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Hacer política y empezar por el principio, por utilizar el lenguaje

¿Andar por las ramas o ir a la raíz? El lenguaje de la caverna

Fuentes: Rebelión

Todo -o casi- lo que creemos, no lo pensamos. Este creer se basa en afirmaciones y conceptos elaborados/recogidos de otras personas; son testimonios ajenos, fuera del conocimiento empírico, afirmaciones y argumentaciones no neutras, pero que conforman una realidad tribal que crea cultura, y esta realidad no tiene por qué coincidir con la verdad. El lenguaje […]

Todo -o casi- lo que creemos, no lo pensamos. Este creer se basa en afirmaciones y conceptos elaborados/recogidos de otras personas; son testimonios ajenos, fuera del conocimiento empírico, afirmaciones y argumentaciones no neutras, pero que conforman una realidad tribal que crea cultura, y esta realidad no tiene por qué coincidir con la verdad.

El lenguaje se usa política/ideológicamente para preparar el terreno de la acción posterior, el lenguaje es herramienta de Poder, siendo la apropiación de los significados una estrategia a largo plazo, ya que la violencia sistémica no se puede mantener en el tiempo, interesando por tanto la permanencia de la Idea [1] integrada como ética de tribu [2].

Este uso sistémico del lenguaje se afina de tal modo que, por ejemplo, con el uso diferencial entre los calificativos radical, y de izquierdas, se separa/condiciona/neutraliza a una parte de la población que podría ser mas fuerte unida. Radical [3] se convierte en neutralizador/acusativo político, usado indistintamente para denigrar/criminalizar al sujeto al que se le aplica tal concepto, con la clara intención de invalidar de principio los argumentos y proposiciones que expone el/la criminalizada/o-descalificado/a.

Se podría pensar que quienes usan ofensivamente (en términos de daño) este calificativo, lo hacen desde otras acepciones existentes, tales como: partidario de reformas extremas, o intransigente, siendo la verdad que, si de lo que se habla es de una reforma, esta nunca puede ser extrema, ya que solo modifica en parte lo existente, y ser extremista, tajante o intransigente, solo son descalificativos subjetivos que se usan interesadamente para inducir el rechazo de los así calificados.

Radical es una más de las acepciones que se usan de forma torticera. En la misma situación se encuentran utopicx, antisistema, antidemócrata, extremista, feminista, ácrata, comunista, okupa, marginal, etc., pero también pobre, identificándolo con «gentuza que vive de las subvenciones y comedores de caridad.» La idea como expresión del lenguaje más ideológico lleva al dislate neodarwinista según el cual «los pobres tienen un nivel de inteligencia inferior al de los adinerados», con lo cual, el pobre no solo es culpable, sino tonto. Estas son expresiones de odio/desprecio hacia una parte importante de la población; la gente sin ingresos estables o salarios de pobreza. También dirán que tal barrio está lleno de delincuentes, cuando es un barrio combativo -rojo-, de gente que se define obrera/trabajadora, y tiene inmigración y pobreza. Los barrios buenos son los que la mayoría de su población se considera de «clase media» [4] y votan al bipartidismo de siempre.

El lenguaje no es neutro y es utilizado por la cultura (tampoco es neutra) como objeto y campo de lucha del/por poder, y como base necesaria de este. Esta cultura es forjadora del sentido de la identidad e interpretación colectiva y de producción simbólica mediante las cuales, cada sociedad, en cada época, explica/justifica los hechos y funcionamiento del Poder, así como normaliza/uniformiza las acciones del común hasta hacerlas hábitos.

Cualquier contracultura que intente desplazar/destruir la ética/cultura imperante no lo tiene nada fácil, porque necesariamente debe modificar lo ya establecido, la interpretación colectiva de la sociedad, y por tanto, enfrentar los miedos/sumisiones a través de la comunicación, de la palabra ¡ya! contaminada por los poderes, situación que no puede hacer fácil la transmisión de la idea dado que la mayoría continua en la caverna. El que intenta transmitir la crítica, habla desde fuera, se pertenece a otro mundo, a otra caverna, y los de la caverna primigenia [5] lo saben.

Es cierto que la inmensísima mayoría de la gente no es revolucionaria, que la clase trabajadora no está esperando -ni desea que la llamen-, a la toma del poder, que los políticos representantes del pueblo han sido siempre comprados y asimilados [6] por el sistema, que fabricar un hombre nuevo con la politización de la vida cotidiana impulsada por una élite militante no tiene viabilidad, ni posiblemente sea deseable (estamos hablando de ahora), pero si es posible no irse por las ramas y hacer visible para todos la socie­dad en la que se vive, las relaciones económicas y sociales a las que estamos sometidos y el sistema de poder que delimita lo permitido y lo prohibido, así como reconocer que el sistema dirige la conducta social a través de la ética [7] imperante.

Hacer política (esto no quiere decir que la política solo se puede hacer desde las instituciones), Eso sí, no política que conduzca siempre a la corrupción, la asimilación, la moderación, la traición. Hacer política aunque todas las movilizaciones populares estén mediatizadas/alienadas desde un principio por toda esa cultura sistémica interiorizada que la atraviesa y limita.

Es cierto que para hacer política es necesario dialogar y llegar a acuerdos, lo que no es lo mismo que hacer lo que quieren los poderes del momento. Eso se llama indignidad. Hacer política y empezar por el principio, por utilizar el lenguaje para dejar al descubierto la forma maliciosa en que lo utilizan los poderes; hacer política, pero no nos «andemos por las ramas», vayamos a la raíz.

Se debe decir la verdad de la realidad, no quedarse en su apariencia, aunque no interese a nadie, aunque moleste al mundo (hoy posiblemente, mañana molestará a menos).

Ir a la raíz y decir continuamente que las leyes la dictan hombres con intereses, no neutros, y los jueces y fiscales son herramientas de protección clasista, que la enseñanza es la encargada de reproducir todas las relaciones de dependencia, transmitiendo un discurso de sumisión y de loa al mejor sistema posible, enfocando su trabajo a producir nuevos trabajadores que cubran las necesidades del capitalismo, y que el capital dirige, subordina y cosifica a todxs, así como que el patriarcado condena específicamente a todo un género, a más de la mitad de la población mundial. La separación de poderes no existe y la democracia que vivimos no deja de ser un sistema de oligarquía plutocrática [8] .

No reconocer -y decirlo- estas realidades que apuntalan el poder de clase, es engañar y favorecer la continuidad de su existencia y reproducción, ya que si no se modifica la mirada social, la ética de la tribu, se podrá tomar el poder, pero se volverá a lo mismo.

Para destruir esos poderes, esa negatividad egoísta, lo primero es nombrarlos, contar lo que son en cada conversación o escrito, no dulcificar -y menos esconder- lo que hacen, para lo que sirven y con qué intereses, dejar al descubierto su uso del lenguaje para soldar la Idea [9] en la subjetividad de la población, porque las instituciones son organismos no neutros, tienen un interés, y forman parte del poder del momento, participando como tales en el mantenimiento del sistema de explotación, dominación y coerción que se ejecuta contra la mayor parte de la humanidad.

Por eso hay que llamar a las cosas por su nombre y recordar siempre que el u so de las palabras no es neutro, que la palabra mal [10] se puede aplicar desde mirada diferente, pero el mal y el malvado existen, así como que con el calificativo «radical» se demoniza/criminaliza al/la sujetx que critica, pero además se neutraliza mediante este ataque preventivo a gran parte de la población dado que nadie quiere ser identificadx/segregadx/represaliadx junto con el/la demonizado/da, auto acotando/limitando de esta manera la mirada sobre la situación real de pobreza material y humana que impera en la sociedad.

La gran batalla, el reto inmediato y forzoso -aunque no exclusivo-, no se dirime en el campo de las relaciones económicas de producción [11] , ni es por la propiedad de los medios de lo mismo, la primera pelea no es entre capital y trabajo, sino contra la premisa del capital que pretende hacer creer que las personas son solo mercancía trabajo; esta en el terreno de la Idea, del uso de la palabra y la intención de la misma, de la apropiación del lenguaje sin el que es imposible la construcción de otra ética que imposibilite el mirar hacia otro lado de las mayorías y las acciones de Poder.

Notas

[1] La Idea es una representación mental que emerge del razonamiento o imaginación de la persona. La idea da lugar a los conceptos, base de cualquier conocimiento. Es acto básico del entendimiento por el que socialmente se puede transmitir imágenes objetivas o subjetividades que pueden ser malintencionadas.

[2] https://carlosgosto.files.wordpress.com/2016/02/poder-dominacic3b3n-y-sumisic3b3n.pdf

[3] Perteneciente o relativo a la raíz. Fundamental o esencial. Total o completo (RAE).

[4] Según la economía clásica, clase media es el grado de la estratificación de clase social que se aplica a las personas con un nivel socioeconómico medio que se sitúa entre la clase obrera/trabajadora (clase baja) y la clase alta. Otros sociólogos y economistas la definen como pequeña-burguesía y a la clase alta como burguesía-capitalista.

[5] Lo primigenio hace referencia a un primer estado o a la etapa inicial de algo.

[6] Los políticos, como el resto de la humanidad, nacen dentro de una cultura, costumbres, tradiciones y ética determinada, por lo que es muy fácil ver como natural lo que la ética imperante define como normal. No son asimilados, están asimilados antes de entrar en las instituciones.

[7] Tiene dos acepciones: la académica filosófica dice que estudia el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento humano, proponiendo en su forma más crítica el cómo debe ser el comportamiento de la persona. Y la segunda que dice que es el conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran el comportamiento humano en una comunidad.

[8] Gobierno/control de la minoría más rica.

[9] El uso de la palabra antisistema o radical, unido a la Idea que identifica al que recibe tal calificativo como violento/extremista, lo que realmente hace es legitimar de cara a la población -y que sea asumido por cada sujeto integrante de esta- cualquier acción represiva/violenta efectuada por/desde las instituciones del Estado. La Idea ha matado al crítico antes de que sea eliminado/retirado mediante la acción represiva.

[10] Mal = acción dañina = malvado = responsable de hacer daño. ¿Qué es más malvado; robar un banco, o ser banquero?

[11] La mayoría trabajadora -y sin trabajo- no se plantea la insumisión, ni la reacción en defensa propia, simplemente quiere no ponerse/poner en peligro lo que tiene, aunque solo sea pobreza.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.