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Al «Mirar hacia delante», G. Ziuganov (Secretario General del PCFR) no mira atrás

Fuentes: Rebelión

De la posición del Secretario General del PCFR (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=2652), de la cual reproduzco párrafos sobre los que realizo mis comentarios se desprende que de nada le sirvió la triste experiencia vivida con la caída de la URSS. Dice Ziguanov: «En las condiciones actuales tenemos dos caminos. En primer lugar el arraigo progresivo del PCFR en […]

De la posición del Secretario General del PCFR (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=2652), de la cual reproduzco párrafos sobre los que realizo mis comentarios se desprende que de nada le sirvió la triste experiencia vivida con la caída de la URSS.

Dice Ziguanov: «En las condiciones actuales tenemos dos caminos. En primer lugar el arraigo progresivo del PCFR en el tejido social, en la vida diaria del pueblo. Necesitamos que los comunistas sepan en cada momento cuales son las reivindicaciones y las necesidades de la gente, que vengan a nosotros con sus problemas y sus penas. Necesitamos que no haya ni una organización social donde los comunistas no jueguen un papel destacado. Solo este trabajo nos permitiría crear la infraestructura necesaria para una rápida movilización de la gente cuando las circunstancias extraordinarias así lo requieran. Solo así los comunistas podrían aprender a cooperar con la gente, organizarles, conducir esa energía para la resolución de problemas concretos. Solo sobre la base de esta imbricación del partido en la sociedad civil, en el proceso de autoorganización desde la base, podremos educar a ese destacamento que tanto necesitamos de dirigentes enérgicos, con iniciativa, que no tengan miedo del trabajo «negro» con la gente en las situaciones más desfavorables.

El segundo camino es la participación en las elecciones y la actividad parlamentaria. Una actividad que no puede reducirse a la acción legislativa rutinaria, por muy importante que esta sea. Es más que evidente, que mientras el partido se encuentre en minoría en la Duma, cualquiera de sus iniciativas legislativas se van a ver irremediablemente bloqueadas. Y lo que es más frecuente: cortadas de raíz desde un principio. Por eso nuestro trabajo parlamentario en la coyuntura actual, esta dirigida ante todo a sacar el máximo provecho posible a nuestras intervenciones desde la tribuna, para dar a conocer nuestras propuestas, iniciativas, ideas, declaraciones de protesta. Debemos hacer llegar al pueblo nuestras posiciones y abrirles los ojos ante el curso nefasto que lleva a cabo el gobierno.»

Estos primeros y segundos caminos reconocen la necesidad del partido de vincularse a las masas trabajadoras. Sin embargo esa vinculación puede hacerse oportunistamente (en el sentido peyorativo), o revolucionariamente. Instrumentalizando a las masas para fines partidistas o para que las masas sean ellas mismas protagonistas históricas del proceso revolucionario, lo cual implica tener claro cual es el papel del partido y el papel del sujeto histórico, del protagonismo de los trabajadores cuando toman conciencia de ese papel histórico. La interpretación socialdemócrata sobre ambos supuestos, impuesta en el mundo si sabe como esos partidos administran en nombre de los obreros el orden capitalista. Han impuesto que a las masas trabajadoras se las considere sociedad civil y al partido clase política, los primeros, votadores, y los segundos receptores de los votos delegantes de la responsabilidad política personal directa y permanente de los explotados. De esa forma se rompe con el papel que en el Manifiesto Comunista se asignaba a los comunistas como elementos conscientes del proceso revolucionario: «El objetivo inmediato de los comunistas… la formación del proletariado como clase, el derrocamiento de la dominación burguesa, la conquista del poder por el proletariado». Con la propuesta de Ziguanov el principal papel educador que el Manifiesto asigna a los comunistas no se cumple, a las masas trabajadoras no se las forma, no se las inculca su papel protagonista, no pueden conquistar el poder porque desconocen la estructura alternativa del estado marxista y leninista. Considera al estado como algo colgado del cielo, al margen de la realidad socioeconómica y política, con las implicaciones subyugantes que ello implica en la conciencia de los explotados, pretendiendo la conquista del poder por los comunistas con los votos de las masas desde la institución burguesa. Y aunque ello nos parezca democrático, no lo es, como no lo fue en la extinta URSS los votos asignados al PCUS para controlar el poder. Veremos que ese tipo de democracia solo lo es desde la concepción burguesa de la democracia al no poder ejercer directamente el poder los trabajadores. Ese poder de gobierno del partido obrero, como debemos seguir insistiendo, a pesar de que lo tuviera más de setenta años, lo tuvo el PCUS, generando la confusión histórica que hoy padecemos, ya que no era un estado proletario aunque creyéramos serlo. Burocratizado y liquidado el partido, se liquidó el falso socialismo real. Conviene recordar que todo poder delegado en la clase política, sin capacidad de control y revocación permanente por los directamente interesados, aunque en su origen les animen los buenos deseos, con el tiempo si no existe el control directo y permanente de los directamente interesados, degenera en burocratismo e imposición dirigista y con el tiempo en despotismo y corrupción, sobre todo en las secretas estructuras partidistas, y por ende si están en el gobierno, además, entre los funcionarios del aparato estatal.

Desde la concepción marxista y leninista, (que no podemos olvidar, nos dice que no es posible «la libertad desde la desigualdad económica» dadas repercusiones políticas y culturales implícitas), la burguesía al ser minoritaria no puede admitir la democracia directa y permanente por el conjunto de los ciudadanos, ya que ello supone el control y la revocación en todo momento de los mandatarios y es evidente que cualquier propuesta capitalista, lógicamente insolidaria con los trabajadores sería rechazada por estos como mayoría social que son. Han conseguido imponer como la única posible, su democracia abstracta, sin adjetivizar, sin considerar la base materialista, el carácter socioeconómico, que en la actual fase de desarrollo capitalista la oligarquía es la que se encarga de controlar.

Por eso en el Manifiesto Comunista al reconocer que los intereses de los comunistas son los mismos que el de los trabajadores, se presupone que al ser el partido consciente del proceso revolucionario, al disponer de la guía para la acción revolucionaria que es el marxismo, corresponde a los comunistas como objetivo inmediato…la formación del proletariado como clase. Es decir que deje de ser una clase en sí, para convertirse en clase para sí consciente de su protagonismo, que les permita conquistar el poder, a ellos, al proletariado organizado como clase dominante. Pero aunque habla de cooperar con la gente, organizarles, y tras el segundo camino dice: las elecciones y la actividad parlamentaria. Una actividad que no puede reducirse a la acción legislativa rutinaria, lo cual puede inducir a que prioriza la acción alternativa de las masas, veremos que no es así. La estrategia de los comunistas rusos es la misma que en sus aspectos fundamentales, llevó al PCE a crear IU como instrumento a través del cual conseguir ganar las elecciones, llegar al gobierno y desde él construir el socialismo para los trabajadores pero sin el concurso directo de los trabajadores, sin demoler la caduca maquinaria del Estado burgués. Sin que el movimiento político social de base que era IU fuera el que tomara diréctamente el poder.

De su escrito aparece una expresión que habrá que considerar aventurista, cuando espera circunstancias extraordinarias, que movilicen a las gentes, como si esas circunstancias tanto a nivel nacional como internacional, ahora, como nunca no se dan. ¿Cuando han sido tan agudizadas las contradicciones sociales y económicas, e incluso medio ambientales?. Hoy como nunca en el mundo las condiciones objetivas para la socialización se dan, lo que también como nunca no se dan son las condiciones subjetivas, que nos permitan evadirnos del subjetivismo dominante burgués. Esa batalla ideológica no se asume como prioritaria. Como piensan muchos trotskistas, se confía en el gran momento, en el echado a la calle de las masas, sin la necesaria conciencia de clase para administrar directamente el poder. Ya están los «listos» de turno, «el buen partido» preparado para la gran circunstancia extraordinaria, preparados para administrar el poder «socialista», con la estructura organizativa del estado capitalista, con la democracia delegada en la clase política, en la «buena» clase política que se auto-titula comunista. Como dijera Santiago Carrillo: «lo que nos separa a los comunistas de los socialistas es que nosotros si tenemos voluntad de conquistar el socialismo».

El dominio del método materialista dialéctico e histórico, que nos permita profundizar en los problemas es la gran asignatura pendiente que tenemos todos los que nos consideramos defensores de esa filosofía. Es evidente que hasta ahora el marxismo se interpreta como un dogma de fe, en vez de una filosofía en permanente autocrítica y desarrollo que nos permita en el actual momento histórico ser la guía del proceso revolucionario.

En la defensa del papel que asigna al partido y a las masas trabajadoras dice: «Por ejemplo, durante las elecciones generales el partido crea sus cuarteles electorales, de arriba abajo. Pero ¿quién ha dicho que esta vertical de mando, con todo su potencial, con toda su experiencia de trabajo en condiciones extremas, sistemas de comunicación, etc. pueda ser utilizada únicamente en época de campaña electoral? Al fin y al cabo, es una estructura operativa, que si está bien diseñada, está en condiciones de dirigir todas las campañas políticas y acciones globales, capaces en su caso de movilizar a millones de personas, para apoyar a un Partido Comunista que salga vencedor en las elecciones.»

«Solo contando con la experiencia y el saber de estos compañeros, el partido estará en condiciones de arrastrar tras de si a esa misma calle, de levantar ese millonario apoyo de la población, que necesitamos. Teniendo cuadros como estos, el problema de la lucha por el poder es resoluble. Si el partido carece de esta gente, todas las acciones de protesta que podamos plantear, quedarán en papel mojado y nuestra influencia sobre el régimen gobernante, que intenta impedir la llegada de lo comunistas al poder, será técnicamente inviable. Estos cuadros se seleccionan a través de la participación en la lucha electoral.»

«El trabajo electoral y parlamentario y la actividad social del partido, su lucha por ganar la calle, son conceptos indivisibles. Intentar aquí separar uno de otro, o sacrificar uno en nombre del otro, carece de sentido y es extremadamente perjudicial. El debate en torno a que es lo más importante, si el trabajo parlamentario o el extraparlamentario, es como discutir que es lo más importante en un cartucho: la pólvora o la bala.»

El cartucho de la revolución, evidentemente, necesita: de la pólvora el partido, y la bala los trabajadores y demás sectores populares organizados como clase dominante, que son los que verdaderamente matan al poder burgués, desbaratan sus intentos de retomarlo mediante su violencia física, pero aunque parezca un todo, ambos son diferentes. La subyugación ideológica que el poder dominante ejerce sobre las masas alienadas, el partido puede contribuir a que sea contrarrestado mediante la educación ideológica. Es su gran responsabilidad, ese objetivo al mismo tiempo de ser formativo es eminentemente organizativo en lo político. Los partidos comunistas son las vanguardias de las masas, son parte de esas masas, pero no pueden atribuirse ser toda la masa, ni sustituir el protagonismo de las masas. Al socializarse los medios de producción, estos tienen que ser controlados y administrados por la nueva clase en el poder, para que no suceda como sucedió con las experiencias anteriores socialistas fracasadas, que duraron más o menos tiempo.

Tras la experiencia de la Comuna de París, Marx desde su concepción alternativa del Estado proletario al poder burgués, desde el proletario organizado como tal clase dominante, y de forma directa, donde el nuevo Estado permite controlar todos los niveles de gestión, en carta a Kugelman, le manifestaba su confianza en aquel proceso revolucionario: «…como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venia sucediendo hasta ahora, sino demolerla, y esta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente.» Aquella forma de poder que se organizó de abajo hacia arriba, que nombraba mandatarios a la Asamblea de París, con salarios medios al de los demás trabajadores, controlables y revocables en todo momento cuando defraudaban la confianza depositadas en ellos, bien sabido es que no se plantearon llevar a término todo el proceso de toma de poder, la vieja maquinaria burguesa no se demolió, quedó intacto el primer eslabón del Estado burgués: el ejército que no se sustituyó por las milicias populares, tampoco se liquidó el poder financiero.

Si esa lucha desde la calle, finalmente no se transforma en poder permanente, en democracia de abajo hacia arriba, controladora y revocadora en todo momento, a lo sumo puede dar lugar a que se repitan experiencias semejantes como la que tuvo lugar en Checoslovaquia en 1948, pero que duró muy poco, 20 años después, en 1968 tuvo que llamar a los tanques de los aliados socialistas para que el socialismo no se derrumbase. Conviene conocer o recordar como consiguieron los comunistas checoslovacos combinando la organización para la lucha popular desde abajo con la institucional y mediante la presión desde arriba y desde abajo, siendo minoritarios en el gobierno de Concentración Nacional que consiguieran finalmente ganar las elecciones institucionales del aparato estatal burgués, formar el gobierno comunista y aplicar su programa máximo socialista nacionalizador, evitando el intento de golpe de estado organizado por la derecha, denunciado por los comunistas y que gracias a las masas populares organizadas alternanitavamente, tomando la calle y apoyando a los comunistas fue sofocado. Aquel país en menos de una semana pasó de ser capitalista a nacionalizador socialista. Pero inmediatamente, la organización popular que permitió la presión desde abajo se desarticuló, esa organización popular no asumió directamente el poder, el partido fue el que asumió el poder después de que las masas depositaran su confianza y responsabilidad política en el gobierno del partido comunista. Generalmente se confunde gobierno con estado, se considera que por llegar al gobierno ya se toma el poder, y que como sucedió en Checoslovaquia, los comunistas instalados en el gobierno consideraron que era el estado socialista, cuando la maquinaria estatal existente se basaba en la democracia delegada en la clase política. La vieja maquinaria del estado burgués no se demolió, no se sustituyó por la maquinaria alternativa socialista de la clase emergente surgida del propio seno de la sociedad capitalista, organizada de forma alternativa con su democracia directa y permanente que habría permitido participar y controlar a los mandatarios nombrados a los diferentes puestos de gestión.

Una vez más tengo que insistir en que las obras incomprendidas de Lenin siguen siendo de plena actualidad. Debemos volver a releer y a debatir tantas veces sea necesario, «El Estado y la Revolución», «La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky», «El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo», si verdaderamente queremos contribuir a comprender este problema tan complejo y sobre el cual los eruditos filósofos burgueses han conseguido confundir hasta los que se consideran defensores de la cultura marxista. Lenin fue el teórico que más desarrolló la obra de Marx en lo referente a la concepción del Estado y la Democracia. Es muy probable que Ziguanov desconozca que a propuesta de Stalin el 11 de junio de 1936 fue abolida la Constitución Soviética leninista. Que el poder soviético, a pesar del nombre no existía, que existía lo mismo que ahora Ziguanov propone, el poder del partido, respetando las instituciones del estado burgués. En ningún momento de su discurso realiza una sola cita tendente a la demolición de la maquinaria burocrático-militar del estado burgués, a su reemplazamiento por lo que llama sociedad civil, esa gran sociedad, sociológicamente mayoritaria, organizada con la verdadera forma de democrática participativa, directa y permanente, como fue la Comuna de París, los Soviets en lucha contra e zarismo y el capitalismo, o como fue en cierta medida la organización de Comisiones Obreras, Vecinales y Estudiantiles en la época franquista, o como se plantea el colectivo de huerteros en Montevideo.