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Anotaciones sobre una nota de Javier Sampedro y Facebook

Fuentes: Rebelión

Vaya por delante. Yo soy una de las lectoras que he aprendido mucho (y sigo aprendiendo mucho más) leyendo las columnas e informaciones de Javier Sampedro, un excelente, un magnífico periodista-científico. Diré más. Le agradezco la perspectiva feminista que ha usado en algunas de sus contribuciones sobre la historia de la ciencia. La mujer científica […]

Vaya por delante. Yo soy una de las lectoras que he aprendido mucho (y sigo aprendiendo mucho más) leyendo las columnas e informaciones de Javier Sampedro, un excelente, un magnífico periodista-científico. Diré más. Le agradezco la perspectiva feminista que ha usado en algunas de sus contribuciones sobre la historia de la ciencia. La mujer científica existe, aunque se hable poco o nada de ella. Sampedro, cosa infrecuente en general, habla de ellas con frecuencia.

Sin embargo he tenido algunas sorpresas -no relacionadas con el feminismo- con su «Carne de Facebook», uno de sus últimos artículos. Lo publicó en El País el pasado jueves 11 de mayo [1]. Señalo mis dudas principales:

Tiene gracia, afirma, que, «tras las críticas recibidas por la propagación de vídeos de asesinatos y suicidios, Facebook haya tenido que contratar a 3.000 personas de carne y hueso para que filtren toda esa basura. Ya tenía otros 4.500 empleados dedicados a ello. Y luego diremos que la tecnología quita empleo». Como broma esta última consideración puede puede valer o no, pero el tema no es ninguna tontería. Los ludistas actuales no son gente irracional, alocada o desinformada. Hace muy poco, abril de 2017, se le preguntaba a David Harvey si e l neoliberalismo económico había fracasa d o en resolver el impacto de la automatización en el mercado laboral. Su respuesta:

 No. Creo que el proyecto neoliberal precisamente propone el reemplazo de la fuerza del trabajo por el cambio tecnológico. En el área de la manufactura tenemos enormes problemas de industrialización. En Baltimore, en 1969, había 35.000 personas empleadas en la industria del acero y para 1990 sólo quedaban 5.000 produciendo acero bajo el sistema de automatización. Así fue como el trabajo perdió poder bajo el cambio tecnológico. La manufactura colapsó. Lo que pasa es que con la inteligencia artificial y las computadoras no sólo lo vamos a ver en los sectores que decíamos sino también en el sector servicios al igual que pasó en la industria de la manufactura. En EE.UU. ya no hay cajeros en los supermercados para cobrarte, debe hacerlo uno mismo. Tampoco hay empleados para que te hagan el check in en el aeropuerto; lo haces en una máquina. Entonces todos estos trabajos serán inteligentes. Lo que viene es una mayor pérdida de trabajos en el sector servicios. Esto va a crear un enorme problema político y económico, porque ¿qué pasará con los mercados si la gente no tiene trabajo?

Vuelvo a Sampedro. No es que Facebook vaya a verse en estrecheces financieras, nos comenta, por contratar a toda esa gente. Desde luego que no. ¿Gente? ¿No serían mejor hablar de trabajadoras y trabajadores? Ni mucho menos prosigue. «La firma de Zuckerberg acaba de presentar unos resultados del primer trimestre que erizan el cabello: 2.000 millones de usuarios al mes y unos ingresos de 3.000 millones de dólares. Podría contratar a media China». ¿Podía contratar a media China? ¿Una broma, un toque científico-irónico de distinción? ¿Cabe un comentario así por parte de alguien que no desconoce las desigualdades sociales que rigen en nuestro mundo, los asuntos que se esconden detrás de la geopolítica y la globalización y los bajos salarios de millones y millones de trabajadores chinos, especialmente las trabajadoras?

Lo que tiene gracia, vuelve a tener Sampedro la palabra, es que uno de los líderes tecnológicos de nuestro planeta «no tenga aún unos algoritmos decentes que distingan el grano de la paja, la verdad de la posverdad, la perversión del entretenimiento. Al parecer, los humanos seguimos haciendo falta para esas tareas de bajo nivel». Para tareas de «bajo nivel» y tal vez también de alto nivel, sin presuponer, por otra parte, que cualquier asunto, cualquier tarea es algoritmizable. Hay teoremas o resultados de limitación sobre ello (Sobre la posverdad de la que habla no se pierdan este artículo de Andrés de Francisco: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226366). Por otra parte, los problemas de vulnerabilidad de grandes sistemas operativos, las «reservas informáticas de seguridad nacional» y los ataques cibernéticos los hemos vivido este fin de semana. Y también otros por supuesto.

El gran reto al que se enfrenta Facebook no es ése, en opinión de Sampedro. «Es situarse entre los cinco grandes en el emergente, incierto y opulento mercado mundial de los datos: el big data que se prefigura como el oro financiero naciente, o «el combustible del futuro», como lo llama The Economist en un documentado titular». Estos cinco, comenta a continuación, «prevén hacer una mina de oro con nuestros movimientos y llamadas, nuestras visitas y permanencias en la web, nuestros hábitos y patrones más secretos, los que incluso tú y yo, confiado lector, ignoramos sobre nosotros mismos. El combustible del futuro». Puede valer como información pero ¿no cabría alguna nota crítica complementaria? Combustible del futuro, ¿de qué futuro? ¿No asusta ese futuro? ¿No hay aquí aristas importantes que afectan incluso a nudos, a nociones tan básicas como la libertad?

Concluye Sampedro su columna en estos términos: «Te has preguntado por qué esos cinco gigantes ofrecen gratis muchos de sus servicios? Exacto: es porque a cambio obtienen más y más datos sobre ti». Los datos de sus cientos de millones de usuarios «alimentan sus sistemas de inteligencia artificial, unas máquinas que aprenden a extraer pautas, significados y predicciones del comportamiento de toda esa masa humana». Más aún: «créeme: esos sistemas saben predecir tus gustos musicales mejor que tú mismo, y la música es solo el ejemplo más inocente que se me ha ocurrido». ¿Por qué debemos creerle? ¿Por qué esos algoritmos saben mejor que nosotros mismos la música que nos gusta y puede gustar en el futuro?

Por un lado, finaliza, «cuantos más datos recolecta, mejor puede adaptarse una empresa a la demanda de sus consumidores. Amazon sabe lo que compramos, Google lo que buscamos, Facebook lo que compartimos, incluso si es la burrada de un psicópata, y cualquier telefónica nos sigue la pista ora por el GPS de nuestro aparato, ora por el repetidor al que se conecta. Todos estos datos son secreto industrial. En cierto sentido, todos somos empleados de Facebook». ¿Y ya está? ¿Nada que objetar? ¿Secreto industrial? ¿Qué secreto industrial es ese? ¿Vale concluir que todos somos empleados de Facebook y seguir como si tal cosa? ¿No habría que denunciar la distopía que se describe? ¿No se trata de conocer e informarse pero también de pensar críticamente? ¿Podemos hablar de Amazon, una empresa fuertemente anti-obrera en términos tan neutros obnubilados por su gran capacidad empresarial-organizativa?

¿Queremos, deseamos un mundo tecnológico de estas características? ¿No hay otros mundos posibles, mejores y más humanizados? ¿No deberíamos apostar por ello y empezar a alzar nuestra voz contra estas corporaciones que quieren dominar incluso el sentido de nuestras vidas?

Nota.

1) http://elpais.com/elpais/2017/05/10/opinion/1494428642_813868.html

2) http://www.mientrastanto.org/boletin-157/de-otras-fuentes/entrevista-a-david-harvey

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.