En esto de falsear la verdad, los EE.UU. y la UE mienten tanto que superan ya la desfachatez de Hitler. Dicen que el gobierno de Kiev no es nazi, pero el rabino Finkel sostiene en la TV de Israel que tienen la misma ideología de los asesinos de sus abuelos y la escritora judía Bernes […]
En esto de falsear la verdad, los EE.UU. y la UE mienten tanto que superan ya la desfachatez de Hitler. Dicen que el gobierno de Kiev no es nazi, pero el rabino Finkel sostiene en la TV de Israel que tienen la misma ideología de los asesinos de sus abuelos y la escritora judía Bernes (disidente en la época soviética) dice que está aterrada porque en un mes Kiev ha aprobado más leyes discriminatorias que Hitler en un año; dicen que ese gobierno no es de facto, pese a que fue posesionado sin respetar para nada la Constitución de Ucrania; dicen que las manifestaciones de Maidán eran pacíficas, pero en YouTube se puede ver a los nazis quemando vivos, arrancando ojos, descuartizando y disparando a los miembros de la policía (Berkut); dicen que el gobierno de Yanukovich ordenó disparar contra los manifestantes, pero Ashton (alta representante de la UE) le reconoce a Paet (Ministro de Relaciones Exteriores de Estonia) que quienes dispararon eran francotiradores vinculados a la oposición, por lo que el actual gobierno se niega a investigar nada; acusan a Rusia de intervenir en Ucrania, pero fue Victoria Nuland quien ordenó al Embajador de los EE.UU. en Kiev negociar para que el actual Primer Ministro de Ucrania ostentara ese cargo; dicen defender la integridad territorial de Ucrania, pero Matlock, ex Embajador de los EE.UU. en Moscú, sostiene que «…dictar lecciones de respeto a la integridad territorial puede ser vista por el mundo como la pretensión de los EE.UU. a tener un derecho especial, que los demás países no poseen» y da algunos ejemplos de las veces en que los EE.UU. invadieron otros países; dicen que las tropas rusas han ocupado Crimea, pero fue su población la que se organizó en autodefensas para impedir ser masacradas por los nazis de Kiev y son los oligarcas de Ucrania los que contrataron a mercenarios de blackwater para reprimir a su pueblo.
Sobre la base del artículo 2 del capítulo 1 de la Carta de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de las Naciones Unidas aprobó: «Las declaraciones de independencia pueden –y a menudo es el caso– violar la legislación nacional. No obstante, ello no constituye una violación del derecho internacional», sin embargo sostienen que la independencia de Crimea y su referéndum de anexión a Rusia son ilegales, al mismo tiempo que avalan la independencia de Kosovo, hecha sin referéndum.
A propósito de Kosovo vale la pena recordar que quince años atrás, exactamente, el mismo imperio pero con otros actores (el ex Presidente Bill Clinton en la interpretación del rol principal), bombardeaba Serbia bárbaramente para arrebatarle esta provincia, origen ancestral de los serbios, e instaurar allí un gobierno mafioso que, según el informe del Consejo de Europa es culpable del «Tratamiento inhumano de la gente y el tráfico ilegal de órganos humanos».
Según revelara The Guardian, en ese informe se acusa al ex jefe del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) y actual primer ministro, Hashim Thaçi, de ser «jefe de un grupo albano «similar a la mafia» responsable del contrabando de armas, drogas y órganos humanos en Europa oriental».
La investigación realizada por el relator especial de derechos humanos de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, Dick Marty, (por si acaso, no se trata de alguien vinculado a la izquierda sino, más bien, a la derecha de Suiza pero, por cierto, bastante decente y responsable) encontró evidencias convincentes de que las desapariciones y el tráfico de órganos estaban vinculadas a círculos políticos de Kosovo, los que permitieron la instalación de la mayor base militar de los EE.UU. en Europa. ¡Qué casualidad!
Por él se supo que los oponentes políticos al gobierno de Kosovo, los prisioneros de guerra serbios y los gitanos «simplemente desaparecían sin dejar trazas» en una cárcel secreta «en la localidad fronteriza de Kukes» desde donde «…eran enviados a través de la frontera hacia Albania para ser asesinados». El New York Times informa que los «cautivos» eran «seleccionados» por sus condiciones para ser «donantes», teniendo en cuenta el sexo, la edad, la salud y el origen étnico. «… los cautivos no sólo que eran entregados, sino que también los compraban y vendían… ellos comprendían lo que estaba a punto de acontecer e imploraban a sus aprehensores para que tuvieran piedad de ellos y no los despedazaran». Un equivalente a pedir peras al olmo.
Según el informe: «En cuanto se confirmaba que los cirujanos de trasplantes se encontraban presentes y listos para operar, sacaban a los cautivos uno a uno de la «casa segura», eran ejecutados sumariamente por un pistolero del ELK y sus cadáveres se transportaban rápidamente a la clínica de operaciones», donde les extraían los órganos para ser comercializados a nivel mundial. Según The Guardian, los clientes «pagaban hasta 90.000 euros por los riñones en el mercado negro…» Lo del tráfico de drogas da material para un capítulo aparte.
Para defender este genocidio no faltó el Vicepresidente de los EE.UU. Biden, quien reiteró el pleno apoyo de su país a un Kosovo independiente y saludó el progreso del gobierno kosovar en la realización de reformas esenciales que fortalecen el vigor de la ley.
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