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La necesidad de fortalecer la rebeldía popular

Algunas reflexiones en torno a las elecciones 2017

Fuentes: Rebelión

1. Quizás lo primero que se puede destacar es que la abstención electoral volvió a ganar. En la primera vuelta con un 55% y en la segunda con un 51%. La abstención, sin dudas, no logra cambios sociales, pero tampoco se logran cambios sociales profundos sólo con un voto cada 4 años. Nunca se han […]

1. Quizás lo primero que se puede destacar es que la abstención electoral volvió a ganar. En la primera vuelta con un 55% y en la segunda con un 51%. La abstención, sin dudas, no logra cambios sociales, pero tampoco se logran cambios sociales profundos sólo con un voto cada 4 años. Nunca se han conquistado derechos sociales ni se han obtenido triunfos populares exclusivamente con el voto. Más bien, el triunfo electoral de un proyecto transformador siempre ha sido consecuencia de largos procesos de movilización y organización popular (como ocurrió con el largo proceso de desarrollo y maduración del movimiento obrero y popular desde comienzos del siglo XX hasta desembocar en el triunfo de la Unidad Popular en 1970).

2. Sabemos que la abstención no es reflejo del descontento. Hay un porcentaje importante (aunque incierto) de indiferencia, apatía y decepción sumada a una, por ahora, pequeña franja radicalizada que no vota porque no reconoce en las alternativas electorales un camino real para lograr verdaderas transformaciones en nuestro país.

3. No podemos obviar que hubo un voto mayoritario por el proyecto neoliberal (sumando las votaciones para Piñera, Guillier, Kast, etc.), el que nunca estuvo en juego.

4. Como siempre, reaparece el cuestionamiento de la utilidad de participar en las elecciones. Una convicción nos entrega la historia de los pueblos y sus luchas: hay que luchar con todos los medios y de todas las formas que sea posible. Lo importante -y esta es otra convicción- es tener claridad que la participación eleccionaria es un paso dentro de las luchas estratégicas y no puede comandar la línea política de las organizaciones que se proponen subvertir desde sus raíces el modo de vida capitalista.

5. Tras la primera vuelta electoral, el gran fortalecido fue, sin dudas, el Frente Amplio [1] . Pasó de tener 2 diputados a tener 20 más 1 senador y se transformó en la tercera fuerza política electoral siguiendo muy de cerca a la Nueva Mayoría. Pero hay que precisar que, dentro del Frente Amplio, fue Revolución Democrática la principal ganadora (con 9 diputados y 1 senador), siguiéndole el Partido Humanista (con 4 diputados) y el Partido Liberal (con 2 diputados), es decir, han sido las fuerzas de carácter «socialdemócrata» o «neodesarrollista» las que cosecharon los frutos de dicha apuesta electoral.

6. Lo anterior significa que el Frente Amplio (con hegemonía de los sectores más conservadores dentro de la coalición) han logrado instalarse como referente político-electoral (aunque eso puede repercutir en terrenos no meramente electorales) canalizando gran parte del descontento social. De su concentración en comunas de sectores medio acomodados como Providencia y Ñuñoa, el Frente Amplio ha logrado representación en comunas como Maipú, Puente Alto y La Granja, situándose como la segunda mayoría en la RM, por delante del pacto que apoyaba a Guillier.

7. Sin embargo, es probable que el Frente Amplio no se consolide como referente popular, en tanto -paradójicamente- la alta votación que obtuvieron ha sido motivo de rechazo por parte importante de su electorado por no haber llamado a votar por Guillier como el «mal menor» habiendo podido evitar el triunfo de Piñera. Esto es un hecho que puede restarles apoyo. Aunque por este mismo motivo, parte de este electorado que culpa al Frente Amplio puede ser fácilmente reconducido hacia la Nueva Mayoría por su aún escasa conciencia política.

8. Ante este contexto, no podemos dejar de señalar que el Frente Amplio constituye una fuerza de raíces más bien ligadas al «progresismo», con una fuerte conducción de sectores medios, especialmente profesionales emergidos del movimiento estudiantil, pero sin raigambre popular (de hecho, casi no se ven en el trabajo territorial, por ejemplo) y que han logrado desarrollar una muy buena campaña comunicacional. Además, conocemos desde dentro prácticas reprobables, marcadas por la búsqueda de hegemonizar los espacios recurriendo a vicios tristemente comunes en la izquierda tradicional, y que no queremos para un proyecto popular de nuevo tipo.

9. Esto debe poner en alerta a las fuerzas con proyecciones revolucionarias, en tanto nuevamente se están poniendo a la cabeza de las esperanzas populares sectores «progresistas» (de corto alcance transformador) mientras las primeras se van quedando una vez más al margen de las disputas nacionales.

10. Por otra parte, es legítimo preguntarse, ¿y si ganaba la abanderada del Frente Amplio, hubiera podido llevar a cabo un programa de reivindicaciones sociales sin un movimiento social potente que respaldara un programa con importantes reformas? Y también, ¿se puede volver a apostar por un proyecto presidencial realmente transformador, teniendo como antecedente lo que ocurrió con el intento -guardando las proporciones, por supuesto- de la UP en los 70? En definitiva, ¿puede volver a obviarse que el bloque en el poder no permitirá pacíficamente que ocurran transformaciones en las relaciones sociales?.

11. Creemos que todo esto lleva a plantearse la necesidad de generar referentes masivos, incluyendo la inserción electoral, pero siempre arraigados en la lucha y participación popular (territorial y sectorial) como eje de un proyecto revolucionario, pues es esto lo que da sentido estratégico a nuestras apuestas.

12. Tras esta elección, esperamos que termine por erradicarse la lógica del «mal menor» con que la otrora Concertación (ahora Nueva Mayoría) ha arrastrado a gran parte del pueblo ingenuo a votar por ella durante buena parte de estos últimos 17 años. Por supuesto, eso dependerá de la capacidad que tengamos como pueblo de levantar una real alternativa política.

13. Tras esta derrota, la coalición concertacionista (Nueva Mayoría) como tal entrará en crisis y se volverá a reconfigurar, probablemente buscando absorber a parte del Frente Amplio (especialmente a través de Revolución Democrática, que ya estuvo participando en el gobierno de Bachelet y que -como dijimos- muestra las posiciones más moderadas dentro de dicha coalición). No sólo por sus alianzas electorales que no han rendido frutos sino ante todo como referente político capaz de darle gobernabilidad (en el juego de la alternancia) al capitalismo neoliberal chileno.

14. De lo anterior, se puede concluir que es una tarea esencial desligar la asociación que gran parte de la población (incluyendo al «pueblo de izquierda») aún establece con la tradición concertacionista como la alternativa de la «centro-izquierda». Debemos ser capaces de hacer inteligible la realidad: que la Nueva Mayoría no es una opción de «centro-izquierda» sino francamente una derecha más light, por el proyecto estratégico que persiguen y defienden (y que coincide en lo esencial con el de la derecha tradicional). Pero al mismo tiempo debemos tener claridad de los matices que los diferencian para no caer en reduccionismos inoperantes.

15. Los números, una vez más, hacen notar que el electorado fiel de la derecha tradicional es más disciplinado para, al menos, ir a votar por sus candidatos.

16. Los años que siguen, tras el triunfo de Chile Vamos con Piñera, pueden desencadenar la búsqueda de un mayor acoplamiento de organizaciones populares, movilizaciones más frecuentes y masivas (considerando que la Nueva Mayoría también se movilizará como oposición) y una respuesta más represiva por parte del Estado en contra del movimiento popular movilizado y del pueblo mapuche. Además, en términos geopolíticos, aun siendo la Nueva Mayoría una coalición ligada a los grandes grupos económicos, no tiene la misma actitud beligerante que las coaliciones de la derecha más dura tienen contra los gobiernos progresistas (más ahora con la cantidad de gobiernos encabezados por la derecha empresarial en la región).

17. Es de esperar, también, vueltas de tuerca por parte del gobierno de Piñera en contra de proyectos como el de aborto en 3 causales, gratuidad en educación superior, las reformas en el sistema educativo (como el de prohibir la selección) y las tentativas de cambiar el sistema de AFP. Ya Felipe Kast está pidiendo el copago en colegios municipales, además de restaurar los colegios subvencionados.

18. Dentro del Campo Popular, en el ámbito de las fuerzas políticas, es imperioso construir alianzas y/o relaciones políticas, en los espacios locales y en las movilizaciones, que permitan fortalecer a la vez que disputar las apuestas de las clases subordinadas. Lo anterior significa que, en relación a las fuerzas hegemónicas del Frente Amplio, debemos exigir a su bancada que represente efectivamente los intereses populares. Mientras, debemos contribuir al fortalecimiento y radicalización de las fuerzas no hegemónicas del Frente Amplio, de tal manera que no sean absorbidas y/o anuladas políticamente y que si, finalmente, no logran alterar la correlación de fuerzas al interior de esta coalición (llevando a una ruptura interna), la desembocadura natural de estos sectores sean espacios y referentes alternativos emergidos desde afuera del Frente Amplio.

19. Por otra parte, en relación a la franja radicalizada, se debe propiciar la unidad con aquellas organizaciones que buscan romper con la auto marginación y la auto referencialidad y que -en la medida en que estos espacios de unidad maduren- permitan a estos sectores de la franja radicalizada destrabar e influir en los demás segmentos de la misma para que salgan de su absorto e inútil aislamiento.

20. En el ámbito del movimiento social, se hace completamente necesario robustecer los espacios de acumulación y reconstrucción del movimiento popular, no solo fortaleciendo los espacios de base sino también creando plataformas organizativas que permitan: 1) superar la reducción y limitación a nuestros espacios locales (a nivel del territorio) y sectoriales (a nivel de sindicatos, gremios, facultades, etc.), 2) crear referencialidad y visibilidad político-social desde los espacios confluentes del movimiento popular, 3) madurar las propuestas programáticas emergidas de las luchas sociales de modo que sean potenciadoras de las movilizaciones populares. En otras palabras, crear espacios organizativos que permitan reconstruir a la clase desde sí misma (tal como el rol que cumplieron las mancomunales como proceso previo al sindicalismo chileno).

21. Lo anterior significa incidir diferenciadamente en las expresiones políticas del campo popular (tanto locales y sectoriales como dentro del Frente Amplio), pero con la intención de fortalecer organizativamente y políticamente un movimiento popular y social de carácter verdaderamente transformador, que permita anidar la emergencia de un proyecto estratégico potente y legítimo capaz de ser enarbolado por la mayoría del pueblo que somos, superando los alcances meramente «progresistas» de los sectores más moderados que se han encumbrado como referentes políticos nacionales en nombre del movimiento social.

 

 



[1] Irónicamente, el sistema proporcional, derivado del binominal, ayudó a «arrastrar» varias candidaturas del FA.

Marcelo Morales, militante del Movimiento Dignidad Popular.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.