El mes del pueblo afroecuatoriano se celebra cada octubre como una oportunidad para visibilizar las contribuciones y la historia de resistencia de las personas afrodescendientes en Ecuador frente a la exclusión y el racismo. Esta conmemoración invita a reflexionar sobre las injusticias históricas y contemporáneas que han afectado a esta población, cuya magnitud ha sido subestimada en los datos oficiales recientes. Según el último censo, se afirma que el 4,8% de la población del Ecuador se identifica como afroecuatoriana. Sin embargo, este porcentaje no refleja de manera precisa la realidad, pues se sabe que la población afrodescendiente es considerablemente mayor.
Este último censo fue realizado apresuradamente y en medio de una de las mayores crisis de violencia que ha soportado el país, lo que llevó a que muchos sectores donde habita la población afroecuatoriana no fueran censados adecuadamente. Estos sectores, considerados de alto riesgo por su supuesta peligrosidad, quedaron fuera del proceso de recolección de datos, lo que afectó directamente los resultados y dio una imagen distorsionada de la cantidad real de afroecuatorianos en el país.
Este subregistro tiene implicaciones profundas, ya que invisibiliza aún más a una población que históricamente ha sido marginada y excluida. Las políticas públicas, las asignaciones de recursos y la visibilidad en el debate nacional dependen en gran medida de la calidad de los datos censales. Al no contar con cifras que reflejen fielmente la realidad, la comunidad afroecuatoriana queda en una posición de mayor vulnerabilidad frente a la discriminación y la exclusión.
La presencia de la comunidad afroecuatoriana tiene raíces profundas en la trata trasatlántica de las personas esclavizadas, que trajo consigo siglos de opresión y resistencia. Desde el momento en que llegaron a estas tierras, los afrodescendientes resistieron activamente. Los hombres y mujeres, esclavizados que lograban escapar de la opresión y se refugiaban en las montañas, formaron los Palenkes comunidades libres que desafiaban el sistema colonial y esclavista. El líder más sobresaliente de estas luchas fue Alonso X, el Cimarrón. A este gran hombre no podemos seguir llamándolo con el apellido de su esclavizador; él siempre fue un hombre libre, y por eso lo bautizamos con la «X», una variable que simboliza su verdadera identidad de un ser libre e independiente por su rebeldía. Alonso X es el fundador del Palenque Libre de los Zambos, que se convirtió en el primer territorio independiente en las Américas, mucho antes de otros movimientos independentistas. Ubicada en lo que hoy es Ecuador, esta comunidad cimarrona en Esmeraldas representó la capacidad de los afrodescendientes para organizarse, resistir y reclamar su libertad, y debe ser un ejemplo de orgullo para todos los ecuatorianos.
La importancia de la rebelión de Alonso X, y los cimarrones no puede subestimarse. Su lucha estableció el precedente de la resistencia afrodescendiente en Ecuador y en toda América Latina. Es esencial recordar que no hubo lucha libertaria en Ecuador, ni en ninguna parte del continente, donde los afrodescendientes no estuvieran peleando por su libertad. Los afroecuatorianos participaron en todas las guerras de independencia, contribuyendo a la construcción de la nación ecuatoriana, aunque su papel ha sido muchas veces olvidado o relegado en la historia oficial. Las luchas de la comunidad afroecuatoriana no se limitan al pasado. Hoy en día, los afrodescendientes continúan enfrentando discriminación racial y exclusión social de manera constante. A pesar de los avances legislativos y las políticas de derechos humanos, la desigualdad persiste en áreas clave como el acceso a la educación, el empleo y la salud.
El racismo estructural sigue afectando profundamente a la comunidad afroecuatoriana. La invisibilización de las problemáticas raciales en la agenda pública del Ecuador es un obstáculo significativo, ya que perpetúa la exclusión estructural y dificulta el camino hacia una verdadera equidad. Mientras la mayoría de las instituciones del país continúen ignorando las necesidades específicas de la población afroecuatoriana, la lucha por la igualdad y la justicia social seguirá siendo una tarea pendiente. A pesar de los desafíos, la comunidad afroecuatoriana ha hecho importantes contribuciones a la identidad nacional en diversos campos, destacándose en la cultura, el deporte, la política, las artes y la medicina ancestral. En el ámbito cultural, las comunidades afro han enriquecido la música tradicional con ritmos como la marimba y la bomba. La marimba, interpretada magistralmente por figuras como Papá Roncón, ha sido reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, consolidando su legado en la cultura ecuatoriana.
El aporte afroecuatoriano también se destaca en el deporte, con atletas de renombre como Antonio Valencia y Ángela Tenorio, quienes han llevado el nombre de Ecuador a escenarios internacionales. En la política, la voz valiente de Jaime Hurtado González se alzó como un líder nacional, luchando por los derechos de los más desfavorecidos. En las artes, la literatura y las ciencias, la comunidad afro ha dejado una huella indeleble, demostrando su ingenio y creatividad, siguiendo las huellas indomables de figuras como Juan García Salazar y el Abuelo Zenón.
Además, las mujeres afrodescendientes han jugado un papel crucial en la preservación de los saberes ancestrales. Las mujeres organizadas en la CONAMUNE son guardianas de la medicina tradicional y el cuidado comunitario, fundamentales en la resistencia cultural. Estas mujeres representan a las sanadoras que protegen y transmiten la identidad y las luchas afroecuatoriana de generación en generación, fortaleciendo sus lazos con el territorio y sus raíces. El racismo estructural sigue afectando de manera desproporcionada a la comunidad afroecuatoriana. Las estadísticas muestran que la pobreza impacta más a las personas afrodescendientes que al promedio nacional, enfrentando barreras de acceso a servicios públicos básicos como la salud y la educación. El mercado laboral es otro ámbito donde la discriminación se refleja: muchos afroecuatorianos son relegados a empleos de menor remuneración y enfrentan dificultades para acceder a posiciones de liderazgo. En el contexto de la educación, los estereotipos y el racismo en las aulas limitan el desarrollo pleno de los jóvenes afroecuatorianos, reforzando un ciclo de exclusión y marginación. A pesar de los esfuerzos de organizaciones etnoeducativas que están promoviendo una educación inclusiva y antirracista, aún queda mucho por hacer para erradicar estas prácticas.
El mes del pueblo afroecuatoriano no solo es una oportunidad para reflexionar sobre el pasado, sino también para construir un futuro más justo y equitativo. Es imperativo que se desarrollen políticas públicas inclusivas que combatan el racismo, promuevan la representación de los afroecuatorianos en todos los niveles de la sociedad y reconozcan su rol como agentes de cambio social. Al mismo tiempo, la comunidad afroecuatoriana continúa organizándose para exigir justicia y equidad. Movimientos sociales, culturales y políticos liderados por afrodescendientes están ganando terreno en su lucha por un país que no solo celebre su diversidad, sino que también garantice la igualdad de oportunidades para todos.
El Abuelo Zenón nos enseña que “los actos de resistencia de los mayores no son un peso muerto”. Esto implica que cualquiera puede desenterrar esos actos de resistencia y utilizarlos como herramientas en el presente. Sin embargo, ese acto de resistencia debe nacer en la memoria de quien lo desentierra. Palabras del Abuelo Mayor Juan García Salazar.
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