La línea divisoria en América Latina se define por la relación con Estados Unidos: entre los países que firman tratados de libre comercio y los que priorizan la integración regional y la construcción de un mundo multipolar Estudioso de las profundas transformaciones políticas en curso en América latina, Emir Sader asegura, en entrevista con La […]
La línea divisoria en América Latina se define por la relación con Estados Unidos: entre los países que firman tratados de libre comercio y los que priorizan la integración regional y la construcción de un mundo multipolar
Estudioso de las profundas transformaciones políticas en curso en América latina, Emir Sader asegura, en entrevista con La Jornada, que la línea que cruza el continente no es entre una izquierda buena y una mala, sino entre los países que han firmado tratados de libre comercio y los que han priorizado los procesos de integración regional y la construcción de un mundo multipolar.
Emir Sader es uno de los más relevantes pensadores marxistas latinoamericanos. Actual secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), su candidatura fue apoyada, entre muchos otros relevantes intelectuales, por Noam Chomsky, Adolfo Gilly y Eduardo Galeano.
Nacido en Brasil en 1943, en el seno de una familia de inmigrantes libaneses, es autor y compilador de más de 40 libros de ciencias sociales, historia, filosofía y teoría política. Colaborador habitual de La Jornada, sus obras son referencia obligada para aquellos interesados en comprender la nueva realidad latinoamericana.
A los 15 años de edad, reclutado para una organización socialista, comenzó su vida intelectual junto a su vida política. Se interesó en la teoría, el marxismo y el socialismo. Y, desde entonces, su actividad intelectual -incluido su paso por la academia- siempre ha tenido motivación política, ideológica, de poner el conocimiento al servicio de una estrategia socialista.
Según Sader, es en Bolivia donde se encuentran los elementos de una nueva hegemonía alternativa al posneoliberalismo. Allí, de acuerdo con el autor, se avanza hacia la construcción del primer Estado multinacional, multiétnico y posneoliberal en América Latina.
A continuación, la entrevista completa con el intelectual, realizada durante su visita más reciente a la ciudad de México.
-Durante muchos años, el discurso que analiza las relaciones de poder en América Latina ha puesto en el centro de su reflexión el problema de su relación con Estados Unidos. Sin embargo, en la última década la inversión española ha crecido enormemente en el área, superando, en países como Argentina, a la estadunidense. ¿Esta nueva realidad ha modificado la relación con Estados Unidos? ¿La naturaleza de las relaciones imperiales sigue siendo la misma que en las décadas de los sesenta y los setenta?
-La línea divisoria en América Latina sigue estando definida por la relación con Estados Unidos, que es la línea divisoria entre tratados de libre comercio y procesos de integración regional. Se puede decir que hay propuestas de integración con la Unión Europea, pero esta última no es la determinante.
«La línea que cruza el continente no es entre una izquierda buena y una izquierda mala. La línea divisoria fundamental es la que se da entre los países que han firmado tratados de libre comercio y los que han priorizado los procesos de integración regional y la construcción de un mundo multipolar. La participación europea es complementaria. Puede convivir perfectamente tanto con el Mercosur como con el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).»
El futuro del Alba
-En este proceso de acuerdos de libre comercio con Estados Unidos diera la impresión de que el encuentro de Mar de Plata abolló seriamente el proyecto del ALCA y, más bien, Estados Unidos ha comenzado a privilegiar acuerdos con países o bloques de países. Simultáneamente han habido avances con la Alternativa Bolivariana para la América (Alba). ¿Cree usted que ésta tiene futuro?
-Así es, el proyecto del ALCA fue derrotado y se obligó a Estados Unidos a buscar tratados bilaterales. Mar de Plata fue el episodio final, que estuvo precedido de muchas luchas previas y de la elección de gobiernos que privilegian la integración regional. Estados Unidos tuvo que cambiar su estrategia en la región.
«Esta vía sigue siendo hegemónica en América Latina. La hegemonía unipolar y el neoliberalismo siguen dominando la relación de fuerzas. Esta presente en México, Brasil y Argentina, que son los países económicamente más poderosos del continente. Además está en Chile, está en Colombia, está en Perú. Pero su avance enfrenta obstáculos.
«Sin embargo, en América Latina se están desarrollando experiencias de integración regional verdaderamente autónomas de Estados Unidos. Es una excepción en el mundo de hoy. Algunos países han roto con el neoliberalismo o nunca lo han adoptado. El Alba ha caminado sorprendentemente. El Alba es un modelo de comercio justo, es un espacio alternativo al libre comercio, en que cada país entrega lo que puede y recibe lo que necesita. Sus intercambios no son mercantiles, no se dan por precios de mercado, sino que, por ejemplo, se intercambia educación por petróleo. A las relaciones originales entre Cuba y Venezuela se han sumado Bolivia, Ecuador, Nicaragua. Es sorprendente.»
Resistencia crítica
-¿Significa esto que el modelo neoliberal se ha agotado? ¿Cuál es el papel del movimiento popular del continente en esta nueva situación?
-Vivimos circunstancias históricas. El campo popular latinoamericano y el pensamiento crítico han mostrado su capacidad de resistencia. Hay que celebrarlo. Pero necesitamos medirnos con las nuevas demandas y no sólo con los problemas que se han podido superar. Hemos desarrollado una gran capacidad de defensa, denuncia, crítica, de polémica. Pero tenemos que preguntarnos qué tanto hemos avanzado en la elaboración de alternativas. Y la respuesta no es del todo positiva.
«El periodo histórico que vivimos es contradictorio. El capitalismo ha pasado a la máxima extensión de las relaciones mercantiles pero al mismo tiempo debilita la capacidad de resistencia de lo que Marx llamó los coveros del capitalismo. A pesar de que son evidentes sus debilidades estructurales ha logrado generar un poderoso esquema de producción y difusión de estilos de vida. Un ejemplo de esto sería la amplia capa de jóvenes pobres de la periferia que ambicionan el consumo de los grandes centros comerciales. O, como China avanza al límite de lo que parecía ser una pesadilla imposible: cada chino empieza a comprarse un coche.
«Lo más difícil de comprender de los tiempos que vivimos es la compleja relación que existe entre los límites del capitalismo contemporáneo y el retraso en las condiciones subjetivas para su superación. La capacidad regulatoria de los Estados se ha desarticulado. Hay un debilitamiento de la capacidad de representación política del mundo del trabajo. Se han debilitado los supuestos clásicos de la lucha anticapitalista: organización social y política, papel de las acciones colectivas, cultura socialista, función del mundo del trabajo. En nuestra época se ha debilitado la capacidad de reproducción capitalista y el poderío estadunidense, pero no surgen fuerzas políticas y bloques sociales capaces de negarlo y superarlo. Y sobre esto faltan aún respuestas.»
El caso de Venezuela
-¿Cómo valora usted la diplomacia venezolana? ¿Hasta dónde es correcta su alianza con gobiernos de países árabes que han sido calificados de fundamentalistas o con la Rusia de Putin?
-El que no comprende el papel preponderante que tiene la hegemonía imperial estadunidense cometerá errores graves. Los movimientos de Venezuela deben ser entendidos en la perspectiva de crear un amplio frente de resistencia frente a Estados Unidos. Sus alianzas deben ser vistas no como una legitimación de tal o cual régimen, sino como parte de una lógica que busca quebrar la hegemonía unipolar de Estados Unidos. Además, es necesario entenderla como parte de una propuesta que busca darle una solución armoniosa la cuestión palestina. El tema del imperialismo es determinante. Es muy difícil de entenderlo desde Europa.
«Pero, esa diplomacia, además, es notable por su dinamismo en América Latina. En el continente ha precipitado procesos de acercamiento muy importantes.»
-¿Los gobiernos de centroizquierda en América Latina están saliendo del neoliberalismo?
-El continente vive una inmensa crisis hegemónica. El bloque tradicional de fuerzas dominantes se ha agotado, pero todavía no surge un bloque social, político y cultural nuevo, que pueda resolver positivamente la crisis.
«No es casual que los procesos que avanzan en la superación del neoliberalismo tienen orígenes y fundamentos ajenos a las propuestas de la izquierda tradicional. Es el caso de los militares nacionalistas y los movimientos indígenas. La lucha por los recursos naturales tiene una fuerza insospechada.»
Entrevista a Emir Sader. Segunda Parte
La lucha contra esa tendencia hegemónica está presente en Venezuela y Ecuador. Y en Bolivia combina sublevación popular con solución política institucional; pretende un Estado multinacional, multiétnico.
Emir Sader sostiene que de los tres grandes monopolios existentes en América Latina -el de las armas, el del dinero y el de la palabra- el más grave es este último, porque lo integran familias oligárquicas y «las redacciones de sus periódicos -asegura en la segunda parte de la entrevista con La Jornada – son dirigidas de manera totalmente autocrática y creen ser el lugar para decidir quién es demócrata y quién no lo es».
Sociólogo de profesión, profesor de las universidades de Sao Paulo y del Estado de Río de Janeiro, dirige la revista América Libre. Su obra, inscrita en la tradición del pensamiento crítico de inspiración marxista, ha jugado un importante papel en la nueva visión de la realidad continental.
Autor del libro La venganza de la historia, es también coordinador, junto a Ivana Jinkings, de una ambiciosa obra: Enciclopedia Contemporánea de América Latina y del Caribe. El trabajo, publicado por la Editorial Boitempo, surgió de la necesidad de rescatar el continente, después de que políticas y concepciones neoliberales convirtieron a sus países en meros campos de inversión y especulación. Recibió el premio Jabuti, otorgado por la Cámara Brasileña del Libro al mejor volumen de ciencias humanas del año.
En la introducción de este libro, el sociólogo brasileño menciona dos etapas históricas que marcaron a escala internacional el reconocimiento de Latinoamérica, en el año de 1967. Una trágica, la otra gloriosa: la muerte de Ernesto Che Guevara y la publicación de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Por tanto, explica, el proyecto del continente se perfila como una lucha de resistencia contra el neoliberalismo y el rescate de América en todas sus dimensiones históricas, culturales, políticas, económicas y sociales.
Emir Sader vivió directamente la derrota y la represión del movimiento popular brasileño en los años sesenta y, exiliado de su país natal, el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile. Años después, en Cuba, se involucró en la construcción de nuevos procesos sociales. Las reflexiones sobre los avatares del topo latinoamericano que comparte con La Jornada están alimentadas por esta larga travesía.
A continuación, la segunda y última parte de la entrevista:
-¿Cómo caracterizar el modelo que se está construyendo en Venezuela y en Bolivia?
-De posneoliberalismo. Nadie puede afirmar que la hegemonía capitalista ya no existe en Venezuela. Pero allí se está luchando por el posneoliberalismo.
-¿Hacia dónde apunta el debate sobre el socialismo en el siglo XXI? ¿Hacia la construcción de un modelo diferente? ¿Hacia la recuperación de conceptos que habían quedado en desuso para reflejar realidades que no le corresponden?
-Corresponde a la necesidad de definir una etapa histórica. Las antiguas estrategias de reformas promovidas por las izquierdas han quedado atrás. También la de la guerra de guerrillas. Las luchas de resistencia al neoliberalismo, al pasar de la lucha social a la política, han forjado una nueva estrategia para la izquierda del continente.
«En América Latina comienza a construirse un posneoliberalismo. La historia siempre se hace por vías heterodoxas. Está presente en Venezuela y Ecuador, pero, sobre todo, en Bolivia. Combina sublevación popular, con solución política institucional, pero busca refundar el Estado, construir un Estado multinacional, multiétnico.
«Este proceso fue posible gracias tanto a la crítica al economicismo de la izquierda tradicional, que reducía lo indígena a lo campesino, como a la capacidad de liderazgo de Evo Morales, que ha permitido asumir la lucha de los cocaleros, vincularla a las costumbres de los pueblos indígenas y articular una plataforma de lucha nacional con potencial hegemónico. Otra condición fue la capacidad de análisis y elaboración teórica del grupo de intelectuales de La Comuna. Ellos constituyen lo mejor que tenemos hoy en día en el pensamiento crítico latinoamericano.
«Este posneoliberalismo difícilmente será socialista, pero sí puede y debe ser anticapitalista. Debe y puede ensanchar la esfera pública en todas sus formas de existencia. Debe ampliar las formas de comercio justo y solidario, de la economía solidaria.»
Protagonistas de la resistencia
-Los movimientos sociales en América Latina han tenido una actitud desigual ante la política institucional. ¿Cuál es su perspectiva sobre la relación entre ellos y los gobiernos progresistas?
-Los movimientos populares son los grandes protagonistas de la resistencia al neoliberalismo. A partir de un momento se planteó el tema de la hegemonía. Y allí, muchos movimientos no estaban preparados para enfrentar este reto. En Ecuador el movimiento indígena delegó en un candidato su proyecto y terminó sintiéndose traicionado. Otros desarrollaron una línea antinstitucional sin tener alternativa.
«La dificultad con los movimientos sociales es que, en muchos casos, no logran construir opciones políticas. Allí está el caso de Argentina, con todo lo nuevo que significaron los piqueteros, las asambleas. Frente a la elección la consigna predominante es ‘que se vayan todos’. No se fueron y se corrió el riesgo de que llegara Menem.
«No se puede movilizar a la gente todo el tiempo. Cuando los movimientos sociales no logran constituirse en fuerza política, si no establecen nuevas formas de relación entre la esfera social y la esfera política, pierden la posibilidad de poseer capacidad hegemónica. Tienden o a quedar subordinados o a aislarse. La autonomía es fundamental para defender los intereses del pueblo, de la masa, pero no es absoluta. La política tiene un momento institucional y si se le rehúye, si se insiste en preservar su autonomía como una categoría absoluta, si se oponen autonomía y hegemonía, los movimientos se relegan y pueden adquirir rasgos corporativos.»
-¿Está la intelectualidad latinoamericana retrasada en su trabajo de elaboración teórica en relación con la riqueza de esos movimientos populares y de reformas estatales?
-La nueva emergencia del topo latinoamericano toma a la intelectualidad desubicada, sea por cooptación, sea por desánimo, o sea porque se encuentra atrapada en una división técnica del trabajo. En América Latina hay simultáneamente una crisis de hegemonía y una crisis teórica. Muchas de las viejas categorías con las que pensaba la izquierda tradicional no sirven para analizar la nueva realidad. Muchos de quienes han pensado la nueva situación trabajan fuera de la universidad. No quiero ofender a nadie.
El monopolio de la palabra
-¿Qué papel juega hoy la concentración de los medios de comunicación en las transformaciones sociales en curso?
-Nuestra lucha es contra los tres grandes monopolios: el de las armas, el del dinero y el de la palabra. Frente al monopolio de las armas estamos construyendo la integración regional de manera multipolar. Frente al monopolio del dinero avanzamos rompiendo el monopolio neoliberal.
«Pero el más grave es el monopolio de la palabra. Está integrado por familias oligárquicas que delegan por herencia la propiedad de las empresas a sus hijos y sus nietos y creen tener el derecho de dictarle lo que debe ser. Las redacciones de sus periódicos son dirigidas de manera totalmente autocrática y creen ser el lugar para decidir quién es demócrata y quién no lo es.
«En los países de Latinoamérica existe una desigualdad brutal. En Brasil, por ejemplo, se reproducen los bienes materiales y espirituales de la manera más concentrada del mundo. Se trata de una dictadura que homogeneiza la información que divulga.
«Hechos tan importantes como la Operación Milagro, médicos latinoamericanos nacidos en familias pobres formados en Cuba, que son elementos de desmercantilización, es decir, de democratización -democratizar significa desmercantilizar-, son ocultados, no se habla de ellos, se les oculta.
«Vivimos en la mentira del silencio. Las peores mentiras son las que niegan la existencia de lo que no se quiere que se conozca. Eso lo hacen quienes tienen el monopolio de la palabra. Y el combatir ese monopolio es central.»