Cuando el Ayuntamiento de Pamplona decidió censurar una conferencia a la que me querían invitar en septiembre de 2012, decidí escribir públicamente desde aquí para dar cuenta de algunas cosas y así lo he hecho durante más de dos años, con la libertad que me ha dado el diario Noticias de Navarra. Aunque parezca un […]
Cuando el Ayuntamiento de Pamplona decidió censurar una conferencia a la que me querían invitar en septiembre de 2012, decidí escribir públicamente desde aquí para dar cuenta de algunas cosas y así lo he hecho durante más de dos años, con la libertad que me ha dado el diario Noticias de Navarra.
Aunque parezca un privilegio, es amargo escribir en una época de desahucios, desempleo e injusticia. Por caso, como mis columnas en este diario las he escrito gratis desde el principio, a veces he llegado a sentirme culpable por ocupar un espacio privilegiado cuando escuchaba que había despidos en radios públicas o periodistas jóvenes en precariedad laboral. Difícil equilibrio entre la opinión pública, la información y el capital.
De momento interrumpo mi escritura en Navarra, en esta tierra saturada de Sanfermines hipócritas, Javieradas santurronas, el IVA tramposo de Volkswagen, el engaño de la deuda de Osasuna, las cajas metafísicas de caudales y ahorros y la tumba del golpista Mola. Dura es esta tierra que tolera el machismo en las fiestas patronales, el racismo en las villavesas, la xenofobia en las miradas, la aquiescencia en el periodismo, el silencio en la academia, el desprecio por la juventud, la fobia hacia el euskera, el caciquismo en los ayuntamientos, el clasismo en las empresas, el elitismo en las instituciones, los susurros en las sacristías y el fascismo en las fosas. Es verdad que no todo es negativo, que hay otra Navarra que he aprendido a valorar, por ejemplo conversando con Miguel Sánchez-Ostiz o con las gentes de Katakrak.
No hace falta que os diga qué necesitamos. A esta sociedad se le puede aplicar una frase de Alain Badiou: «es sabido que una parte de quienes instrumentalizan la tradición están muy bien instalados en el mundo de la mercancía». Si queremos salir de este régimen decadente, debemos romper la dinámica perversa entre tradición y mercancía. Nos encontramos en una encrucijada que llamaré el «dilema Bocángel-Shakespeare». Un bibliotecario de la corte de Felipe IV, Gabriel Bocángel, definió la sumisión de esta comunidad con un verso: «Y Navarra, que súbdita, tenía a galardón ser vencida y su voto». Frente a esta opción, tenemos a William Shakespeare, quien, pensando en la Navarra francesa, escribió: «Navarra será el asombro del mundo». Para cumplir este futurible haría falta que aspirásemos a más, para que Navarra, por citar a Badiou otra vez, sea un «universal singular», algo que admirar tanto dentro como fuera de aquí, porque a esta tierra le sobran premios Príncipe de Viana y le falta república. Ahora mismo solo somos otra colonia más de la Europa germano-suiza bajo el reinado del IBEX 35. Nunca se me olvidará la porquería de sopa que le dieron a un enfermo de cáncer en sus últimas semanas de vida dentro del sistema «universal» de sanidad en un hospital navarro. Una vergüenza infame para el género humano.
Me despido con el deseo de volver, aunque hay algunos viajes que no tienen retorno. Os quiero, os odio, os necesito, nos necesitamos. ¡Por lo común, komunzki! Pax avant.
* Publicado en: http://www.noticiasdenavarra.com/2015/02/15/sociedad/adios-navarra-tradicion-y-mercancia