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La Fábrica de Sueños. "El viaje de Chihiro" (2001), de Hayao Miyazaki

Animada crítica fantástica al concreto hiperconsumismo

Fuentes: Rebelión

La desvalorización del mundo humano, crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. KARL MARX

La diferencia entre la vida real y las películas es que un guion tiene que tener sentido. La vida, no. JOSEPH L. MANKIEWICZ

Dos clases de películas: las que emplean los recursos del teatro (actores, puesta en escena, etc.) y se valen de la cámara para reproducir; las que emplean los medios del cinematógrafo y se valen de la cámara para crear. ROBERT BRESSON

El II Ciclo de Animación del Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños, continúa con Sen to Chihiro no Kamikakushi o La misteriosa desaparición de Sen y Chihiro, retitulada en español El viaje de Chihiro, filme fantástico y una ‘animada’ crítica al Sistema capitalista y al hiperconsumismo, detrás de la figura frágil de una niña cuya historia linda no de forma gratuita con Alicia en el país de las maravillas en tanto ambas abordan temáticas que oscilan entre la realidad y la fantasía, el sueño y la vigilia, fantasmas y seres de carne y hueso; pero, también entre la valoración, cada día más insensata, del mundo de las cosas, en detrimento del mundo de las personas; entre la propensión, cada vez menos lógica, hacia el capitalismo y el hiperconsumismo, y la resistencia, cada vez más preocupante e irracional, a acoger el mundo natural y la vida sencilla: en suma, El viaje de Chihiro y su crítica, apunta a recuperar un mundo más humano.

Ganador del Oscar a Mejor Filme de Animación, del Oso de Oro a Mejor Película, ex aequo con Domingo sangriento, en Berlín/2002 (hasta hoy la única de animación en lograrlo) y se halla en el Top 10 entre 50 filmes que deberías ver a los 14 años, según el British Film Institute. Además, fue el más taquillero del cine japonés, con más de USD $264 millones a nivel mundial, hasta la llegada de Demon Slayer: Mugen Train, retitulada, Guardianes de la noche: tren infinito. Datos que no pretenden sino ayudar a comprender el valor artístico y cinematográfico del filme de Hayao Miyazaki, cofundador con Isao Takahata (1) de Studio Ghibli, y cuya carrera ya cumple medio siglo. Es la historia de Chihiro, niña de diez años, como Alice en la obra de Lewis Carroll, y quien durante un trasteo con sus padres queda atrapada en un mundo, ya no poblado por humanos y criaturas antropomórficas sino por bichos zoomórficos y sapos y animales a los que el olor humano les repugna y causa rechazo.

Un rechazo parecido al que expresa Chihiro a sus padres por la mudanza y el cambio. Así, cuando su padre toma un atajo y se internan en el bosque surge el extravío cuando se topan con un túnel, que podría asociarse con el agujero por el que se desliza Alice en su mundo, como acá, con apariencia de fantasía, pero nada distante de la modernidad hundida entre el materialismo y la basura, como en Isla de perros. (2) Más allá del túnel hay un pueblo y en él un parque temático/de atracciones en abandono, como los que años antes en Japón operaron y pronto quebraron u hoy sucede con el EPCOT, de Walt Disney, en Orlando, Florida, ‘hecho trizas’. (3) La osadía de sentarse a comer sin pedir permiso a nadie, al creer que basta el dinero para poder comprar todo (cosa que Chihiro ni piensa, en una mezcla de ingenuidad y sabiduría), padre y madre la pagan caro: así como Kafka transforma, y no metamorfosea, a Samsa en escarabajo, aquí devienen cerdos, una metáfora sobre los excesos.

Mientras, Chihiro se distancia de sus padres y conoce a Haku, quien le aconseja volver con aquellos y huir antes de que anochezca. Poco a poco la ciudad cobra vida, surgen las luces y de la nada montones de espíritus. Al llegar al restaurante y ver a sus padres como cerdos, huye: al arribar al túnel, ve la pradera convertida en mar al que llega un barco poblado de espíritus extraños. Chihiro se ve a sí misma esfumarse, Haku reaparece, le da de comer frutos de la zona para que vuelva a la normalidad. La conduce a unos baños termales en cuyo anuncio, ‘Oil’, se debe leer petróleo y no ‘Aceite’, como dicen los subtítulos. Allí, por vía del mani/pierni/largo Kamaji (alegoría de la optimización laboral) debe obtener trabajo a toda costa, mientras Haku le ayuda a escapar de ese centro de esclavos y alienados que funge como centro de salud para ocho millones de dioses: cifra/símbolo del sintoísmo/folklor nipón que remite al infinito en el mundo sobrenatural. Pero, Kamaji ya tiene otros colaboradores…

Aun así, Sen se rebela contra el abuso imperante. Cuando Sin Rostro se infiltra en los termales y le ofrece oro en pepas, ella las rechaza a diferencia de todos los demás, que se abalanzan como hienas para cobrar su botín. Lo que ya pasó cuando sus padres llenaron la panza de un rico manjar, que los convirtió en cerdos, y Chihiro dijo NO, como quien no se guía por patrones conductuales ni en la realidad ni en la fantasía, sino que se autogobierna a medias entre la inocencia y la ética, una ética personal, no social. A su vez luego le ofrece a Sin Rostro una pócima mágica que un dios del río le dio por sus favores. Cuando recibe órdenes de Yubaba, Haku actúa con frialdad frente a Sen, simula no reconocerla y ordena a Lin ser su compañera y la dirija en su trabajo. Al otro día, Haku cambia de actitud y lleva a Sen a ver a sus padres en la porqueriza. De paso le recuerda que si olvida su nombre no saldrá del mundo de los espíritus, lo que se traduce en el poder que Yubaba ejerce sobre sus súbditos…

El alimento que Haku le da, la libera del dolor que la agobia. Entonces, entra Sin Rostro a la Casa de Baños, como si fuera un cliente más entre ocho millones. Lo interesante del método narrativo en el filme es que todo personaje, espacio o diálogo tengan su propio valor y armonía, sin ir en desmedro de aparentes subtramas habitadas por la desigualdad o el caos. Pues el caos es el efecto directo de un mundo superpoblado de bichos, espíritus, fantasmas, a caballo entre la fantasía, el realismo y el juego sin control o fortuito en el que cualquier cosa es factible o nada puede descartarse de antemano. Al fin y al cabo, se trata de un viaje iniciático, que recurre a la originalidad antes que a la imitación, por más que Miyazaki apele, sea por razones inconscientes o por lucidez y coherencia, a historias ancestrales o al folklor japonés. Como cuando Chihiro/Sen viaja en tren y por la ventana observa a una niña sola en una parada: se trata de una efímera visión, en silencio y toda su carga de sentido y emoción.

Más tarde, cuando el espíritu que hiede llega a los termales, Yubaba se lo encarga a Sen y lo lleva a la tina asignada: en medio del caos, descubre que las apariencias engañan pues se trata del dios de un río ahora contaminado, al que limpia con la pócima que purifica y lo lleva de vuelta al dragón que es. En señal de gratitud, el dios/dragón le da un pastel de hierbas y deja caer sobre el lugar las pepas de oro que Yubaba creía suyas. Uno de sus siervos hurga el sitio en busca del metal olvidado y se topa con Sin Rostro, que luego de deslumbrarlo con la alquimia del oro lo devora, luego otros dos, y al hincharse se revienta: lo que remite a El sentido de la vida (1983), de Monty Python. (4) En medio de monocromatismo y melancolía de las tomas en el balneario, surge un lirismo triste que contrasta con la euforia anterior tanto a nivel óptico como descriptivo y al cual ayuda la música de Joe Hisaishi, como en el clímax en que Sen se despide de Zeniba, gemela de Yabuba, sin que la acción se dinamice por ello.

Más bien, se incrementan los ecos dramáticos, como cuando Sen ve volar múltiples shikigamis de papel, espíritus invocados por un onmyoji o brujo nipón, equivalente al mago en Occidente, que atacan a un dragón blanco en el cual Sen reconoce, sin saber por qué, salvo por la intuición, a Haku, quien gravemente herido cae en el despacho de Yubaba. Por ir de afán en pos de él, no advierte que un shikigami se pega a su espalda; llega y se esconde en el cuarto de Boh, gigante y mamón bebé de Yubaba; ésta ordena tirar a Haku al basurero y parte. Sen busca chocar con los esclavos de la bruja, justo cuando el shikigami se convierte en su gemela, Zeniba, quien atribuye a Sen el haberse podido infiltrar en casa de Yabuba, convierte a Boh en un ratón pues así tendría ‘algo de libertad’. Además, del ave mascota de aquélla saca una mosca y le suelta a Sen que Haku hurtó su sello mágico y como efecto una blasfemia lo mata de a poco. Al golpearlo con su cola, Haku elimina el shikigami de Zeniba.

Luego escapa por los canales hasta que aterriza en la sal de calderas, con Sen, Boh y el ave de Yubaba. A través de Kamaji, Sen impele a Haku a comer pastel para que cure sus heridas y por lo cual vomita el sello y una sustancia babosa que Sen tritura con el pie y devuelve el sello y se disculpa con Zeniba a nombre de aquél, por lo cual Kamaji le entrega unos boletos de tren. El ahora gigante Sin Rostro la tienta con oro, pero Sen no cae en la trampa: en un acto de generosidad, más bien, le da el resto de pastel que conservó para salvar a sus padres. Y la persigue, vomita la porquería que lo llena y a los siervos que se tragó. Vuelve a la normalidad, recupera su carácter de silencio y sosiego y acompaña a Sen y Boh donde Zeniba. Yubaba, por su lado, ordena asesinar a los padres de Sen, pero Haku negocia la libertad de ésta y de aquéllos tras contar que Boh desapareció y postularse para traerlo de regreso, a lo que Yubaba no se niega, pero advierte que si Sen fracasa en su intento el acuerdo se quiebra.

Allí, descubren que Zeniba es un ser amoroso y gentil y que la imprecación sobre el sello fue obra de Yubaba: este, uno de los pocos indicios de dualismo o de una intención maniquea por parte de Miyazaki. Cuando Sen le pide que recobre la normalidad para Boh y el ave, Zeniba les hace saber que ya el hechizo feneció, sólo que como estaban gozándose la cosa, ellos mismos se oponían al cambio. Amanece. Haku llega a la casa de Zeniba en modo dragón y lleva de vuelta a Sen y a Boh a los termales. Sin Rostro se hace ayudante de Zeniba. Durante el vuelo, Sen recuerda que siendo niña cayó en un río y fue rescatada por quien ahora reconoce como Haku, para de paso revelar su identidad como el dios del río Kohaku: y así él recupera su verdadero nombre, Nigihayami Kohakunushi, para traer a la memoria que perdió su hogar cuando los humanos secaron el río con el avaro fin de construir sobre él. Como hoy se hace con otros fines más nobles en los países nórdicos, en especial en Holanda e Islandia.

En conclusión, al volver a los termales, Boh y el ave recuperan sus formas originales y el gordito chillón le explica a Yubaba que fue divertido acompañar a Sen, así que ni se le ocurra lastimarla, pero ella responde que hay unas normas que exigen cumplirse, así que sólo los dejará ir si Sen resuelve un enigma: identificar a sus padres entre los cerdos, a fin de quebrar la maldición. Para sorpresa de todos, Sen acierta al señalar que entre los puercos no están sus padres, el contrato fenece y Yubaba al aceptar su derrota los deja ir. Haku y Chihiro cruzan el río ahora seco y aquél siente orgullo por haber recuperado su nombre y su memoria, o sea, deja atrás la alienación propia de la Casa de Baños y señala que Yubaba ya no podrá joderlo más. Con la promesa de verse de nuevo con Haku, Chihiro, ya no más Sen, atraviesa el río y se reencuentra con sus padres, los que parecen no recordar nada de lo acaecido. Los tres parten en su carro. En suma, ha sido un viaje de búsqueda/crecimiento, como el de toda crisis.

Gracias a sus propias virtudes, El viaje de Chihiro invierte el postulado de Mankiewicz: la vida tiene que tener sentido, sin importar que el filme contenga un guion, ya cadáver exquisito, que así tenga sentido se debate entre la fantasía y el realismo, entre la iniciativa, la decisión y la ética personales de la niña tan recursiva y práctica como Alice, la de Carroll; en fin, entre la postura sensible y humanística ante la vida y otra radical frente al gusto por el dios dinero, en su caso una suerte de demonio que si bien sirve no es todo; y frente al disgusto por todo lo que de feo y ruin haya en los seres humanos o en esas criaturas zoomórficas o antropomórficas, espíritus, espectros o lo que sea. El de Chihiro ha sido un viaje (5) de reconocimiento, de ensayo y error, de crecimiento entre la crisis, de afirmación como sujeto histórico, así esté condicionado por el pacto social que gravita sobre ella. Y no en últimas un choque con ese ente cultural milenario que simbolizan los baños/fuentes termales de Yubaba.

Memoria de un pasado acuoso que se disuelve en ácidos de gentrificación. Entre esos filmes que emplean los recursos teatrales y usan la cámara para reproducir y los que recurren a los medios del cine y se valen de la cámara para crear, El viaje opta por la segunda opción y lo deja a uno con la certeza de haber visto, a medias entre fantasía y realismo, el gusto por vivir y el rechazo tácito a todo lo que de negativo entraña el capitalismo, un filme que en la debacle actual del mundo se erige en toda su potencia visual, de imagen y sonido, forma y contenido, para en esa postrera secuencia al entrar el tren al pantano, pueda percibirse la gracia de un viaje iniciático que aunque no se sabe dónde ni cuándo termina, ofrece unas sensaciones plenas de placer y la firmeza de que el viaje no acaba sino con la muerte de sus protagonistas, que el viaje es como subir al Everest: un pretexto para dar el siguiente paso y sin que importe  por qué. El viaje de Chihiro es una animada crítica fantástica al concreto hiperconsumismo.

Todo ello, desde la mirada de una niña que se mueve entre el miedo y la decisión, la palabra y la acción, el decir y el hacer y con sus actos termina por demostrar que el hacer es la mejor forma de decir. Sin importar que en la travesía, por la arbitraria sentencia de otros, olvide su propio nombre, sea una enajenada a medias y tenga que recibir toda clase de descuidos y atropellos para, al cabo, pararse en sus delgadas piernas y comenzar a marcar su propio paso, su propio ritmo, su propia armonía con los demás y el entorno, con la esperanza de poder forzar un mundo mejor, menos canalla y más equitativo, con mayor justicia social y menor inequidad, sin siquiera preocuparse por que los resultados no se alcancen a la mayor brevedad, sino sean el resultado de la lentitud, de la calma, de la paz. Chihiro acaba por mostrar la figura de una niña que nos recuerda a Shaw, en el sentido de que el hombre superior busca en sí mismo, por dentro, y el hombre inferior busca en los demás, por fuera…

La historia, en síntesis, de una heroína, no de un héroe, narrada sin prejuicios, sin calificar personas, hechos o situaciones, salvo en el hecho ya citado: la maldición de Yubaba sobre el sello. En el filme de Miyazaki hay una lógica/sensata valoración del mundo de las personas por encima del de las cosas; se trata de un viaje liminal o liminar (del latín limes: límite, frontera, umbral), es decir, no poder asegurar si se está en un sitio u otro, o estar en un umbral entre una cosa que se fue y otra que llega. Son estados liminales la enfermedad, la adolescencia, el sueño ligero, en fin, la locura pasajera, igual que los viajes, ya sean de placer o necesidad y puede haber lugares liminales como un hospital, un aeropuerto, una estación de bus o una prisión, así como pueden ser sucesos personales o grupales. Chihiro entraña la resistencia al cambio y al desplazamiento no pedido, si no forzado. La fantasía de cierta época que narra el filme no es nada distante de la modernidad hundida entre materialismo y basura.  

En esa sutil crítica al capitalismo y al consumo exacerbado de cosas, hoy hiperconsumismo, Miyazaki transforma a los padres de Chihiro en cerdos a manera de metáfora sobre los excesos y escribe el guion tras decidir que el filme se basaría en la hija de diez años, como la protagonista de Alicia en el país de las maravillas (6), obra con la que tiene más nexos, que iba cada verano de visita a su casa. La historia de una travesía interna, no externa, que va de adentro hacia afuera, como corresponde a una auténtica búsqueda existencial/metafísica, así esté anclada en los hechos más triviales o grotescos o rudos, pero siempre en pos del auto conocimiento, del reconocimiento de sí y la búsqueda de la verdad, el saber, la libertad. El no someterse al conductismo, sino pensar por sí misma, hace de Chihiro un baluarte de la reflexión, del pensamiento crítico/complejo, del rechazo tácito al pensamiento único. Si bien el filme aborda la lucha individual, ello en ningún instante supone una postura ego/narcisista.     

Sin Rostro sigue a Chihiro por los rieles subacuáticos y es cobijado por las olas en tanto llega a la estación; al abrirse la puerta, se muestra a un conductor gigante, cuya cara no vemos, en contrapicado, lo que de por sí implica autoridad y no poco secreto. El numerar a Chihiro, la rata y el insecto sugiere la idea de lo que la modernidad, en concreto el Sistema, ha hecho con los humanos: volverlos fichas de uso, comodines materialistas, objetos monetarios. Y los ha llevado a un estadio de enajenación, alienación e indignidad muy preocupantes, dentro del cual sólo hay cabida para la rebeldía, la autodeterminación, el autodidactismo. Hoy ya no son confiables las escuelas, porque hacen más parte de la castración, la frustración, el extravío que de la victoria, el éxito, el encuentro. Aunque, por esas paradojas de la vida, Chihiro quizás se ubique mejor en lo que Pasolini llama ‘educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota’, en construir una comunidad de destino, en la que el fracaso no signifique la derrota.

No signifique la derrota definitiva, sino un levantarse para volver a empezar, sin que ello vaya en detrimento de la dignidad y los valores, ni en convertirse en arribista ni pasar por encima del Otro para llegar primero. Pues como agrega el cineasta (7): “Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de hacedores falsos y oportunistas, de gente importante [de tanta ‘gente de bien’, agrego] que ocupa el poder, que escamotea el presente, ni qué decir el futuro, de todos los neuróticos del éxito [de la competencia y de la intolerancia], del figurar, del llegar a ser. Ante esta antropología del ganador, de lejos prefiero al que pierde”. Nadie puede, por último, no obstante, decir que Chihiro es una ganadora a todo trance, pero tampoco es, con seguridad, una perdedora: antes bien, una luchadora individual a favor de causas sociales que así no traigan de la mano una pronta victoria, sin duda habrán sembrado la semilla que tarde o temprano ha de germinar en bien de la mayoría de los pueblos del mundo.     

No podría terminar esta crítica en aroma de animación, una crítica en modo fantasía directo al (sin) corazón del Sistema capitalista y del consumismo, hoy hiperconsumismo, del que habla Gilles Lipovetsky en su libro La felicidad paradójica – Ensayo sobre la sociedad del hiperconsumo (8), sin hacer mención de la importancia del viaje, en el caso particular de Chihiro, del viaje iniciático, existencial, metafísico, que parece terminar cuando el chofer rompe los boletos y la niña, la rata, el insecto y Sin Rostro se sientan junto a los demás pasajeros, que no son sino sombras en soledad, viajeros carentes de expresión y cuya existencia se adivina triste/pesimista e impasible. Pero, el viaje nunca acaba, porque como ya se dijo el viaje sólo termina con la partida de los trashumantes, la muerte de los viajeros, el fin de los errantes. Así que como dice Saramago, no es verdad, el viaje no acaba nunca, sólo los viajeros acaban e incluso pueden prolongarse en memoria, en recuerdos, en relatos.

Así que cuando el viajero se sentó en la arena de la playa y dijo que no había nada más que ver, sabía que no era así: el fin de un viaje es sólo el inicio de otro. Hay que ver lo que no se ha visto, ver otra vez lo que ya se vio, ver en primavera lo visto ya en verano, ver de día lo que se vio de noche, con el sol lo que antes se vio bajo la lluvia, la siembra verdeante, el fruto maduro, la piedra que cambió de lugar, la sombra que aquí no estaba. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que iniciar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino. Eso dice Saramago en Viaje a Portugal (1981). (9) Para terminar, el decir que Chihiro es un baluarte de la reflexión, del pensamiento crítico/complejo, del rechazo tácito al pensamiento único, es decir una verdad de a puño, máxime cuando de trata de una niña que, de contera, nos recuerda de nuevo a Pasolini, quien señala que el valor de la derrota está en resistir con dignidad frente a la violencia del sistema.

A Santiago, hijo adorado, cada día más renuente al consumismo, como su padre y Marthica.                          

Notas, enlaces y bibliografía

(1) https://rebelion.org/ya-como-adultos-dos-ninos-narran-un-drama-desde-la-muerte/

(2) https://rebelion.org/una-historia-de-intolerancia-marginalidad-y-justicia-restaurativa/

(3) https://es-us.finanzas.yahoo.com/noticias/el-sueno-futurista-de-walt-disney-que-se-hizo-trizas-tras-su-muerte-120421614.html

(4) https://www.youtube.com/playlist?list=PL5988BD5DA3CA52D8

(5) https://rebelion.org/el-pasaje-los-pasajes-un-viaje-a-la-vida/

(6) CARROLL, Lewis. Alicia en el país de las maravillas.

https://www.ucm.es/data/cont/docs/119-2014-02-19-Carroll.AliciaEnElPaisDeLasMaravillas.pdf

(7)https://revistas.unc.edu.ar/index.php/ART/article/view/25318/24611#:~:text=Ante%20este%20mundo%20de%20ganadores,lejos%20prefiero%20al%20que%20pierde.

(8) https://www.eltiempo.com/vida/gilles-lipovetsky-sobre-la-fragilidad-de-la-sociedad-482738#:~:text=El%20pensador%20franc%C3%A9s%20Gilles%20Lipovetsky,de%20la%20sociedad%20del%20hiperconsumo.

(9) SARAMAGO, José. Viaje a Portugal. Editorial Debolsillo, Barcelona, 2015, 624 pp.

FICHA TÉCNICA: Título original: Sen to Chihiro no Kamikakushi. En español: El viaje de Chihiro. País: Japón. Año: 2015. Gén.: Animación / Fantástico / Aventuras / Dragones. For.: Digital por pc; color, 124 min. Dir. y guion: Hayao Miyazaki. Dir. Artística: Yōji Takeshige. Prod.: Toshio Suzuki. Mús.: Joe Hisaishi. Fot.: Atsushi Okui. Voces: Rumi Hiiragi; Miyu Irino; Mari Natsuki; Takeshi Naito; Yasuko Sawaguchi; Tsunehiko Kamijō; Takehiko Ono; Bunta Sugawara. Prod.: Studio Ghibli / Tokuma Shoten / Dentsu Inc. Dist.: Tōhō. Estreno: Japón, 20.jul.2001. Premios: Oscar a Mejor Película de Animación / Oso de Oro, ex aequo con Domingo sangriento, en el Festival Internacional de Cine de Berlín (2002). Es considerada una de las mejores películas de la década en los años 2000 y se encuentra en el Top 10 de los 50 filmes que ‘deberías ver a los 14 años’, en criterio del British Film Institute, Londres.

Luis Carlos Muñoz Sarmiento. (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine, de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín Cultural de EE, 5.jun. 2012; columnista, 23.mar.2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre MZO y su novela Changó, el gran putas, fue lanzado por la UFES, el 20.feb.21. Invitado por Pijao Editores al Encuentro Nacional de Literatura Colombiana vista desde las Regiones (Ibagué, 1º a 4 nov.23) Invitado por UFES al Congreso Literatura, Soberanía Nacional y Multipolaridad (Vitória, ES, Brasil, ago-nov.23). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en Rebelión, Magazín EE, Las2Orillas. E-mail: [email protected]  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.