Durante la década de 1980 las dictaduras militares de los años 70 fueron sustituidas por regímenes democráticos en América Latina, los cuales tuvieron que enfrentar los problemas de la deuda externa, acumulada por los militares mediante una práctica totalmente irresponsable de préstamos. El cambio de siglo significó para los latinoamericanos un nuevo cambio de rumbo, […]
Durante la década de 1980 las dictaduras militares de los años 70 fueron sustituidas por regímenes democráticos en América Latina, los cuales tuvieron que enfrentar los problemas de la deuda externa, acumulada por los militares mediante una práctica totalmente irresponsable de préstamos. El cambio de siglo significó para los latinoamericanos un nuevo cambio de rumbo, esta vez como reacción a las políticas económicas neoliberales que dominaron totalmente la década de 1990.
Mientras los años 90 conocieron una orientación hacia la derecha política en América Latina, los primeros años del siglo XXI han sido tildados de viraje hacia la izquierda. En realidad el llamado giro a la izquierda comenzó en 1998, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales en Venezuela con un 56,2 % de los votos emitidos [1] . Chávez constituía un tipo de político nada común en América Latina. De formación militar, había tratado de derrocar en 1992 al presidente de entonces, Carlos Andrés Pérez, que presidía un gobierno sumido en la corrupción.
El mismo año en que Hugo Chávez llegó al poder por medio de la consulta popular, se manifestaron abiertamente los signos de crisis económica en Argentina, país presentado precisamente en octubre de ese año como el mejor alumno en economía del Fondo Monetario Internacional (FMI) [2] . El presidente argentino Carlos Saúl Menem había seguido al pie de la letra las recetas económicas del Fondo y, al mismo tiempo, había desarrollado un sistema de corrupción internacionalizada, aprovechando los procesos de privatización para enriquecerse ilícitamente a sí mismo y a sus aliados políticos y económicos.
Los dos eventos − la llegada al poder de Chávez y la crisis argentina − son bien sintomáticos del cambio de clima que hubo en América Latina a partir de 1998.
La lucha por los recursos energéticos
Lo que actualmente une a los gobiernos latinoamericanos llamados de izquierda es sobre todo su lucha por el control nacional de los recursos energéticos: petróleo, gas y agua.
A título indicativo se puede mencionar que el 18 de julio de 2004 los bolivianos votaron en referéndum sobre el aprovechamiento de los recursos energéticos de su país. En una consulta popular muy concurrida más de un 80 % de los que participaron en el referéndum votaron a favor de la reestatización de YPFB (Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos), empresa que había sido privatizada unos años antes. El proceso privatizador de YPFB había favorecido a Enron, en una operación que en su momento fue criticada hasta por The Wall Street Journal, que opinaba que la compra había sido demasiado provechosa para esta empresa que unos años más tarde quebró en uno de los escándalos de corrupción más importantes de la historia del capitalismo.
El presidente boliviano de la época, Gonzalo Sánchez de Losada, hacía por su propia cuenta las negociaciones con Enron en los Estados Unidos, viajando a este país en aviones privados de la empresa. El acuerdo firmado fue declarado secreto.
En Bolivia se comenzó a decir que la privatización de los recursos energéticos del país no era otra cosa que engaño, robo y corrupción internacionalizada. Y cuando los EEUU hace unos años querían transportar gas boliviano [3] por puertos del norte de Chile, territorios que hasta la Guerra del Salitre (1879-1883) habían pertenecido a Bolivia, las reacciones no se dejaron esperar en una Bolivia que todavía reclama dichos territorios. La revuelta social dejó un saldo de 59 muertos y un presidente (Sánchez de Losada) en huida buscando refugio en EEUU (Vacaflor 2004).
Uruguay constituye otro ejemplo de país que lucha por el control de sus recursos naturales. Uruguay tiene cierta tradición de plebiscitos, por lo menos desde que en 1980, en plena dictadura militar, un 57.9 % de los votantes dijo un no rotundo al proyecto de Constitución que los militares mismos habían elaborado. Una mayoría del 72 % votó en 1992 contra cinco de los 32 artículos de la Ley de Privatizaciones, y en diciembre de 2003 el 62,2 % de los votantes se expresaron por el no a un contrato de joint venture (sociedad mixta con responsabilidades compartidas) entre empresas extranjeras privadas y Ancap, empresa estatal uruguaya productora y distribuidora de petróleo, alcohol y cemento. [4]
Al acudir a las urnas el 31 de de octubre de 2004, los uruguayos no sólo votaron por el próximo presidente, sino que también se pronunciaron sobre el proyecto de privatización de los recursos de agua en el país. Y mientras Tabaré Vázquez, del izquierdista Frente Amplio, salió electo presidente en la primera vuelta con alrededor del 51 % de los votos emitidos, en el plebiscito sobre el agua un 64,5 % de los votantes decidieron que el agua no se iba a privatizar.
Este último plebiscito significó un serio revés para las empresas extranjeras que últimamente han hecho lo posible − y lo imposible − por llegar a controlar los recursos del agua en Uruguay. Lo mismo han hecho estas empresas por conseguir el control del llamado acuífero guaraní, una de las zonas subterráneas de agua más abundantes del mundo y que se extiende por Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay [5] .
La integración latinoamericana
El presidente venezolano, Hugo Chávez, desempeña un papel fundamental en la lucha por los recursos energéticos poniéndola en un contexto político latinoamericanista. Venezuela suministra petróleo a Cuba, y a cambio de maquinaria y productos agrícolas Venezuela ha ofrecido petróleo y expertos petroleros a Argentina y Uruguay. Chávez también ha tomado una iniciativa para colaborar con Argentina y Brasil en el campo de la energía atómica. [6] En abril de 2007 doce mandatarios sudamericanos se reunieron en la Isla Margarita, Venezuela, para participar en la primera Cumbre Energética Suramericana, cuya agenda estaba centrada en la integración energética, los biocombustibles y la construcción del llamado Gasoducto del Sur (Clarín 2007).
El gran inspirador de esta política latinoamericanista es el libertador Simón Bolívar (1783-1830), quien era venezolano como Chávez. Este último ha adoptado la idea bolivariana de la integración latinoamericana, con vistas especialmente a frenar y contrarrestar el dominio de EEUU en el continente americano. [7] En la cumbre de las Américas de Mar del Plata (Argentina) en noviembre de 2005 Hugo Chávez, fiel a su ideología bolivariana y latinoamericanista, fue quien con más ahínco se opuso al proyecto estadounidense del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), cuya idea fue lanzada por George Bush (padre) en 1990 y cuyo lanzamiento como propuesta oficial tuvo lugar en la cumbre de la OEA (Organización de Estados Americanos) en Miami en 1994. [8] En sustitución del ALCA panamericanista Chávez ha lanzado su ALBA latinoamericanista (ALBA − Alternativa Bolivariana de las Américas).
Con una superpotencia, EEUU, empantanada en su desastrosa política en Oriente Medio, muchos países latinoamericanos han aprovechado la ocasión para distanciarse del país que desde fines del siglo XIX ha considerado a todo el subcontinente como su patio trasero. No sólo se trata de distanciamiento, sino también de la creación de un espacio independiente a partir del cual América Latina hace sus propias alianzas con el mundo, especialmente Europa y Asia.
En este contexto la integración latinoamericana significa para Washington un mundo fuera de control, sobre todo en materia de recursos energéticos, que es de lo que se trata principalmente en los asuntos exteriores de Estados Unidos en nuestra época (Chomsky 2006). Venezuela, primer productor de petróleo de América Latina, tiene la ambición de aumentar considerablemente su exportación de petróleo a China, en un intento de reducir su propia dependencia económica con respecto a Estados Unidos, país que tiene una posición abiertamente hostil hacia el gobierno de Chávez. Últimamente Venezuela también ha ingresado como miembro pleno del Mercosur (conformado además por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), hecho que para el presidente brasileño Lula es considerado como «un nuevo capítulo en la integración de América Latina».
En abril de 2007 se celebró en Venezuela la I Cumbre Energética Suramericana llegándose a un consenso básico sobre un gran tratado energético para la región, el cual incluía de manera complementaria los hidrocarburos, los llamados biocombustibles, la hidroelectricidad, amén de distintas formas de energías alternativas, como la eólica y la solar. En la misma cumbre los países asistentes adoptaron una nueva denominación para el mecanismo diplomático: Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) (Hernández 2007).
El filósofo italiano Toni Negri ha dicho a propósito del desarrollo político de los últimos años que «por primera vez parece que América Latina no es el patio trasero de los Estados Unidos». [9] Esto se nota también en los esfuerzos que hacen los distintos países latinoamericanos por diversificar sus relaciones económicas y comerciales. País tras país han firmado acuerdos comerciales con China, Japón y Rusia, además de las relaciones ya existentes con la Unión Europea y, mediante acuerdos bilaterales, entre países latinoamericanos y países europeos (Chomsky 2005).
De esta manera la integración latinoamericana se proyecta no sólo como defensa contra las ofensivas estadounidenses, sino también con programas propios de colaboración mutua y con países de otros continentes.
− ¡Que se vayan todos!
Hace poco la desconfianza de los pueblos latinoamericanos respecto a las autoridades alcanzó niveles nunca antes vistos en el subcontinente, cosa que se manifestaba en la falta de adhesión y apoyo a los partidos políticos. Se han visto incluso muchos casos de políticos renegando de sus propios partidos y tomando posiciones individuales en asuntos políticos. En los últimos años esto ha sido muy patente en Brasil y en Bolivia, países en los que grupos de políticos hasta se reúnen al margen del látigo del partido. A estos políticos sin lealtad partidaria se les llama transversales en Bolivia. [10]
En Brasil esta práctica ha tenido consecuencias especialmente dramáticas, debido a que el actual gobierno de Brasil, el de Luis Inacio Lula da Silva, se presentó para las elecciones de 2002 teniendo a la ética en asuntos políticos como uno de sus estandartes. Sin embargo, después de las elecciones el PT (Partido dos Trabalhadores) hizo una alianza con el Partido Liberal (PL) de centro-derecha, alianza que sería nefasta para la credibilidad del PT, ya que el PL estaba desde hacía tiempo acostumbrado a las prácticas corruptas, y los políticos liberales no estaban para nada dispuestos a renunciar a sus privilegios y a sus prácticas corruptas. Las acusaciones de corrupción dirigidas contra el gobierno de Lula hay que verlas en este contexto, pero de todas maneras han sido muy dañinas para la imagen del presidente y su partido. Este también se ha dividido en distintas fracciones a raíz de las prácticas mencionadas y por lo que algunos consideran un viraje a la derecha en la política llevada a cabo en Brasil. [11] A pesar de todo, Lula fue reelecto para un nuevo mandato presidencial en 2006 consiguiendo un total de 58 millones de votos o el 60,8 % contra el 39,2 % de su adversario, el socialdemócrata Geraldo Alckmin (Cantelmi 2006).
Donde más claramente se manifestó el descontento con las autoridades fue en Argentina con motivo de la crisis financiera y la consiguiente explosión social que hubo en dicho país en diciembre de 2001. «¡Que se vayan todos!» fue el grito popular unánime que allí se escuchaba con clara referencia a todo el establishment, desde los políticos y ejecutivos tradicionales hasta el capital internacional y la alta jerarquía del poder judicial. [12] «¿Contra quién vas a votar?», se preguntaban irónicamente los argentinos en vísperas de las elecciones presidenciales en mayo de 2003.
El mismo mecanismo se puso de manifiesto en México con motivo de las elecciones que se celebraron allí en julio del 2006. El escepticismo generalizado hacia todos los políticos se hizo patente en la pluma del subcomandante Marcos del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional), quien en un artículo periodístico de agosto de 2005 atacó duramente no sólo a los candidatos de los partidos tradicionales (PRI y PAN), sino también a Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial del izquierdista PRD. [13]
Lo que más que nada le preocupa al subcomandante Marcos es la existencia de políticos corruptos − o al menos de dudosa reputación − que se apuntan en los partidos de izquierda cuando éstos aparecen con posibilidades de ganar. [14] Fueron en primer lugar políticos de este tipo los que a mediados de la década de 1990 echaron a perder al izquierdista FrePaSo en Argentina. El FrePaSo era un proyecto político que iba viento en popa hasta que políticos corruptos del peronista PJ (Partido Justicialista) y de la UCR, de orientación socialdemócrata, se adhirieron al frente buscando una nueva plataforma política, especialmente en las provincias. [15]
Este tipo de oportunismo político explica también parte del problema de Lula en Brasil, en un país donde la corrupción ha sido moneda corriente durante las últimas décadas en los partidos tradicionales.
En busca de integración social
La llamada nueva izquierda latinoamericana en sus rasgos generales es bien distinta de la izquierda que hubo en América Latina en los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando predominaban las ideologías, sobre todo las marxistas en sus distintas facetas. El origen de la nueva izquierda difícilmente se puede decir que sea ideológica, ya que mientras que hace 40-50 años se aspiraba a cambiar las estructuras políticas y económicas de la sociedad, hoy los movimientos de base fundamentalmente reclaman la incorporación a una sociedad que va marginando a sectores cada vez más importantes de la población.
Los grupos de «piqueteros» en Argentina, por ejemplo, surgieron de entre desocupados que habían perdido su trabajo en la industria del petróleo y otros sectores económicos, debido a que las empresas, con tal de bajar los costos, cerraban fábricas para trasladar las actividades a lugares y países de salarios más bajos y menores costos de producción (Chesnais/Divès 2002:144-145).
En Nicaragua se nota de manera muy patente el cambio de clima para la izquierda latinoamericana desde 1990. En las elecciones presidenciales de noviembre de 2006 salió ganador Daniel Ortega, ex dirigente guerrillero y presidente del país durante la llamada Revolución Sandinista (1979-1990). Su partido, el FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), mientras tanto, había aceptado una alianza con sus antiguos enemigos somocistas del PLN (Partido Liberal Nacionalista) y juntos habían enarbolado la bandera del perdón. Con las promesas de trabajo, paz y reconciliación Ortega por fin ganó las elecciones en 2006 luego de haber perdido tres veces consecutivas (1990, 1996 y 2001) (Monedero 2007).
Donde sí hay un fuerte vínculo con el pasado es en Uruguay, donde el gobernante Frente Amplio reúne a muchos políticos que militaban en distintos grupos y partidos ya en las décadas de 1960 y 1970. No obstante, en el caso uruguayo se notan claramente las diferencias para con esa época anterior. Los guerrilleros tupamaros, que en los años 60, bajo la influencia de la Revolución Cubana, luchaban armas en mano para terminar con el sistema capitalista, hoy se conforman con luchar, desde el aparato del Frente Amplio o desde su banca como elegidos del pueblo, por una sociedad más justa, con una nueva distribución de los recursos a favor de los grupos desfavorecidos de la sociedad. En Cuba también ha habido cambios: la economía se ha liberalizado, aunque los esfuerzos distributivos de los recursos siguen dando la nota principal en lo económico.
Este es hoy un punto de partida muy razonable, sobre todo teniendo en cuenta que en general se vive una etapa en que la brecha entre ricos y pobres se va ahondando, como consecuencia de una política económica neoliberal, que ha sido favorable a los intereses financieros nacionales e internacionales. El sociólogo francés Alain Touraine sostiene que éste es el aspecto más importante de la sociedad latinoamericana de hoy y que «Esta incapacidad de transformar el aspecto más importante de la organización de la sociedad, así como el hecho de asegurar una integración creciente de la población dentro del sistema político, genera las condiciones favorables para una vuelta al modelo populista» (Touraine 2006:2).
No obstante, aunque según Touraine la ola neopopulista hoy por hoy cubre buena parte del subcontinente latinoamericano, no es la tendencia predominante. Hugo Chávez en Venezuela es considerado por muchos como un típico ejemplo del llamado neopopulismo, pero Touraine afirma que detrás del líder venezolano se encuentra el movimiento altermundialista − movimiento que antes se llamaba antiglobalizador − y que éste tiene cierto control, aunque ni de lejos el control completo, sobre las actividades de base en Venezuela (Touraine 2006:2).
Estos movimientos de base constituyen precisamente un punto que tienen en común muchos de los países que en los últimos años han dado un viraje a la izquierda políticamente hablando. En Venezuela los movimientos de base, especialmente los círculos bolivarianos, son el apoyo principal de Hugo Chávez y en Brasil el Movimiento de los Sin Tierra ha desarrollado distintas formas de acción colectivas y ha llegado a combinar el principio de la democracia participativa con el del presupuesto participativo.
En Argentina los «piqueteros» se han organizado en pequeños grupos que no sólo preparan sus acciones de quema de neumáticos para obstaculizar el transporte, sino que también organizan ollas populares para la población más carenciada y hacen recolectas por ejemplo de material escolar para las escuelas públicas. Uruguay tiene mucha experiencia de luchas populares, y en los últimos años destaca la movilización popular para detener los procesos de privatización de las fuentes de energía así como para recuperar los derechos laborales en un país que fue uno de los pioneros a nivel mundial en el plano de la legislación social y laboral.
Las organizaciones indígenas han cargado con el peso más importante en el giro político operado en Bolivia, y la elección de Evo Morales [16] como presidente del país señala claramente que por ahora dicha lucha ha sido coronada con un éxito por lo menos parcial. En México es impresionante ver, según Alain Touraine, en el ambiente universitario − particularmente en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) de la capital − el altísimo número de grupos de acción formados por estudiantes que van al campo o a la sierra a trabajar políticamente (Touraine 2006:2-3). Además, en el sur de México tenemos el caso del EZLN en el que la participación política de base es fundamental.
Como consecuencia de este último punto podemos afirmar que, además de la integración latinoamericana, la nueva izquierda tiene como meta también la integración social en los distintos países. Esta integración social se ve, sin embargo, dificultada por la acumulación de la riqueza en los grupos dirigentes.
Queda por ver si el gran abanico de movimientos de base puede cuajar en una estrategia común de poder. Como dice Germán Rey, experto en política y comunicación, en una entrevista en la que habla del papel de los movimientos sociales y sus limitaciones: «…si estamos hablando de política estamos hablando de poder» (Uranga 2006). Y todavía no se vislumbra en las organizaciones sociales, civiles, ciudadanas y de protesta una fuerza capaz de transformar significativamente las estructuras fundamentales de la sociedad. Quizás aquí resida por ahora el punto débil de las protestas contra el establishment político y económico del que tanto se desconfía en América Latina.
Contra el neoliberalismo y con nuevos grupos sociales al poder
Un estudio a nivel mundial hecho por el Center for Economic and Policy Research de Washington (Estados Unidos) muestra que 25 años de neoliberalismo han dado un crecimiento económico claramente inferior al de épocas anteriores, en contra de lo que en general se cree. [17]
Los datos presentados indican un descenso en indicadores sociales tales como esperanza de vida, mortalidad infantil y la parte del PNB (Producto Nacional Bruto) que se dedica a educación. Los autores del estudio señalan que América Latina ha sido particularmente golpeada por las recetas neoliberales. Donde más efectos negativos se han sentido es en Argentina, país que en los años 1975-2002 vio reducido su PNB per capita en un 0,5 % medio por año. A título comparativo, las tres décadas de 1945-1975 experimentaron un crecimiento del PNB del orden del 2 % anual en Argentina.
Se subraya en el estudio que durante los años 1980-2005 se firmaron en América Latina más de 80 acuerdos de intención con el FMI (Fondo Monetario Internacional), acuerdos que conllevan intereses altos para los distintos países, así como una reducción en los presupuestos sociales y distintas formas de privatización, liberalización y desregulación. Más claramente que en cualquier otra parte del mundo se han experimentado en América Latina los efectos negativos de la economía neoliberal. De ahí que los candidatos de la nueva izquierda latinoamericana conciban sus campañas principalmente en contra del neoliberalismo y en varios casos con una política de reestatización de sectores esenciales de las economías nacionales.
Hay, por cierto, diferencias significativas entre los que comúnmente se cuentan como integrantes de la nueva izquierda latinoamericana, desde el radicalismo retórico y combativo de Hugo Chávez (Venezuela), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador) y por supuesto los hermanos Fidel y Raúl Castro (Cuba), pasando por el grupo más moderado de Lula (Brasil), Kirchner (Argentina), Tabaré Vázquez (Uruguay) y Daniel Ortega (Nicaragua), hasta el pragmatismo político y económico de Michelle Bachelet (Chile), Alan García (Perú) y Oscar Arias (Costa Rica). En esta situación los EEUU están maniobrando para aliarse con los más moderados − desde Bachelet hasta Lula − para poner un dique al radicalismo político de los Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa. [18] También los gobiernos de otros países latinoamericanos en algunos casos concretos acercan sus posiciones a estos grupos que en conjunto se llama la nueva izquierda latinoamericana. Esto se vio por ejemplo en la I Cumbre Energética Suramericana en abril del 2007, en la cual se firmó la Declaración de Margarita (Hernández 2007).
De todas maneras, el fracaso del neoliberalismo significa un serio revés para los grupos que tradicionalmente han estado en el poder en América Latina, y esto a pesar de que gobiernos conservadores y pronorteamericanos se mantienen en el poder en varios países, entre ellos Colombia y México. Grupos sociales que antes estaban prácticamente excluidos de los centros del poder político, ahora han llegado a ocupar la presidencia en varios países:
• la clase obrera, con la emblemática victoria del ex lustrabotas Lula en Brasil;
• las mujeres, con la victoria de la socialista Michelle Bachelet en Chile;
• y los indígenas, para los que la victoria de Evo Morales en Bolivia ha sido un paso más hacia su aceptación como ciudadanos activos también en la política.
Es cierto que ha habido presidentes mujeres y presidentes indígenas antes en la historia latinoamericana, pero lo que llama la atención en la actualidad es que hay una tendencia acentuada hacia la participación plena de estos sectores en la vida política y en el poder político.
Nuestro análisis de la nueva izquierda latinoamericana y de las realidades actuales del subcontinente, nos permite concluir con una mención de los puntos esenciales de dicha izquierda en la actualidad y muy probablemente en los años por venir:
• lucha por los recursos propios (especialmente los energéticos);
• política económica contraria al neoliberalismo;
• diversificación de las relaciones comerciales con el exterior;
• política de integración latinoamericana;
• promoción de una política favorable a la integración social; y
• tendencia generalizada a llevar a nuevos grupos sociales al poder político.
La nueva izquierda latinoamericana se caracteriza, a grandes rasgos, por estos puntos concretos, más que por una definición ideológica, de la índole que sea.
Bibliografía
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Johannes Nymark es especialista en América Latina y se desempeña como profesor e investigador en la Universidad Noruega de Ciencias Económicas y Empresariales (NHH) en Bergen, Noruega. Además de una gran cantidad de artículos científicos y periodísticos sobre América Latina, el profesor Nymark ha escrito el libro «Historia de España y de Hispanoamérica» (Fagbokforlaget, Bergen, Noruega, 1994).
[1] Para una bibliografía sobre Hugo Chávez se puede consultar www.en.wikipedia.org/wiki/Hugo_Chavez.
[2] El escritor y periodista argentino Marcelo Bonelli (2004:77-82) tiene una vívida descripción de la manera como el entonces presidente argentino, Carlos Menem, fue presentado a la Asamblea General del FMI en octubre de 1998.
[3] La información sobre el gas boliviano se ha sacado principalmente de Vacaflor (2004).
[4] Secretan (2004) presenta un análisis de los plebiscitos en Uruguay durante las últimas décadas.
[5] Fernández (2006) da una pequeña introducción a la problemática del acuífero guaraní.
[6] A consultar Piqué (2005) para los proyectos de colaboración entre Venezuela y Argentina, el diario catalán Avui (04.10.2005) respecto a la cooperación de Venezuela y Brasil, y el diario mexicano La Jornada (11.08.2005:25), el cual hace mención de los proyectos de cooperación entre Venezuela y Uruguay.
[7] En este contexto resulta interesante consultar la nueva Constitución venezolana (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela).
[8] La Cumbre de las Américas tuvo mucha publicidad en noviembre de 2005; consulten por ejemplo Braslavsky (2005). Las Cumbres de las Américas son organizadas por la OEA, organización de la que Cuba fue excluida en 1962 por iniciativa de los Estados Unidos.
[9] En una entrevista que le hizo Gago (2005) a Negri para el diario argentino Página 12.
[10] Para un análisis de políticos que actúan al margen de los partidos políticos, consulten Ramonet (2005) por lo que respecta a Brasil y Pomeraniac (2004) en cuanto a Bolivia.
[11] Ramonet (2005) presenta un resumen claro y conciso de los problemas actuales de Lula como consecuencia de su política de alianzas con la derecha política.
[12] En Chesnais/Divès (2002:40-54) hay un análisis pormenorizado del derrumbe financiero y la explosión social en Argentina a finales del 2001.
[13] PRI (Partido Revolucionario Institucional) es el partido que nació a raíz de la Revolución Mexicana (1910-1917) y que se mantuvo en el poder sin solución de continuidad en la época de 1929-2000, los primeros años con otro nombre. PAN (Partido de Acción Nacional) es un partido de orientación derechista que en el año 2000 rompió el monopolio de poder del PRI, instalando en el poder a Vicente Fox. En las elecciones presidenciales de 2006 ganó el candidato del PAN, Felipe Calderón, con un margen sumamente estrecho por delante del PRD (Partido de la Revolución Democrática), partido que se sitúa en la izquierda de la política mexicana y que impugna el resultado de las últimas elecciones alegando irregularidades y fraude electoral. Asimismo, el candidato del PRD, Andrés Manual López Obrador, está llevando a cabo lo que llama un gobierno paralelo.
[14] La posición del EZLN aparece claramente en un escrito del subcomandante Marcos (2005).
[15] El FrePaSo (Frente País Solidario) se unió a fines de la década de 1990 en una alianza (llamada precisamente la Alianza) con la UCR (Unión Cívica Radical). La Alianza ganó las elecciones llevando al poder en 1999 a Fernando de la Rúa, pero se rompió al año siguiente al dimitir de su cargo el vicepresidente Carlos Chacho Álvarez en medio de una crisis desatada por la implicación de senadores del FrePaSo en asuntos de corrupción.
[16] Para más información sobre Evo Morales se puede consultar Bruschtein (2005).
[17] La información referida está sacada de Zlotogwiazda (2005), quien reseña el estudio hecho por Weisbrot, Baker & Rosnick (2005).
[18] Son significativas en este sentido las visitas que les hizo el presidente estadounidense, George W. Bush, a los presidentes de Argentina y Brasil inmediatamente después del fracaso de la Cumbre de las Américas en Mar del Plata (Argentina) en noviembre de 2005. En dichas visitas Bush trató de contrarrestar el protagonismo de Chávez en la reunión de Mar del Plata.