Un derecho humano no es algo que alguien te da, es algo que nadie te puede quitar. Esto lo dijo en 1948 Eleanor Roosevelt, a quien debemos agradecer la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Las mujeres han reivindicado sus derechos desde siempre. En 1791, Olympe de Gouges publicó la Declaración de […]
Un derecho humano no es algo que alguien te da, es algo que nadie te puede quitar. Esto lo dijo en 1948 Eleanor Roosevelt, a quien debemos agradecer la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Las mujeres han reivindicado sus derechos desde siempre. En 1791, Olympe de Gouges publicó la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana, tomando como modelo la Declaración de los derechos del hombre de 1789 y aplicándola a las mujeres. La decapitaron.
No hay más que echar la vista atrás, pero no muy atrás, para ver la consecución del derecho al voto femenino o las cuotas de género en las altas esferas del poder, o situaciones como que en España hace poco más de 30 años que la mujer dejó de tener el mismo tratamiento legal que un menor, varón, por supuesto.
Pero todavía es frecuente ver a la mujer señalada como un grupo vulnerable. Las mujeres representan aproximadamente la mitad de la población mundial y, por tanto, decir que el suyo es un grupo vulnerable implica reconocer que más de la mitad de las personas que habitan el planeta están en riesgo de ser discriminadas.
Resulta inevitable vincular la situación de la salud de las mujeres con su situación en términos de peso en la sociedad, en la vida pública, etc. Las mujeres han sido consideradas tradicionalmente como objetos de derechos, generalmente por su condición de madres o futuras madres.
El derecho universal a la salud es todavía hoy una utopía para todas las personas en los países en desarrollo; más aún si cabe para las mujeres. Algunos datos que lo constatan son que alrededor de 500.000 mujeres fallecen en el mundo por causas relacionadas con la maternidad (el 13% por abortos realizados en malas condiciones) o que, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas, el 18% de la carga global de enfermedades en el mundo está relacionada con problemas vinculados con la salud sexual y reproductiva. Asimismo, se calcula que más de 200 millones de mujeres desearían espaciar o limitar el número de hijos, pero no tienen acceso a servicios y métodos de planificación familiar.
La salud de las mujeres es abordada y visibilizada en función de su papel reproductor y maternal, para procrear y criar a su descendencia, ignorando otros aspectos relacionados con sus diferencias de género y su autonomía como personas en cuanto a su sexualidad. La salud de las mujeres, vista desde un enfoque sólo reproductivo, las ha colocado en situación utilitarista de políticas demográficas mundiales y locales, limitando sus derechos y su capacidad de toma de decisiones sobre ella misma.
El hecho de que en muchas regiones del mundo las mujeres no tengan control sobre su propio cuerpo, sus relaciones sexuales, su casamiento, el número de hijos, etc., determina que los periodos de gestación y crianza ocupen la mayor parte de sus vidas, reduciendo la posibilidad de iniciar o completar su educación, acceder a un empleo, o participar en otros espacios públicos.
Sin embargo, es un importante avance que las mujeres y los movimientos feministas de todo el mundo hayan reivindicado los derechos sexuales y reproductivos como derechos humanos, considerados como tales desde la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de El Cairo de 1994.
Los derechos sexuales y reproductivos son derechos de las mujeres y los hombres a tener control respecto de su sexualidad, a decidir libre y responsablemente, sin el sometimiento a la coerción, la discriminación o la violencia; el derecho de todas las parejas e individuos a decidir de manera libre y responsable el número y espaciamiento de sus hijos y a disponer de la información, la educación y los medios para ello, así como a alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva.
Desde su concepción, los derechos sexuales y reproductivos son algo más que el derecho al aborto, a los anticonceptivos y a la planificación familiar, y no atañen solamente a las mujeres sino también a los hombres, a las parejas, los matrimonios, los adolescentes, los gays y lesbianas, las prostitutas y otros colectivos cuyas actividades sexuales tienen lugar fuera de las definiciones tradicionales de pareja y familia. Los derechos reproductivos no pueden ser separados de la sexualidad, ya que existen en el contexto de otros derechos, tales como el del consentimiento informado y la calidad de atención. Los derechos sexuales y reproductivos son los derechos que garantizan la libre decisión sobre la manera de vivir el propio cuerpo en las esferas sexual y reproductiva.
Decía Virginia Wolf que para hacer novelas la mujer necesitaba dinero y una habitación propia; una premisa totalmente aplicable a cualquier otra esfera de la vida. En realidad lo que subyace a esta afirmación es que para que la mujer pueda tener una vida propia, debe tener su espacio propio, y los medios y recursos para llevarla adelante. Por eso, aunque se pongan en marcha iniciativas de maternidad sin riesgo, de control del cáncer de cérvix u otras relacionadas, el éxito será escaso o limitado si no se acompaña de políticas de igualdad.
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