Derrotar al gobierno en la consulta electoral no es suficiente: Hay que pasar de la palabra al hecho.Si no reaccionamos activamente, presionando a los legisladores y organizándonos es muy probable que nos siga gobernando dos años más el mismo gobierno corrupto.
Las revelaciones sobre la corrupción mayúscula del Ejecutivo se multiplican y nos llenan de vergüenza. Pero bien pocos tenemos el valor de manifestar nuestra desconformidad para que el presidente se vaya a la cárcel. El mismo gobierno, con la complicidad del presidente Lenin Moreno, han ido pervirtiendo todas las entidades estatales llenándolas de cómplices y de corruptos… que hemos aprobados al votar 6 veces ‘SÍ’ o al votar nulo o blanco o a abstenernos en la consulta mañosa del gobierno anterior. Felizmente no hemos caído en la misma trampa al rechazar la nueva consulta mañosa que fue una bofetada al presidente Lasso
Pero ¡al golearlo con un claro 8 a 0! en la consulta no es suficiente: Hay que ‘pasar de la palabra al hecho’, y se ve que hay todavía ‘mucho trecho’ entre el grito de rechazo y su realización: Nos quedamos en palabras que se las lleva el viento. Si no reaccionamos activamente, presionando los legisladores y organizándonos contra un sistema de corrupción para sustituirlo, es muy probable que nos siga gobernando dos años más el mismo presidente, con la misma corrupción, las mismas mentiras y la misma desfachatez.
La razón es que hemos hecho de la corrupción un modo de vivir y de mal vivir. Nuestra calidad de vida depende de nuestra organización y de nuestra dignidad. Lastimosamente las dos están por los suelos. Estamos sumamente desorganizados y con bien poca dignidad. La vida en sus distintas dimensiones es el resultado de una organización muy compleja. Escribía alguien hace poco: “El hecho de vivir es un milagro permanente” … Se degrada la vida o se la pierde cuando dejamos de cuidarla mediante nuestra organización a todos los niveles… Lo peor es que, muchas veces, es en nuestra casa donde estamos de los más desorganizados. Si no somos capaces de ser responsables, honestos, fraternos, solidarios en familia, peor lo vamos a lograr fuera de ella. Y así, poco a poco, de complicidades en complicidades y de irresponsabilidades en irresponsabilidades, estamos llagando al tope de la corrupción. ¡Bien poca dignidad nos caracteriza, lastimosamente! El gobierno no es más que el espejo fiel de sus ciudadanos.
Está pasando lo mismo con la violencia que siembra muerte sin descanso en nuestros barrios por el maldito tráfico de drogas. Desde décadas, diría a lo menos tres, hemos dejado que el consumo y el tráfico de drogas se instalara en nuestros barrios, en la vecindad y en nuestras familias. Allí están los resultados, por desorganizados y cómplices. Es cierto que los gobiernos neoliberales han visto en esta situación un efecto que los favoreciera: que los pobres se maten entre sí: “¡Menos boca, más me toca!”, que los jóvenes se droguen para que se vuelvan inútiles y perfectos esclavos: “¡No dejan la cancha libre para hacer y lograr lo que nos da la gana!” Y “¡que las mafias de la droga se encarguen de las cárceles, del sicariato y de las extorsiones para limpiar toda esa basura de la pobreza y de la drogadicción!” Allí también, están campantes las 2 grandes fallas nuestras: la desorganización y la falta de dignidad.
Está también la falla de las religiones que están para defender a las víctimas de la maldad. Existen no sólo para denunciar y condenar la corrupción, los asesinatos y las extorsiones, desvelando las causas, sino también, por una parte, para hacer conciencia de nuestra dignidad de hijos de Dios y de hermanos y hermanas y, por otra, para fomentar la responsabilidad individual y la organización sociales. Los católicos nos contentamos de escuchar al papa Francisco que denuncia el neoliberalismo como un sistema de muerte y que promueve “la fraternidad sin frontera, la amistad social y el amor político”. Bien pocos obispos y clérigos se encargan siquiera de repetir sus palabras. En las religiones, hay mucha complicidad y responsabilidad con la corrupción generalizada y la desorganización social. ¡Cuán lejos estamos de único mandamiento de Jesús!: “¡Ámense los unos a los otros como yo lo he amado!”, es decir, ¡organícense para amarse los unos a los otros!
Las últimas elecciones de autoridades y de rechazo a la consulta demuestran una cierta toma de conciencia que “estamos mal y bastante mal”. Hace unos días, un medio de comunicación internacional ponía como título a un reportaje sobre la violencia en nuestro país: “¡Ecuador al tope del crimen!” Así no miran y nos califican al nivel mundial… El gobierno, el sicariato, la extorsión, la desorganización, la dignidad por los suelos, la fe sin compromiso… son los caminos al suicidio. ¿Todavía necesitamos más para reaccionar?
¡Basta de rechazo, basta de palabras, basta de indiferencia e individualismo, basta de una fe muerta…! ¡A sentir las lágrimas de las madres que lloran a sus hijos muertos, a sufrir la desesperanza que pasan los jóvenes, a escuchar el grito de Dios en tanda dignidad pisoteada! Dios quiere varones y mujeres que vivamos de pie, en dignidad y en fraternidad organizada. Así iremos abriendo caminos nuevos para una Ecuador nuevo. Es más que tiempo.
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