El carpintero ebanista habanero José Antonio Aponte Ulabarra, nuestro primer líder independentista y abolicionista, también primer intelectual orgánico del movimiento nacional popular cubano, antirracista, promotor de la historia de pueblo negro, educador social, con un proyecto político de lucha armada desde los oprimidos, debe estar por derecho propio en el corazón de cada cubano y cubana patriota.
Aponte y sus compañeros de lucha, torturados y ejecutados por el poder colonial español el 9 de abril de 1812, merecen uno y muchos monumentos. Es loable que el Ministerio de Cultura (MINCULT), el Consejo Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumentaria y Ambiental (CODEMA), el gobierno de Mayabeque, la Fundación Caguayo, la Comisión Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y demás participantes del proyecto, estén enfrascados en colocar un monumento que le recordará en Vía Blanca, en el entrecruce de las provincias habaneras de Mayabeque y La Habana, en Punta de Indio, en el límite que marca la unidad de control policial, lugar también conocido como Punto Cero.
En la reflexión a la que siempre nos convoca un nuevo aniversario de aquellos acontecimientos primigenios de marzo abril de 1812, les compartimos sobre la necesidad de unir la buena voluntad con el conocimiento de lo que realmente ocurrió en la Historia. Nunca está de más alertar sobre la responsabilidad que todos tenemos con el mejor rescate y cultivo de la memoria histórica local, provincial y nacional.
Aponte en la Vía Blanca nos recuerda, reafirma y compromete. Pero queremos y podemos ir por más.
La historia de los sin historia
La idea de que “debemos” la nacionalidad al movimiento económico y político identitario de los criollos blancos de la sacarocracia esclavista, y a sus cultos adalides intelectuales de derecha e izquierda, cuyos nombres reconocen los libros de la Historia heredada, es solo una verdad a medias, que aún muy pocos historiadores se encargan de esclarecer. Hasta la inobjetable transculturación de múltiple vía en la sabia visión de Fernando Ortiz, generalmente se enfatiza y cuenta solo en la línea del aporte indígena y sobre todo “negro” a la cultura “blanca”.
Aún no hemos logrado sistematizar y colocar en su lugar y dignidad histórica el pensar de los sin Historia, de los explotados, oprimidos y discriminados por el poder colonial y sus aliados: De los esclavos africanos y sus hijos criollos, de los criollos libertos, negros y mulatos; de las mujeres la mayoría explotadas, discriminadas todas; de los indígenas que sobrevivieron segregados, invisibilizados y “blanquedos”; de los campesinos y demás sujetos de la ruralidad insular, los hispanos pobres, de los chinos que se incorporaron después, y de otros migrantes; de los pobladores de los “extramuros” urbanos, de los comerciantes informales, los artesanos, de los cabildos y gremios. Y desde tal falencia carecemos de estudios sobre sus ideas –¡como si no pensaran!- de nación.
Permanece en la penumbra el proyecto nacional liberador de las clases y sectores explotados, oprimidos y discriminados Y precisamente la figura de José Antonio Aponte Ulabarra y las noticias del movimiento revolucionario que tenía organizado para 1812, resulta en uno los aconteceres que da luz sobre esa penumbra. Ratifico: Aponte en la Vía Blanca nos recuerda, reafirma y compromete.
Aponte es de la estirpe de los milicianos defensores de La Habana, que en 1762, resistieron la invasión británica. Muy joven, junto con sus mayores, participó -como decenas de criollos negros y blancos- en la lucha por la independencia de los Estados Unidos, y pudo constatar como en el país del Norte, tras la separación de la metrópoli británica, los negros siguieron esclavos, y los libertos sufrieron de la marginación y discrimina racial de la sociedad y el poder racista que pervivió. La Revolución de Haití ratificó su concepción libertaria, de fin de la esclavitud y de la colonialidad.
Entre 1810 y 1812 espoleadas las contradicciones y ansias libertarias dentro de la Isla, por los acontecimientos en la metrópoli española y los movimientos separatistas en el continente americano, el clima conspirativo crece en La Habana y en el país. En 1810 Aponte participa en la conspiración independentista organizada por Joaquín Infante, Román de la Luz y Juan Francisco Bassave y Cárdenas. Bassabe –nieto del jefe de las milicia en la que combatió el abuelo de Aponte contra los ingleses- convoco a los milicianos negros y mulatos bajo su mando a participar en los alzamientos, estimulando el orgullo de los mismos como parte de los hombres de armas que desde la mitad del siglo anterior habían defendido la tierra de “La Habana”. Hábil conspirador Aponte no fue detectado cuando las autoridades abortan la conspiración.
El movimiento de Aponte anuncia el arribo al liderazgo del movimiento emancipador de los sujetos populares. A diferencia de los criollos blancos complotados en el 1810 su visión independentista estaba unida a la abolición de la esclavitud. A diferencia de las sublevaciones de esclavos donde la rebeldía de los explotados no se organizaba en ideas o proyectos de continuidad, Aponte tenía un proyecto ideológico y político para una Cuba sin el dominio colonial, donde se destaca como eje fundamental la liberación de los esclavos, los derechos de los libertos y demás sectores de campesinos, artesanos y braceros.
La red del movimiento de Aponte se extendió presumiblemente hasta Remedios, Puerto Príncipe, Bayamo, Jiguaní, Holguín y Baracoa. En conexión con la situación antillana confiaba en obtener ayuda del rey haitiano Henry Christopher (1767-1820), y del general negro dominicano Gil Narciso.
El 15 de marzo de 1812 se inició el movimiento organizado por Aponte, con una sublevación de libertos y esclavos al noreste de La Habana, en el entonces valle azucarero de Guanabo. Derrotada la sublevación, apresados sus participantes fueron conducidos a Guanabacoa, donde cinco días después se comenzó el sumario judicial. Aponte no pudo ser vinculado con los acontecimientos, y permaneció en libertad, hasta que producto de una delación, fue arrestado por las autoridades coloniales, con otros implicados más, y llevado a la fortaleza de la Cabaña. A las mazmorras de la fortaleza también fueron llevados los protagonistas de la insurrección en Guanabo. Sometidos a interrogatorios, que se combinaban con métodos de coacción, apaleamiento y tortura, se construyó el sumario de la acusatoria contra Aponte y sus compañeros.
El documento con el sumario que nos llegó hasta hoy, conserva la atmósfera represiva del calabozo, y está redactada con el avieso propósito de demostrar que los incriminados no solo eran criminales muy peligrosos, también cobardes, y de muy baja condición moral. Con tales argumentos, el 9 de abril de 1812 sin mediar juicio, son ahorcados Aponte y seis de sus compañeros.
Los cadáveres de los insurrectos de Guanabo y su jefe fueron decapitados, y sus cabezas se colocaron en jaulas de hierro, que se colgaron en los caminos más transitados, para escarmentar e infundir pavor. La cabeza de Aponte se colgó, en el espacio que ocupa el edificio del Templo Nacional Masónico, en Padre Varela y Salvador Allende, la cabeza de Lisundia fue exhibida en el ingenio Peñas Altas y la de Barbier, en el ingenio Trinidad. Y con las mujeres combatientes hechas prisioneras, se organizó también un acto de escarnio y horror, azotadas en plaza pública, despedazadas sus vestimentas, semidesnudas, lacerados y ensangrentados sus cuerpos por el látigo cruel.
La racista sociedad blanca y oligárquica criolla, estremecida por “el peligro haitiano”, permaneció en silencio cómplice ante el proceso sumario salpicado de torturas, y no se inmutó porque se saltara el juicio al que en ley, los encartados tenían derecho. No por casualidad Francisco de Arango y Parreño participó en la sesión del Ayuntamiento de La Habana del 18 de marzo, que liberó fondos para enfrentar a los insurrectos en Guanabo. Y tampoco faltó Arango y Parreño a la sesión del Ayuntamiento que el 23 de marzo exigió a las autoridades colonialistas el pronto castigo de los sublevados en prisión.
Aponte en Vía Blanca: Alto al error y el irrespeto.
Una estatua de Aponte en Vía Blanca, con el otrora valle azucarero de Guanabo en su inmediato Sur, hace referencia directa a los hechos que ocurrieron en este lugar en la segunda quincena de marzo de 1812. Y de inmediato coloca el imaginario histórico de todo el que por allí pasa, en el protagonismo del líder habanero en ese entorno. Y así se ha explicado por la prensa aludiendo casi siempre a declaraciones de responsables
El periódico Granma, el pasado 28 de febrero afirmó: “En Peñas Altas, un punto perteneciente a la actual provincia occidental de Mayabeque, donde tuvo lugar el alzamiento de Aponte y sus seguidores, el 15 de marzo de 1812, se ubicará la figura escultórica de unos nueve metros, en bronce, del negro liberto e ilustrado”.
Un día antes en el sitio de la UNEAC se afirmaba que la estatua de Aponte se colocaría “donde tuvo lugar el alzamiento de Aponte y sus seguidores, el 15 de marzo de 1812”.
Dos días antes Prensa Latina dio la misma información al mundo. Refiriéndose a la acción a la estatua afirmó que quedará ubicada “donde tuvo lugar el alzamiento de Aponte y sus seguidores, el 15 de marzo de 1812”.
Pero José Antonio Aponte Ulabarra no participó del levantamiento del 15 de marzo del 2012
Los dos jefes protagonistas de las acciones armadas que se desataron el 15 de marzo fueron los libertos Juan Bautista Lisundia y Juan Babier. Y sin dudas la evidencia histórica demuestra que estos rebeldes estaban complotados con Aponte, a quien asumían como jefe.
En su actual ubicación en Punta de Indio el monumento está a más de seis kilómetros del Peñas Altas, sitio del ingenio histórico. Peñas Altas, es mucho más que “un punto perteneciente a la actual provincia occidental de Mayabeque”. Es un sitio histórico. Un sitio patrimonial que debemos rescatar y recolocar en la Historia y en la memoria de la nación.
En su actual ubicación en Punta de Indio-Punto Cero la estatua de Aponte será colindante con un establecimiento de la Empresa Palmares, recuperado, cuando se colocó allí la primera piedra del monumento. El establecimiento tiene un cartel que lo nombra: Libertad, dice.
No conocemos la ambientación turística prevista para el sitio, ni si hay servicios gastronómicos incluidos, pero ahora mismo, ya decidido el lugar para recordar a Aponte, sobra la cerveza. Y la palabra “Libertad”, en nombre, significado e historia, nunca será idónea para identificar la cafetería y/o bar aledaño a un monumento histórico.
Nombrar Libertad a un expendio de bebidas y refrigerios de Palmares, en el entorno que recuerda a Aponte, y permitirlo las autoridades competentes, es un irrespeto al héroe que se honra y a quienes en las cercanía se rebelaron en su conquista, y en esa lucha ofrendaron sus vidas.
La sublevación en Guanabo
El 14 de marzo de 1812, los dos jefes protagonistas de las acciones armadas, Lisundia y Babier, junto al mulato Estanislao Aguilar y el esclavo carretero Tiburcio Peñalver, se reunieron en el Ingenio San Gabriel de Tivo-Tivo, contiguo al centro del Corral Guanabo de Abajo donde hoy se erige el poblado de Campo Florido, para iniciar la sublevación, y con un pequeño grupo de esclavos de ese ingenio, marcharon al Ingenio “Santísima Trinidad” a celebrar un Tambor.
Durante la ceremonia religiosa en el Santísima Trinidad los líderes de la sublevación levantaron parte de su dotación de esclavos, para reunir casi dos decenas de hombres armados, la mayoría con machetes y otros instrumentos de trabajo. Con esa tropa emprendieron el asalto y quema del Ingenio “Nuestra Señora del Carmen y Señor San José”, más conocido como Peñas Altas. Ambos ingenios hoy en territorio del municipio Santa Cruz del Norte.
Luego de arrasar Peñas Altas los sublevados marcharon sobre el Ingenio Santa Ana y San Juan de Dios que se encontraba en lugar que se conoce como Tumba Cuatro, hoy municipio Jaruco, con igual propósito; pero fueron contenidos a medio camino entre ambas haciendas, por una milicia organizada por el mayoral del Santa Ana compuesta por pobladores blancos de la cercana comarca, y esclavos de la propia dotación del ingenio en peligro de asalto. La supremacía en hombres y armas de la partida del mayoral, derrotó y dispersó a los rebeldes.
Se cuenta que la prédica del párroco del pueblo de Guanabo Manuel Donoso, fue decisiva para convocar a los campesinos, pobladores y esclavos a emprenderla contra los sublevados. El hecho de que en Peñas Altas los sublevados machetearon a los residentes blancos, incluidos una mujer, su hija y dos niños, fue un acto denunciado y manipulado por el párroco como prueba de conducta asesina, anticristiana y diabólica. Para el sacerdote, los tres siglos de violencia, asesinatos, violaciones y explotación que pesaban sobre los sublevados era algo “normal” y “cristiano”.
Después de la escaramuza con la partida del mayoral, llegaron tropas armadas que culminaron las acciones represivas contra los sublevados, refugiados en los montes cercanos. Estos fueron aprendidos y conducidos a Guanabacoa.
La sublevación del valle de Guanabo nos abre incógnitas para la que solo podemos adelantar conjeturas. Los sublevados se organizaron en dos ingenios, Tivo-Tivo, y Santísima Trinidad, para atacar y destruir Peñas Altas e intentar hacerlo contra Santa Ana: ¿Por qué no queman y destruyen los dos primeros ingenios? A su vez los hechos de violencia y criminalidad que protagonizaron los sublevados contra los pobladores de Peñas Altas, contrastan con la paz que reinó en Tivo-Tivo, y la Santísima Trinidad.
La evidencia histórica demuestra que la sublevación en el valle de Guanabo, a las puertas de la capital, fue una acción planificada para colocar al poder colonial frente a un hecho que imponía atención y movilización de fuerzas militares. Un movimiento táctico importante en la estrategia prevista por Aponte para insurreccionar y tomar la capital. Consideraba el líder revolucionario que la acción principal debía darse en la capital y para ello contaba con sublevar a las milicias de negros y mulatos, obtener armas con la toma del Cuartel de Dragones y de otros establecimientos militares, y convocar a la lucha a los esclavos y libres del servicio doméstico de los oligarcas, a los artesanos y pobladores negros y blancos pobres.
El turismo histórico
Se pondera para colocar el monumento a Aponte en el emplazamiento actual de Vía Blanca, el valor turístico del lugar. No es esta la ubicación que más puede aportar, ni en el orden turístico, ni en el orden local. Menos, en lo que al rescate de la historia y el patrimonio se precisa.
La ubicación actual está en un lugar que carece de entorno social, sin comunicación efectiva con el valle donde ocurrieron los hechos de 1812, alejada de poblaciones y centros de trabajo. Si se mueve la ubicación prevista 1,8 km al Este, esta situación cambia. La feliz iniciativa de un monumento puede ser la puerta de un precioso proyecto de desarrollo local.
En la ubicación que proponemos se abren posibilidad por la geografía y los caminos históricos existentes al sur, inmediatamente sobre el valle, para comunicarse directamente con las ruinas del ingenio Peñas Altas distante a 4.8 kilómetros. Hoy se accede a las ruinas del Penas Altas por un camino que parte de lo que se conoce por “Guanabo Viejo” y se dirige al este hasta la localidad de “El Comino”. Estos caminos vecinales que abren el circuito de la sublevación liderada Juan Bautista Lisundia y Juan Babier.
El turismo como actividad económica rentable no solo permitiría recuperar para el patrimonio provincial y nacional el antiguo ingenio y el entorno de los acontecimientos de 1812, más, daría la posibilidad de rescatar el patrimonio histórico azucarero de la zona, en grave peligro de desaparición.
Los caminos que penetran en el valle conectan pequeñas comunidades, algunas hoy desfavorecidas, como la emplazada a los pies de la Torre del antiguo Ingenio San Francisco, gemelo en la época con el Peñas Altas y que por su valor como exponente singular del Patrimonio azucarero de la Habana amerita su rescate e inclusión en el proyecto, como otra oportunidad de dinamizar la vida social y económica del lugar, donde tendrían sus pobladores una nueva e interesante fuente de trabajo y sus hijos creerían en un entorno más culto y propositivo.
El monumento frente a la entrada de acceso al «Caribe», donde están hoy las instalaciones de la Empresa Cupet, que operan los pozos de petróleo de la zona, vincularía el sitio a la segura atención de los obreros y del sindicato de la mayor y más importante industria local.
Lo más trascendente siempre será que los maestros de Mayabeque –y los de La Habana- puedan llevar a sus estudiantes al lugar, para excursionar por la ruta de la sublevación del 15 de marzo de 1812. Se trata por demás de un lugar perfecto para acampadas pioneriles. Soñemos despiertos y laboriosos, en el gran Palacio de Pioneros al aire libre del que se puede disponer, en plenitud de naturaleza e historia.
Sería un precioso acto de justicia histórica que la campana del ingenio donde se realizó la sublevación, hasta hoy custodiada por generaciones de vecinos en las cercanías de Tumba Cuatro, volviera a tañer en una Cuba Libre nuevamente. Ahora en el emplazamiento rehabilitado donde aún se alzan los restos de los muros del Ingenio Peñas Altas. Y que este empeño de restitución de tan relevante elemento del patrimonio a su lugar de origen, nos permita otorgarle a Peñas Altas y su entorno, la condición y atención que merece como Monumento nacional.
Ocupaciones
Que el monumento en sí y en su entorno fertilice, y lo haga con la escrupulosidad profesional de lo que realmente pasó en la historia, es un deber de fundamento, de ciencia y conciencia, de historia, de patria. Que el monumento fortalezca la enseñanza de la Historia, y recree la memoria y la tradición histórica, en conocimiento y reafirmación identitaria, será un aporte mucho más preciso. Es de lo necesario, lo más hermoso. Y tal calidad hoy está en peligro.
Los promotores gubernamentales tiene la obligación de buscar una asesoría profesional responsable, la UNEAC posee en la Asociación de Escritores una sección de historiadores prestos a colaborar. Nuestra prensa no puede continuar sin darse al ejercicio del periodismo histórico que precisamos. No puede equivocar la geografía, menos el respeto por los lugares preciosos de la patria.
Los maestros y maestras de Historia de seguro darán su aporte para impedir que el error anide y confunda. En el Departamento de Historia y Marxismo, en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Agraria de La Habana, la culta universidad mayabequense, hay conocimiento, excelencia y pasión por la Historia, suficientes fortalezas para que alertados, actúen en bien de la historia que les pertenece e identifica.
El Decreto Ley 328 del 2015, norma las doce condiciones que debe tener el expediente de un Proyecto, para autorizar la colocación de una obra de artes visuales en un espacio público. Pensamos en una condición 13, que obligue y explicite la necesidad de realizar un estudio geohistórico, histórico cultural y socio económico del entono local que se va a intervenir.
Que la escultura y el monumento impulsen, curen y enriquezcan la región natural e histórica, en el lugar donde mejor pueda hacerlo, debe ser la ocupación de todos. El pueblo, el campesinado y los trabajadores del valle, sus hijos e hijas lo agradecerán.
La Unión de Historiadores de Cuba en la hermana provincia de Mayabeque, tiene mucho que fertilizar y aportar al proyecto que bosquejamos, y de seguro compartirá nuestra preocupación porque se cuente lo que reamente pasó en la historia, convóquesele. La Comisión Nacional de Monumentos, la Comisión provincial en Mayabeque, los entusiastas colegas de la cultura y la historia en Santa Cruz del Norte y Jaruco, de seguro harán una fiesta de sabiduría y bellezas si de hacer florecer las riquezas naturales, históricas y humanas del antiguo valle de Guanabo se trata. Sabemos que estos camaradas ya se andan en muy serias acciones, y concitan para su patria chica proyectos interesantísimos, con posibilidades reales de colaboración internacional. Y aquí en La Habana-capital cuenten con quienes nos sentimos mayabequenses, artemiseños, habaneros, patriotas cubanos.
Que quienes transiten por Vía Blanca al pasar por el lugar, mejor si se detienen, sientan como el espíritu rebelde del monumento penetra en la tierra cubana, y va hacia lo profundo del valle. Y que esa sea tierra de patrimonio rescatado, de sociedad en tejido de bienestar, con niños y jóvenes de allí mismo, y venidos también de las provincias hermanas en goce de naturaleza, tradición e historia.
Merecimientos
«El regreso de Aponte», es el nombre de la obra que nos regala nuestro premio nacional de artes pláticas Alberto Lescay Merencio. Cuentan que está prácticamente terminada en los talleres de Caguayo, en símbolo de como en el oriente cubano se forja también la memoria de epopeya del occidente. Y ya nos parece ver la estatua en Vía Blanca, con sus nueve metros de alto, con esa majestad de artista mayor y patriota insigne, que en cada obra nos regalan el maestro Lescay Merencio y sus colaboradores de la ciudad y provincia héroe.
Juan Bautista Lisundia y Juan Babier, Estanislao Aguilar y Tiburcio Peñalver estaban lejos de la formación cultural y política, que para el liderazgo había logrado acumular Aponte a fuerza de tesón y auto superación personal. Pero sus distancias de formación en comparación con el líder, no hacen menor la acción de rebeldía y entrega a la emancipación de los desposeídos que protagonizaron. Merecen ser recordados junto a los demás insurrectos de Guanabo. Merecen también el monumento que se va a erigir en la Vía Blanca, y que sus nombres estén junto al del líder Aponte, en el entorno en que se rebelaron y combatieron. Merecen ser recordados en este regreso a los orígenes.
Merecen los y las mayabequenses tener allí en Vía Blanca, a Aponte y a quienes le secundaron en su estrategia libertaria. Merecemos los cubanos y cubanas, todos, que el Regreso de Aponte, ya de por sí un acontecimiento trascendente para el occidente, sume más tradición y saberes, más sentimientos y respeto por la historia.
Confiamos en el valor de la crítica propositiva, en la sabiduría del arte y de la política revolucionaria.
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