«Cabe recordar que los conquistadores no han tenido ni tendrán futuro en la historia de la humanidad» Ante las incursiones e invasiones en cualquier época no cabe olvido posible. La desmemoria sería equivalente al suicidio, la falta de resistencia heroica conllevaría a la larga a la sumisión, la explotación y la muerte en forma indigna […]
«Cabe recordar que los conquistadores no han tenido ni tendrán futuro en la historia de la humanidad»
Ante las incursiones e invasiones en cualquier época no cabe olvido posible. La desmemoria sería equivalente al suicidio, la falta de resistencia heroica conllevaría a la larga a la sumisión, la explotación y la muerte en forma indigna y miserable. Desde épocas remotas hasta hoy los pueblos fuertes y ambiciosos, dirigidos por gobernantes ensoberbecidos por el poder, se han lanzado sobre otras tierras, guiados por una locación latina, elevada al rango de principio dominante, empleada por Bismarck: «Beati possidentes», es decir «Felices los que poseen», que significa que, para reivindicar con provecho un país o un derecho, primero hay que apoderarse de él.
¿Cuántos pueblos y cuántos millones de personas habrán sido sacrificados con sufrimientos y muertes espantosos a lo largo de la historia de la humanidad al conjuro del maleficio que entraña esta simple frase que tiene, sin embargo, tal carga de exterminio que, a pesar de sus consecuencias horrendas, uno se asombra con justeza de que aún se esgrima para amenazar y, finalmente, descargar sobre otros pueblos la violencia, la destrucción y la muerte más atroces?
Es que a pesar de los horrores y espantos sufridos durante la Primera Guerra Mundial del siglo XX, con un saldo de 9 millones de muertos, y la Segunda Guerra Mundial, con 36 millones de muertos, ello no sirvió para contener los instintos bestiales, y seres tarados y aviesos continuaron desatando guerras de menores proporciones, pero igualmente horrendas y cruentas, como las de Vietnam y Corea, y más recientemente las de Irak y Afganistán, con igual saldo de millones de personas inmoladas ante el altar del principio del despojo que adoran e idolatran con una fe ciega de egoísmo e impiedad: «Felices los que poseen».
En el presente parecen inevitables confrontaciones bélicas contra Irán y Corea del Norte por parte de los Estados Unidos y sus aliados. En un mundo con tantos problemas vitales por resolver, parece que la insania sigue apoderándose de gobernantes que actúan con la irracionalidad de pacientes ingresados en manicomios. ¿Será posible que Obama traicione su lema de Yes, We can change», haga apropiación indebida del Premio Nobel de la Paz por la promesa y esperanza de una etapa de paz verdadera, siga los pasos y se comporte en la práctica de las relaciones exteriores como George W. Bush, un tonto de capirote pero gran carnicero imperial?
Ante tales hechos, cabe afirmar que son los bárbaros de antes, idénticos a los de ahora, y similares a los del futuro, si la especie humana no cobra conciencia que ese espíritu voraz de conquista desenfrenada puede conducir a la extinción de la humanidad y a la desaparición de la civilización alcanzada durante milenios.
Sin embargo, a pesar de la locura que se apodera de los conquistadores en todas las épocas, parecen no haber aprendido las lecciones de la historia, que enseña con claridad meridiana que mientras más poderosos e imbatibles se consideraban los imperios y más alucinados por las victorias parecían sus gobernantes (faraones, reyes, zares, emperadores, gobernantes de los más diversas denominaciones) y las clases que representaban, fueron incapaces de contener la resistencia que día tras día se fue manifestando y acumulando, incluso durante siglos, hasta estallar magnífica e incontenible, hasta arrasarlos y llegar a convertirlos, desde su condición de dueños de medio mundo hasta simples países reducidos al estrecho marco de sus fronteras naturales o históricamente adquiridas. ¡Los bárbaros no han aprendido esta lección todavía!
Todo este preámbulo nos lleva a referirles algunas ideas de la obra titulada «ANTE LOS BÁRBAROS» (LOS ESTADOS UNIDOS Y LA GUERRA) y publicada con un subtítulo «EL YANKI: HE AHÍ EL ENEMIGO», que lleva una introducción de su autor de fecha 1917.
Le edición publicada en 1932 por su autor José María Vergas Vila es la fuente de referencia para acercar a los lectores a ideas que reflejan realidades de América Latina y del mundo.
El autor fue el colombiano José María Vargas Vila (1860-1933). Fue periodista, crítico, novelista y político, cuyas obras literarias gozaron de gran notoriedad en su época, aunque con valoraciones contradictorias a causa de sus enfoques de asuntos controvertidos.
Vargas Vila y Martí fueron coetáneos, fueron amigos y fue recíproca la admiración entre ellos. Sobre Vargas Vila, Martí expresó criterios elogiosos como éstos:
«Yo no olvido que le mostré deseo de conversar un poco a la larga con Ud. y nuestro amigo Zumeta, mañana domingo, no es que los obligo, sino que no fue convite pasajero, y tendría de veras gusto en entrar de manos de Ud. en mis cuarenta y un años». (27 de enero de 1894)
«Al pintar los méritos que Ud. cree ver en mí, sólo pintó los suyos: no traduce bien sino quien es capaz de crear lo que traduce: no se supone en los demás sino las virtudes que se llevan de sí.» (14 de marzo de 1894)
«Pero sí diremos el vehemente entusiasmo con que, sacados de sus asientos por ímpetu de amor, saludaron aquellos esclavos de América la peroración cadenciosa, inspirada, valentísima del colombiano José M. Vargas Vila, que cuenta sus días ya gloriosos por las batallas afamadas de su palabra y de su pluma en pro de la libertad, del poeta benévolo que veía en aquel banquete de la América entera «a la espera que ve partir a la gloria.» (1 de noviembre de 1892)
En su libro «ANTE LOS BÁRBAROS», Vargas Vila refleja los acontecimientos derivados de la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana, primera guerra imperialista de la historia, según Lenin, de la Primera Mundial y de los acontecimientos ocurridos en los primeros decenios del siglo XX.
Sobre la guerra en Europa señala: «Es hora de los grandes carniceros…; los unos se encargan de devorar a aquellos que los otros empujan brutalmente al sacrificio; ellos se alimentan de cadáveres; cadáveres de hombres, y, cadáveres de pueblos; es la hora del festín; ¿quién consolará al Hombre sobre la Tierra, en esta hora de Dolor, en que todo, hasta las lágrimas, ha perdido su prestigio (…); el Horror, es como un ser vivo, que ha tomado formas, y, mutila a los hombres y decapita a los pueblos(…); en esa marea de pueblos, que se lanzan los unos contra los otros, para morir en un solo montón de ruinas y de escombros…¿quién osará hablar de algo que no sea la Muerte?»
«¿Quién dirá a la Europa en fuego, los dolores de la América Latina, asaltada y violada por un tropel de bárbaros no menos codiciosos, ni menos crueles, que aquellos, que a la voz implacable del destino, salieron de los silencios de la Selva Negra, con el designio de pillar y degollar el Mundo?»
«Washington, apuñala a Bolívar por la espalda, y roba sus tesoros; los yanquis se entregan al reparto y, al despojo de América Latina, y, el mundo ignora este reparto hecho por los piratas de Cartago, creyendo en la derrota de Roma; (…); el yanqui, ha escogido bien la hora; esta hora trágica y, crepuscular, en que nadie puede ir en ayuda de los pueblos que devoran; el yanqui, ha explotado la guerra europea, como si fuera una mina…ha engordado con la sangre que fecunda la Tierra; pueblo sin corazón, él, no tiene sino vientre; él, ha amonedado la sangre y las lágrimas de Europa, y, ha hecho de ese infortunio, su fortuna; (…); los mercaderes, se han hecho, merodeadores, y, aprovechando que los pueblos de Europa combaten, ellos roban; el monroísmo es la consigna de ellos; atracar, más que atacar a los pueblos débiles; esa es la consigna de la cobardía; ellos prendieron la guerra en México, creyendo poder pillar entre las llamas de ese incendio; retrocedieron asustados, cuando las hordas de Zapata y Pancho Villa, tan bárbaras como ellos, les salieron al encuentro (…); para vengarse de esa derrota de su codicia cayeron sobre Haití, la isla verde y oro, los sedujo como una joya caída de los cielos; desembarcaron allí, se declararon amos de esa democracia (…); los merodeadores, meditabundos sobre el carro de sus conquistas, vieron que la mitad de esa isla no era bastante a su codicia, y miraron desde la frontera, la franja esmeralda y luminosa, de valles y de montañas, la tierra próvida que se extiende hacia el mar, Santo Domingo, vieron que ella era tierra de promisión y de riqueza, y cayeron sobre ella.»
«Y, un día, llegarán hasta la pampa…si el tiempo no se encarga de probar que San Martín, murió sin herederos (…)»
¿Y, Chile? Su plutocracia autoritaria, no ha dado hasta hoy el Hombre de Estado, bastante perspicaz, para adivinar la trayectoria reservada al destino de su país (…)»
«El Brasil, amenazado directamente por la colonización alemana, apenas tiene tiempo de mirar con asombro, este cáncer que crece en sus entrañas, y, no ve o no quiere ver, la lenta invasión de los búfalos, que vienen de las riberas del Hudson, ese río paternal del Despojo y del Pillaje, los dos gemelos nacidos de su seno.»
«El Hombre o el Pueblo llamado a salvar la América en estos días aciagos de turbación y de perplejidad no aparece por ninguna parte.»
«Es en esta hora trágica y sin ejemplo, la que escojo para la publicación de este libro».
«En plena guerra hispano-yanki, yo dije la inutilidad del sacrificio y denuncié que de la bella isla diputada (Cuba) no se haría nunca una nacionalidad independiente; y la Isla heroica, no hizo si no cambiar de Amo; el sacrificio de Martí, estéril fue, y, no tuvo el Héroe Soñador, otro triunfo, que la suprema derrota de verse convertido en piedra…y dicen que en las noches, su estatua llora, sobre la tierra esclava.»
«Yo anuncié la separación de Panamá (…); un puñado de colombianos, arrancó después a Colombia esa estrella de su escudo…y, esa estrella ha sido atraída fatalmente, hacia el sistema de las constelaciones del Norte.»
«Yo anuncié la conquista de Nicaragua, y la conquista fue.»
«Y yo, caí vencido con la libertad…los gritos de ese combate forman este libro; permanezco fiel a ellos…fiel a ese ideal de mi juventud y de mi edad madura, entro en la vejez abrazado a él…espero el triunfo lejano de ese Ideal; creo en ese triunfo, que mis ojos mortales no han de ver; esperar es la forma más bella de creer; yo he matado en mi la fe, pero no he matado la Esperanza…ella canta en mi corazón…»
«Yo espero; arrojo la semilla en el surco, y, espero el nacimiento del Sol, sobre los cielos remotos; desde el fondo de mi Soledad, yo saludo el levantar lejano de esa Aurora.»
«Así pintó Vargas Vila la desolación y el holocausto que siembró la guerra entre todos los pueblos en una contienda en que la ambición por el despojo iba derramando sangre como ríos o mares, y luego va describiendo las arremetidas de los Estados Unidos contra los países de América Latina y luego vaticina lo que ocurrirá también en los países del Oriente, cuando Europa se debilite. Ya tenían la conquista de las Filipinas durante la guerra hispano-yanki, luego se abalanzarían sobre otros pueblos de esa parte del mundo.
Ese cuadro apocalíptico de la invasión de los Estados Unidos en América Latina, continuó a través de la fuerza, la imposición de dictaduras militares, la extravasación de capitales, la imposición de políticas económicas y, naturalmente de invasiones de países determinados, durante todo el siglo XX.
Sólo empezó a revertirse esta situación en el caso de Cuba a partir de 1959, y a finales del siglo XX y principios del XXI, se ha iniciado un proceso de liberación e independencia en países de América Latina, que se corresponden con el sueño e ideal de Vargas Vila de ver un surgimiento esplendoroso de una aurora.
A pesar de que en esta época el poderío de los Estados Unidos es el más colosal en la historia, como todo imperio ha empezado a sufrir el deterioro político y moral ante la resistencia de gran parte de los pueblos del mundo, y este proceso liberador y antiimperialista no podrá ser refrenado o impedido ni por la fuerza ni por el engaño. Es el destino inexorable que ha destruido por dentro y por fuera a los grandes imperios de la historia. El futuro será el gran aliado del triunfo de los pueblos aún subyugados por un poder avasallador.
Como conclusión cabe recordar que los conquistadores no han tenido ni tendrán futuro en la historia de la humanidad.
Y en relación al pueblo norteamericano, que también debe hacer lo suyo para quitarse de arriba los ímpetus imperiales de sus gobernantes y clases dirigentes, cabe recordar la frase de José Martí, Héroe Nacional de Cuba: «Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting».
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