El 29 de febrero de 2008 Rebelión publicó un artículo de Alberto Arregui titulado «Socialismo o barbarie» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63909) . Alberto Arregui es miembro de la Comisión Permanente Federal de IU y redactor de la revista marxista Nuevo Claridad. El artículo me decepcionó, me desilusionó y me enfadó. Alberto Arregui tiene una forma antigua de pensar […]
El 29 de febrero de 2008 Rebelión publicó un artículo de Alberto Arregui titulado «Socialismo o barbarie» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63909) . Alberto Arregui es miembro de la Comisión Permanente Federal de IU y redactor de la revista marxista Nuevo Claridad. El artículo me decepcionó, me desilusionó y me enfadó. Alberto Arregui tiene una forma antigua de pensar el socialismo e incurre, aunque inconscientemente, en el eurocentrismo e imperialismo intelectual.
Teoricismo
Uno de los errores en el que incurren muchos ideólogos de la izquierda radical europea occidental es que no comparan una país socialista con otro país socialista, o un país socialista con un país capitalista, o una época de una nación con otra época de esa misma nación, sino el mundo existente con la representación que ellos se hacen del mundo. Así, por ejemplo, Alberto Arregui piensa que el socialismo debe ser una sociedad con los dos siguientes rasgos: economía planificada y democracia socialista. Y como, a su juicio, en la realidad no ha habido país «socialista» que ha cumplido con esos dos requisitos, entonces no ha habido sociedad socialista. Y a esta forma de pensar que compara el socialismo realmente existente con el socialismo pensado se le llama teoricismo, que es una variante de idealismo. No está de más señalar que en el pensamiento de Alberto Arregui, de acuerdo con el artículo que estoy sometiendo a crítica, la economía planificada y la democracia socialista son sólo nombres, no conceptos concretos donde se incluya la experiencia acumulada por los países socialistas.
Después de afirmar que la URSS fue «una caricatura del marxismo y después una deformación monstruosa», Alberto Arregui dice lo siguiente: «Y los demás regímenes (China, países del Este…) se fueron construyendo a imagen y semejanza de la «revolución traicionada», muy lejos de las ideas de Marx y Engels, de Lenin y Trotsky, o de Rosa Luxemburgo». Esto es un clara muestra de teoricismo. Se piensa que el socialismo fue una idea confeccionada por Marx, Engels y Lenin, y que lo que tienen que hacer los pueblos es aplicarla. En primer lugar, Marx y Engels apenas dijeron cuatro ideas generales sobre el socialismo y no podían proceder de otro modo, y en segundo lugar, Ilích Ulianov por medio de la NEP propuso que el socialismo debería permitir las libertades mercantiles y hacer concesiones al capitalismo. Y esta última opción es el camino que ha seguido China en los últimos 27 años.
De todos modos el socialismo es una práctica relativamente nueva, donde todavía hay muchas cosas por saber, y donde las huellas del capitalismo son mucho más grandes e importantes de lo que se suponía al principio. No se trata de examinar en qué y en qué grado se distancia el socialismo realmente existente del socialismo ideado por sus fundadores, sino en analizar los rasgos del socialismo que existió y que existe en la actualidad y cuáles son sus tendencias futuras.
Lo que nos dice la experiencia
Aunque Alberto Arregui afirma, ayudándose de Spinoza, que ante los problemas la solución está en la comprensión, no creo que él haya entendido bien que lecciones hay que extraer de lo sucedido con el socialismo real. ¿Qué lecciones debemos extraer del fracaso del socialismo soviético y su conversión en un país capitalista? ¿Qué lecciones debemos extraer de la experiencia China que ha tenido que hacer concesiones al capitalismo internacional y al capitalismo nacional? ¿Qué lecciones debemos extraer de las dificultades económicas y políticas que vive Cuba? ¿Qué lecciones debemos extraer del camino que pretende seguir Venezuela bajo el liderazgo de Hugo Chávez? Que la transformación del capitalismo en socialismo es una tarea muy compleja, llena de vicisitudes, de reveses y de ingentes dificultades. También nos dice esa experiencia que la transición del capitalismo al socialismo transcurrirá durante un periodo muy largo. Igualmente nos dice esa experiencia que el socialismo sólo se podrá construir, en su primera etapa, con la ayuda de la economía mercantil, del pequeño capital y del gran capital. Estas son algunas de las lecciones que a mi juicio hay que extraer de lo sucedido, donde no se niega la experiencia sino todo lo contrario: se le da el papel que le asignó muy especialmente Ilích Ulianov: el punto de partida del conocimiento. Mientras que la posición de Alberto Arregui consiste en negar de forma absoluta la naturaleza socialista de la URSS y de China y, por lo tanto, negar la rica y compleja experiencia que representa para el socialismo esas dos realidades.
La negación absoluta de la realidad
Alberto Arregui, como muchos otros comunistas, insisten en que la URSS no fue una sociedad socialista. Su afirmación es la siguiente: «Lo primero que hay que entender, refiriéndose a la URSS, es que no se trataba de socialismo, sino de burocratismo, de un régimen de economía planificada pero sin democracia socialista». A esto se llama la negación absoluta de la realidad.
El socialismo, como el capitalismo, es una construcción nacional. Y los hay y los puede haber de varias clases. Si es una experiencia nueva, no se puede determinar de antemano sus rasgos definitorios de modo absoluto. La posición de Arregui sería más próxima a la dialéctica si dijera que la URSS fue un socialismo burocrático. No se niega su naturaleza socialista, puesto que en la URSS predominaba la propiedad pública sobre los medios de producción, pero se destaca que en la URSS se creó una clase obrera burocrática, que se adueñó en la práctica de todos los resortes políticos y económicos del Estado.
Arregui, como muchos marxistas educados a la antigua usanza, siguen creyendo que la economía planificada es el rasgo esencial de la sociedad socialista. Pero esto hoy día se está convirtiendo en un grave error. El plan como el mercado son dos mecanismos económicos para el desarrollo de las fuerzas productivas. Y la experiencia ha demostrado que el mercado es superior al plan en el cumplimiento de esa tarea. Este es el rasgo esencial de la reforma económica iniciada por China en 1978: sustituir el plan por el mercado. Y los éxitos están a la vista.
La planificación democrática
Alberto Arregui, ajeno a la experiencia del socialismo real, sigue pensando que el futuro del socialismo está en la planificación democrática de la economía. Cree que el error económico del modelo soviético de construcción del socialismo no estuvo en la planificación de la economía, sino en el hecho de que la planificación no fue democrática. Atendiendo a la experiencia del socialismo real se saben por lo menos dos cosas: una, es imposible planificar todo lo que se produce en una nación, máxime si es una nación de las dimensiones de China; dos, sólo se pueden planificar algunos productos elementales de la economía, como pueden ser la electricidad, el hierro, etcétera, pero incluso en estos casos el plan sólo es una plan de referencia. Ya he puesto este ejemplo en otras ocasiones: piénsese sólo en cómo planificar la cantidad y variedad de tornillos que habría que producir, por ejemplo, para la Comunidad Económica Europea. Esta tarea sería imposible de realizar. De ahí que no se debería seguir hablando del plan de esa forma tan idealista, como si no hubiera una experiencia que dijera hasta que punto es aplicable a la realidad y el grado en que ha sido útil. No se debería pensar el socialismo al margen de la experiencia del socialismo real. Hacerlo es aventurar a las vanguardias de la izquierda radical por el camino del ilusionismo.
La llamada planificación democrática es una expresión que carece de sentido de la realidad. No aguanta el menor embate con el mundo existente. Veamos lo que significaría en la práctica la planificación democrática. Podría significar, en primer lugar, que los obreros de las empresas de propiedad pública se reúnen para acordar qué materias primas y maquinarias comprar, a quién comprársela, que productos elaborar, a quién vendérsela y a qué precios. ¿Se imaginan una empresa que funcionara con estos requisitos? No hay que ser muy listos para saber que una empresa gobernada de este modo no duraría una semana en pie. Y en segundo lugar, podría significar que cada barrio, cada distrito, cada provincia y cada Comunidad Autónoma elaboraran todas y cada una de las mercancías que necesitan, y que después la Autoridad Central diera órdenes a todas las empresas para que suministraran a todas aquellas entidades las mercancías demandas. ¿No se ve con claridad que esto es un imposible y que a nadie se le ocurriría ponerlo en práctica? ¿No se ve que esto lo soluciona el mercado sin tanta complicación y con costes infinitamente más pequeños?
Algunas verdades elementales sobre el fracaso de la URSS
Una: En la URSS, como en la mayoría de los países del socialismo real, no se respetó la ley del valor. Los precios eran determinados por la autoridad central estatal. Y cuando no se respetan las leyes objetivas de la economía, lo lógico es que dicha economía más tarde o más temprano vaya a pique. Dos: En la URSS la proporción que se daba entre la industria pesada y la industria ligera era del 70 por ciento de la primera frente al 30 por ciento de la segunda. Y la industria ligera es el sector de la economía destinado a satisfacer las necesidades de consumo de la población. De ahí el nivel tan desarrollado de las maquinarias e infraestructuras que había en la URSS frente al nivel tan bajo de ingreso personal de los trabajadores. Tres: La ausencia de libertades económicas mercantiles provocó el predominio de la uniformidad frente a la variedad en el consumo del pueblo. Esto genera un fuerte sentimiento de tristeza. Y cuarto: en la URSS no había Estado de derecho. Y cuando no hay Estado de derecho el ciudadano no puede defenderse de los atropellos y abusos de los cargos del Partido y del Estado. La forma fascista de gobierno que se impuso en la URSS tuvo como premisa la ausencia de Estado de derecho.
Algunas verdades elementales sobre China
La forma tan ligera con la que habla Alberto Arregui sobre China es insultante. Presentarla como una simple copia del modelo soviético no es serio, y presentarla como una sociedad donde predomina el capitalismo depredador es injusto. No se puede hablar de un país tan grande, tan colosal y tan complejo con cuatro frases. Es necesario un mayor respeto hacia los países extranjeros. Que los chinos son muchos, son muy sabios y ellos deciden lo que hacen. No se les puede hablar a los comunistas chinos sacando del bolsillo un libro escrito por occidentales donde se indica lo que debe ser el socialismo y cómo debe ser construido. Fundamentalmente por una razón: porque los marxistas de Europa occidental, aunque se creen que se las saben todas, jamás han sido capaces de hacer el socialismo. Sólo saben pensarlo. Y claro, en el pensamiento todo ocurre a la perfección.
En 1949 China era una sociedad semifeudal, semicolonial y semicapitalista. Miremos hoy donde está. Aunque las reformas económicas son una continuación del socialismo por otro camino, para el señor Arregui como para todos los capitalistas ocidentales representa un abandono del socialismo y su paso al capitalismo. En China sigue predominando la propiedad pública sobre los medios de producción frente a la propiedad privada. Aunque eso sí, se han hecho grandes concesiones al capitalismo. No se podía seguir adelante con el viejo socialismo. ¿Por qué? Porque era un socialismo pobre. El socialismo tenía que retroceder en sus posiciones. Sólo con el concurso del capital internacional China podía salir de su atraso económico. Y eso fue lo que se hizo. Ahora bien, si Europa occidental hubiese sido socialista en vez de capitalista, China no hubiera tenido que retrasar sus posiciones socialistas.
¿Cuál ha sido uno de los resultados más importantes del nuevo camino socialista emprendido por China? El número de personas que vive en la pobreza en las zonas rurales de China ha descendido de 250 millones en 1978 a sólo 20 millones para fines de 2006, y la incidencia de pobreza cayó de 30,7 a 2,3 por ciento. Yo me pregunto si Alberto Arregui habrá hablado con las 230 millones de personas, más de cinco veces la población española, que han salido de la pobreza en China. Seguro que si lo hubiera hecho, nos hubiera obsequiado con otra visión de ese gigante asiático
El eurocentrismo y el imperialismo intelectual
Una de las cosas que más me molestan del pensamiento de Alberto Arregui es que habla como hablan todos los occidentales, como si ellos tuvieran siempre la verdad en sus manos, como si la democracia sólo fuera la occidental, y como si el mundo no pudiera ser de otro modo que como lo han imaginado los occidentales. Alberto Arregui es militante de Izquierda Unida. Pero esta formación política ha sido incapaz de ganarse aunque sólo sea la confianza de las capas más pobres de la población. No ha sido entonces capaz de ganarse la confianza de la clase trabajadora en su conjunto. Mucho menos ha sido capaz de ganarse la confianza de la clase media. En suma, no ha sido capaz de ganarse la confianza de las fuerzas sociales necesarias para proponer la transformación del capitalismo en socialismo. ¿Cómo es posible que no siendo capaz Alberto Arregui, en calidad de dirigente de Izquierda Unida, ni tan siquiera de crear esas mínimas condiciones subjetivas, quiera dar lecciones a la extinta Unión Soviética y a la actual China de cómo deben hacer el socialismo? Por dos causas: por teoricismo y por imperialismo intelectual.