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Al pie de un gran olmo

Fuentes: Rebelión

La memoria es un recurso humano que hace perdurable a cualquier persona o suceso, ¿qué recordamos y por qué? es un pregunta de difícil respuesta, nadie lo sabe con certeza, no escapamos a lo selectivo de la mente como tampoco sobrevivimos al olvido cuando se nos deja de nombrar, trascender la vida mundanal es a veces una obsesión y en otras ocasiones una virtud.

La literatura universal está plagada de escritos que conjugan el sentido, la razón y el tiempo, tres elementos que entre otros dan forma a la memoria, sea colectiva o individual, y que se integran al momento en que evocamos aquello que deseamos revivir, aunque sea por un instante. Así percibo en primer término el quinto tomo de las memorias de Leonard Woolf, publicadas recientemente en español bajo el título La muerte de Virginia (Lumen, 2022), en ellas, a través de cuatro apartados, el autor recrea lo que sería su vida desde 1939 hasta 1969 (año en que escribe el tomo referido).

La obra va del recuento de los años cruentos de la Segunda Guerra Mundial, cuyo efecto psicológico se nota a partir de las primeras líneas, pasando por algunos pormenores del negocio editorial hasta llegar a las reflexiones de Leonard sobre la vejez y el tránsito que significa de la vida, donde la muerte ocupa un lugar especial entre las palabras. Y, justamente, es en la primera parte del libro en la que se describen –desde la perspectiva del autor- las semanas finales de la vida de la gran escritora Virginia Woolf.

Un retrato íntimo que habla de agonía y amor, entrecruzado con el contexto de la guerra cruel y sinrazón, que afectó de manera profunda a quienes la vivieron, dejando una huella que se palpa hasta la página final del libro, siendo evidente que el efecto psíquico de la barbarie impactó especialmente a Virginia Woolf, de quien Leonard –su esposo- escribe con la memoria casi intacta, recordándonos que permanecen con nosotros las personas y los sucesos significativos en nuestras vidas.

En el tercio final del primer apartado del mencionado quinto tomo, el autor va relatando las semanas previas al suicidio de Virginia, en las que la escritora de Una habitación propia, transcurre de una apacible calma inigualable, al tomento de una angustia extrema jamás vivida, tanto, que el 28 de marzo de 1941, cansada, pero no vencida por el padecimiento que la atormentó al menos 25 años, se adentró al río Ouse para dejar de sufrir. Antes escribió dos estremecedoras cartas, una para Leonard y otra para su hermana Vanesa, en ellas refiere a la gratitud por lo vivido y al malestar que se “apoderó” de su ser.

Leonard, con una nostalgia conservada por décadas, escribe en el párrafo final del apartado: “Enterré las cenizas de Virginia al pie del gran olmo que hay junto a una extensión de césped del jardín llamada The Croft, que da al campo y a los prados. Había allí dos olmos muy grandes con las ramas entrelazadas a las que siempre habíamos llamado Leonardo y Virginia”. La partida física de Virginia, lejos de ser un obsequio para su esposo como asegura Marta Lamas en su texto “El regalo de la suicida”, se convirtió para Leonard en uno de esos sucesos que la memoria jamás olvida, tanto, que en sus días de vejez, el autor reflexionaba: “me he preguntado a menudo por qué no tuve ningún presentimiento de la catástrofe”. Al pie de un olmo quedó grabada la memoria de la gran escritora Virginia Woolf para la eternidad literaria.

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