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Agujero negro… (como el de Chevron-Texaco)

Fuentes: Rebelión

Detrás de la puerta hay un agujero. Detrás del agujero está Chevron. Detrás de Chevron hay mucho dinero. Detrás del dinero están los niños bien o los que se creen bien, o los que aspiran a ser bien. Detrás de los niños bien hay muchas historias. Detrás de las historias hay muchos farsantes. Detrás de […]

Detrás de la puerta hay un agujero. Detrás del agujero está Chevron. Detrás de Chevron hay mucho dinero. Detrás del dinero están los niños bien o los que se creen bien, o los que aspiran a ser bien. Detrás de los niños bien hay muchas historias. Detrás de las historias hay muchos farsantes. Detrás de los farsantes siempre hay excusas. Detrás de las excusas hay algunos odios, algunas ingenuidades y algunos intereses. Detrás de los intereses están los que se ríen. Detrás de los que se ríen están los que son utilizados. Detrás de los que son utilizados están los pobres diablos. Detrás de los pobres diablos, están los dioses más bien ricos. Detrás de los dioses hay una zanja. Detrás de la zanja está el camino. Detrás del camino está la muerte. De esa no se escapa nadie: ni los que están detrás ni los que están delante, ni los niños y las niñas bien, ni los que creen ser o quieren ser niños a o niñas bien, ni los farsantes buenos o malos, grande o pequeñitos.

Pero ya que estamos aquí, abramos un paréntesis (Luego del ataque de Colombia en Angostura vino un señor y me entregó un análisis del hecho para que me informe sobre la situación. Cuando leí el tan mentado análisis, me di cuenta que lo había leído antes. Pensé que tal vez era un fenómeno parasicológico, pero seguí leyendo. Al seguir leyendo me di cuenta que conocía esa gramática. Pensé que tal vez se trataba de un delirio, pero seguí leyendo. Al seguir leyendo me di cuenta que era algo escrito por mi un año antes. El analista tan zagas, tan conocedor de la coyuntura, tan investigador, tan inteligente, había utilizado un análisis mío hecho un año antes, que además estaba en un libro. De tan inteligente, no solo que no mencionó el crédito sino que lo asumió como un análisis suyo del momento, para explicar la coyuntura post Angostura. Pero esto no importa, es un ejemplito de los cientos y cientos de cuentos de farsantes. Son tantos y tantos. Como el de aquel que le cobraba a los bomberos por hacer chistes. O el de uno y otra que ponen hijos, hijas o yernos en las embajadas y hablan de corrupción. O el que es abogado de las petroleras. O el pariente del abogado de las petroleras. O el ministro que fue abogado de las petroleras. O… son tantos y tantos que habría que escribir el libro de la farsa eterna. De farsantes minúsculos y farsantes grandotes.) ¿Graciosos no? Es que los farsantes son graciosos. Pero más graciosos son los que utilizan sus análisis y quieren que los otros crean en ellos. Y más todavía, los que abrimos un paréntesis como este a los farsantes.

Mejor regresemos a lo que estábamos. ¿Qué era? Ahhhh, que de la muerte no se salvan ni las escusas ni los excusados o los que se excusan o los que se esconden detrás las excusas, ni los ingenuos o ingenuas bien vestidos, ni las ranitas de la selva, ni los delfines rosados, ni los periodistas bien encuadernados, ni los traidores conscientes o inconscientes, ni los cuenteros estén en el lado que estén, ni los que se aprovecharon de un lado y ahora intentan aprovecharse del otro, ni los dioses de la siesta, ni los diablos del desayuno. Con la muerte no hay excusas. Tarde o temprano llega, pero Chevron seguirá ahí, en cualquier lado, con ese nombre o con otro, y el imperio seguirá ahí con el mismo nombre o con otro tal vez un poco venido a menos o a más (depende de cómo se le mire o quien lo analice), y los hijos de los niños bien seguirán siendo bien, así hablen de los delfines rosados y las mariposas amarillas… pero no cambiarán el mundo porque son muy dependientes de su propia historia, de su clase. Nadie lo cambiará, tampoco los obreros que esperan un lugar en el mercado, ni los de clase media que esperan un lugar en Chevron, Microsoft, Wall Street o alguna otro cartel de prosperidad, ni las izquierdas que esperan un lugar a la derecha, ni los filósofos del caos que esperan un lugar en la Edad Media, ni los defensores de utopías que esperan un lugar en la oficina, ni los revolucionarios de la superación personal que esperan un lugar en la autoayuda…

El mundo terminará un día en un agujero negro, tal vez de agua con petróleo como esos agujeros que dejó Texaco en la Amazonía… En fin… perdón… El Fin…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.