El resultado de las elecciones presidenciales de segunda vuelta en Ecuador con el triunfo de Daniel Noboa[1], cierra un ciclo político que comenzó con la “muerte cruzada”, la arbitrariedad y la corrupción de Lasso. Este proceso (la «muerte cruzada») se dio para evitar la destitución del banquero-presidente y mantener la precaria hegemonía política que el mandatario neoliberal fue incapaz de conseguir y desarrollar.
Noboa recibió su triunfo en su mansión de Olón, Santa Elena, poniendo de manifiesto su prepotencia, que hizo recordar al pueblo ecuatoriano el comportamiento de la vieja y tradicional oligarquía, todo esto, en medio del llamado a la unidad y al consenso del Ecuador, expresado por la candidata perdedora, Luisa Gonzalez, los medios de comunicación y los sectores políticos.
A posterior de las elecciones del 15 de octubre se perfilan, en consecuencia, los principales parámetros y resultados político-electorales como tendencias, que ponen de manifiesto un nuevo momento político en Ecuador.
A la manera de un tablero de ajedrez, donde los jugadores pugnan por prevalecer, las fichas se posicionan en torno a la disputa político hegemónico expresada, en especial, en los dos relatos electorales confrontados mediante candidaturas y tendencias tensionadas para disputar el protagonismo y ganar las elecciones: de una parte el correísmo con cierta postura estatista que dice combatir el neoliberalismo para emprender en una política neokeynesiana al servicio del cumplimiento de algunas de las demandas sociales por la vía del uso de la reserva monetaria internacional y, del otro, la coalición de facto de la derecha-neoliberal- oligárquica conservadora condicionada por posturas pragmáticas, ideológicas y programáticas claras, como aquella de la vicepresidenta de Noboa, Verónica Abad, pro-Vida y a favor de la agenda del Opus Dei.
Los dos relatos manifiestan, a su vez, la división ideológica del Ecuador en medio de situaciones y procesos que dan cuenta de la continuidad del desorden institucional y jurídico, el mismo que hizo posible la arbitrariedad y la puesta en juego de posiciones que han comulgado, indistintamente, con el correísmo, en unos momentos y/o el anticorreísmo en otros; situación que ha buscado abrir los cauces de una postura ligada, principalmente, a la predominante posición neoliberal de empresarios “ansiosos” y prepotentes por copar una institucionalidad desgastada y en quiebra.
En el colmo de la cautela, la Corte Constitucional llegó a manifestarse por la destitución del presidente del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social -la quinta función del Estado ecuatoriano- unos días antes del proceso electoral y, en consecuencia, mejoró la correlación de fuerzas a favor del sector neoliberal, que ahora también puede acceder a definir un Contralor General del Estado al servicio de estos intereses en diferencia de la otra tendencia en pugna, la del correísmo. Al mismo tiempo que se impulsa la restructuración del Consejo de la Judicatura en pos de las mismas posiciones; y que al decir de algunos analistas se apresura a cambiar el Consejo Electoral.
Un escenario similar se observa en la institucionalidad de la Policía Nacional tras el brutal crimen de algunos de los implicados en el asesinato del candidato a la presidencia, Fernando Villavicencio, hecho que condujo a la destitución de una parte de la cúpula policial. La pregunta que surge es: ¿la destitución se tomó en pos de una limpieza y ordenamiento institucional de esa institución del Estado en la aparente decisión presidencial de cambiar la cúpula de la misma? Decisión que ha sido usada, por parte de la Fiscal General, para inculpar al correísmo del asesinato, con clara intención, como efectivamente ocurrió, de favorecer electoralmente al candidato Noboa.
No cabe duda, el Ecuador vive un momento especial de disputa de la hegemonía política, como solía decir Gramsci, aquella que en el estado ampliado concreta el dominio político, con el consenso, en tanto necesidad de expresión del bloque en el poder y sus tensiones económicas, que determinara el curso político y económico, hasta el 2025. Nuevo ciclo que representa un cambio en la correlación de fuerzas y tiende a modificarse. Los pesos y contrapesos. Principalmente en el control del aspecto jurídico institucional.
Queda claro que en medio de esta situación, el ordenamiento y coherencia jurídico e institucional podría quedar resuelto provisionalmente, superando así algunas falencias con la intervención de fuerzas e intereses que no vienen de la postura correísta y que contribuyen a definir la hegemonía en torno al empresariado neoliberal y la derecha, en una suerte de necesaria coincidencia con el bloque dominante empresarial, financiero y bancario, y diferente a las fuerzas del correísmo dentro de las formas del Estado de excepción, donde la politización de la justicia y su decisión publica, es una clave.
La pugna hegemónica de carácter político se expresará en el periodo 2023-2025, en el contexto de la presencia de vínculos con el capital financiero “lumpen” ya descubiertos en el periodo del presidente Lasso con los informes “Pandora papers”[2] ; y con la cúpula del presidente Lasso con el narcotráfico, como los casos denunciados de corrupción y narcotráfico y el “gran padrino”[3].
Es un momento convulsionado, donde se manifiesta la continuidad del crimen organizado y el narcotráfico -vinculados con ambas tendencias en pugna- que expresaran su ofensiva político militar como fuerzas e intereses insertos en algunas de las instituciones estatales, como manifestación del llamado narco Estado o Estado fallido[4], donde el Ecuador volverá a vivir situaciones de violencia proveniente de las ofensivas y disputas del crimen organizado y las mafias narcotraficantes.
¿De qué intereses se trata? ¿Podrán reinar luego del desplazamiento de la tendencia correísta? ¿Son acaso expresión de un fidedigno Estado de derecho que se orienta por la independencia de los organismos de justicia y control, vale decir ético, y no por la línea de la politización del control y la justicia? Situación que se esclarecerá en el curso de este nuevo periodo que se inaugura a partir de los resultados de la segunda vuelta.
II
En todo caso este próximo periodo pondrá de manifiesto nuevas formas de enfrentamiento de las fuerzas, principalmente, de los distintos campos en conflicto y disputa. y que configuran tres espacios político, social e ideológico.
En primer lugar, encontramos un correísmo que, disminuido por la falta de capacidad institucional de manipulación, se quedará sin el control del Consejo de Participación Ciudadana, sin la posibilidad de nominar un Contralor General del Estado y sin control efectivo del Consejo de la Judicatura. En estas circunstancias el correísmo se verá obligado a orientar su fuerza política principalmente hacia la Asamblea Nacional solo y/o con determinadas alianzas, que habrá que ver cómo se perfilan.
Al mismo tiempo se puede colegir que esta tendencia promoverá una actividad fuerte y decisiva en aquellos gobiernos locales que controla -principalmente, Guayas, Guayaquil, Pichincha y Quito- con una gestión política-administrativa que podría eventualmente ampliar el campo de influencia en la población y su representación electoral para las elecciones de 2025. En ambos escenarios se observa la posibilidad de un conflicto institucional fuerte, el mismo que determinará el verdadero sentido del quehacer político donde la hegemonía podría expresarse en la escena en forma de inestabilidad permanente, polarización y dispersión, en detrimento de la llamada gobernabilidad.
En segundo lugar, esta tendencia contrastará en el curso del periodo en mención con el espacio de una derecha, la neoliberal y oligárquica, carente de organización partidaria, proclive al alquiler de partidos (con la excepción del Partido Social Cristiano) y sujeta a la pérdida de eficacia y legitimidad tras una posible gestión gubernamental decadente durante el periodo 2023-2025. Por tanto, este sector buscará incidir en la población para disputar su protagonismo, aunque fuese por medios clientelares, y se proyectará para sostener la hegemonía en las elecciones del 2025. He ahí la conflictividad del liderazgo del periodo 2023-2025. En este espacio se expresara la importante agrupación que fue liderada por Fernando Villavicencio y que tiende desde el anticorreismo a coincidir con esta tendencia.
Nuevo momento, por otra parte, que configurará las condiciones de posibilidad para la expresión, en la disputa de la representación de izquierda, en tercer lugar, del movimiento social en torno a la defensa de sus reivindicaciones, principalmente, para enfrentar el modelo neoliberal que, por caso, pretenderá dar continuidad a la intención de privatización del Seguro Social y otros procesos privatizadores. Se vuelve necesario preguntarse: ¿cómo se desplegará esta tendencia política que hemos denominado contra hegemónica y que puede desplegar procesos de movilización y resistencia? como expresión importante hacia las elecciones de 2025. Allí reside otro de los aspectos de la conflictividad social del nuevo periodo.
“Adicionalmente, los colectivos subalternos- decía en un último artículo- que se encuentran en este andarivel deben potenciar su capacidad unitaria desde abajo, poniendo por delante la movilización y resistencia para crear una coordinación social, ecológica y medio ambiental con las organizaciones indígenas y los y las representantes del sector ecologista que sea un instrumento para destacar las importantes demandas de movilización y resistencia en pos de una efectiva tercera vía, contra hegemónica, que supere el fracaso en la participación en las últimas elecciones, como mecanismo legal y formal para la participación y representación electoral en el 2025.
Se requiere- concluía el articulo- comprometerse con esta estrategia y táctica como niveles de unidad y organización, que sea capaz de construir la independencia del sector subalterno, poniendo la acción desde abajo y la búsqueda de acuerdos para disputar institucional y electoralmente la representación y la fuerza futura.”[5]
Así quedan entonces configuradas las grandes tendencias poselectorales al 15 de octubre. Un nuevo momento de disputa, por otro lado, en el contexto de una geopolítica regional donde Estados Unidos persigue recobrar su influencia, frente a la China, y poder en la región, en medio de los conflictos planetarios: la guerra Rusia-Ucrania, y el conflicto Israel-Palestina, sin que esté claro hasta dónde las fuerzas y tendencias internas lograran impedirlo.
¿Dónde encontrar la salida política y cómo conducir la gestión política y gubernamental en el próximo periodo? Se cierra así el ciclo, y las elecciones de medio periodo y se abre la disputa del 2025 en medio de situaciones hegemónicas de carácter económico que vincula al Ecuador con el capital financiero y bancario en medio de disputas de sectores productores y comerciales a los cuales en buena parte pertenece el hoy electo presidente Noboa.
Nota el artículo conto con la colaboración editorial de T. Madrid
Notas:
[1] Daniel Noboa de Acción Democrática Nacional obtuvo el 52% de los votos y, por su parte, Luisa González de Revolución Ciudadana el 48%. aproximadamente
[2] Muñoz, Francisco. 2021. Pandora Papers, hegemonía y neoliberalismo. https://rebelion.org/pandora-papers-hegemonia-y-neoliberalismo/
[3] Muñoz, Francisco. 2023. Correlación de fuerzas y hegemonía. https://rebelion.org/correlacion-de-fuerzas-y-hegemonia/
[4] Ibid.
[5] Ibid.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.