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Agustín Goenaga, la gran promesa de la narrativa mexicana

Fuentes: El Clarín de Chile

La frase negra (Ediciones Era, 2007) es la ópera prima de Agustín Goenaga (México DF, 1984) el tiempo le dará la razón al editor Marcelo Uribe cuando sugiere que la referida novela: «promete convertirse en una nueva ruta de la narrativa mexicana y, al mismo tiempo, tendiendo puentes con clásicos como Bajo el volcán, de […]

La frase negra (Ediciones Era, 2007) es la ópera prima de Agustín Goenaga (México DF, 1984) el tiempo le dará la razón al editor Marcelo Uribe cuando sugiere que la referida novela: «promete convertirse en una nueva ruta de la narrativa mexicana y, al mismo tiempo, tendiendo puentes con clásicos como Bajo el volcán, de Malcom Lowry». El periódico La Jornada, en su edición del pasado 2 de septiembre, publicó un adelanto con autorización de la editorial Era.

Agustín no aparenta sus 23 años de edad, lo veo mayor, con voz madura habla de sus largas estancias en Canadá y Finlandia como si se tratase de un viejo diplomático, además conversa sobre teoría literaria tal catedrático de posgrado. ¿Será la expresión sombría debajo de sus espejuelos?

La charla transcurre en un desayuno tapatío, cigarro y café mediante; nos invitó Marianna Palerm, responsable de derechos de autor de la editorial Era. El Clarín.cl presenta en exclusiva la trascripción de la última entrevista de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara sobre una novela memorable por su estructura compleja y onírica.

MC.- Un exponente del crack, Pedro Ángel Palou dice que la FIL «es nuestro zoológico más rentable… muchos van a ver y los más a que los vean» dejemos de lado toda la parafernalia que envuelve la FIL, sus veladas en el bar Veracruz y los cócteles de las editoriales, mi pregunta concreta es, ¿para ti la FIL es un amuleto precoz o la iniciación como fauno en la República de las letras?

AG.- Indudablemente tú tocas el tema central, la FIL sirve para varios propósitos y cada quien va buscando cosas distintas. Para mí la FIL me sirvió como una educación sentimental dentro del mundo de las letras, esta es la primera vez que vengo a la FIL, del otro lado, ya como escritor. Desde que me mudé a Guadalajara yo visito la feria como un espectador, entre más joven era yo partía del fetiche, de ir a conocer a los escritores y saber cómo son esos animales extraños, que parecen a veces criaturas mitológicas. La FIL te permite: ver que son seres humanos y que ser escritor es una profesión, con su cierto grado de misticismo, pero al fin de cuentas es una profesión; a perderle el respeto a la figura del Escritor -con E mayúscula-. Durante una FIL tomo la decisión de enviar mi manuscrito a la editorial Era, finalmente eso refleja el significado que tiene para mí la FIL, que es, abrir la posibilidad de intentar entrar a ese mundo, más allá de ‘amiguismos’, de relaciones o contactos, simplemente los libros son de todos, la literatura es de todos.

MC.- En tu novela hay una frase que llama poderosamente la atención: «Nuestros hijos son el recuerdo de lo que anhelamos haber sido» y en correlación, el libro se lo dedicas a tus padres: «el origen de todo» me despertó mucha curiosidad saber de tu familia…

AG.- Yo provengo de una familia que no es cercana a las letras ni al mundo intelectual, ni nada por el estilo, de hecho yo soy una especie de personaje extraño, porque soy el único que ha tenido este tipo de acercamiento. Sin embargo sí creo que las condiciones en las que crezco influyeron enormemente en que yo terminara aquí. Soy hijo de padres muy mayores, mi padre tiene 73 años -lo que quiere decir que me tuvo a los 50 años- y yo crezco en una familia de adultos, hijo único además, donde no había otros niños con quienes relacionarme, y creo que fue un detonante evidente, porque vas y buscas un refugio en otros mundos ¿no?

MC.- Hay algo de onírico en La frase negra, pero lo que me importa es saber tu estado anímico al escribir la novela a tus 19 años…

AG.- Me ha sorprendido en la relectura del libro la oscuridad que hay adentro y por lo mismo, descubrir una oscuridad dentro de mí, que intuía que ahí estaba, pero que no la había visto con tanta claridad. Evidentemente es una novela opresiva, abrumadora en muchos sentidos, porque el estado de ánimo original era ese. Era una novela que se escribía como venganza, con rencor, que había nacido con una furia hacia todo aquello a todo lo que me sentía ajeno, después da un vuelco por completo y gira 180 grados, y lo que era rencor se convierte en un pasmo ante todo lo que me sigo sintiendo ajeno, que a la experiencia central de la cual intento hablar en el libro: el descubrimiento del prodigio, la revelación de una realidad gigantesca que siempre está presente y que está velada por la realidad cotidiana. Entonces descubres que la realidad cotidiana es el único camino posible hacia ese prodigio, hacia la Belleza -con mayúscula- y se trata de descubrir las formas invisibles que hay detrás de lo visible y tratar de reproducirlas. El estado de ánimo gira, se convierte de venganza a pasmo, en la resignación de decir: quizás no puedo entrar, pero el sólo poder observarlo me maravilla, dentro de toda la opresión de la novela, hay un trasfondo de maravilla, de gusto por descubrir la belleza de las cosas.

MC.-Tu novela se puede leer como una serie de poemas surrealistas, citaré otra frase: «eran los pedazos de un espejo que vomitaba su rostro fragmentado» ¿Hay plaquettes, borradores, o antecedentes poéticos de La frase negra?

AG.- Hay miles de hojas emborronadas, de hecho yo comienzo escribiendo poesía -como creo todos hacemos- porque uno tiene la idea que la poesía es lo más sencillo por lo corto, pero resulta que es lo más complicado ¿no? Para mí la idea de la literatura es un poco la economía de las palabras, la mejor literatura es aquella que puede decir mucho, con muy pocas palabras, allí está la magnitud de la poesía.

MC.- ¿Son recuperables esos papeles?

AG.- Recuperables, pero escondidos y los textos si fueran publicados tendrían que ser muy trabajados. Regresando a tu pregunta, efectivamente hay cientos de ejercicios previos, antes de proponerme hacer la novela y después -más bien, en el transcurso- La frase negra, nace al revés de como supongo nacen todas las novelas (el autor descubre una historia que le apasiona, desmenuza las circunstancias o aparecen los personajes y necesitas encontrar la historia) en mi caso no, lo primero que llega es la experiencia fundamental de la que te hablaba, la realidad pasmosa, un poco lo que dice Rainer María Rilke: ‘terrible es todo ángel, porque en su grandeza desdeña destruirnos, porque la belleza es sólo el grado del horror que aún podemos soportar’ En lo que vemos todos los días hay esa grandeza y brutalidad, que si la ves de frente te destruye, te atropella, la única manera es una frase que utilizo en la novela: ‘La vida se mira de soslayo’.

MC.- ¿Es autodidacta tu forma de manejar el lenguaje? Tu trabajo en Relaciones Exteriores a mí no me da ninguna pista de los escenarios de la novela, Canadá, Finlandia u otro paisaje nórdico, nada tienen que ver con el mar caribe de La frase negra

AG.-La novela es muy previa a mi estancia en Finlandia

MC.- ¿y tu paso por un taller literario o eres completamente autodidacta?

AG.- Soy autodidacta en el sentido que no tengo formación académica en cuestiones literarias. Cuando yo llego a Guadalajara -hace 8 años- entro a un taller literario, uno de los más peculiares de esta ciudad, porque quienes lo imparten no son escritores profesionales, el doctor Gabriel Gómez -pediatra- y su hermano Miguel Gómez -ingeniero- son eruditos, entras a su casa y son libros por todas partes, ellos tienen una memoria prodigiosa, que lo mismo te hablan de Tolomeo VII con una precisión histórica. Creo que eso influye en mi forma de escribir; hace unos meses en alguna entrevista, alguien me preguntaba ‘¿cómo es que una primera novela de un autor joven no cae en el estereotipo de lo regionalista?’ no es un asunto voluntario, las rutas de lectura que te van formando no fueron las convencionales, yo entro a la literatura por otro camino que me lleva a otro camino. Por ejemplo, la política del taller literario es: ‘antes de escribir tienes que leer’ y no corrigen los textos, sino cuando yo llegaba -tenía apenas 15 años- y leía mi cuentito, lejos de hacerlo pedazos te decían, tienes que leer esto o aquello, así veías las técnicas posibles para abordar los temas, estructuras o narración.

MC.- ¿Qué tipo de periodismo has practicado?

AG.- Durante 5 años trabajé escribiendo reseñas semanales para Milenio -Público- otra gran influencia, mientras estés en contacto con libros, vas abrevando y llenándote de cosas. Precisamente en el marco de la FIL entro un poco como periodista cultural, cubriendo notas.

MC.- El manuscrito de La frase negra está fechado en 2004 ¿crees que con la madurez ontogénica te llegará otro tipo de escritura?

AG.- La verdad no tengo idea cómo voy a terminar escribiendo, la novela que estoy trabajando ahora es muy distinta a La frase negra. Descubro ciertos elementos comunes, ciertas obsesiones, pero también un rompimiento con lo que hice en mi primera novela, me cuesta mucho prever hacia dónde voy caminar. No me gustaría repetirme y por otro lado lo que me motiva a escribir es siempre el reto, en el sentido de -quizás voy a hacer un comentario muy pedante- me parece que con toda novela u obra debes partir con la idea de lo que quieres escribir es El Ulises, obviamente no lo vas a alcanzar y el resultado final va a distar mucho, pero mientras estás escribiendo esa es la meta y volverás a intentarlo, experimentando por otros lados, el punto es escribir la Gran Novela. Tienes que situar la meta muy lejos, hay que estirar el lenguaje, las formas de narrar, jugar con diferentes recursos. Algo que pretendo hacer en La frase negra, es darle una estructura visual, el acomodo de los capítulo parece caprichoso…

MC.- Cierras el primer capítulo con el final del libro y así sucesivamente…

AG.- Exacto, pude haberlos acomodado cronológicamente y hubiera sido una lectura muchísimo más sencilla, pero no. Porque el punto de la novela, es que la misma estructura sirva a lo que estoy diciendo. Los cinco capítulos tienen una forma de ‘V’ es una herida que se está abriendo, entonces la continuidad cronológica sería: el capítulo 1 con el 5; el 2 con el 4 y el capítulo 3 en el centro como la belleza de la que te hablaba, para tener acceso a ella tienes que quitar las capas, tienes que ir desgarrando los cortinajes de la realidad, hasta que te encuentras con el instante del prodigio que es el descubrimiento de un personaje: Cora. La reproducción que intento hacer a través de las palabras del fenómeno está en la estructura y el tipo de estructuración me parece puede movernos a otros parajes.

MC.- Finalmente, ¿Hubo algún autor de la pasada FIL que te causara una particular expectación?

AG.- La verdad que ahora estuve bastante desconectado, te puedo hablar de la edición de 2006 para mí fue un encuentro fabuloso, con el escritor António Lobo Antunes (Lisboa, 1942) creo que es la primera vez que me sucede, bueno no, la segunda…

MC.- ¿y la primera experiencia?

AG.- Con la escritora Margaret Atwood (Ottawa, 1939) respecto al pasado periodístico, fue mi primera entrevista…

MC.- ¿Para Milenio diario?

AG.- No, para El Informador de Guadalajara y en Reforma (DF)…El caso con Lobo Antunes, yo lo esperaba con muchas expectativas, sobre todo porque había leído las entrevistas recientes y algunas de sus novelas y un día me invitan a una cena con él -de invitado diagonal o ‘colado’- yo tenía un compromiso con mi novia, que era bailarina, de irla a ver en su función, al final cancelé la cita con ella y me aparezco lleno de problemas a la cena con Lobo Antunes, rodeado de grandes escritores y grandes editores; durante la cena hubo dos personas que no hablaron él y yo. Me conmovía el gesto de tristeza que tenía Lobo, era impresionante descubrir que reflejaba lo que había escrito en la cara.

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