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Adiós USAID, esa «bola de zurdos»

Fuentes: Rebelión

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“Todos sabemos que Estados Unidos es quien decide las cosas en Centroamérica”. [Extensivo a toda Latinoamérica]. Salvador Nasralla, ex candidato presidencial en Honduras

“Crear dos, tres, muchos Vietnam” [para oponerse al imperialismo estadounidense]. Che Guevara

“La desaparición de Estados Unidos como principal potencia mundial podría llegar mucho más rápido de lo que nadie imagina.”  Alfred W. McCoy, historiador estadounidense. 

Estados Unidos de América, la principal potencia capitalista, ha comenzado su lento -pero pareciera que indetenible- declive. Otras fuerzas aparecen en el panorama internacional haciéndole sombra. Básicamente, China y Rusia. Pero decae no por el auge de estas otras potencias, sino porque su dinámica interna alcanzó su tope. 

El economista neokeynesiano y Premio Nobel Joseph Stiglitz, refiriéndose a su país, dijo que “En Estados Unidos, alrededor de 16 por ciento (https://bit.ly/4h8JPvB) de los niños crecen en la pobreza, el desempeño (https://bit.ly/3EbKTAt) global en las evaluaciones educativas internacionales es mediocre, la malnutrición (https://bit.ly/42vtD38) y la falta de vivienda se han generalizado y la expectativa de vida (https://bit.ly/3PQcFFe) es la más baja entre las principales economías avanzadas. El único remedio es más y mejor gasto público [el subrayado es nuestro]. Sin embargo, Trump y su equipo de oligarcas están empeñados en recortar el presupuesto todo lo que puedan. Hacerlo dejaría a Estados Unidos aún más dependiente de la mano de obra extranjera. Pero los inmigrantes, incluso los altamente calificados, son un anatema (https://bit.ly/4hm7lVM) para los seguidores del MAGA [Make America Great Again] de Trump.”

Para intentar detener esa caída, inexorable según parece, “El único remedio es más y mejor gasto público”, expresó enfático el connotado referente económico. Pero curiosamente, la nueva administración parece ir en el más radical sentido contrario. Con un planteo ultra neoliberal, con una visión absolutamente empresarial de la vida (¡la franja de Gaza puede ser considera un lote de tierra a vender para construir lujosos hoteles!, -sic- dijo Trump en una más de sus bravuconadas), la Casa Blanca está desarmando la estructura estatal del país. Con una motosierra que supera ampliamente a la implementada por Milei en Argentina, el presidente-monarca de Estados Unidos se ha dado a la tarea de destruir el aparato de Estado, supuestamente para tornarlo más eficiente. A tales efectos creó el Departamento de Eficiencia Gubernamental, dirigido por el archimillonario sudafricano Elon Musk, devenido pieza clave en el actual gobierno estadounidense (curiosamente, llamando fuertemente la atención e incidiendo sobre la inmigración, a la que criminaliza, siendo él mismo uno más de esos migrantes). Hasta el Papa Francisco criticó esta política: “Exhorto a todos los fieles de la Iglesia católica (…) a no ceder a narrativas que discriminan y causan sufrimiento innecesario a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados”.

En esa serie interminable de recortes y reacomodos que está teniendo lugar -en su mayoría relacionados con diversidad sexual, equidad e inclusión (DEI)- ya ha habido víctimas, como la Oficina de Protección Financiera del Consumidor -CFPB, por sus siglas en inglés- y, fundamentalmente, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, habitualmente conocida por su sigla inglesa: USAID. Están en la mira ahora el Pentágono, la CIA, y una serie de instancias gubernamentales -al menos 20-, cuestionadas por el Ejecutivo por ser, según su parecer, burócratas acomodados, corruptos en muchos casos, despilfarradores y un cáncer dentro del Estado. ¿Esa sería la causa del declive de la potencia, al igual que los inmigrantes indocumentados? Puros chivos expiatorios, obviamente. Se omite así la realidad: crisis del sistema capitalista global, crisis de la gran superpotencia porque llegó a su techo de crecimiento y gasta mucho más de lo que produce. Las motosierras solo crean más problemas sociales, no solucionan nada. O, si a alguien benefician, es a los grandes capitales privados, minúsculas élites en el mar humano.

De todos modos, como ya lo han indicado diversas voces autorizadas dentro de Estados Unidos, estos sangrientos recortes sin anestesia, que dejarán miles de desocupados, más la expulsión de inmigrantes indocumentados, que hará que falte mano de obra básica en ciertos rubros como agro, servicios y construcción, lo único que conseguirá será más problemas sociales domésticos, más pobreza, más empantamiento para la economía nacional. A lo que debería sumarse el aumento de precios que traerán los alocados aranceles que se está colocando a los productos provenientes de muchos países, lo cual solo generará más inflación dentro del país, que deberá pagar la ciudadanía. 

¿Qué sucederá si esto trae un gran aumento del malestar social en la población estadounidense? Como sucede en todo país capitalista, el Estado -siempre favorable a la clase dominante- no dudará en reprimir la protesta popular. Como bien lo expresa el Pulitzer Chris Hedges: “El arsenal de herramientas utilizadas para la dominación global -vigilancia a gran escala; desmembramiento de las libertades civiles (incluyendo el debido proceso, la tortura, la policía militarizada, el sistema penitenciario masivo, los drones y satélites militarizados)- se emplearán contra una población nerviosa y enfurecida”. Lo cierto es que, como en cualquier país donde se introdujeron las drásticas políticas neoliberales con achicamiento del Estado, en todos lados los únicos beneficiarios son las empresas capitalistas, que como buenos buitres carroñeros se apropiaron de los despojos estatales, privatizando todo lo privatizable. ¿La CIA privada? Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras.

Según el presidente, y también el Departamento de Eficiencia Gubernamental, en total sintonía por el jefe de Estado, el gobierno estadounidense está dilapidando demasiado dinero en muchas oficinas innecesarias, por lo que se vienen enormes recortes de personal y de presupuesto. Por lo pronto en la USAID, según lo anunciado por su virtual interventor, el Secretario de Estado cubano-estadounidense Marco Rubio, quedarían solo 294 empleados de los 10,000 que había hasta el momento. Parece que la motosierra está de moda, y muy operativa. 

Curiosamente también -más curiosamente que lo anterior- es que para Musk (¿un neonazi confeso?) esta agencia, oficialmente dedicada a la ayuda humanitaria, es una “bola de zurdos con políticas que van en contra de Estados Unidos”. Por cierto, Trump estimula generosamente esa motosierra dándole un total espaldarazo a su virtual “co-presidente”.

La USAID una “bola de zurdos”, “un nido de víboras marxistas de izquierda radical que odian a Estados Unidos” (sic): ¿chiste de mal gusto?, ¿un delirio esquizofrénico?, ¿nos volvimos todos locos? o, lo que parece más comprensible, una venganza política del mandatario -y su grupo de fanáticos seguidores- contra el partido Demócrata. Históricamente la USAID funcionó siempre como punta de lanza de la política exterior de Washington, más adversada por los republicanos, más estimulada por los demócratas. Según la periodista de investigación Mairead Elordi, durante las elecciones de 2024 los empleados de USAID donaron, a nivel individual, 377,000 dólares al partido Demócrata y solo 12,700 dólares al Republicano. Pero siempre, con cualquiera de las dos tradicionales administraciones de la Casa Blanca, esa agencia “humanitaria” fue la cara “amable” de la injerencia estadounidense en toda la faz del planeta, preparando golpes de Estado cuando le fue necesario, dividiendo la protesta popular, captando información sensible para las agencias de espionaje de Washington. Como se ha dicho en reiteradas ocasiones: “detrás de la USAID viene la CIA”, y detrás de ellas, las multinacionales estadounidenses haciendo sus negocios, arrasando los países donde entran. Y cuando es necesario: las tropas armadas hasta los dientes, salvadoras del american way of life

La USAID, al igual que la Alianza para el Progreso, o el Cuerpo de Paz, constituyen iniciativas del gobierno estadounidense surgidas inmediatamente después de la Revolución Cubana de 1959 -estas tres instituciones aparecen en 1961, bajo la presidencia de John Kennedy- para poner paños de agua fría en la siempre postergada -y convulsa- región latinoamericana, buscando que el ejemplo cubano no cundiera en el hemisferio. En otros términos, y tal como lo presenta un manual de inteligencia de Estados Unidos, estas iniciativas son “estrategias contrainsurgentes no armadas”. Para las armadas, ahí estuvo por años la Escuela de las Américas preparando militares golpistas de Latinoamérica, furiosamente anticomunistas, instruidos en la Doctrina de Seguridad Nacional y combate al enemigo interno. Su supuesta asistencia humanitaria y fomento al desarrollo son solo vacuas palabras que sirven para encubrir lo que en realidad representan: armas de control político-social, estableciendo una desvergonzada injerencia en los asuntos internos de los países donde actúa, siempre en función del proyecto imperial de la Casa Blanca, promoviendo el libre comercio y el beneficio de sus compañías privadas. 

Iniciada por Estados Unidos, seguida luego por Europa Occidental, la llamada “cooperación internacional” lo que menos tiene es, precisamente, cooperación. Es un sutil mecanismo de neocolonialismo, de sujeción político-ideológica impuesta a los países del Sur global. Si a alguien sirve, no es a los supuestos beneficiarios de las regiones más empobrecidas del planeta -más allá de alguna eventual ayuda humanitaria de emergencia- sino a las estrategias imperiales de dominación que impone el Norte próspero y desarrollado. Junto a esa presunta “cooperación”, donde los “donantes” imponen las agendas, priviene el saqueo, y en muchos casos, prepara condiciones para las intervenciones militares, encubiertas o descarnadamente abiertas: ayer, golpes de Estado sangrientos; hoy, golpes suaves, “civiles”, guerra jurídica. 

Al respecto, con mucha claridad la define el italiano Luciano Carrino: “La cooperación para el desarrollo humano persigue objetivos oficialmente declarados, pero sistemáticamente traicionados (…) Los datos sobre el uso global de los financiamientos de la cooperación parecen demostrar que menos del 7% total de las sumas disponibles es orientado hacia la ayuda a dominios prioritarios del desarrollo humano. El resto sirve para objetivos comerciales y políticos que van en el sentido contrario”.

La USAID mueve una gran suma de dinero; su misión oficial es pretendidamente altruista, ayudando con distintos proyectos en, al menos, 100 países de bajos recursos, en los campos de salud, educación, promoción de la democracia y los derechos humanos. Para el año 2023 manejó un presupuesto de 40,000 millones de dólares -el 42% de la ayuda humanitaria que se dio en el mundo, según datos de la ONU-, con una plantilla de 10,000 empleados (buena parte de ella destinada a Ucrania). Lo importante a destacar es que tras esa aparente imagen de solidaridad anida la penetración estadounidense en favor de su proyecto geo-hegemónico. Como se ha repetido hasta el cansancio: Estados Unidos no tiene amigos; tiene solo intereses. La USAID cumple perfectamente sus objetivos de penetración e injerencia en el resto del mundo, siempre a favor de las megaempresas norteamericanas, levantando el lema -hipócrita hasta los tuétanos- de la libertad y la democracia

Pero lo más curioso de todo este asunto es que se está recortando sin piedad una enorme cantidad de puestos públicos en nombre de la eficiencia y la transparencia, atacando de raíz la corrupción y el derroche (en forma de pomposa declaración, no más que eso) -que, por supuesto, como en todo país capitalista del mundo los habrá-, pero quienes están llevando a cabo esta presunta cruzada moralizante son los personajes más corruptos del actual elenco gobernante de la gran potencia.

Empezando por el presidente, Donald Trump, quien técnicamente es un reo convicto, juzgado y sentenciado por más de 20 ilícitos, incluyendo dos delitos federales muy graves: intento de golpe de Estado en 2021 y manejo ilegal de documentos oficiales secretos de seguridad nacional, por los que, apelando a nada transparentes manipulaciones jurídicas, no cumplió pena alguna y, pese a ello, pudo asumir la presidencia en el país que se jacta de ser el paladín universal de la democracia, la libertad y la no-corrupción. Valga agregar que todos los agentes judiciales que llevaron adelante esos juicios contra Trump (del partido Demócrata, en general), hoy están siendo cesanteados. ¿Y la democracia y la libertad? ¿Dónde está la lucha contra la corrupción y la impunidad?

Elon Musk, quien la emprende contra inmigrantes siendo él también uno de ellos, con un oscuro pasado en que saltó normas migratorias, se llena la boca hablando de combate a la corrupción y eficientizar la gestión pública a través de sangrientos recortes, mientras sus seis empresas -beneficiadas en todos los casos por no muy transparentes apoyos gubernamentales- (SpaceX, Tesla Inc., Tesla Energy, Neuralink, The Boring Company, X -ex Twitter-) se encuentran bajo investigaciones federales, por distintos tipos de quejas y violaciones cometidas, mientras once agencias federales mantienen medidas regulatorias sobre ellas, agencias que, “curiosamente”, habrán de serán investigados por el Departamento de Eficiencia Gubernamental para recortar su personal, con lo que las investigaciones y los casos en curso contra el anti-corrupto Musk y sus empresas podrán ser desestimadas. ¡Vaya lucha contra la corrupción!

Marco Rubio, Secretario de Estado ahora hablando de lucha contra la corrupción, fue acusado en numerosas ocasiones de recibir cuantiosos sobornos -como todos los “gusanos” de Miami, que hacen de la política un botín personal, llenándose la boca de democracia y atacando impiadosamente la Revolución Cubana-, y se le relaciona directamente con las corruptas ayudas prestadas a su cuñado, Orlando Cicilia, acusado de narcotráfico (al igual que la hermana de Marco, Bárbara Rubio), en nada transparentes negocios aprovechando su anterior posición de senador. 

Mauricio Claver-Carone, otro cubano-estadounidense y visceral enemigo de Cuba y Venezuela, a las que acusa de “dictaduras corruptas”, hoy titular del Departamento de Estado para América Latina, expulsado del Banco Interamericano de Desarrollo -BID- en 2022 (donde había sido impuesto por Donald Trump en su primer mandato, contrariando las normas vigentes que exigen un presidente latinoamericano, siendo él ciudadano estadounidense) por groseros actos de corrupción (aumentando en forma obscena el sueldo de su amante, también contratada en la institución, contraviniendo los reglamentos internos). 

No quedan dudas que el cierre -quizá temporal- de la USAID responde absolutamente a pugnas internas en la gran potencia, y no a una política de terminar el injerencismo en otros países. ¿Podrá ser todo ello preámbulo de enormes convulsiones domésticas que pueden llevar a severos enfrentamientos civiles en Estados Unidos? Por lo pronto, más allá de este cierre, que puede alegrar en cierto modo, porque se retira la presencia estadounidense descarada, los pueblos del mundo no pueden esperar el fin de la injerencia del Tío Sam. Si no es USAID, esa descarada intrusión tomará otro nombre, pero su esencia no ha de variar. ¿Podría acaso remotamente pensarse que un neonazi como Trump, convencido de la, según él, natural y predeterminada supremacía y excepcionalidad estadounidense, dejaría el campo expedito a sus rivales chinos y rusos retirando sus garras de todo el mundo quitando la “ayuda” de USAID? ¡Impensable!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.