En la carrera de medicina, después del rigor de las llamadas materias básicas, el alumno inicia su entrenamiento en la clínica. Las materias básicas son, entre otras, anatomía, histología, fisiología y embriología. Una de las primeras palabras que se aprende en la clínica, antes de enfrentarse a los enfermos, es anamnesis. La anamnesis, para quien […]
En la carrera de medicina, después del rigor de las llamadas materias básicas
, el alumno inicia su entrenamiento en la clínica. Las materias básicas son, entre otras, anatomía, histología, fisiología y embriología. Una de las primeras palabras que se aprende en la clínica, antes de enfrentarse a los enfermos, es anamnesis. La anamnesis, para quien ejercerá la clínica es más básica que las materias básicas
: de ella depende el éxito del médico y, en ocasiones, el destino del enfermo. No por ser una vieja palabra, la anamnesis ha caído en desuso; su impopularidad se debe al poco interés por el diálogo y la escucha que hoy priva y define a la sociedad contemporánea.
La palabra anamnesis, explica el Diccionario de la lengua española, tiene dos significados: conjunto de los datos clínicos relevantes y otros del historial de un paciente
, y, representación o traída a la memoria de algo pasado
. La primera se refiere a la medicina; la segunda habla de la reminiscencia. Ambas definiciones, la que da voz al enfermo, y la que da pie a la filosofía, tienen muchos entrecruzamientos; el historial clínico desglosa la vida o las vidas del paciente mientras el recuento del pasado le imprime una dosis platónica
al estudio de la enfermedad. Leer los dolores de la persona arropados por algunos consejos
filosóficos deviene arte médico.
El clínico avezado sabe que antes de acercarse al enfermo para tocarlo, auscultarlo o pedirle que camine debe escucharlo para enterarse de algunas porciones de su pasado. Conocer el pasado es indispensable para construir el presente de la persona enferma. Al conocerlo se evocan fragmentos de la vida sana, porciones de la convivencia familiar y episodios del contexto social del enfermo. Con frecuencia, escuchar es suficiente para diagnosticar. Lo que sigue, el examen físico, complementa el significado de las palabras. Muchas personas, cuando hablan de su mal, suelen hacerlo sin ambages. La enfermedad ofrece la posibilidad de mirarse y abrirse sin temor al revelar algunas historias oscuras, penosas o dolorosas. Cuando los enfermos hablan, regresan al pasado y desmenuzan su figura, otrora sana, mientras dibujan al unísono, el entorno que los envolvía. Esas miradas evocan reminiscencias, vivencia emparentada con la anamnesis del filósofo griego.
Para Platón el saber como un recordar
o el diálogo del alma consigo misma
representan el meollo de la anamnesis. Los griegos apreciaban profundamente la anamnesis porque les permitía a las personas regresar al tiempo anterior al nacimiento; desde ahí, in utero, el hombre tenía la posibilidad de rememorar y entender la verdad por medio del recuerdo; ese saber como un recordar
les ofrecía la oportunidad de acceder al mundo de las ideas.
Algunos doctores, cuando interrogan al enfermo acerca de sus síntomas, lo hacen desde la semiología médica y desde la anamnesis platónica. Al recabar los datos clínicos por medio del interrogatorio el médico sugiere a la persona que recuerde parte de su vida. Recordar permite entender algunas de las razones que facilitaron el desarrollo de la enfermedad. La anamnesis abre las puertas para que el alma se apersone
y complemente el diagnóstico. Los clínicos de antaño afirmaban que la historia clínica -instrumento que utiliza el médico para interrogar y explorar- debía permitir al enfermo expresar todo lo que fuese importante para él. Esos galenos afirmaban que el interrogatorio debía ser una suerte de tribuna libre, es decir, un espacio donde el enfermo narrase su versión acerca de sus males.
Cuando el encuentro entre médico y paciente funciona la anamnesis aporta buena parte de los diagnósticos. Ese diálogo evita recurrir a múltiples y costosos exámenes de laboratorio o de gabinete, que, además, tienen la posibilidad de dañar. La complicidad y la confidencialidad entre médico y enfermo surgen a partir de la anamnesis a lo cual debe agregarse que la confianza le permite al enfermo entregarse
sin temor a ser juzgado.
Desafortunadamente la anamnesis ha quedado relegada. La palabra, el diálogo, la escucha han perdido relevancia. Algunas historias permiten comprender que la anamnesis debe seguir siendo el corazón de la medicina. Comparto tres vivencias. Un paciente afirmó: Descubrí que tengo cáncer de colon porque soñé muchas veces con el ginecólogo que me atendía y que murió hace muchos años como consecuencia de ese tumor
. Un compañero comentó que un paciente se suicidó cuando se le quitó el insomnio que padeció durante veinte años y que lo llevaba de un consultorio a otro, de una ciudad a otra en busca de remedios mágicos, de un diván a otro para saber si era la madre o el padre el responsable de su insomnio y de los brazos de una amante a otra en busca de la cura. Finalmente, un paciente octogenario, con los ojos anegados por lágrimas debido al reciente fallecimiento de su hija por cáncer de mama, aseguró que cuando vi el ultrasonido de María, mi segunda hija, me percaté inmediatamente de que la niña sería idéntica a Ximena, mi hija primogénita recién fallecida
.
La anamnesis clínica es un arma médica invaluable que se tiñe de inmensa sabiduría cuando se piensa en la anamnesis platónica. Conocer es recordar, sugirió Platón. Recordar es conocer enseñan los enfermos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/11/03/index.php?section=opinion&article=018a1pol