militante del decrecimiento y de los movimientos sociales que, cuatro meses después, irrumpía en plena crisis financiera anunciando su estafa a 39 bancos. Lucio Urtubia ha hecho escuela.
Gomaespuma
Casi de morirse de risa fue la pretenciosa intervención artística que decoró la fachada del edificio del Instituto Francés de Barcelona durante todo el pasado mes de mayo para acoger los actos de conmemoración de la revuelta celebrados en el centro: un «68» gigante formado por los colores de la bandera de Francia adheridos a los numerosos ventanales del edificio conseguían un efecto que recordaba a las vidrieras de una moderna catedral. Mientras que, en el interior, una vitrina exhibía una simulación del pavimento levantado de una calle parisina realizada con adoquines gomaespuma. La clausura de los actos consistió en un baile de disfraces -con Dj especializado en «música rebelde» (sic.)- en el que se premiaba con un fin de semana a Francia al mejor atuendo sesentayochista. ¿Quién da más?
El grueso de la programación del Instituto lo compuso un ciclo de películas que formaba parte de un conjunto itinerante de eventos iniciado en 2007 con el título Mayo del 68: el comienzo de una época, e iba firmado por Amador Fernández-Savater como «director del proyecto» (sic). Resulta curioso observar como el joven Amador, buen amante de la mera glosa situacionista y, por lo que se ve, buen nadador en las piscinas de las instituciones, anda sobre los mismos pasos con los que su padre, Fernando Savater, arrancó en la arena política escribiendo textos como Para la anarquía (1977) y Panfleto contra el Todo (1978). Libros ambos que fueron referenciales en la efervescencia ácrata que durante la Transición dio lugar a movidas como las Jornadas Libertarias de Barcelona en julio de 1977 en las que Savater participó. Su evolución posterior desde un antinacionalismo obsesivo a su actual nacionalismo español militante es harina de otro costal.
Volviendo al ciclo de cine en torno a Mayo de 1968, su contrapunto lo aportó el colectivo La Felguera cuando el ciclo hacía su bolo institucional en el Museo Reina Sofía de Madrid, y justo el día que se proyectaban dos películas de Guy Debord. Miembros del colectivo repartieron bolsas con estiércol entre los asistentes junto al panfleto Mayo de 1968: bajo los adoquines tan sólo hay estiércol (1). Un texto contundente que sale muy bien al paso de «la cultura de la contracultura» que domina de forma completamente estereotipada la inmensa mayoría de referencias, no sólo al «68», si no a las décadas enteras de 1960 y 70. En realidad, el producto hace mucho que ya está empaquetado; y si no que se lo pregunten a Daniel Cohn-Bendit para quien hay que olvidar el 68 porque «culturalmente hemos ganado». Así lo expresa en el último libro (Forget 68) que ha puesto a la venta el eurodiputado verde y vitalicio para seguir haciendo rentable un pasado que asegura estar ya «muerto». Sin embargo, no era esa la sensación que dio el acto que organizó Revolta Global en Barcelona llenando las Cocheras de Sants con un público que nada tenía que ver con el del Instituto Francés. Lo que allí se resaltó, precisamente, fue la voluntad despolitizadora del festín mediático en torno a Mayo del 68, y el modo en que éste niega su contemporaneidad… ¡Y ello a pesar de que el mejor piropo que enseguida le tira la prensa a todo el que se mueva es el de «antisistema»! Cerró el acto de Sants la intervención de un representante la huelga barcelonesa de autobuseros ganada en contra de los sindicatos burocráticos. Una huelga de trabajadores que, al más puro estilo 68, compartió la calle junto a las últimas reivindicaciones estudiantiles en contra de la mercantilización de la universidad. Ciertamente bajo el asfalto hoy hay estiércol, pero quién sabe si, como apunta la red de cooperativas agroecológicas BAH!, «Bajo el Asfalto está la Huerta!». A ver si es verdad.
Nota 1:
El texto del colectivo La Felguera Mayo de 1968: bajo los adoquines tan sólo hay estiércol puede leerse en: http://www.nodo50.org/lafelguera/estiercol%20mayo68.htm
(*) Artículo publicado en catalán en la revista Illacrua (nº 163, noviembre de 2008, págs. 13-15). El texto va ilustrado con recuadros en negro que, a modo de fotogramas de un film situacionista, sustituyen a las imágenes con el lema «Espacio liberado del uso espectacular-mercantil de una imagen de Mayo del 68».