Teitelboim fue abogado, diputado, senador y secretario general del Partido Comunista de Chile. Por su vasta contribución a las letras chilenas, recibió en 2002 el Premio Nacional de Literatura. «Tenemos un gran respeto por Volodia, como un luchador por la gente más vulnerable», dijo la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, después de visitarlo, el martes, […]
Teitelboim fue abogado, diputado, senador y secretario general del Partido Comunista de Chile.
Por su vasta contribución a las letras chilenas, recibió en 2002 el Premio Nacional de Literatura.
«Tenemos un gran respeto por Volodia, como un luchador por la gente más vulnerable», dijo la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, después de visitarlo, el martes, en la clínica de la Universidad Católica de Santiago, donde se encontraba internado.
En nuestra última conversación telefónica, a principios de enero, Teitelboim, quien me honró con su amistad, me dijo que se sentía muy débil, pero que quería seguir luchando.
Se lamentaba de que no podía viajar como antes -uno de sus últimos viajes fue a Cuba, en 2006, para participar en varios simposios sobre su amigo, el presidente Fidel Castro- y de cada vez eran menos frecuentes sus apasionados encuentros con su amante, la literatura.
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La amante
«La política era mi mujer legítima y la literatura, mi amante. La amante me rondaba por las noches, pidiéndome cuentas», escribió alguna vez.
Esa pasión comenzó en su infancia, cuando entre sus grandes ídolos estaban Gabriela Mistral y Pablo Neruda, quien años después se convertiría en uno de sus amigos más cercanos.
«Fue una amistad que duró 36 años», nos dijo en una entrevista con motivo del centenario de Neruda, publicada por BBC Mundo en 2004.
Valentín Teitelboim Volosky, más conocido como Volodia, había nacido en Chillán, en el centro de Chile, el 17 de marzo de 1916.
Sus padres eran los inmigrantes judíos Moisés Teitelboim, ucraniano, y Sara Volosky, moldava.
A los 16 años, después de vivir un corto tiempo en las ciudades de Talca y Curicó, llegó a Santiago, donde empezó a estudiar derecho en la Universidad de Chile.
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La mujer legítima
Fue en esa época que comenzó a militar en las Juventudes Comunistas y más tarde ingresó al Partido Comunista de Chile.
En los años 40, esa militancia le costó la persecución y el destierro a la localidad de Pisagua, cuando el presidente Gabriel González Videla impuso la Ley de Defensa de la Democracia, conocida popularmente como «ley maldita», que eliminaba de los registros electorales a los comunistas.
Neruda, que en esos momentos era senador, tuvo que esconderse y escapar a Argentina, a través de los Andes, después de que pronunciara un discurso contra esa ley en el senado.
Cuando los comunistas pudieron volver a participar legalmente en la vida política chilena, Teitelboim fue diputado por Valparaíso, de 1961 a 1965.
Después, a iniciativa de Neruda, quien se convirtió en su «generalísimo» o jefe de campaña, se presentó como candidato a senador por Santiago y fue elegido en dos ocasiones.
«Cuando el partido tuvo de nuevo derecho a elegir, quiso que Neruda fuera candidato a senador por Santiago, pero él dijo: ‘No, con una vez basta, que sea Volodia'», le contó Teitelboim a BBC Mundo.
Pinochet
Según cuentan, Teitelboim se convirtió en uno de los grandes oradores del senado chileno.
Una vez le pregunté si había conocido en esa época al general Augusto Pinochet.
«Sí», me respondió, «recuerdo que en una ocasión se me acercó y me dijo: ‘Señor Teitelboim, tengo algo que confesarle'».
«Le tengo mucha envidia. Cada vez que mi esposa lo escucha hablando por televisión dice que yo debería hablar así», añadió Pinochet, según Volodia.
Teitelboim fue senador hasta el golpe de estado de Pinochet, el 11 de septiembre de 1973.
«El presidente Salvador Allende me había enviado a conversar con François Mitterrand, entonces secretario general del Partido Socialista de Francia, y con otros amigos de Chile para contarles la tensa situación que se vivía en el país, cuando ocurrió el golpe», nos dijo.
Teitelboim, quien tenía previsto volar a Santiago ese mismo 11 de septiembre desde Moscú, permaneció 15 años exiliado en la Unión Soviética, desde donde dirigió el programa «Escucha, Chile», de Radio Moscú.
Humanismo
Hacia el fin del régimen militar chileno, Teitelboim regresó clandestinamente a Chile y se presentó ante las autoridades en 1988.
Un año después, lo eligieron secretario general del Partido Comunista de Chile, cargo que ocupó hasta 1994, cuando lo sustituyó Gladys Marín.
Hasta el final de su vida se mantuvo fiel a sus principios que, según él, traduciéndolos a la luz del tiempo, eran los del humanismo y el derecho a la justicia social.
«Me guío por principios milenarios, porque este anhelo de justicia, del derecho a vivir una vida humana, plena, eso se ha sentido siempre, a través de miles de años», le dijo a BBC Mundo.
«Las religiones también lo han propuesto, también lo hizo Carlos Marx en el siglo XIX y, en la esencia, él tiene razón, aunque muchas de las cosas que dijera fueran cosas de su época y ya no tuvieran vigencia, pero el sueño principal es ése».
«No voy a militar, digamos, en el partido de los satisfechos, de los que abusan, de los que hacen guerras, de los que admiran al presidente Bush, no, nada de eso», añadió.
«Antes del olvido»
Su regreso a Chile le permitió dedicarle más tiempo a la literatura.
Uno de sus primeros proyectos, concluido en 1991, fue publicar una biografía de Gabriela Mistral, con quien se sentía en una deuda por haberla excluido de su polémica «Antología de poesía chilena nueva», realizada en colaboración con Eduardo Anguita, en 1935.
También escribió una biografía del poeta chileno Vicente Huidobro, de quien, según nos dijo, en su juventud recibió «una revelación, así como el rayo de Damasco», y otra, llena de anécdotas personales, de su amigo Pablo Neruda.
En 1996 publicó «Los dos Borges: vida, sueños, enigmas» y en los últimos años estaba trabajando en una biografía de Juan Rulfo.
De 1997 a 2004 escribió los cuatro tomos de «Antes del olvido», «una supuesta autobiografía que no es autobiografía, pero es lo que yo pienso».
Y en 2007 se reeditó su novela «Hijo del salitre» (1952), su más conocida obra de ficción, además de «La semilla en la arena» (1957).
Reencuentro
En los últimos años, además de sus problemas de salud, tuvo dificultades en el plano familiar que le afectaron mucho.
Bibliografía breve de Volodia Teitelboim «Antología de poesía chilena nueva», con Eduardo Anguita, 1935 «Hijo del salitre», 1952 «La semilla en la arena», 1957 «Neruda», 1984 «En el país prohibido», 1988 «Gabriela Mistral pública y secreta», 1991 «Huidobro, la marcha infinita», 1993 «Los dos Borges: vida, sueños, enigmas», 1996 «Antes del olvido», 1997-2004 |
En 2005, el destacado científico Claudio Teitelboim, a quien él había criado como a un hijo, se enteró de que él no era su padre biológico, sino el diplomático Álvaro Bunster, ya fallecido, y se cambió el apellido, luego de romper públicamente con Volodia.
La última vez que lo visité en Santiago, en 2006, Volodia me dijo que ésa era una gran tragedia porque él quería mucho a Claudio y a sus hijos quienes, hasta ese momento, no se habían comunicado con él.
Él tenía la esperanza, cada vez más tenue, de que pudiera tener lugar una reconciliación.
Afortunadamente, según cuenta la prensa chilena, Claudio Bunster visitó a Volodia en su lecho de muerte.
«Él me apretó la mano y fue un momento mágico de reencuentro», dijo Bunster.
Reencuentro
Personalmente, me será difícil olvidar su gran calidez humana y su preocupación, hasta los últimos días de su vida, por los demás.
Cuando hablamos hace pocas semanas, lo primero que hizo fue preguntarme por la salud de Brigitte Pring-Mill, la viuda del eminente nerudista y ex profesor de Oxford Robert Pring-Mill, gracias a quien nos conocimos.
En julio de 2005, después de los atentados terroristas en Londres, uno de los primeros mensajes que recibí fue el suyo.
Tampoco olvidaré el gran respeto con que trataba a sus interlocutores, en sus largas conversaciones, ni su agudísimo sentido del humor y su ironía.
«NO acompañaré al caballero que se fue. Trataré de demorarme al máximo», me escribió en diciembre de 2006, a los pocos días de la muerte de Pinochet. Ése fue su único comentario.