Álvaro Cunhal nació hace 91 años, el día 10 de noviembre. Son los pueblos, colectivamente, como sujeto de la historia, que transforman la vida, más es innegable que algunos hombres y mujeres contribuyen por veces decisivamente para la influencia del rumbo. Álvaro Cunhal será señalado por el tiempo futuro como uno de esos seres excepcionales. […]
Álvaro Cunhal nació hace 91 años, el día 10 de noviembre.
Son los pueblos, colectivamente, como sujeto de la historia, que transforman la vida, más es innegable que algunos hombres y mujeres contribuyen por veces decisivamente para la influencia del rumbo.
Álvaro Cunhal será señalado por el tiempo futuro como uno de esos seres excepcionales. Pocos portugueses marcaron tan profundamente la historia de nuestro país en el siglo XX. Tal vez ninguno haya sido tan calumniado e injuriado por las fuerzas de la reacción y por todo un ejército de adversarios de múltiples cuadrantes ideológicos.
Vasco Gonçalves afirmo recientemente que el 25 de abril será recordado como la revolución más importante y profunda que se dio en Europa Occidental desde la Comuna de París. Enuncio una evidencia que la burguesía intenta olvidar. Más es igualmente transparente que sin su intervención personal y la de Álvaro Cunhal en los acontecimientos, la Revolución no habría sido aquello que fue.
Lenin decía que sin teoría revolucionaria y sin organización revolucionaria no hay revolución posible. En el caso portugués, incluso en el derrocamiento del fascismo que se debió a una vanguardia armada, el MFA, la situación creada por el golpe militar no habría desembocado en una ruptura revolucionaria sin la adhesión inmediata y torrencial del pueblo. El papel de los comunistas en ese fenómeno social, que por sus características sorprendió a Europa y al mundo, aún no ha sido suficientemente estudiado. Más la grande y generosa marea inicial, marcada por el espontaneismo, habría bajado rápidamente, si el Partido Comunista Portugués no conseguía con éxito canalizar, a través de una participación organizada, la combatividad de las masas, en las ciudades, en las áreas industriales y en los campos de Alentejo y de Ribatejo, para los objetivos estratégicos que sobrepasaran largamente las reivindicaciones coyunturales.
Si es un hecho que las grandes conquistas de Abril se materializaron en el breve periodo comprendido entre la malograda intentona de la «mayoría silenciosa» y el 25 de Noviembre, cabe recordar que la defensa tenaz de las mismas conquistas cuando principio la contrarrevolución no habrían sido también viables si en la época un porcentaje importante de los trabajadores no hubiese resistido con lucidez y firmeza la ofensiva restauradora de las fuerzas de la derecha tradicional dirigidas por el Partido Socialista.
Y sobre todo a lo largo de la escalada contrarrevolucionaria que la intervención de Álvaro Cunhal pesa en el caminar de la historia. No fue algo inesperado. En dos obras fundamentales escritas durante la clandestinidad – Rumbo a la victoria y La reforma agraria en Portugal – los historiadores encuentran ya claramente definido el pensamiento de un revolucionario en el cual coexisten armoniosamente el ideólogo, el estadista, el estratega, el dirigente partidario y el intelectual que consigue contemplar el movimiento de la historia atento a lo inmediato y simultáneamente con el distanciamiento y la serenidad de un artista.
Durante más de una década, tuve la oportunidad de encontrar a Álvaro Cunhal con mucha frecuencia. Ese privilegio resulto de tareas que yo, como militante comunista, cumplía. Eso me abrió las puertas a una mirada diferente sobre el humanista que la sequedad aparente del dirigente político ocultaba.
El secretario General del PCP que surgía en la televisión y pronunciaba discursos en las grandes manifestaciones del partido fue durante muchos años un desconocido para la inmensa mayoría de los portugueses. Igualmente para sus camaradas no era fácil tender los puentes entre el personaje que actuaba en el gran escenario de la historia y el autos de romances y novelas (editadas con el seudónimo de Manuel Tiago), el pintor, el ensayista, el artista incompatible con exclusiones dogmáticas, fascinado por los genios del renacimiento y admirador y «explicador» de otros contemporáneos, de los impresionistas a Picasso, capaz de sentir la belleza eterna de una catedral gótica y el encanto intemporal de una creación de Niemeyer.
Es mi convicción que la Revolución Portuguesa, por fuerza de un acontecimiento imprevisto de la historia – la implosión de la URSS- no habría podido sobrevivir si hubiese seguido al frente en el año 75. La desaparición del socialismo en Europa inviabilizaría la continuidad de la experiencia desafiante que propugnaba transformar a Portugal en una sociedad no capitalista, con la vocación para erradicar la explotación del hombre por el hombre.
Más el rumbo de la historia no se decide a partir de acontecimientos que aún no se producen. En el año 75, cuando la Revolución Portuguesa fue realizada, era impensable la desaparición de la URSS y la hegemonía bárbara y planetaria de los EEUU.
Defender sus conquistas era una exigencia revolucionaria. Fue entonces, repito, que Álvaro Cunhal se agiganto y el Partido Comunista Portugués tiene, bajo su dirección, adquirido un batallar permanente, dentro del cuadro constitucional, la estructura y el perfil que lo proyectaron al mundo como ejemplo de organización partidaria que utilizaba en la lauca como guía para la acción al marxismo-leninismo, no como un breviario escolástico, pero si como teoría (y praxis) creadora en permanente renovación como la concibió Lenin. No fue por un capricho que su libro El partido con paredes de cristal – reflexión sobre el PCP como partido revolucionario de la clase obrera – no fue publicado en algunos países de Europa Oriental. Los dirigentes de los partidos burocratizados en el poder temían los efectos de la frontalidad con que Álvaro Cunhal abordaba la temática de desviaciones y errores incompatibles con la concepción leninista del partido revolucionario. En la mayoría de esos países las organizaciones comunistas, distanciadas del pueblo y en ruptura con los principios del marxismo, actuaban ya como caricaturas de lo que debe ser un partido comunista.
Fue en la fidelidad a su opción revolucionaria de comunista y a su respeto por la historia profunda que Álvaro Cunhal en uno de sus últimos libros – La verdad y la mentira sobre la Revolución Portuguesa – La contrarrevolución se confiesa – ilumino el cuadro nebuloso en que la Revolución de Abril fue tratada.
Tan profundamente entro en la atribución de responsabilidades que – el tiempo debilita la memoria – así mismo personalidades progresistas creen que exagero en la culpabilización de Mario Soares.
No estamos frente a una cuestión secundaria. Vasco Gonçalves – otro gran portugués – usando lenguaje diferente, llega a idéntica conclusión.
Esa autenticidad de Álvaro Cunhal en el rigor con que evoca la revolución es indisociable de su grandeza humana.
El partido fue para el un instrumento de la revolución concebida como un infinito absoluto sin el cual la existencia perdería significado. No habrá sido por casualidad que su libro El partido con paredes de cristal no fue editado en muchos países de Europa Oriental. Los partidos en el poder, burocratizados, habían roto con los valores y principios del marxismo, temían a los efectos de la obra de Álvaro. En ella el Secretario General del PCP hace la defensa del partido revolucionario, dinámico y no desmovilizado, sometiendo a dura crítica las desviaciones existentes, condenando el dogmatismo y elogiando la creatividad.
Encontramos la misma grandeza en la opción que precedió a su relevo como Secretario General del PCP.
Son muy escasos ejemplos como el suyo.
No olvido palabras que le escuche un día, ya rebasados los 70:
– Las tareas del Secretario General de un partido como el nuestro exigen alguien en plena forma mental y física. Sabré dejar la responsabilidad llegado el momento…
Y ellos así fue de manera ejemplar, preparando la transición con el desprendimiento propio de un revolucionario impar.
Para terminar este texto, escrito en el aniversario de Álvaro Cunhal, recordare una de las muchas historias ligadas a la prolongada relación de trabajo con él mantenida.
En el regreso de un viaje a Bulgaria yo, impresionado por la lectura de un ensayo de James West, de la Comisión Política del Partido Comunista de los Estados Unidos, y de conversar con el, publique un articulo intitulado, si la memoria no me falla, «Los orígenes del eurocomunismo en el browderismo«. Era una reflexión que establecía el puente entre la posición eurocomunista y el revisionismo de Earl Browder que producia efectos devastadores en muchos partidos comunistas de América Latina.
La secretaria de Álvaro Cunhal me telefoneo inmediatamente informando que él tenia urgencia en hablar conmigo.
Lo encontré en una pésima disposición. Agitaba en una mano el periódico donde párrafos del articulo estaban subrayados en rojo y azul.
Escuche una llamada de atención devastadora. Durante minutos no tuve oportunidad de pronunciar una palabra en mi defensa.
Califico la publicación del artículo de actitud irresponsable, de error imperdonable. En tono durísimo fue acumulando censuras.
Cuando el flujo de las críticas ablando un poco, intente exponer mi posición, señalando que un simple artículo mío, militante desconocido en Paris y Roma, no podía crear tanto problema al partido.
Luego me interrumpió:
– A esta hora, el articulo, transmitido para Italia y Francia, ya estará encima de los despachos de Berlinguer y de Marchais. Va a ser interpretado como un ataque indirecto, no tuyo, sino del PCP al PCI y PCF. Causaste un prejuicio irreparable, sin solución posible. El mal esta hecho…»
Más, súbitamente, la expresión de su rostro se suavizo, el tono de voz cambio y mirándome de frente, hablando pausadamente, poniéndome una mano en el hombro me saco del mundo de lo absurdo e inesperado. Sus palabras quedaron para siempre gravadas en mi memoria.
Debo aclarar que has hecho el artículo inteligente y bien escrito. Estoy de acuerdo con el contenido. En otras circunstancias podría suscribirlo. Más en este momento su publicación fue desastrosa.
El episodio ayuda a comprender la dimensión humana del dirigente revolucionario que completa ahora 91 años.
¡Felicidades, Álvaro!