Al mismo tiempo que se hacen cada vez más y más palpables los efectos de la crisis financiera en la economía real y aumenta el número de alistamientos en el ejército, prosigue el discurso y las prácticas que reproducen el libre mercado de la guerra a escala planetaria. Es ciertamente una lástima que el anti-militarismo […]
Al mismo tiempo que se hacen cada vez más y más palpables los efectos de la crisis financiera en la economía real y aumenta el número de alistamientos en el ejército, prosigue el discurso y las prácticas que reproducen el libre mercado de la guerra a escala planetaria. Es ciertamente una lástima que el anti-militarismo haya sido olvidado -cuando no trivializado- incluso por nuestros representantes sindicales en tiempos de crisis. Seguimos sin aprender a navegar entre la realidad y el deseo. El contexto es adecuado para la construcción de alternativas y para el discurso y la práctica pacifistas, pero me temo que la oportunidad pasará de nuevo. Nada nuevo en el horizonte; habrá que seguir caminando, pensando y proponiendo, hasta que los pocos seamos muchos y plurales, sí, pero preparados y dispuestos.
Sobre todo lo primero : preparados.
Quisiera escribir hoy, como novato, sobre anti-militarismo, y también sobre el entronque del anti-militarismo con las demás sensibilidades de la izquierda alter-sistémica expresadas en el multicolor tejido de la sociedad civil gallega, española y mundial. En fin, no quisiera aburrirles, así que más que hacer una taxonomía de los «valores» anti-militaristas, me gustaría empezar conociendo un poco el estado de la cuestión en la realidad más concreta y cercana, esperando a que, en el futuro, a este conocimiento pueda ir inyectándosele ya propuestas concretas desde un punto de vista político, si por político entendemos, claro está, algo más que la acción política realmente existente y posible en nuestra democracia realmente existente.
El contexto gallego y español
La filial General Dynamics, proveedor de la fábrica de armas de A Coruña, presentó el 9 de Diciembre de 2006 el último documento de su plan de transformación (2009-2012). Según Roberto Teijido, representante sindical, es una buena propuesta que garantiza el «futuro industrial», con un aumento de 22 trabajadores y una mayor carga de trabajo; ¿qué se fabricará a partir del susodicho plan de transformación? : Fusiles, obuses, misiles Spike, vehículos blindados Pizarro 2 y Carros Leopardo. No puedo disponer, en este momento, de información veraz y concreta sobre las características de estos cachibaches, pero ya podrán imaginar ustedes que no son precisamente para recibir al vecino con una sonrisa. Lo que me molesta de las declaraciones del señor Roberto Teijeiro es que demuestran que, aún hoy en día, se sigue valorando de forma positiva la reproducción, a escala local y global, de la maldita economía de guerra en hipotéticos «tiempos de paz». Esta práctica, por supuesto, coexiste con el hipócrita discurso mediático-político en pro de una cultura de paz. Algo falla, creo yo, en las mentalidades, en la cartografía mental y sensible, por así decirlo, de nuestros representantes sindicales, cuando la conservación de 22 puestos de trabajo pueden justificarse como un éxito que ilustra su buena labor sindical en una fábrica de armas.
Al imperante ideario hegemónico de nuestro economicismo a corto plazo en pro del crecimiento progresivo y continuado, tenemos que sumarle nuestra falta de sensibilidad pacifista y anti-militarista entre las gentes de izquierda. Yo diría que es un problema de falta de preparación y estudio, de ampliación progresiva de los verdaderos horizontes emancipatorios que demandan hoy los nuevos movimientos sociales; espero que, en el futuro, éstos hagan un buen trabajo de permeabilidad, por así decirlo, dentro de las instituciones y fuera de ellas, para ir cambiando, no sólo los obsoletos esquemas mentales teórico-políticos tradicionales, sino también, las prácticas. Porque de esto se trata, precisamente, no de cambiar sólo nuestra «forma mentis», nuestro modo de pensar, sino también nuestras prácticas. Hablando claro : después de haber reflexionado largo y tendido sobre el tema, he llegado a la conclusión de que es la vida, nuestra vida, o sea, nuestras prácticas, lo que hay que cambiar. No se trata sólo de pensar desde el horizonte de la emancipación, sino de actuar en esa dirección, sin histrionismos ni profetismos.
Algo falla, en fin, en las mentalidades del sindicalismo realmente existente, cuando ya no importa lo que se produce, para qué se produce y para quien se produce; lo importante es, simple y llanamente, producir. Economicismo cortoplazista en pro del crecimiento… y además, productivismo acrítico sin sensibilidad eco-pacifista. Mal camino, sí, mal camino. Siento ser incómodo, pero los horizontes deben ser otros, teniendo en cuenta que, incluso en lo que se refiere al sistema de créditos abiertos recientemente para seguir consumiendo automóviles, no pocas gentes de izquierda prefieren callar y consumir, justificando tal necesidad con la cantinela de la conservación de los puestos de trabajo en el sector de la automoción.
A la contribución de General Dynamics al libre mercado de la guerra se le suma la contribución de Urovesa, la firma gallega que lidera el mercado Español de fabricación de vehículos «especiales». Todoterrenos de alta movilidad táctica, así los llaman, utilizados por el ejército para protegerse de posibles ataques contra armas químicas y bacteriológicas. 3.000.000 de euros, en plena «crisis» ha costado el proyectito en cuestión. La demanda exterior aumenta y la compañía tiene la intención, evidentemente, de satisfacer tal demanda.
Los nuevos mercados y Europa del este ocupan ni más ni menos que el 60 por ciento de su producción. Hay que recalcar el destino de los vehículos -vehículos fabricados, por cierto, en Santiago de Compostela- : las oficialmente llamadas misiones internacionales de Afganistán, Kosovo y Georgia. Además, se han obtenido contratos en países como Angola y Malasia. Hay que recalcar el índice de participación de la iniciativa privada en la producción de estos todoterrenos de alta movilidad; para que se hagan ustedes una idea de hasta qué punto, haciendo un sano ejercicio de análisis, de sospecha sociológica sobre la producción tecno-científica, resulta como mínimo cómico, por no decir absurdo, hablar de la neutralidad de la tecno-ciencia. El porcentaje de participación de la iniciativa privada asciende a un 55’3 por ciento.
Todas estas actividades reales, aquí, en Galicia, alejadas de la doxa mediática del mercado planetario de la in-comunicación y la prensa realmente existente, coexisten con el acto público-institucional de la ministra de defensa, Carme Chacón, cuya flema «feminista» le ha llevado a aumentar el límite de 3.000 militares enviados a Afganistán : ahora podrán enviarse hasta 7.700 soldados más. Carme Chacón, como todo político full-time, como todo funcionario fiel y diligente con las funciones marcadas por las instituciones realmente existentes, como todo funcionario que gestiona el tan cacareado y repetido «interés común» del sistema burocrático-militar que gestiona la administración, obedeciendo a la demanda de seguridad y consumo del ciudadano-consumidor, no se olvida de poner en práctica aquello que tanto funcionó, funciona y funcionará a los políticos de altos despachos : repetir una mentira una y otra vez, para convetirla en una verdad inapelable, irrefutable e incuestionable. A falta de una mentira, verbalizó dos, las siguientes :
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Que la legalidad internacional la marcan las resoluciones de las naciones unidas.
Bien, esto no sólo no es cierto sino que, además, tal legalidad emana de la posibilidad de veto de los 5 países más ricos sobre el resto de países representados y por representar. Quien marca la susodicha «legalidad» internacional son los intereses geo-estratégicos del capital occidental que arma a las llamadas «fuerzas de paz» de las naciones unidas.
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Que la voluntad del pueblo español se expresa a través del parlamento.
Bien, hace ya ,mucho tiempo que los parlamentos europeos no reflejan, ni el interés común, ni la voluntad del pueblo; en términos de Negri, de las multitudes.
El contexto Norteamericano e Internacional
Al otro lado del charco, la resaca Obama pasará pronto; con un análisis frío y ecuánime se puede llegar a la conclusión de que el pacifismo del nuevo presidente de los Estados Unidos no es más que la necesaria retórica pre-electoral para enganchar votantes. Retórica muy afín a los llamados «catch-all» parties», a los partidos atrápalo-todo. La estética y la retórica son buenas armas para hacerse con el poder, pero sólo eso. Una estética, una puesta en escena y una retórica brillante puede ocultar y oculta, sin ningún género de duda, pobres contenidos, pobres fundamentos, pobres argumentos, y lo que es peor : la voluntad real de dejar las cosas tal y como están, bajo el vehemente y apasionado discurso del «cambio», así que al archiconocido «Yes, we can» ya podemos ir respondiéndole, sin miedo : «Yes, we can, but you don’t want».
En el sextuagésimo séptimo aniversario de Pearl Harbor, Obama se ha limitado a honrar a los que sirvieron en el frente de batalla. Extraños ritos y fechas fundacionales son las que emocionan a nuestro «pacifista» presidente. A esta necesidad de honrar a los muertos de la guerra le sigue la elección de Eric Shinseki, un veterano sobreviviente de la guerra de Vietnam. Shinseki, responsable de la Secretaría de asuntos humanos, más que poner en duda la necesidad de actuar en Irak en su momento, puso en duda, en sus famosas críticas a la administración Bush, el número de tropas alineadas. La necesidad de intervención, como siempre, no se pone en duda. Es una cuestión de insuficiencia de recursos militares, dice, pero el «deber de actuar» de la administración estadounidense sigue ahí, anclada con fuerza en el inconsciente colectivo de un país en el que hasta las alas más progresistas del partido demócrata son incapaces de desprenderse de la soporífera y chauvinista arrogancia nacionalista de un Imperio ya en decadencia. Por cierto, no tengo la menor duda de que al nacionalismo autosuficiente y arrogante del Imperio ya en declive… le seguirá el nacionalismo nostálgico, llorón y victimista que aspira a recuperar los gloriosos tiempos de la América Imperial. Al tiempo.
Robert Gates, ex-director de la CIA y veterano de la guerra fría, es, según escribe David E.Sanger en el New York Times, probablemente el mejor y más vehemente defensor político de Obama. Dice David E.Sanger que, durante la campaña electoral, el ex-senador invirtió mucho tiempo consultando con militares retirados y mandos castrenses más jóvenes… y no hubo una conversación en la que no se mentase la necesidad de reforzar e integrar las «otras herramientas» del poder nacional para superar «amenazas no convencionales». Es el llamado poder blando, poder que, en el fondo, bajo la máscara diplomática y sonriente, perpetúa el dominio militar, la expansión a escala global de las bases militares.. y la falsa soberanía de los pueblos -Las multitudes, si preferís que hable con conceptos de Negri, y la capacidad de decisión, de auto-empoderamiento constituyente de las multitudes, si os disgusta el concepto de Soberanía-. Este poder blando, en el fondo, no es sino la máscara bajo la que la tan publicitada ayuda humanitaria asignará a las constructoras yankees -en Europa no se procede de modo distinto, la verdad- la misión de reconstruir lo que sus ejércitos destruyeron en Afganistán. Se espera una batalla, por cierto, dentro del partido demócrata, acerca de cuestiones como los 780.000 euros que Obama ha prometido durante su campaña para la «ayuda y reconstrucción» en Afganistán.
En resumen, nuevas formas y viejos fondos, bajo la aparente retórica del cambio.
El informe de la oficina del Inspector General Especial para la reconstrucción de Irak, Stuart Bowen, no sólo demuestra los innecesarios costes económicos, sociales, políticos y humanos de la llamada operación libertad duradera, sino que también hace visible la incapacidad política, técnica e institucional para abordar ningún proceso de reconstrucción en Irak.
Si a este informe le juntamos, además, el tristemente fallido zapatazo que un periodista Irakie intentó endosarle a George Bush, en su última visita a Irak, podemos hacernos una idea de cual ha sido el balance final de su gestión. Más claro y vehemente, imposible : «Es el beso del adios, perro». «Usted es responsable de la muerte de miles de Irakies». Me temo que el zapato volador pasará a la historia como el zapato que todo el mundo quiso tirar algún día a la cabeza del ex-presidente de los Estados unidos. Honestamente, a mí no me ha parecido el zapatazo de la mala educación, como podrían pensar algunos bien pensantes plumillas del periodismo internacional. A mí me ha parecido el zapatazo de la Justicia, y espero que algún día ese zapatazo tenga su diplomática y justa continuación en el tribunal de la Haya, con el trío de las azores en el banquillo.
Pensar caminando, caminar pensando: por un anti-capitalismo crítico bien temperado. Horizontes epistemológicos y políticos.
Dejando esto de lado, cabría reflexionar ya seriamente sobre la imposibilidad estructural de solucionar el impacto ecológico, la guerra como resolución tradicional de conflictos, la violencia -material y simbólica- de género, la persistencia del discurso y la práctica xenófoba y racista… y las crecientes desigualdades de clase, dentro de las mismas estructuras económicas y políticas existentes, manteniendo las mismas pautas culturales -conformismo, inercia, pasividad y pereza mental- que las mantienen.
Que el impacto ecológico, palpable -tengo ahora mismo en mis manos un artículo que habla incluso de la existencia de la friolera cantidad de 25.000.000 de parias climáticos, de refugiados medioambientales que duplican ya a los desplazados políticos, y que tienen que abandonar sus hogares debido a las crecientes desertificaciones e inundaciones en sus hogares- en el mismo entorno geográfico, natural e hidrológico, así como en la atmósfera, es consecuencia directa de nuestros procesos de extracción, transformación y transporte de recursos, ya nadie lo pone en duda, a no ser el sinsentido y la falta de rigor y sentido común de alguna ciencia-mercado y de muchos opinadores que pululan por la fauna mediática. Fauna ésta, por cierto, pagada por la intelectualidad neoconservadora, muy poco interesada en reconocer que estos procesos, impulsados bajo motivaciones y aceleradísimas pautas de conducta liberal-capitalistas, sin control-racionalización política previa, caracterizan precisamente a esa «libre» economía capitalista de mercado que gestionan políticamente para garantizar el sacrosanto «derecho individual» a la propiedad. ¿Pero qué pasa, entonces, cuando en el nombre del derecho individual a la propiedad, se pisotean sin freno, a nivel local y global, los más elementales derechos colectivos como el derecho al trabajo, a la salud, a la educación, a la vivienda.. o a un aire digno de ser respirado?.
Puede que, de seguir así, tengamos que constitucionalizar el derecho a recuperar el control sobre nuestras vidas.
Además, me gustaría ahora reflexionar sobre la violencia estructural, cotidiana y geo-política. Reflexionar sobre la crisis como «estado natural», por así decirlo, del sistema. Dicho de otro modo; puede ser posible fomentar valores pacifistas dentro de un sistema capitalista de producción-consumo desaforado, pero será remotamente imposible, y recalco, remotamente imposible, la convivencia y la resolución pacífica de conflictos e intereses inter-estatales dentro de las estructuras dadas. No se puede plantear el pacifismo teórico-práctico sin la necesidad de reforma radical del mismo sistema socio-económico que no sólo se alimenta sino que también justifica, por así decirlo, la guerra como continuación de la política por otros medios. Además, un análisis serio de la expansión del complejo I-D militar, de la tecno-ciencia aplicada a la creación de cada vez más sofisticados y destructivos métodos para ejercer el poder duro, bajo el velo del poder blando de la diplomacia, ilustra claramente como la guerra no es sólo una característica intrínseca al sistema como totalidad -una característica estructural, no coyuntural, por así decirlo- sino que es además fruto de la misma motivación humana, del mismo relajo ético de sujetos sociales concretos : científicos, ingenieros, políticos, ciudadanía en general e individuos que operan libremente dentro del mercado y que financian tales investigaciones.. etc
Es importante, MUY, MUY, MUY importante resaltar, para poder contestar al cinismo y al pesimismo existencial imperante, que se saca por peteneras la justificación de la naturaleza humana para sacarse también de encima la responsabilidad que ellos tienen con su silencio y para naturalizar, por así decirlo, la guerra como fenómeno social, y no, simple y llanamente, como PRÁCTICA REAL, AUTOCONSCIENTE Y PREPARADA por una minoría. Es MUY, MUY, MUY importante, digo, resaltar que no somos todos, ni mucho menos, responsables pro-activos en la guerra global permanente. Al contrario, son sólo un pequeño porcentaje de la población : lobbies y grupos de poder que disponen de poder legal, económico, mediático… etc, para poder materializarlas, prepararlas y justificarlas.
Esto, por supuesto, es mucho más fácil en un sistema social en el que los medios de producción y el capital cognitivo -la tan cacareada sociedad del conocimiento no es sino la apropiación e instrumentalización privada del conocimiento científico y de las patentes tecnológicas- son propiedad de una ínfima parte de la población, en una sociedad en la que la representación política es sólo formal y el disfrute real y efectivo de los derechos de ciudadanía está al alcance de muy pocos, en una sociedad en la que los grandes medios de comunicación son, también, propiedad de un reducidísimo grupo de individuos y accionistas que operan a escala glo-local, comprando y vendiendo agencias de noticias, canales de televisión y periódicos a una velocidad inusitada. También, por supuesto, es mucho más fácil en una sociedad en la que las instituciones religiosas tampoco se caracterizan, precisamente, por su organización más o menos democrática, sino por ser grandes burocracias del espíritu humano con pingues acciones en el libre-mercado de valores de ese capitalismo que tanto fustigan con vehemencia en público.
En cuanto a la discriminación salarial y a la cosificación del cuerpo de la mujer, así como la violencia cotidiana que ha sufrido históricamente -y aún sufre-. Sin eufemismos : el patriarcado. En cuanto a esta discriminación, esta violencia material, reproducida por un sistema de contratación y retribución desigual entre hombres y mujeres, es cuanto menos hipócrita el negar que se agudiza dentro del modo capitalista de apropiación y producción de recursos, tanto materiales como humanos. Siendo el patriarcado consecuencia directa del famoso y desigual contrato original del que hablaba Carole Pateman, en el que la negación de la mujer como sujeto político pone los cimientos culturales y jurídicos para justificar la discriminación, privada y pública, personal y política, de la mujer. Siendo esto consecuencia del famoso contrato, digo, no se puede entender la lucha por la igualdad y el reconocimiento pleno de la mujer como sujeto político, escondiendo, al mismo tiempo el debate sobre la necesidad de reforma radical del desigual y asimétrico sistema vigente de contratación y retribución salarial en el mercado. La igualdad de la mujer no es una propaganda en pro del «deber ser» de la susodicha igualdad, sino una lucha real, progresiva, desde abajo, contra el sistema económico que reproduce históricamente las susodichas desigualdades de género.
En cuanto al racismo, conviene reflexionar seriamente sobre la asimetría y la desigualdad en la contratación y retribución desigual del «otro», en cuanto cruza la «frontera» que separa el espacio legal-nacional de origen del espacio legal-nacional de acogida. El racismo puede ser extrínseco, con la mera expresión discursiva del desprecio hacia el «otro», por los más diversos e irracionales prejuicios -políticos, raciales, nacionales, religiosos, sexuales, culturales y hasta linguísticos-, atribuyéndole características psicológicas, defectos o atributos despectivos para justificar la propia superioridad. También puede ser un racismo intrínseco, cuando ya se da por supuesta tal superioridad o tal desprecio, aunque no se verbalice. El racismo, como el poder, simplemente ES, está ahí, se verbalice o no. Es una práctica política-discriminatoria que se puede palpar en la contrastación entre las jurídico-formales declaraciones de principios de nuestros estados-nación y la innegable exclusión real, económica y simbólica, de las diferencias, de las alteridades políticas, raciales, nacionales, religiosas, sexuales, culturales, linguísticas, etc…
El racismo, al igual que el odio, es pluriforme.
Hay quien separa el racismo discursivo del práctico pero, a mi modo de ver, la causa del discurso racista creo que está anclada en visiones cosificadoras del «otro» que han sido históricamente alimentadas por conflictos de poder. Y todo conflicto está mediado por el poder, y todo poder, a su vez, está mediado por intereses económicos particulares que lo alimentan. El racismo no es sólo producido verticalmente, no es sólo contagiado verticalmente, por así decirlo, mediante el desprecio mutuo, la cosificación y la estereotipación negativa del «otro», mediante la producción de fronteras supuestamente insalvables entre el dolor y los derechos de los «nuestros» y el dolor y los derechos de «ellos». El racismo también es producido y contagiado horizontalmente en la dificilísima convivencia cotidiana en geografías pluriculturales -toda metrópolis es, hoy día, pluricultural- en las que las multitudes compiten entre sí en un sistema económico que, por su forma desigual de contratación y retribución, desde un punto de vista de clase -o clases, mejor dicho, dejando de lado esquemas binarios peligrosos-, género, nacional, racial e incluso étnico, alimenta el resentimiento mutuo entre las multitudes de excluídos de su frenético y competitivo mercado.
En definitiva; no podemos plantearnos las inquietudes teórico-prácticas del ecologismo, el pacifismo, el feminismo y el anti-racismo sin plantearnos el problema teórico-práctico de la persistencia del capitalismo como modelo hegemónico y planetario de producción, transformación, transporte y contratación de recursos naturales y humanos… y por supuesto, el sistema disciplinario que lo acompaña.
Hablando claro : si de lo que se quiere hablar es de la conservación de la bio-diversidad y de la diversidad cultural y humana, si de lo que se quiere hablar es de la conservación de la diferencia y la diversidad antropo-biológica, por así decirlo, en interrelación constante (hombre-medio), interrelación mediada por los instrumentos tecno-científicos creados por el sistema de producción liberal-capitalista, para multiplicar y acelerar desmesuradamente los beneficios de los pocos individuos que pueden operar libremente en el mercado. Si se quiere hablar de esto, digo, no queda más remedio que denominarnos como auténticos «revolucionarios-conservadores» en lo económico y profundamente liberales en lo cívico-político, siendo desde luego muy intransigentes con la sacralización político-mediática de la democracia realmente existente y liberando los deseos colectivos, los anhelos de una democracia auténtica.
La diferencia y la diversidad antropo-biológica -lo concreto- y el anhelo colectivo de justicia global -lo universal- deben ir de la mano, pero no se pueden desarrollar ni materializar con la persistencia real, tangible, estructural, del capitalismo.
Ser anti-capitalista, hoy, y creo que como siempre, es optar por el socialismo sin pisotear ni trivializar, jamás de los jamases, en esa opción que es caminar hacia la emancipación como horizonte y deseo, los valores de la libertad -en lo cívico-político, no en lo económico-, justicia e igualdad humana. En palabras de André Gorz, debemos modernizar de nuevo la modernidad. Ser anti-capitalista, hoy, y creo que como siempre, es ser lo suficientemente molesto para el poder económico y político, tanto como pueda serlo cualquier liberal que desprecie profundamente la violencia estructural del sistema como totalidad y que vaya más allá de la mera denuncia ética, para hacer uso de una inteligencia socio-analítica, mesurada. Creo que se puede ser apasionadamente intransigente el el discurso moral si se sabe separar la mera denuncia moral del no menos necesario análisis social riguroso. Y es más, creo que en el arco político y cultural del anti-capitalismo hay que integrar, de una vez, y sin complejos, la flema moral de la mejor de las culturas a las que nos podemos agarrar en la loca historia de este país : la diversa y plural cultura del anti-fascismo. En este arco, en el arco político-cultural del anti-capitalismo de izquierdas, estamos muchos, demasiados, y por eso no tiene sentido azuzar el discurso de la diferencia si perdemos la unidad necesaria para actuar : comunistas, socialistas, anarquistas, liberales críticos con el sistema económico realmente existente, cristianos de base, anarquistas e incluso algunas sensibilidades de izquierda del llamado nacionalismo periférico.
Eso sí, a estas plurales cosmovisiones teórico-políticas hay que integrarles la nueva episteme de los movimientos sociales, pues creo que éstos no son sólo una nueva forma de organizarse, de entender la acción política; son también, por así decirlo, un certerísimo ojo crítico, histórica, epistemológica, sociológica y antropológicamente fundamentado. Son una nueva sociología del conocimiento con un profundo afán inquisitivo, arqueológico, en términos Foucaultianos, bajo la cual subyace la concepción del «progreso» como «regreso», como un volver a entender y un volver a pensar los fundamentos teórico-prácticos de la política tradicional, las carencias de la episteme recibida en el ámbito de las ciencias sociales, e incluso el cómo hemos concebido y practicado la «ciencia» en occidente, aún en plena Santa inquisición del positivismo y de la desmesurada reificación acrítica de los hechos y los datos que nos invade.
Para bien o para mal -a mi modo de ver, más para bien que para mal-, tanto los antropólogos, como los historiadores, los economistas, los sociólogos, e incluso linguistas y filólogos, tenemos que lidiar con el hecho histórico irrefutable de la instrumentalización política del conocimiento. O sea, hablando claro, de la íntima relación del conocimiento entrelazado entre la demagógica y siempre peligrosa epidermis de las luchas de poder.
Quizás, quien sabe, lo que se necesita es una nueva ciencia social, un nuevo humanismo como resistencia, al modo de Edward Said. Una nueva forma de entender las relaciones entre los hombres… y entre el hombre y el medio; pero no por capricho o novedad teórica, ni por moda científica de nuevo pelaje, no, sino por ecología mental, cultural y humana -O sea : política-, sino por la irrefrenable fuerza de los hechos en un mundo que, no sólo nos exige el reto de entenderlo, sino también el reto de vivirlo bajo el principio de incertidumbre de lo humano. Y además -y esta es nuestra asignatura pendiente- bajo el reto de tener que transformarlo sin dañar, ni al «otro», ni al medio que construímos y habitamos.
Está, sencillamente, en nuestras manos.