Para Paula Olmos y Luis Vega Reñón, por su gentileza y apoyo […] También he de protestar de que llames «magníficos» a los dos tomos aparecidos de Panfletos y Materiales. Me parece que ellos revelan bastante bien el desastre que en muchos de nosotros produjo el franquismo (en mí desde luego): son escritos de ocasión, […]
Para Paula Olmos y Luis Vega Reñón, por su gentileza y apoyo
[…] También he de protestar de que llames «magníficos» a los dos tomos aparecidos de Panfletos y Materiales. Me parece que ellos revelan bastante bien el desastre que en muchos de nosotros produjo el franquismo (en mí desde luego): son escritos de ocasión, sin tiempo suficiente para la reflexión ni para la documentación. En cambio, te agradezco mucho lo que dices de una posible utilidad mía en otras épocas. Supongo que también eso es falso, pero el hombre es débil y acepta algunas falsedades.
Carta de Manuel Sacristán a Eloy Fernández Clemente, 30/6/1985.
[…] Pero, repito, cuando repaso la vida que he llevado, me parece que es natural que procediera así; y seguramente si tuviera que volver a empezar lo haría del mismo modo. No parece que hubiera otra posibilidad. Las dos únicas veces en que escribí largo tuve que suspender la actividad militante. Fue cuando redacté mi tesis doctoral y cuando escribí el manual de lógica. Dos veces quedó claro que era imposible escribir un texto largo y llevar a cabo diariamente trabajo conspirativo. Y ganarme la vida, además. Creo que veo claramente las limitaciones de lo que he escrito, que siempre ha sido con urgencia.
«Manuel Sacristán habla con Dialéctica» (1983).
0. Introducción.
Cuando, a principios de los años sesenta, Sacristán estaba preparando los últimos capítulos de Introducción a la lógica y al análisis formal (ILAF), escribió a su hermana bióloga, Marisol Sacristán, pidiéndole ayuda para un ejemplo de división de especies que no fuera dicotómica:
«Querida Lola:
necesito con mucha prisa que me mandes un ejemplo de división de algún género en especies, o de alguna clase, o de alguna familia en categorías inmediatamente inferiores y que tenga las siguientes características: a) ser una división en pocos miembros, pero más de dos (que no sea dicotómica); b) tener un principio de división intuitivamente muy claro, como el de angiospermas y gimnospermas. Pero ésta no me vale porque es dicotómica. No hace falta, en cambio, que el principio de la división sea teórico. Puede ser práctico, agronómico, por ejemplo. Pero de uso real por teóricos o por técnicos (P.e. ¿hay tres o cuatro clases de trigos que compongan una verdadera división, es decir, que agoten la clasificación posible -desde algún punto de vista- de toda planta de trigo?).
Anda, date prisita, Manolo
P.S. De todos modos prefiero que el ejemplo sea teórico, de sistemática.»
El ejemplo llegó el tiempo y fue incorporado por Sacristán en el apartado 95 -«Un ejemplo de división»- de ILAF2.
No fue ésta la única carta que acompañó la edición de su manual de lógica. Destacados miembros de la comunidad lógico-filosófica de la época, como Josep Ferrater Mora3, Miguel Sánchez-Mazas y Víctor Sánchez de Zavala, escribieron cartas a Sacristán comentando detalladamente su trabajo, haciéndole llegar una valoración general de su Introducción y, en algunos casos, señalándole observaciones muy precisas sobre aspectos lógicos, filosóficos y lingüísticos de su ensayo.
Sin embargo, en la presentación de ILAF4, Sacristán apuntaba en otra dirección, hacia otro ámbito universitario. Aquí señalaba que importantes conceptos epistemológicos -como sistema deductivo, algoritmo, modelo, función o estructura-, que eran de uso frecuente en ciencias positivas, tenían en la lógica formal el lugar de su primera introducción aclaración. Aunque, sin duda, esta inicial dilucidación que se encontraba en la lógica era muy general, «y los conceptos en cuestión toman en las diversas ciencias positivas que los usan connotaciones específicas», una introducción formal a esos conceptos en el marco de una iniciación a la lógica formal era útil, comentaba Sacristán, para toda formación científica que se quiera educar también en el espíritu de la teoría. Por ello, proseguía,
» la principal motivación con que ha sido escrito este manual es la de suministrar un texto introductorio que, a diferencia de lo que muy naturalmente suele ocurrir a los libros de lógica, no presuponga en sus lectores ningún interés especial por la filosofía ni por la matemática, ni menos una educación universitaria en ellas. El lector típico tenido presente es más bien el estudiante de nuestras facultades de ciencias positivas (naturales y sociales). Esto puede dar razón del carácter ingenuo de la información y las discusiones sobre temas filosóficos y matemáticos, así como del abandono de venerables doctrinas tradicionales (por ejemplo: de la renuncia a un tratamiento sustantivo de la silogística) [cursiva nuestra].»
Lo que se pretendía con ILAF era, pues, ayudar a la introducción del estudio de la lógica y temas afines fuera de las secciones de filosofía y de matemáticas, sabedor Sacristán de que salvo en algunas singulares facultades que ya en aquellos años contaba con unos «Fundamentos de Filosofía» en su primer curso, no era nada fácil alcanzar entonces ese deseable objetivo en el ámbito universitario español. Empero, no está claro el impacto real que tuvo ILAF en la propia facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona -o en facultades afines- donde Sacristán impartía clases en aquellos años5. No olvidemos que el autor de «La Universidad y la división del trabajo» fue expulsado de la Universidad barcelonesa en 19656 , que sus sustitutos -entre ellos, el imborrable Dr. Canals- no parecían tener la arista lógico-analítica en un lugar destacado de sus preocupaciones pedagógicas, que el mismo Sacristán se mostró autocrítico, como veremos, con algunas de sus iniciales pretensiones didácticas y que, en fin, hasta prácticamente 1976, hasta después de la muerte del dictador, Sacristán no pudo reincorporares a la Universidad española, acompañado, nuevamente, de singulares y pendulares movimientos en torno a su nombramiento como catedrático extraordinario7 .
Sea como sea, y aun cuando no fuera ésa su finalidad básica, ILAF sí tuvo influencia en las facultades de filosofía del país8 y fue valorado positivamente por destacados miembros de la comunidad filosófica hispánica de la época9 . Incluso en un reciente manual de lógica de 2001, de Quesada, Pérez Otero y Fernández10 , se ha señalado que:
«(…) El capítulo 5 presenta de forma comprimida el contenido esencial de los grandes resultados clásicos sobre los sistemas de lógica, incluidos los llamados teoremas limitativos y muy especialmente los de Gödel. Entre los manuales más utilizados en nuestro país, sólo el de Sacristán introduce parcialmente este material…»
Veamos, pues, algunos de estos filosóficos intercambios epistolares en torno a la Introducción a la lógica y al análisis formal.
1. Cartas de (y a) Josep Ferrater Mora11
La comunicación epistolar entre Ferrater Mora y Sacristán venía de antiguo. Ya en una carta fechada el 22 de diciembre de 1958, este último, en su nombre y en el de Giulia Adinolfi, agradecía a Ferrater el envío del Diccionario de Filosofía:
«Estimado amigo:
Recibí en noviembre su espléndido regalo, y por no decidirme a escribirle enseguida agradeciéndolo, me ha pasado, como suele ocurrir en estos casos, que me pongo a hacerlo cuando el retraso ya da vergüenza y está a punto de perecer la dilación sine die de la empresa.
La cuarta edición del Diccionario es verdaderamente impresionante para mi, que me había quedado en la segunda. Pero le ahorro a usted expresiones admirativas que serían seguramente mucho más pálidas que su conciencia del esfuerzo.
Tanto mi mujer como yo -cada uno en lo que entendemos algo- nos proponemos ayudarle sistemáticamente en lo que supongo será una de sus grandes pesadillas: la persecución de erratas. He aquí dos con las que he tropezado hasta ahora (…)
Siento tener que escribirle a mano; estoy pasando unos días mal de salud, y me encuentro en cama. No queriendo que terminara el año sin escribirle, me he decidido a aumentarle la molestia que ya en cualquier caso le habría producido la escasa claridad de mi letra.
Le saludo muy amistosamente, repitiéndole mi agradecimiento por su envío y expresándole mis mejores deseos para 1959. Tales son también los de mi mujer.»
Años más tarde, en 1965, Ferrater Mora visitó nuestro país pero, lamentablemente, no pudo coincidir con Sacristán, quien el 5 de octubre de ese mismo año le escribía disculpándose por no haber podido agradecerle personalmente su generosa valoración de ILAF, y señalando algunos puntos de autocrítica didáctica:
«Apreciado amigo Ferrater:
Desgraciadamente no volví a Barcelona en fecha aún oportuna para verle a Ud. Lo siento de verdad, sobre todo por no haber podido agradecerle personalmente su juicio de manga ancha sobre mi manual de lógica (Mi experiencia didáctica con él no es, por ahora, demasiado feliz: no me va mal en segundo, pero creo que me he pasado de rosca en cuanto a exigencias puestas a los alumnos de primero, que eran en rigor los que más me interesaban; y así yo mismo me he visto obligado a seguir usando «el Ferrater», por hablar argot de estudiantes, para mi curso general de primero. La experiencia no caerá en saco roto, lo cual (me consuelo) prueba que aún no estoy demasiado viejo: si hay segunda edición, arrancaré al manual unas cuantas páginas y le quitaré toda la pedantería que pueda).
Espero su «compensación» con la satisfacción del que hace un buen negocio -tal vez el único buen negocio que pueda hacerse en un curso académico que empiezo sacudido, como bastantes otras personas, por muy malos y arrasadores vientos.
Muy cordialmente, Manuel Sacristán»
Obsérvese, pues, que: 1. Sacristán usó su manual no sólo en el primer curso de Económicas, donde él mismo había impartido una asignatura de «Fundamentos de Filosofía». 2. Que usó también el ensayo de Ferrater y Leblanc para su curso general de primero, dada las dificultades que presentaba ILAF para alumnos de facultades de ciencias sociales sin formación lógico-matemática y epistemológica previa. 3. Que ya entonces Sacristán pensó en revisar algunas secciones de ILAF, tarea que, de hecho, no llegó a culminar nunca12 y 4. Que los vientos arrasadores a los que Sacristán se refiere se hicieron pronto efectivos: él mismo, junto con un numeroso grupo de profesores, fue expulsado de la Universidad ese mismo curso, vía no renovación de su contrato laboral, suceso que debería sumarse a lo que pudo significar para él, y para su tarea de profundización filosófica en el ámbito de la lógica, lo acontecido en las oposiciones a la cátedra de Valencia de 196213 .
Pocas semanas después, el 1 de noviembre de 1965, Ferrater Mora, desde el el departamento de filosofía del Bryn Mawr College, escribía de nuevo a Sacristán ratificándose, tarskianamente, en su ajustada valoración de ILAF:
«Querido amigo:
Gracias por su amable carta. Espero que nos sea dado vernos en otra oportunidad.
Mi juicio sobre su Introducción es de manga justa; ‘el libro es excelente’ porque, y sólo porque, es excelente. Comprendo que sea un tanto fuerte para los alumnos de primero, y agradezco que a causa de ello haya usted decidido seguir usando mi manualito, pero no veo por qué no podría usarse el mío y partes del suyo, reservando todo el suyo para alumnos más avanzados.
Alguien me dijo que estaba usted quejoso de las numerosas erratas. Cuando vea usted la nueva edición de mi Diccionario [de filosofía] tendrá ocasión de comprobar que en todas partes cuecen habas y en algunas partes las cuecen a toneladas. A veces las correcciones de pruebas sirven sólo para que se elimine una errata… a base de introducir dos o tres más. Supongo que no tardará en llegarle dicha obra, aunque yo por ahora he recibido solamente un ejemplar por avión. Los libreros tienen, sin duda, preferencia sobre los amigos del autor y sobre el autor.
Un abrazo cordial de, Ferrater Mora»
La correspondencia entre ambos parece detenerse aquí.
No fue éste, sin embargo, el único comentario de filósofo con competencia en el ámbito lógico. Miguel Sánchez Mazas, desde Suiza, también escribió a su amigo Sacristán.
2. La carta de Miguel Sánchez Mazas14
Como dijimos, los malos vientos arrasaron y Sacristán fue expulsado de la Universidad barcelonesa. El 10 de noviembre de 1965, Sánchez Mazas le envió desde Ginebra una telegrama en los siguientes términos: «toda mi solidaridad y amistad en este trance dime si podemos hacer por ti algo preciso un fuerte abrazo. Miguel» 15
Antes, el 8 de enero de 1965, desde el 42 de la rue du Môle de Ginebra, Sánchez Mazas había enviado a Sacristán una carta de cinco folios escrita a máquina y en la que, en sus primeros compases, se refería a ILAF en los términos siguientes:
«Querido Manolo:
He tenido una gran alegría al recibir, en los primeros días de este nuevo año, tu buen regalo, no sólo por el interés y el atractivo del libro en sí mismo y por la simpatía que entraña su envío, sino también -y tal vez principalmente- por saber con ello directamente, después de muchos años, de ti y de tu actividad, y comprobar con enorme satisfacción que estás en pleno fermento intelectual y desarrollando un programa de gran valor pedagógico y renovador, a la larga, de nuestra mentalidad -y metodología- social, no sólo por tu obra científica personal, sino por la que intuyo que animas, en la Universidad, o a través de planes editoriales de estilo enteramente nuevo.
Te doy la enhorabuena, pues, y me la doy a mi mismo, pues tus noticias aportan un elemento animador a mi visión del futuro de España -uno de los pocos- y constituyen un estimulante, hasta cierto punto inesperado. Tengo interés en conocer más detalles de ese panorama entrevisto.
Desde hace tiempo, y por las más distintas razones, pero sobre todo más recientemente, desde que he «vuelto» a la lógica, o simplemente al estudio -algo así como hace un año-, deseaba conocer tus coordenadas, todas tus coordenadas, y muy especialmente y con verdadera curiosidad las de tu situación en relación con los problemas de los fundamentos lógicos de la ciencia y su papel en todo el contexto cultural y social. Tu libro, que he empezado enseguida a recorrer en todas direcciones, más que a leer ordenadamente, me da unas primeras respuestas, que juzgo muy positivas. Pero deseo seguir al día las proyecciones futuras y espero que tú también, cuando conozcas las perspectivas de mi trabajo actual, puedas encontrar un interés común, primero en nuestro intercambio, y más adelante, eventualmente, en una colaboración de cualquier tipo, capaz de aportar una célula más a ese trabajo racional en equipo que tan indispensable es en todas partes, y cada día más urgente en España -y muy especialmente en este campo del cual, como tú perfectamente sabes, tantas y tan decisivas consecuencias y repercusiones pueden surgir no sólo para la investigación científica, en general, sino también para la pedagogía, para la sociología, en su sentido más práctico y más dinámico, en una forma que ciertamente sorprenderá a quienes, engañados por la apariencia externa del simbolismo y por las dificultades de la perspectiva formalista, juzgan esas tareas como un estéril (y por lo tanto culpable) juego de mandarines.»
A continuación, Sánchez Mazas explica a Sacristán que Juan A. Nuño, que por aquellas fechas estaba preparando, en Ginebra, con Bochenski un análisis del pensamiento lógico de Platón similar al que la escuela de Lukasiewicz había hecho con la lógica de Aristóteles, le preguntó qué españoles capaces de dar un cursillo de tres meses sobre problemas lógicos tendría interés invitar y que él, aún sin conocer sus actuales coordenadas, pero habiéndolas conocido hacía años, le dijo que
«indudablemente, tu nombre era el primero, y tal vez el único, que había que tener en cuenta, desde mi punto de vista. No sé si llegó a escribirte, no se lo he preguntado ahora, pero en los últimos meses alguien me dijo al volver de Barcelona, al preguntarle yo si habla oído hablar de ti y de tus actividades a raíz de noticias «extra-científicas» e inquietantes aparecidas sobre ti en la prensa extranjera que había oído decir (y así sucesivamente…) que no estabas muy dedicado a los trabajos de lógica y que se tenía la impresión que habías abandonado esa preocupación. Me parece que quien me trajo esa voz -cuya falta total de fundamento comprueba ahora con alegría- fue Eduardo Rallo, un psiquiatra amigo nuestro que vive en Lausanne (o más exactamente en Morges) y que habló con amigos comunes. Pero eso ya no tiene la menor importancia.»
Sánchez Mazas confiesa, a continuación, que todavía no ha tenido tiempo de leer ILAF de un modo ordenado y sistemático, y que, por otra parte, la curiosidad por ver cuál era su posición ante problemas muy precisos, así como por descubrir el estilo que había elegido para presentar los conceptos fundamentales de la disciplina y su función en la ciencia a los estudiosos de las «ciencias reales», «me ha impedido empezar la lectura de ese modo». Sea como fuere, Sánchez Mazas señala a Sacristán que lo que ya ha visto le ha producido una gran satisfacción, porque cree que la metodología seguida era práctica y eficaz, y que, además, casi adivinando el horizonte lógico y filosófico hispánico,
«el libro puede andar mucho camino por los viejos y polvorientos senderos de nuestra cultura peninsular -no sólo filosófica, que tal vez es lo menos importante (me pregunto cada día con espanto si hay una sola idea científica en la filosofía, fuera de las que integran nuestra lógica)-, rejuveneciendo mentes, quitándoles telarañas. Es un libro saneador no sólo de buena pedagogía científica para los jóvenes aún no maleados por la enseñanza dominante, sino tal vez incluso -esperémoslo- regenerador de algunas mentes de adultos que, desgraciadamente, son ya sabios.»
Se centra después Sánchez Mazas en «el programa algorítmico» y en los resultados de Gödel. La posición de Sacristán le parece en este punto «acertada, prudente y pragmática» y comparte enteramente sus positivas apreciaciones sobre la experiencia gödeliana, así como las críticas a las interpretaciones desorbitadas de la misma en el mundo extra-matemático, «donde, sin conocer los términos exactos del problema, que no pueden captarse fuera de la perspectiva formalista, se habló de «crisis de la razón», jeremiada en la que cayó el propio Ortega, como recordaba hace algún tiempo Gallego Díaz.»
Después de ello, escribe un largo desarrollo sobre su visión personal del «programa algorítmico», comentándole a Sacristán que, aun compartiendo como punto de partida las limitaciones, condicionamientos y reservas por él apuntadas,
«yo esté llegando, sin embargo, a tener algunas -el futuro dirá si fundadas- esperanzas de desarrollo y aplicación eficaz, más seguras de las que tú pareces tener, al menos en este momento. Yo veo el problema de un modo tal vez mucho más pragmático, más operativo y dinámico de como lo han venido tratando los técnicos de los sistemas formales y del «Entscheidungs-problem», de un modo que acaso parezca infantil y blasfemo a los guardianes y vestales de la «legitimidad» de la consecuencia lógica y a los implacables aduaneros que vigilan armados la temible frontera que separa los «lenguajes objeto» de los «meta-lenguajes», éstos y aquellos de los «meta-meta-lenguajes» y así sucesivamente, en un proceso de retroceso infinito que, como tú muy acertadamente señalas, aún si resultara imprescindible -que no lo es para lograr resultados prácticos muy interesantes y útiles con una formalización prudente-, no tendría por qué llevarnos al suicidio mental colectivo y a renunciar a algo tan vivo -a pesar de tanto sepulturero- como es la ciencia.»
Finaliza su carta solicitando a Sacristán un contacto periódico e informándole de su trabajo en la FIOM, en la Internacional de metalúrgicos, donde, además, de las relaciones con las organizaciones afiliadas en el mundo de lengua española, y de todo lo relativo a publicaciones y circulares, se ocupaba de los análisis de los balances de las empresas, y de la preparación y estudio de negociaciones colectivas. Además de ello,
» como el trabajo aquí en la FIOM es francamente animador y agradable, en su contenido y por el ambiente humano y de compañerismo, y sólo trabajo 40 horas en cinco días, me queda el tiempo y la atención suficiente para mis trabajos de lógica. Estoy preparando así un libro, cuyo índice te envío. Mi intención es publicarlo antes de nada en España. Pero, por otro lado, mis trabajos han interesado mucho en la Universidad de Ginebra y en la de Neuchatel, entre lógicos de la escuela de Piaget, y me han animado a que prepare una tesis para el Doctorado en Matemáticas. Lo he aceptado y ya la estoy preparando. El título, ya admitido, es el siguiente «Sur l´arithmétisation de la logique et du langage: problèmes, méhodes et perspectives» [Sobre la aritmetización de la lógica y del lenguaje: problemas, métodos y perspectivas]. Puede interesarte tal vez el esquema del capítulo introductorio, que ya he escrito, de modo que te lo adjunto.» [la cursiva es nuestra]
2.1. Sobre la revista Theoria
No fue esta la última carta de Sánchez Mazas dirigida a Sacristán. Veinte años más tarde, también desde Ginebra, el 20 de julio de 1984, y con membrete de la revista Theoria, volvía a escribirle a propósito de la reedición de la mítica publicación. Mazas le pedía esta vez a Sacristán que fuera uno de los conductores de la nueva empresa como miembro del Consejo Asesor, en cuya lista provisional ya figuraba. Le rogaba, pues, que dedicara parte de su «precioso tiempo» ya que
» sé muy bien que siempre te ha interesado, como lo prueba tu intento con Víctor [Sánchez de Zavala] y Ariel, del verano de 1964, del que hablo en la página 4 de la repetida Circular».
Continuaba comentando a Sacristán que propusiera lo que se le ocurriera (editoriales, aparte de colaboraciones) y que sugiriera otros nombres para el consejo asesor o para el mismo consejo de Redacción de la revista.
Sacristán respondió, desde Parlavà (Girona), el 30 de julio de 1984. Después de dar cuenta detallada de su delicada salud, le agradecía el ofrecimiento de formar parte de Theoria, en su segunda época, recordándole que él le había conocido porque había existido la vieja Theoria. Proponía, también, posibles asesores y redactores (entre ellos, Francisco Fernández Buey, Josep Plà, Alfons Barceló o Antoni Domènech) y se permitía recoger la invitación para que escribiera una nota editorial. En ella, pretendía argumentar brevemente que no tenía ninguna utilidad contraponer en aquel entonces
«a un irracionalismo oscurantista bastante de moda una euforia progresista y cientificista que pocos científicos admitirían; recordar cortésmente a los románticos anticientificistas su ignorancia y a los petulantes progresistas ciegos el hecho, por ejemplo, de que entre los que pidieron la moratoria en ingeniería genética no estaba el cardenal Bellarmino, ni siquiera Theodore Roszak, pero, en cambio, estaba el mismísimo Watson».
Desgraciadamente, Sacristán no pudo cumplir sus planes y, por lo que parece, no llegó a escribir la nota editorial que se había propuesto. Sánchez Mazas no le olvidó, dejando constancia de esa amistad en escritos posteriores a la muerte de Sacristán, acontecida poco más de un año después de esta última carta.
3. Las minuciosas cartas de Víctor Sánchez de Zavala
Cuando en tiempos de silencio y de clandestinidad Sacristán viajaba a Madrid para asistir a las reuniones del comité central del PCE, solía reunirse -probablemente en casa de Javier Pradera- con Rafael Sánchez Ferlosio, Agustín García Calvo y Víctor de Sánchez de Zavala. Normalmente, los temas centrales de estos encuentros no giraban en torno a asuntos políticos tales como la situación de la España de los años sesenta o temas de la política del PCE de aquellos años. Según ha señalado Xavier Folch16 , básicamente, se conversaba larga y nocturnamente sobre temas de lingüística, lógica y filosofía del lenguaje.
Uno de los asistentes, Víctor Sánchez de Zavala (VSZ), escribió también a Sacristán una larga carta manuscrita no fechada sobre ILAF17 : cuatro páginas de comentarios generales y catorce más de detalladas, documentadas y estudiadas observaciones lingüísticas y lógico-filosóficas, amén de señalar, con acierto de corrector experimentado, diversas erratas.
En la primera parte de la carta, VSZ señala que el libro de Sacristán es extraordinario «como conjunto expositivo gnoseológico y de una enorme claridad en los detalles». Resalta que le ha impresionado «como, casi sin fórmula alguna ni términos técnicos, presentas la demostración del teorema de Gödel» y apunta a continuación sin error que,
» Pero, naturalmente, no sólo me parece apropiado para quienes no tengan una formación filosófica ni matemática, sino muy en especial para ellos -esto es, quienes crean que lo que se les ha suministrado como tal en España (o, al menos, en Madrid) es una verdadera formación o preparación-: «los filósofos» necesitan más que nadie tener alguna idea de lo que ocurre en las ciencias, siquiera sea en su duplicado espectral de la lógica; y no les viene mal a los otros, antes de salir armados de todos sus chirimbolos algorítmicos, una ojeada a la cocina de donde los han tomado.»18
Inmediatamente después, señala VSZ que, en cambio, le ha gustado menos la terminología que Sacristán emplea en varios casos,
«y por ello verás que opongo, numerosas objeciones a tus términos técnicos. Pero, con harta osadía, no sólo a ellos: como según iba leyendo anotaba al margen todo lo que encontraba objetable, te mando esta cuádruple lista de observaciones críticas (que es completa: es decir, que no me he dejado nada en el tintero, pues otra cosa sería acción indigna de un amigo); como la distribución de los pasajes del texto que no me agradan tiene un importante factor de arbitrariedad, espero que me disculpes si en algunos casos te atribuyo expresiones que se deban únicamente al tipógrafo.»
En general, comenta VSZ, frente «al flexible y preciso» manejo del idioma castellano con el que Sacristán había vertido en sus traducciones de 1962 los conceptos adornianos19 ,
«me parece que aquí te has dejado ganar por las resonancias procedentes de un «abuso» de lecturas del inglés; lo cual lamento más de lo que te puedas figurar, y muy especialmente si te lo justificas pensando que el lenguaje de la ciencia tiene sus propios requisitos y módulos, muy distintos de los literarios y los de la filosofía: como si no fuera justamente ése nuestro porvenir lingüístico (igual que el de la Edad Media lo constituyeron, acaso, las expresiones artesanales y de la vida rural) y si, por tanto, no tuviésemos ante todo el deber de construir una lengua científica desde dentro del castellano -cosa difícil, por lo demás, cuando la ciencia la hacen otros.»
Ello no es obstáculo para que VSZ reconozca lo fácil que es
«que muchas de las cosas ante las que protesto sean inobjetables desde el castellano; mas lo único que puedo yo hacer es señalar lo que el oído de mi «idiolecto» [muy influido por el de Rafael [Sánchez Ferlosio], desde luego] registra como violento o extraño: con no hacer caso, basta).»
Prosigue VSZ lamentando que no se ha decidido a seguir seriamente ninguna demostración, «algo poderosamente aburrido»20 , y que ello debería valer a Sacristán como advertencia sobre «los límites de la zona en que he podido advertir alguna errata» y que, por otra parte, su «escasa preparación lógica» le impedían hacer crítica de fondo. A pesar de ello, sostiene VSZ,
» sólo diría que posiblemente se venza un poco todo del lado de la deducción natural; es cierto que en los libros que aquí más se manejan es, tal vez, lo peor expuesto, pero temo algo que el estudiante que empiece con la I. a la L. y al a. f. (feliz quien empieza con tan buen pie, sea dicho entre paréntesis) saque una idea algo raquítica del método axiomático, al que dedicas sólo 15 páginas, en tanto que 30 a la deducción natural (y 8 a exponer con todo detalle un punto importante de mencionar, pero acaso no tanto de desarrollar a fondo en un libro introductorio: la equivalencia de ambos sistemas en cuanto al «rendimiento»).»21
En cuanto a los temas desarrollados por Sacristán con más acierto, aparte del punto de vista gnoseológico general, VSZ destaca «modestamente» que la extensión dada a la lógica de las relaciones y el excelente capítulo XVI sobre «La división y la definición» merecen todo el agradecimiento del lector. El XVII, «El análisis formal de la inducción», en cambio
«con ser también muy interesante y convenientísimo para los no lógicos profesionales (reitero: también para los «filósofos» y «matemáticos), adolece de cierta lentitud expositiva que lo hace un poco menos agradable -aunque acaso sea mi actitud de prevención ante la teoría carnapiana de la inducción y la confirmación (actitud que deseo y espero disolver pronto) lo que me hace fatigarme en su lectura.»
Finaliza VSZ su comentario general, señalando que dado que nunca, hasta a fecha, se habían escrito sobre sus respectivas «producciones», no quiere dejar de indicar algo que,
» aunque estoy seguro de que es ocioso, hay alguna posibilidad, por remota que la evalúe, de que pueda evitar algún malentendido: que estas críticas de aficionado no aluden, quieren decir ni en el fondo se refieren a nada que no sea lo que explícitamente indican (y también saben lo criticables que ellas mismas son). Si pudiese dar una orden, diría, pues: PROHIBIDO RESPONDER A ELLAS (yo he dado todos mis argumentos; y en la próxima edición se verá qué es lo que tú piensas).».
El largo y cuidadísimo anexo de la carta se inicia con una detallada página de erratas. Sánchez de Zavala señala, por ejemplo, que en la p. 235, l. -5, de ILAF se dice «intención» y debería decir «intensión», o que en la p. 158, l. -4, se escribe «HB de sobre» y debería haberse escrito «HB dé sobre» o en la p. 124, l. -13, dice «Ls + 1» y debería decir «Ls + 1(s)».
A continuación, viene un largo apartado que VSZ titula «Términos técnicos». Estructuradas en cuatro columnas -página; especificación en la página; textos; comentarios-, se hacen aquí observaciones del siguiente tenor:
1) p. 24, l. 12; p. 83, l. 3: p. 106, líns 16, 18 y 25; p. 284, lín.4. Texto: «instancia, instanciar». Comentario de VSZ:
«¿Por qué hemos de calcar el inglés teniendo ejemplo y ejemplificar?; además, así se debilita la acepción normal de instancia, cara a Adorno, de la que echas mano en la p. 156, párrs. 4 y 5, y que tan poco rigor tiene en contextos no jurídicos».
2) p. 29, cuadro casilla inferior derecha. Texto: «sentencia». Comentario de VSZ:
«¿No se puede utilizar oración (o, quizá, cláusula? Con este nuevo uso temo que su significado usual quede bastante aguado (llegue a ser un sinónimo más de frase y oración?).»
3) p. 48, párr. 3, lín. -1; p. 116, párr. 2, líns -2/-1; p. 159, párr. 2, lín. 5; p. 168, líns 1 y 3/4. Texto. «lenguaje-objeto». Comentario de VSZ.:
«En no sé qué libro he visto empleado «lenguaje de objetos», que me parece mucho mejor, pues este lenguaje no es un objeto, sino un lenguaje que mienta objetos (frente al que mienta otro lenguaje, o metalenguaje)».
4) p. 256, párr. 3, lín. 3. Texto. «construcción». Comentario de VSZ:
«Parece que tratas aquí de reproducir el doble sentido de construction en inglés (que puede entenderse referente a to construe y a to construct); pero ¿acaso no sería mejor decir interpretación, reinterpretación, o algo así?».
5) p. 59, lín. -20; p. 65, lín -3; p. 67, lín.-3; p. 80, lín.15; p. 81, lín.3; p. 100, lín. 17; p. 136, líns. 1 y –7; p. 137, lín.-3; p. 138, líns. 2 y -7; p. 144, líns.18, y 19; p. 147, líns. 3, -6 y -1; p. 148, lín.-2. Texto. «conjunción, conjuntivo». Comentario de VSZ:
«La antonomasia de que hablas en la pág. 65 me parece muy poco recomendable en una terminología científica; cuando se emplea conjunción saltan por todas partes expresiones muy extrañas, especialmente cuando, como tú haces, se emplea diferentemente para la «conectiva» (o el símbolo de esa función veritativa) y para el enunciado molecular formado con ella; además la polaridad de las dos operaciones (conjunción y v) quedaría perfectamente explícita con conyunción-disyunción. Por otra parte, la pareja conjunción-conyunción vale para oponer la vinculación de objetos de carácter no lingüístico (o conjunción de dos planetas, conjunción de estudios distintos [prefacio de Principia Mathematica, 1er párrafo], por ejemplo), en donde no cabe confusión alguna con la acepción de la gramática, a la vinculación de enunciados, fórmulas, oraciones, etc., en la que se hace cierta violencia al idioma con esa dichosa antonomasia. Por lo demás, recuerda que además de disyunción (en lógica) tenemos disjunción (en matemáticas), de modo que también a este respecto tenemos precedentes en cuanto a reservar la j para objetos y la y para entes intencionales (o lingüísticos, si quieres).
Independientemente de lo anterior, desde que leí la Formale Logik [Lógica formal] de Lorenzen creo absolutamente preferible el nombre de adyunción para la función simbolizada por ‘v’ y el de disyunción para la correspondiente a f5 (lo cual, para mi gusto, debería registrarse en las págs. 206/7) (Por si lo quieres encontrar con rapidez: está en las pp. 38/9 de mi edición [Sammlug Göschan, 1176/1176a, 2ª edición, 1962].)»
6) p. 295, párrs. -4 y -3; p.301, párr.-2; p.302, párr. central (el que empieza con ‘Para hacer plausible’); p. 303, párr. -2; p.304, párr. -2. Texto: «concepto empírico y concepto lógico». Comentario de VSZ:
«No me parece muy oportuno, pese a Carnap, oponer a la probabilidad lógica la frecuencial (empírica); pues esta última está completamente substituida, gracias a Kolmogorov (y a Popper, si es que hemos de creerle), por una probabilidad formal o abstracta (interpretada numéricamente), que en absoluto puede llamarse empírica, por más que las predicciones que se hagan con ella se pueden confrontar, naturalmente, con datos empíricos. En cuanto a la probabilidad lógica, acaso sea algo aventurado identificarla, sin hacer ninguna aclaración, con la «confirmatoria» (recuerda las objeciones de Popper a Carnap [The L. of Sc Dis, pp. 392/5, o La lógica de la inv. cient., pp. 364/7], aunque he de reconocer, abochornado, que no he comparado las Logical Foundations of Probability [Fundamentos lógicos de la probabilidad] con lo que dice nuestro buen Karl R.); es verdad que en la pág. 306, párr. -1, indicas algo de esto, pero tal vez convendría aludir a ello desde la pág. 295.»
7) p. 165, lín. 1/2, 3, 8, 12, 15, -17, -14 y -2; p. 166, líns. 1, 5, 9 y 24,… Texto. {P-demostración PD}. Comentario de S de Z:
«¿No pide la misma definición que das (‘demostración […] a partir de premisas’ [pág. 165, lín.1]) que abrevies, conforme a la posposición del determinante en las lenguas románicas en demostración con P y DP?
8) p. 3, l. -13; p. 310, l. 7. Texto: «Educación, educado». Comentario de VSZ:
«¿No crees que sería mejor hablar de formación, formado o preparación y preparado? Me remito a lo dicho en Enseñar y aprender.»
9) p. 8, Capítulo XIII; p. 201, l. 2. Texto: «decidibilidad en…». Comentario de VSZ:
«Tal como está escrito los ojos sufren cierta violencia: es una construcción apropiada para nombres propios (‘Alicia en el país de las maravillas’), no para sustantivos (comunes). Acaso podría decirse: La decibilidad en o Decibilidad de… ¿no te parece?».
10) p. 22, l.15. Texto: «sencilla palabra». Comentario de VSZ:
«Yo votaría por palabra sencilla (o única, o simple, según lo que quieras decir exactamente): la posposición del adjetivo permite efectuar la determinación del sustantivo sin connotaciones subjetivas (si en lugar del artículo indeterminado tuviésemos el determinado, la diferencia entre anteposición y posposición sería aún mayor: en «el caballo blanco», blanco determina qué caballo es; en «el blanco caballo», el hablante no hace sino calificar un caballo que se determina mediante otros recursos [ejemplo de Rafael S-F [Sánchez Ferlosio], que recoge y mejora observaciones de Bello].)»
11) p. 25, lín. -13; p. 73, lín. 1. Texto. «en términos de». Comentario de VSZ:
«Esto es un anglicismo quizá inofensivo, pero muy irritante, pues no es inteligible con el significado normal de «término»: habría que… importarlo como locución; pero ¿qué necesidad hay de ella si podemos decir a base de, como algo irreductible a, y otras muchas expresiones semejantes?».
12) p. 26, párr. -1, l. 1; p.67, lín. -5, p.118, párr. -3, lín. -2; p. 123, lín.9,… Texto. «…pues…». Comentario VSZ:
«Tanto lógicamente como por la elocución, pues está separado del contexto inmediato y debería, por tanto, a mi juicio, escribirse entre comas: es tan claramente una reflexión del hablante sobre lo hablado -esto es, metalingüística- que la prosodia y la entonación más descuidadas lo marcan con toda claridad (no digamos mi propia e insufrible elocución, que parece reflejo del lenguaje escrito). Observa que en la p. 124, lín 10, por tanto cumple una función exactamente igual a la de pues, y lo has escrito entre comas (también lo haces con pues en la pág. 277, lín. 6). Por lo demás, en la pág 277 (párr. 2, lín 1), yo haría, además, una inversión, diciendo. «También por este camino pues llegamos…»
13) p. 27, lín -3/-2. Texto: ‘descubrir y precisar verdad empírica». Comentario VSZ:
«¿Qué quiere decir eso? Esta forma es adecuada para nombres de masa (‘descubrir y alumbrar agua’ por ejemplo); pero no hay masa alguna de verdad de la cual puiser, sino, si acaso, verdades discretas. Pienso que lo mejor sería emplear verdades empíricas.»
14) p. 54, lín. 10; p. 102, lín. 7; p. 243, lín. 1. Texto: «Una tal, una tal». Comentario VSZ:
«Esto suena a galicismo. Es cierto que decir sólo ‘Tal…», es, quizá, algo débil, no aísla suficientemente el objeto singular designado por el sustantivo correspondiente; pero creo que la deixis unívoca y unificante que probablemente quieres conseguir puede lograrse empleando otros medios: en la p.54, un poco más enérgico que tal (diciendo ‘Semejante…’); en la p.102, con otro giro (por ejemplo, ‘De esta índole sería la…’) y en la p. 243 con uno cualquiera de estos dos tipos de recursos.»
15) p. 54. lín. -8. Texto. «Pablo,». Comentario VSZ:
«‘Pablo’ denota sólo una de las innumerables personas que se llaman Pablo: para individualizarla se requiere completar ese nombre propio. Me dirás, tal vez, que no se necesita, pues la misma obra citada nos remite al autor; pero no es tal el uso que hacemos, en castellano, de los nombres de pila (no decimos *’Isaac, Philosophiae naturalis principia mathematica ni *’Juan Sebastián, 2º concierto de Brandenburgo). ¿Acaso no indica por sí mismo el San que se está empleando la terminología de una Iglesia al margen de toda aceptación o no de sus supuestos o tesis?.
Aunque tal vez convenga, ahora y en España, marcar la distancia frente a términos como San, Padre, etc., por el carácter absoluto (y no circunscrito a una terminología) con que suelen entenderse».
16) p. 65, párr. 3, lín. 1. Texto. «Operadores son conjunciones». Comentario de VSZ:
«Esta construcción resulta violenta, pues en castellano se usa sólo (y en singular, según parece necesario) con nombres propios; o bien en un estilo más o menos implícitamente indirecto: así, si dijeras ‘Operadores son [esto es, llamamos a] las conjunciones’. No haciéndolo así, me parece imprescindible el artículo determinado delante del primer sustantivo (fíjate en cómo hablas de las conectivas en el párrafo -2, lín.1, de la misma página).»
17) p. 107, párr. -3. Texto. «es modelo de». Comentario de VSZ:
«¿No requiere el idioma decir en este caso es un modelo de, ya que es uno entre varios posibles que se tienen, en cierto modo, ante la vista? Uno trata de interpretarlo como aposición elidida (‘es [interpretación] modelo de’), pero en este caso modelo adquiere un sentido francamente valorativo, que aquí sería impertinente».
18) p. 208, apartado 73, lín. 4. Texto. «veritativas. Con las tablas». Comentario de VSZ:
«¿No crees que serían preferibles los dos puntos al punto y seguido? (Creo que estás algo contagiado por las oraciones sueltas, incomunicadas, del alemán y el inglés [y el francés, desde luego].)».
19) p. 237, lín. -7. «Texto: «incluida en familiar-de». Comentario de VSZ:
«Aunque esto es una nimiedad, ¿por qué contribuir al desuso de pariente, que el francés y el inglés, por su uso especializado de parent, en nosotros imposible, evitan en estos casos? Por otra parte, el aumento de la frecuencia de empleo de familiar en el sentido de algo con lo que estamos familiarizados, usual (aumento en el que, sin duda, influye también el inglés) desaconseja esta palabra para (…) otra acepción que aquí utilizas para un término técnico (‘familiar´de’).»
20) p. 286, lín -3. Texto. «Hipótesis implica información». Comentario de VSZ:
«Esto me resulta ininteligible. ¿Por qué pretender que el castellano tenga, a la fuerza, la misma concisión del inglés? No podría tener otra concisión, en ciertas ocasiones y, en general, las virtudes propias de una sintaxis más explícita? Acaso podría escribirse: (cierta hipótesis determinada, p, implica, cierta información determinada, q).»
21) p. 287, lín 7. Texto: «de un conjunto (o conjunción) de». Comentario de VSZ:
«Me parece que aquí te has dejado arrastrar por la similitud de las palabras (que, como sabes, creo conveniente romper, por lo demás): de un conjunto de enunciados no puede extraerse nada mientras no se los enlace de algún modo (por una «conjunción» o conyunción, por una disyunción, etc).»
22) p. 303, párr.-2, lín. 4. Texto: ‘del discurso, determinado por’. Comentario de VSZ
«No se sabe qué es lo que está determinado: con la coma detrás del discurso parece que es el cociente, pero el sentido de toda la exposición inclina a pensar que es el universo del discurso.»
23) p. 298, párr. 2, lín. 4. Texto: ‘o no el real estado del’. Comentario de VSZ:
«Una vez más creo que lo que debería decirse es o no el estado real del».
Finalmente, en el apartado III del anexo de la carta («Extremos que posiblemente fuese oportuno aclarar»), Sánchez de Zavala señalaba cuestiones como los siguientes:
a) p. 23, lín -6:
«Aunque en la página siguiente (en realidad, en el párrafo inmediato, pero el hecho de encontrarse al otro lado casi impide su consulta según se va leyendo) se aclare qué puede querer decir que un esquema es verdadero, ¿no sería mejor no emplear la expresión el esquema […] es verdadero, ya que para que sea verdadero tiene que dejar de ser esquema?; o bien habría que definir qué va a querer decir verdadero aplicado a esquemas»
b) pp. 62/63.
«En el ejemplo de Sancho y la ínsula, el que haya o no habitantes en ésta es un hecho empírico (y aun esto es discutible, por el carácter de ficción literaria de la obra en que aparecen ambos); pero el texto lleva a pensar al lector ingenuo que toda afirmación de existencia se refiere a un hecho empírico (y no sólo esto, sino además casual y accidental), cosa que sería errónea».
c) p. 216, párr. 1, líns -6, -5:
«¿No crees que habría que anotar que algunos matemáticos se valen en sus teorías («de conjuntos») tanto de clase (o agregado) como de conjuntos para designar géneros (distintos) de entes matemáticos? Temamos al purista y al joven que haya ojeado algo de matemáticas (y se escandalice o se confunda)».
No cayeron en saco roto las detalladas indicaciones de Sánchez de Zavala. No es sólo que Sacristán conservara entre sus papeles, con todo cuidado, la carta manuscrita y que, acaso, algunos comentarios influyeran en apartados de Lógica elemental, sino que, como mínimo, en una ocasión Sacristán discutió cortésmente algunas de las observaciones del traductor de la Lógica popperiana.
En una de las notas, VSZ hacía referencia al uso del término functor:
«p. 7, lín. -6; p. 9, lín. 7; p. 65, lín. -17; p. 72, líns. 2, 7 y 9; p. 73, líns 4 y 5; p. 79, lín. 1; p. 86, líns -12/-11 y -9; p. 93, lín.-1; p.116, lín.-12; p. 123, líns -16 y -13; p. 137, líns. -3 y -2… Texto «functor». Comentario VSZ:
«Esta palabra es impronunciable en castellano. ¿Por qué no decir simplemente funtor, de la misma manera que decimos tintorero, tinto, unto, etc. y hasta el neologismo disyuntor? (Yo he empleado funtor en el Popper y en el Martin)».
Pues bien, una nota de Sacristán para su traducción de Filosofía de la lógica de Quine22 (pp. 57-58) responde a esta sugerencia de Sánchez de Zavala en los siguientes términos:
«Aunque en esta traducción he admitido buen número de usos de otros autores que han escrito lógica o de lógica, con objeto de facilitar la normación del léxico de nuestra lengua, y he alterado en alguna medida el léxico de escritos de lógica o de traducciones de textos lógicos que he publicado en otra época, no consigo aceptar la crítica, que en alguna ocasión se me ha dirigido, por el uso de functor». Se me ha dicho que el sonido /k/ de ese término es impronunciable por los castellanos. Pero yo creo que los castellanos lo pronunciamos sin dificultad, como el /k/ de ‘inspección’, y que la dificultad fonética aducida es dialectal, propia a lo sumo del castellano meridional, quizá de Madrid para abajo.»
3. 1. Una segunda carta.
En una carta posterior23 , igualmente sin fecha, Sánchez de Zavala comentaba a Sacristán que había tenido el «atolondramiento de encargarse de dar un curso» de introducción a la lógica formal dentro del conjunto de un cursillos-seminarios que habían llamado, algo pomposamente, de «ciencia y humanidades», incluidos dentro de las enseñanzas que se pretendían impartir en el Centro Aquisgrán, «organizado para albergar a los ex-profesores de la Escuela de Sociología, una vez lanzados a la intemperie».
En el tema de «Semiótica lógica y las categorías lógicas», VSZ comentaba a Sacristán que se había guiado por ILAF señalándole:
1º) que dado que ciertas reclasificaciones de una misma categoría -las constantes lógicas, en el apartado de las constantes (pág. 59, apartado 24), comprenden en sí las conectivas, que están clasificadas como categorías compositivas o conjuntivas (pág. 65)- y dada la falta de una ordenación de todas las categorías:
» he terminado por excogitar un método que creo general -y relativamente objetivo- de rastrear las categorías de una ciencia dada (categoría [ciencia] que, a su vez, habría que poner en extremada tela de juicio). Te transcribo, con levísimas aclaraciones, las notas que preparé hace un par de días para dar la clase de ayer; acaso puedan no serte enteramente inútiles para la próxima edición del libro».
2º) La segunda observación de VSZ versa sobre la afirmación de Sacristán en ILAF de que Px, que suele leerse ‘x es P’ o, simplemente ‘Px’, podría leerse «puesto que ‘x’ no significa nada concreto: cualquiera [cosa] es P» (pág. 61). Sánchez de Zavala matiza del modo siguiente:
» creo que debería matizarse algo, pues «cualquier cosa es P» es un enunciado declarativo nada difícil de poner en símbolos (opino, algo ligeramente tal vez); creo que, a lo más, debería leerse como ‘que es P», o, lo mejor, como ‘…es P’ (por supuesto, la concepción pronominal de la variable es muy útil para retirar ciertos malentendidos, pero acaba por ser engañosa. Quine mismo, en Los métodos de la lógica pone ejemplos mucho más desorientadores que este, y en gran abundancia)»·.
VSZ finaliza su carta hablándole del viejo proyecto de una revista y le ruega encarecidamente que vaya a Madrid la semana próxima. ¿Por qué no se desplazaba él mismo?
«Bien me gustaría hacerlo, pero la situación económica actual es de casi miseria (según diría Borges, «como la de todos los hombres»), hasta el extremo de hacer prohibitiva cualquier salida a más de 10 o 12 km de Madrid. Esto es realmente poner una pistola al pecho, ¿se lo disculparás a un amigo deseoso de tu conversación y buen consejo?»
4. Dos cartas finales.
En un conjunto de anotaciones sobre su propia biografía intelectual y política24 , escritas probablemente a finales de los sesenta, poco después de su dimisión efectiva de la dirección ejecutiva del PSUC-PCE y de la elaboración y finalización accidentada de su decisiva Antología de Gramsci, Sacristán reflexionaba en voz alta en los términos siguientes:
«I.
1. La causa es que está sin resolver la cuestión del ¿quién soy yo?
2. La pregunta fue suscitada con gran virulencia esta última vez por la crisis política. 2.1. Pero no era la primera vez que aparecía. Se me presentó en marzo de 1956, nada más volver a España. Y varias otras veces.
3. Por lo tanto, el repaso ha de arrancar de la vuelta a España, pero, al llegar a la crisis de 1968, ha de detenerse con atención.
II.
1. La decisión de volver a España significaba la imposibilidad de seguir haciendo lógica y teoría del conocimiento en serio, profesionalmente. 1.1. Las circunstancias me llevaron luego a la inconsecuencia de no evitar equívocos (oposición, etc). Este es un primer error, no cronológicamente hablando. 1.1.1. En la misma primavera del 56 llegué a esa conclusión. Lo que agrava el error posterior.
2. La vida que empezó a continuación tiene varios elementos que obstaculizaban no ya el estudio de la lógica, sino el intento general de mantenerme al menos al corriente en filosofía. Los elementos predominantes de aquella vida eran las clases y las gestiones. Poco estudio.
[…] 9. Si se tiene en cuenta que en los dos campos, el científico y el de la gestión [intervención política militante], la situación es de «derrota», no parece que haya de ir a buscar muy lejos la explicación de la situación presente. Importa que me aclare en qué consiste esa «derrota».
10. Creo que consiste, en ambos casos, en la consciencia de haber recorrido caminos malos. Digo malos porque no estoy completamente seguro de que se pueda decir equivocados. Ya el mismo año 56 me aconsejaban que no hiciera dos cosas a la vez (ni menos tres o cuatro). Pero entonces creí que ése era un consejo típicamente definitorio del intelectual burgués, y me pareció obligado no seguirlo. Creo que sigo negando eso. Pero sospecho que la duplicidad de caminos que esa vida representó era mortal. Habría habido, quizás, que fundir los dos caminos, o acercarlos mucho. No lo hice en absoluto.
La idea de fundir o acercar mucho los dos caminos, admitido que no puedo prescindir de ninguno de los dos, debe ser también la clave para ahora, no sólo para interpretar lo que ocurrió.
11. En la práctica, me parece que las situaciones pueden ser: 1ª. Predominio del estudio desligado de la gestión, con gestión mecánico-moral. 2ª. Predominio de gestión, con estudio funcional a ella. 3ª. Predominio de estudio funcional a la gestión, con gestión consistente principalmente en haber producido ese estudio. 4ª. Predominio de gestión con estudio como distracción. Creo que mi situación anterior fue unas veces la 1ª y otras -las más- la 4ª. Hoy tiendo a creer que tengo que adoptar la 3ª. Y puesto que estudio funcional a la cuestión es, por de pronto, estudio, tengo que recorrer mis posibilidades.
12. Como vi ya en el 56, no puedo hacer lógica en serio, como tema principal. Aunque debería leer: 0 X. Información política corriente. 1 X. El trabajo sobre clásicos, enlazado a la traducción. 2 X. La historia, especialmente la del movimiento, desde la I[nternacional]. Esta última, a fondo. 3 X. Cuestiones filosóficas particulares (La teoría de la creencia, etc). 4. La economía -> matemática es estudio funcional, pero no puedo hacerlo como especialista. 5. La sociología, id (con cibernética). 6. La «filosofía general», la información general de lo que ocurre, debería hacerse con mucha cautela, sin perder tiempo en ella, pero organizando la información mediante un vistazo mensual [subrayado en rojo en el manuscrito] a revistas en los institutos francés, alemán e inglés, y mediante un buen uso de revistas en general…»
Aunque Sacristán señalara en el punto 12 de estas reflexiones que, tal como vio ya en 1956 a su vuelta de Alemania, no podía hacer lógica en serio, y que el intento de poner en práctica su programa exigía un corte drástico de otras actividades, como, por ejemplo, «conferencias, salvo dentro del tema que esté tratando», no siempre fue consecuente con este último punto e impartió varias conferencias cuyo tema central fue la dialéctica y la lógica formal. Igualmente, su reincorporación entonces no prevista a la Universidad, tras a muerte del dictador, le llevó de nuevo a la preparación y estudio de materiales para sus clases de metodología de las ciencias sociales, clases y seminarios en los la lógica no era ninguna dama extraña.
Empero, él mismo reconocía los límites de su situación. El 5 de agosto de 1980, meses después del fallecimiento de Giulia Adinolfi, Sacristán respondía una carta de López Ardid, texto en el que nuevamente se confirma la importancia que concedía a su relación con las nuevas generaciones de estudiantes y profesores jóvenes y su probada vocación didáctico-universitaria. En ella apuntaba:
«[….] Hay, por de pronto, una dificultad muy visible: tú pareces interesarte bastante estrictamente por los temas de lógica. Yo los descuidé, inevitablemente cuando me echaron de la Universidad. Al tener que ganarme la vida con trabajo editorial25 , comprendí que me iba a ser imposible seguir cultivando una disciplina tan técnica como la lógica, que impone a la larga la necesidad de un ambiente adecuado (bibliografía, acceso a máquinas, etc.). De modo que hoy día lo más que me acerco a la lógica consiste en la lectura del Journal of Philosohical Logic, al que sigo suscrito. Pero en los últimos quince años he cultivado más bien la filosofía de la ciencia, en especial de las ciencias sociales…»
Igualmente, la que probablemente fue su última carta -dirigida a Félix Novales26 , entonces preso político en la prisión de Soria, y escrita cuatro días antes de su fallecimiento- parece confirmar parcialmente este último punto. En ella, Sacristán después de admitir que le parecía que «a pesar de las diferencias, ninguna historia de errores, irrealismos y sectarismos es excepcional en la izquierda española», hasta tal punto de que «el que esté libre de todas esas cosas, que tire la primera piedra. Estoy seguro de que no habrá pedrea», realizaba una vindicable reflexión sobre el irrealismo político y el lodo:
«Si tú eres un extraño producto de los 70, otros lo somos de los 40 y te puedo asegurar que no fuimos mucho más realistas. Pero sin que con eso quiera justificar la falta de sentido de la realidad, creo que de las dos cosas tristes con las que empiezas tu carta -la falta de realismo de los unos y el enlodado de los otros- es más triste la segunda que la primera. Y tiene menos arreglo: porque se puede conseguir comprensión de la realidad sin necesidad de demasiados esfuerzos ni cambiar de pensamiento; pero me parece difícil que el que aprende a disfrutar revolcándose en el lodo tenga un renacer posible. Una cosa es la realidad y otra la mierda, que es sólo una parte de la realidad, compuesta, precisamente, por los que aceptan la realidad moralmente, no sólo intelectualmente…»
Finalizaba su carta Sacristán indicando a Novales que sobre el estudio de la historia, tal como le había dicho, a principios de septiembre podrá hablar con Josep Fontana, y señalando que:
«Tu mención del problema bibliográfico en la cárcel me sugiere un modo de elemental solidaridad fácil: te podemos mandar libros, revistas o fotocopias (por correo aparte) algún número de la revista [mientras tanto] que saca el colectivo en que yo estoy. Pero es muy posible que otras cosas te interesen más: dilo.
Por último, si pasas a trabajar en filosofía, ahí te puedo ser útil, porque es mi campo (propiamente, filosofía de la ciencia, y lógica, que tal vez no sea lo que te interese. Pero, en fin, de algo puede servir).»
Así, pues, filosofía de la ciencia y lógica. De hecho, Sacristán volvió, como dijimos, al estudio de temas lógicos relacionados con la inducción y con la dialéctica, como prueban sus cursos de posgrado sobre «Inducción y dialéctica»27, o sobre «La lógica de J. S. Mill», amén de sus conferencias sobre lógicas paraconsistentes, informes editoriales y sus cuidadosos y anotados resúmenes sobre ensayos dedicados a la inducción y a la marcha inductiva de pensamiento, elaborados a principios de los años ochenta.
Pero acaso aquí, en el lodo y en la aceptación del mundo tal como éste se nos presenta, estén el núcleo, el kernel básico, que nos permita comprender la evolución intelectual de Sacristán en el ámbito de la lógica: el no reconciliarse con una realidad poco amable, el combate contra la noria histórica de desastres y desigualdades, le llevó a un compromiso político nada marginal en su vida. En aquel entonces, ese compromiso se pagaba con expulsiones, pérdida de cátedra, falta de oportunidades, marginación de la Universidad y mezquinos aplazamientos de un nombramiento académico a todas luces merecido desde cualquier punto de vista concebible.
No fue el único. Hubo muchos (o algunos) otros con compromiso y consecuencias similares, pero no hay duda de que Sacristán fue uno de los admirables ciudadanos que actuó de forma destacada y destacable. Muchos de los que tuvieron la suerte de ser sus alumnos pueden dar fe de que el país se perdió (parcialmente) un lógico de altura, que nunca dejó de ser filósofo, por motivos no estrictamente lógicos y que no parecen aceptables en grado alguno desde un punto de vista (lógico)moral. Tampoco aquí debería habitar nuestro olvido.
Nota: Este artículo apareció publicado en Salvador Lopez Arnal, Albert Domingo y otros (coordinadores), Donde no habita el olvido, Montesinos, Barcelona, 2005.
1 Este trabajo ha sido realizado dentro del proyecto de investigaciónfrñ Ministerio de Ciencia y Tecnología: «Documentación, recopilación, tratamento y difusión de los documentos de y sobre Manuel Sacristán» nº BFF22003-0814, investigador principal Francisco Fernández Buey.
2 Manuel Sacristán, Introducción a la lógica y al análisis formal. Ediciones Ariel, Barcelona 1964, pp. 274-275. El ejemplo es el siguiente: el orden de las Eubacteriales comprende la mayor parte de las bacterias, las unicelulares no ramificadas. Es el predicado «unicelular-no-ramificada» el que permite la abstracción de este orden. Los biólogos lo dividen en base a un principio basado a la vez en la forma y el modo de división de los individuos según dimensiones espaciales. No hay entonces ya predicados atómicos, sino moleculares, en el primer estadio de la división: los predicados atómicos a partir de los cuales se componen los predicados de los que se abstraen las subclases (familias) de Eubacteriales son, en la división más breve de este orden, los siguientes: P1 : ser esférico; P22 : ser cilíndrico no encorvado ni arrollado; P 3: ser cilíndrico arrollado o encorvado. Q1: Dividirse según una sola dimensión espacial. Q2 : estar indeterminado en cuanto a dimensiones espaciales de la división. Con ellos se componen los siguientes predicados para la abstracción de subclases (familias) del orden Eubacteriales: P1 Q2: del cual se abstrae la familia de los Cocáceas (los cocos); P2 Q1: del cual se abstrae la familia Bacteriáceas (bacterias y bacilos); P3 Q1: del cual se abstrae la familia de los Espiraláceas (vibriones y espirilos).
3 Agradecemos a Josep Mª Terricabras i Nogueras, director de la Càtedra Ferrater Mora de Pensament Contemporani del Departament de Filologia i Filosofia de la Universitat de Girona, el habernos facilitado algunas de las cartas de Sacristán dirigidas a Ferrater Mora.
4 Manuel Sacristán, Introducción a la lógica y al análisis formal, op. Cit., pp. 3-4. Curiosamente, en el apartado de agradecimientos, Sacristán citaba únicamente al Dr. José López Urquia, catedrático de Matemáticas de las Operaciones financieras de la facultad de Económicas de la UB, de quien decía que «ha tenido la bondad, que el agradezco, de leer el texto en pruebas y sugerirme retoques de interés didáctico que he llevado a cabo en la medida en que lo permitían los límites de espacio y de contenido impuestos al manual».
5 Alfons Barceló, en una entrevista para un documental que Xavier Juncosa está realizando sobe la vida y obra de Manuel Sacristán, ratificaba esta consideración: Sacristán fue expulsado de la Universidad barcelonesa en 1965, sus sustitutos no fueron buscados, precisamente, para continuar su labor filosófica y cultural, y la reincorporación de Sacristán a la facultad durante el franquismo -con la curiosa solicitud de un nuevo profesor contratado de Econometría llamado Sacristà Lizó– duró sólo un curso académico.
6 El rector en aquellos años era el catedrático de Farmacología, Dr. Francisco García-Valdecasas. En enero de 1999 (El País), Manuel Vázquez Montalbán resumía admirablemente algunas de las tareas del ex-rector: «(…) García-Valdecasas dejó el listón represivo muy alto. Aún le recuerdo como severa vanguardia civil respaldado por el secretario Linés, y tras ellos la carga de la policía brutal y los juicios por rebelión militar por equiparación o del tribunal del Orden Público. A veces ibas a una manifestación y García-Valdecasas y sus cómplices históricos conseguían que tardaras dos, tres, cuatro, años en volver a casa». Curiosamente, Sacristán se refirió en una ocasión a García-Valdecasas señalando que no era inconsistente aceptar, a un tiempo, su competencia científica y su marcada, y practicada, convicción franquista.
7 Desde cualquier mirada no complacida con el pasado, lo ocurrido durante los primeros años de la transición política con Sacristán, y con otros destacados intelectuales antifranquistas, dice mucho del tipo de estrategia seguida y su escasa ejemplaridad moral en algunos ámbitos, del tipo de comportamiento político que ha devenido orden del día de toda agenda que se precie (o menosprecie) y que, desde luego, hace enrojecer de vergüenza caras y recuerdos. También en esto Sacristán apuntó al corazón de algunas tinieblas. En una carta de 30 de abril de 1980, dirigida a Verena Stolke y Joan Martínez Alier, señalaba: «Siento que la desgraciada historia de la carta catedrática llegara hasta ahí. Pero no comparto la optimista distinción entre estado y universidad, rebus sic standibus. La verdad es que lo más desagradable de esta historia está ocurriendo aquí, en la U.B., y es mi conversión kafkiana en pelota de ping-pong con la que juegan mis viejos conocidos Badía, Hortalá. Estapé, Torrent, etc. No se qué es peor para el pobre género humano, si la pesadilla fría de los ministerios o el mal chiste del comportamiento de los individuos importantes. Lo que me alivia un poco la situación es la esperanza de que el asunto se olvide, ya que un partido de ping-pong no es buena lid, ni suficiente, para estas guerras por el rectorado barcelonés. Pero si la cosa se desarrolla hasta algún final, mi situación será muy desagradable, porque, haga lo que haga (salvo irme por completo de la Universidad), parecerá que lo hago por partidismo de Badía-PSC-PSUC o por partidismo de Esquerra-pequeños partidos de extrema izquierda, que es como se plantean las relaciones entre el rectorado y el decanato de Económicas».
En esas mismas fechas -20 de abril de 1980-, Carlos París, en aquel entonces catedrático de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid, envío una carta a Sacristán en la que le señalaba que consideraba que su nombramiento «como catedrático sería un acto de justicia y un factor muy positivo para la renovación y perfeccionamiento de nuestra universidad». Días después, Sacristán también respondía a París en términos similares a los anteriores: «Querido amigo, no te tienes que preocupar ni poco ni mucho por el asunto de la propuesta de catedrático a mi favor. Te agradezco lo que dices al respecto, pero la verdad es que no hay motivo para tomarse la cosa en serio. Tiene todo el aspecto de ser (en Barcelona) una de tantas escaramuzas que se libran entre banderías académicas en torno a tesoros para mí enigmáticos. Es verdad que las personas de otras Universidades que se han interesado por la cosa no tienen nada que ver con esas intrigas. Pero ellas hacen que yo mismo no tenga interés por el desarrollo de la gestión. De modo que, repito, no te hagas mala sangre y olvida el asunto».
8 Sobre este punto véanse los trabajos de Paula Olmos y Luis Vega incorporados a este volumen. Años más tarde, el manual de Sacristán tuvo incluso repercusión ciudadana no estrictamente académica. Círculo de Lectores, en una colección dirigida por José Luis Abelllán, lo publicó en 1990. Albert Domingo y Vera Sacristán fueron los responsables de esta nueva edición que llegó a agotarse.
9 Dos de ellos, Ferrater Mora y Sánchez Mazas, en el exilio exterior, y el tercero, Víctor Sánchez de Zavala, en un real y nada acomodaticio exilio interior.
10 Daniel Quesada Casajuana, Olga Fernández Prat y Manuel Pérez Otero (2001), Lógica y metodología de la ciencia. Resultados clásicos y nuevas ideas. Vicens Vives, Barcelona 2001, p. 9.
11 Pueden verse dos referencias a Ferrater Mora en la obra de Sacristán: a) «»El diálogo»: consideración del nombre, los sujetos y el contexto´, Panfletos y materiales III. Icaria, Barcelona 1985, pp. 69-70, y b) «Corrientes principales del pensamiento filosófico» (1968), Papeles de filosofía. Icaria, Barcelona 1984, p. 403. Igualmente, en el fondo de Reserva de la Universidad de Barcelona (RUB-FMSL), puede consultarse, en la carpeta «El problema de Unamuno», anotaciones de Sacristán sobre: Ferrater Mora, El ser y la muerte. Bosquejo de una filosofía integracionista. Barcelona, Planeta 1979.
12 Jesús Mosterín ha recordado que en sus conversaciones privadas de inicios de los ochenta Sacristán le había propuesto una reedición, revisada por ambos, de ILAF. Lamentablemente, no llegaron a ponerse nunca en esta tarea.
13 En una carta de 1959, dirigida a J.C García Borrón (España siglo XX . Recuerdos de observador atento. Barcelona, Ediciones del Serbal 2004, pp. 129-130), Sacristán reflexionaba sobre sus aspiraciones a la cátedra de lógica en los términos siguientes: «No pienso que esa cátedra la pueda ganar alguien que viva tan en off-side como vivo yo y creo que hay alguien calificado para ella… Pero si no la cátedra, sí que busco con mucho interés dos cosas: primera, terminar con mi falta de presencia en toda oposición; segunda, hacer unos ejercicios decentes que den armas en Barcelona a los miembros de la sección que – con la oposición de otros- querrían encargarme la lógica de aquí, que es cátedra no cubierta, ni dotada».
Muchos años más tarde, el 17 de julio de 1980, Sacristán escribió una carta a Carmina Virgili sobre la decisión del consejo de rectores en torno a su nombramiento como catedrático extraordinario, con un curioso apunte sobre estas oposiciones y con una singular reflexión sobre los miembros del poder rectoral de la época:
reciba mi agradecimiento por su carta del 27 de junio […], y también por todas las molestias que se toma en este fastidioso asunto del consejo de rectores. Probablemente le estoy más agradecido de lo que usted pueda pensar, porque he de confesar que a mí no me ha indignado ni sorprendido la decisión del consejo de rectores. Primero, porque uno mismo conoce sus insuficiencias mejor que los demás, y, segundo, porque sé quiénes son la mayoría de esos rectores, y cómo piensan. Por ejemplo: el rector Candau fue secretario del tribunal de mis únicas oposiciones, en 1963 o 1964 [en realidad, 1962], y no tuvo reparo en denunciarme públicamente (por motivos políticos) desde la mesa ya en el primer ejercicio. Eran, dicho sea de paso, oposiciones a una cátedra de lógica, y no había pizarra en el aula. Tuve que pedirla, con regocijo del tribunal, y me la trajeron tan pequeña que, para una demostración de poca importancia, tuve que borrar tres veces…
Me parece que algo hemos progresado, a pesar de todo. En cualquier caso, no le he contado esas cosas para entristecerla, sino para divertirla, en modesto pago de sus bondades».
14 Las cartas que aquí presentamos pueden consultarse en Reserva de la Universidad de Barcelona, fondo Manuel Sacristán (RUB-FMSL). Víctor Ríos y Jordi Mir, dirigidos por Francisco Fernández Buey, están realizando un cuidadoso trabajo de informatización de todo el legado cedido por Angeles Lizón, Vera Sacristán y Juan-Ramón Capella.
15 No fue el único. También José Luis Sampedro, el 28 de octubre de 1965, escribió a Sacristán una carta de solidaridad y apoyo:
«Mi querido amigo y compañero:
Acabo de enterarme de que no se le ha renovado a Vd. el encargo de curso de su asignatura en la Facultad de Ciencias Económicas y Comerciales de Barcelona, y como considero muy de verdad que esa decisión nos causa una verdadera pérdida en la enseñanza, quiero enviarle esta carta para hacerle patente mi consideración y el altísimo concepto que me merece su obra intelectual y docente. Una persona como Vd. nos honra a todos los universitarios.
Sólo lamento no tener personalmente mayor autoridad para respaldar mi juicio, pero no necesito decirle que, cualquiera que sea su valor, estoy dispuesto a manifestarlo donde Vd. estime necesario y en la forma más categórica posible, empezando para ello con esta misma carta, de la que puede Vd. hacer en cualquier momento el uso público o privado que estime conveniente, pues su contenido es una declaración que me honro en suscribir.
Con el mayor afecto y compañerismo, le envía un cordial abrazo su buen amigo de quien sabe puede disponer».
16 El actual director del Institut Ramon Llull de la Generalitat de Catalunya, asiduo asistente a estas reuniones, ha explicado en algunas presentaciones de libros de o sobre Sacristán, y en conversaciones privadas, el interés y la profundidad teórica de estos amigables encuentros.
17 Puede consultarse en una de sus carpetas de correspondencia depositadas en RUB-FMSL.
18 En «Science et philosophie en Espagne», escrito para Contemporary Philosophy. A Survey / La Philosophie Contemporaine. Chroniques. Edited by/ Raymond Klibansky, Firenze, La Nuova Italia Editrice, 1968, pp. 164-166, Sacristán trazaba el siguiente panorama de la ciencia y la filosofía en España en los primeros años sesenta. Repárese en sus comentarios sobre la obra de F. Cordón:
«Las publicaciones científico-filosóficas, al igual que las filosóficas y científicas en general, no son muy numerosas durante el período considerado. Para el año 1964, por ejemplo, se conocen estas cifras: de un total de 10.129 volúmenes publicados por la industria editorial española, las obras filosóficas representan el 2,32% y las científicas en torno al 2,32% (Fuente: El libro español. Revista Mensual del libro español, tomo VIII; nº 85, enero 1965, pp. 43-44). La introducción de temas de filosofía e historia de la ciencia en la enseñanza media (en la cátedra de enseñanza tradicional de la filosofía) produjo una cierta novedad: unos manuales didácticos elementales, entre los que aquí se puede citar el de Marías y Lain (1). Otros: Rábade y Fernández (2), Salvador (3). Gómez Bosque y Díez Blanco (4) han publicado los resultados de una encuesta sobre la matematización de las ciencias, realizada entre los profesores españoles. Muñoz (5, 6) ha publicado nuevas investigaciones de historia de la lógica. Su interés se centra sobre todo en torno a las cuestiones de la logica majus de la tradición: precisamente este interés es el que inspira su libro de 1953 sobre las relaciones entre la lógica matemática y lo que él llama «lógica filosófica».
E. Nicol (8), miembro de la «Escuela de Madrid» de los años treinta, en México después de la guerra civil, ha publicado en 1965 un largo estudio sobre «los principios de la ciencia». Discute en él los problemas planteados por «sofística» vitalista y otras, problemas que considera irresolubles por los «absolutistas de la lógica, que todavía no han asumido la noticia de que su ciencia es también histórica».
El biólogo Faustino Cordón (9) propone una interpretación de la tradición darwinista ensanchando sus conceptos en sentido ecológico; su reflexión conduce a unos enunciados de alcance filosófico («Los seres son unos procesos estancados»). Otra publicación de este autor (10) estudia las condiciones sociales de la actividad científica. C. Paris (10, 11) se interesa igualmente por estos temas de la relación entre la ciencia y la vida cotidiana.
Tal vez se podría distinguir entre los artículos de revistas publicados durante este período: a) artículos monográficos de interpretación de problemas particulares de la ciencia, con una buena información positiva (Cuesta (13), Ferrater (14), Pérez (15)); b) artículos más sintéticos de tendencia especulativa (Cordón (16), Paris (17,18)); c) artículos especulativos curiosos, bien sean cosmológicos (Alvarez de Linera (19)), bien sean fruto de la fuerte influencia que el teorema de Gödel continua ejerciendo sobre la fantasía de ciertos profesores de filosofía (Diez Blanco (20)), bien sean expresiones de la apologética religiosa (Susinos (21), Roldán 822), Barrio (23), Caba (24))…»
19 Sacristán había traducido, para Ariel, Prismas y Notas de literatura de Adorno. En la solapa de 1962 para su traducción de Prismas, Sacristán señalaba:
«El lector encontrará en Prismas doce estudios cuya temática abarca los campos más diversos, si bien se trata siempre de temas candentes sobre los que el hombre de nuestra época discute sin cesar. Adorno pretende, a lo largo de su obra, destacar «el carácter doble de la cultura». «El crítico dialéctico de la cultura -afirma- debe a la vez sentirse y no sentirse parte de ella. Sólo entonces puede obtener una idea justa sobre el asunto que trata y sobre sí mismo». Adorno quiere dotar a la crítica cultural de un giro dialéctico en el que la aportación crítica «llegue a elevar el concepto mismo de la cultura». A la luz fragmentada del prisma son sometidas diferentes posiciones de la investigación social y cultural, así como fenómenos característicos de la música contemporánea, de la poesía y de la literatura en general. El libro huye sistemáticamente de relaciones fáciles, encaminadas a deslumbrar al lector. A través de su estructura se percibe una filosofía que jamás quiere evadirse a la contemplación exclusiva de sí misma.
Esta traducción de Prismas, obra madura y fundamental de uno de los primeros pensadores europeos, viene a satisfacer los deseos de cuantos conocen la importancia de su autor, y a divulgar su nombre entre el gran público de habla española que no lo conocía aún.»
20 Curiosamente, en una nota de lectura sobre La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn -véase RUB-FMSL-, Sacristán discrepa matizadamente de una desconsideración global del trabajo del «científico normal» o del practicante, digamos, de la ciencia normal, incluyendo en ella, por supuesto, la lógica y sus «pesadas deducciones». Sobre la aproximación de Sacristán a Kuhn, A. Domingo Curto y S. López Arnal, «Anotaciones de Manuel Sacristán sobre La estructura de las revoluciones científicas de Kuhn». En: AA.VV., Popper, Kuhn. Ecos de un debate. Barcelona, Montesinos 2003, pp. 379-414.
21 Es muy posible que Sacristán presentara en ILAF un desarrollo básico del método axiomático dadas las características del público al que inicialmente iba dirigido su manual introductorio, o que, acaso, tomara nota del comentario de VSZ y corrigiera su exposición en el otro volumen de lógica que escribió por aquellas fechas y que ha sido editado póstumamente por Vera Sacristán Adinolfi, con prólogo de Jesús Mosterín: Manuel Sacristán Luzón, Lógica elemental. Barcelona, Vicens Vives 1996. Aquí, por ejemplo, la «Axiomática de la lógica elemental» ocupa las páginas 144-184 (aproximadamente, el 12% de todo el ensayo).
22 Sobre el sabido aprecio de Sacristán por la obra de W. O. Quine este paso de una carta de 11 de setiembre de 1972 dirigida a Javier Pradera:
«Querido Javier, acabo de recibir tu carta del 8. Claro que me gustaría seguir traduciendo para Alianza cosas como Hempel, y Toulmin. Interesarme, desgraciadamente, no. Cuando termine este verano -en sustancia, dentro de 9 días- habré traducido cuatro libros: un bonito ensayo de un discípulo de Lukács, G. Márkus, para Grijalbo; un trivial ensayo de otra lukácsiana, A. Heller, también para Grijalbo (es lo que estoy acabando ahora); el precioso libro de Quine [Filosofía de la lógica],y una mierda incalificable para Grijalbo: El varón domado, de Esther Vilar, que he traducido por petición personal suya, como favor, y firmando la traducción con una alusión cínica que él no pesca (he firmado «Máximo Estrella»). Pues bien: Márkus y la Heller me han reportado por jornada de trabajo (=5 horas, incluida corrección) un poco más del triple que el Quine. La mierda de la Vilar, exactamente cuatro veces más. Sabes que no me interesa tener dinero, sino reducir el horario de trabajo. Si fuera consecuente, debería traducir sólo mierdas. Por otra parte, me sentí culpable por el hecho de que mi comentario del primer precio ofrecido por Alianza para la traducción del Quine provocara sin más un aumento. No tengo carácter para que eso se repita. En resolución, creo que podríamos llegar a un compromiso, por ejemplo, traducir un mes al año para ti – quiero decir, para Alianza o Siglo XXI-, al primer precio que proponga Ortega u Orfila, sobre tema epistemológico, a poder ser (incluida la lógica formal), o sobre tema marxista (lo digo pensando en Siglo XXI). ¿Qué te parece?…» [La tercera cursiva es nuestra].
Curiosamente, Esther Vilar, con fecha 26 de octubre de 1973, dirigió una carta de agradecimiento al «Señor Máximo Estrella (sic), traductor de El varón domado, Ediciones Grijalbo», en los términos siguientes: «Muy estimado señor Estrella, la traducción que Vd. ha hecho de mi libro El varón domado es magnífica, absolutamente perfecta. Le queda muy agradecida, Esther Vilar».
23 Igualmente en RUB-FMSL.
24 Pueden consultarse en RUB-FMSL. Una transcripción comentada de las mismas puede verse en: Manuel Sacristán Luzón, M.A.R.X. Máximas, aforismos y reflexiones con alguna variable libre. Barcelona, El Viejo Topo 2003, prólogo de Jorge Riechmann y epílogo de Enric Tello, pp. 57-66.
25 Para una completísima información sobre este punto: Juan-Ramón Capella, «Aproximación a la bibliografía de Manuel Sacristán», mientras tanto 30-31, mayo 1987, pp. 193-224. En RUB-FMSL, pueden consultarse diversos informes editoriales y algunas reseñas de Sacristán. Entre ellos, este comentario de agosto de 1973 que escribió para Grijalbo sobre Give me battle, de Julio Álvarez del Vayo, uno de los legendarios líderes republicanos con activísimo papel en la lucha antifranquista. Acaso fuera este comentario de Sacristán uno de los motivos de la publicación del ensayo por la citada editorial, en 1975, al poco de la muerte del dictador, con el título En la lucha. Memorias:
«Álvarez del Vayo, Julio. Give me battle, texto mecanografiado y manuscrito.
Estas fragmentarias memorias de Álvarez del Vayo son, como podía suponerse ya antes de la lectura, un texto del mayor interés. Como podía suponerse ya antes de la lectura y, sin embargo, con sorpresa al leer. Pues podía adelantarse el interés de la experiencia vivida desde observatorios históricos tan panorámicos como los ocupados por el autor en épocas decisivas; pero no la espléndida y simpática vitalidad con que Álvarez del Vayo reproduce el sentido aún duradero de lo que vivió e introduce en la narración histórica una constante remisión al presente. Es inútil -me parece- detallar cualidades de un texto que habría que editar lo antes posible. Por eso paso a exponer el problema principal que plantea su edición (el otro, el de censura, no me parece resoluble, de modo que no aludiré a él).
Julio Álvarez del Vayo ha perdido el uso del castellano escrito. Es ese un efecto natural -en un hombre que no es fundamentalmente escritor- del uso cotidiano del inglés en su vida pública y en su vida privada (Álvarez del Vayo está o estaba casado con una suiza, y hablaba con ella inglés y alemán). Su texto es, lingüísticamente, una extraña jerga inglesa con palabras -no siempre- castellanas. Hay que realizar un trabajo de redacción integral, frase por frase. El trabajo es, además de pesado, un poco -no mucho- delicado: por ejemplo, hay que estar sobreaviso respecto de las siglas y los nombres de instituciones internacionales, que el autor menciona en su tenor inglés; lo mismo ocurre -con más gravedad- a propósito de instituciones españolas, ya de antes del actual régimen, ya de éste. El trabajo de redacción ha de ser, en suma, cuidadoso. El texto no se puede publicar tal como está.
Por otra parte, el redactor deberá introducir -en la medida de lo posible- en el texto principal las aclaraciones del autor a un editor probablemente inglés; son textos manuscritos que tienen en varios casos muchísimo interés y amplían el texto principal.
Quizá valdría la pena pensar en dos ediciones de este texto: una primera en formato respetable, pasta dura y con ilustraciones; tres meses después, el paperback. No menos conveniente sería ponerse en relación con Álvarez del Vayo para intentar adquirir todos sus escritos cuyas derechos en castellano estén disponibles».
26 Puede consultarse en RUB-FMSL. Ha sido editada, previamente, en mientras tanto, nº 38, primavera 1989, pp. 159-160, y en Félix Novales, El tazón de hierro. Memoria personal de un militante de los GRAPO. Barcelona, Crítica 1989, prólogo de Francisco Fernández Buey, pp. 220-221.
27 Este fue uno de los cursos que impartió durante su estancia en la UNAM. El otro estuvo dedicado a la sociología de la ciencia de Karl Marx.