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Aprendamos del auge de la extrema derecha en la década de 1930

Fuentes: Rebelión

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

La extrema derecha continúa avanzando en Europa. Siempre resulta útil para entenderlo mirar al pasado, especialmente a aquellos periodos que tienen paralelismos con el actual, y en este sentido pueden ser muy instructivos los acontecimientos de la década de 1930.

“La historia nos enseña que el hombre no aprende nada de la historia”, Hegel

La economía mundial se vio afectada en la década de 1930 por una grave crisis y guerras comerciales, y el clima político también se caracterizó por la ultra derecha y el populismo.

1. Respuestas a la crisis

En la década de 1930 el capital vio peligrar sus beneficios a consecuencia de la depresión económica. La respuesta a esta situación tuvo dos aspectos. En el frente exterior cada empresa y cada país trató de exportar la crisis. Los países protegieron sus propias economías (proteccionismo) y se desató una carrera por invertir lo más posible en el extranjero y conquistar la mayor cantidad posible de mercados (Lebensraum) a costa de otros países o rivales. Lo primero llevó a guerras comerciales y finalmente a un verdadero conflicto militar cuyo resultado ya conocemos.

Dentro de todos los países capitalistas la crisis se trasladó al mundo laboral: fuertes recortes, salarios más bajos, despidos masivos y peores condiciones laborales. El gobierno alemán, por ejemplo, estableció drásticas medidas de austeridad en el periodo anterior al nombramiento de Hitler como canciller, unas medidas que fueron bien recibidas por los acreedores alemanes y por la élite financiera de toda Europa. En los demás países industrializados también se establecieron políticas de austeridad.

La política de desmantelamiento social provocó una resistencia generalizada y protestas masivas en todas partes. La élite intentó contener esta resistencia y acabar con ella de dos maneras. En primer lugar, aumentando la represión. Se introdujeron muchas leyes represivas, se restringieron las libertades democráticas y la policía se volvió cada vez más dura. En Inglaterra se militarizó la policía y se prohibieron las reuniones de trabajadores, se restringió la libertad de prensa y se limitó el poder parlamentario. También en Francia se restringió el Parlamento. Hubo detenciones masivas de personas comunistas para impedir las manifestaciones. En Estados Unidos se prohibieron las huelgas. Decenas de comunistas y huelguistas fueron detenidos y condenados a duras penas en Bélgica durante la gran huelga general de 1936.

2. Partidos de extrema derecha

Además de ello, surgieron partidos de extrema derecha en Italia, Alemania, Austria, Bélgica, Países Bajos, Francia, España, Portugal, Croacia, Hungría, Grecia, etc., y en muchos casos contaron con el apoyo financiero de grandes empresas.

Estos partidos fascistas intentaron -a menudo con éxito- ganarse a una base de masas para canalizar el descontento generalizado y paralizar desde dentro al movimiento obrero. Crearon esta base de masas en primer lugar jugando con los miedos e inseguridades de grandes sectores de la población. Los partidos fascistas recurrieron al conocido mecanismo del chivo expiatorio e hicieron creer a la población que determinadas minorías o grupos de población despreciados (judíos, gitanos, pueblos eslavos, etc) suponían una amenaza. Estos chivos expiatorios proporcionaron un pararrayos perfecto para la explotación socioeconómica a la que se enfrentaban las personas corrientes y de este modo lograron canalizar el resentimiento de las personas ordinarias hacia una dirección favorable para la élite. Lograron que la población pisoteara a los de abajo en vez de a los de arriba.

La propaganda fue la segunda premisa importante para conseguir el apoyo de las masas. Los fascistas crearon para sus seguidores un universo de «hechos alternativos» impermeable a aquellas realidades no deseadas. Los fascistas fueron muy hábiles a la hora de utilizar los medios de comunicación de masas más modernos del momento, como el cine y la radio, además de periódicos y revistas. Eran unos auténticos expertos en lo que hoy denominamos fake news con la consigna «es más probable que la población crea una mentira grande que una pequeña, y si se repite con suficiente frecuencia, tarde o temprano la población la creerá». Se descalificó a la prensa tradicional, que fue tachada de Lugenpresse (prensa mentirosa).

En tercer lugar, si los fascistas querían que les respaldaran amplios sectores de la población, tenían que responder a las sensibilidades y necesidades sociales, de modo que se crearon una imagen social. Mientras no estuvieron en el poder, utilizaron una sofisticada demagogia anticapitalista. No es casual que los fascistas alemanes se autodenominaran nacionalsocialistas.

Hitler atacaba duramente a los judíos ante las grandes masas, pero en sus discursos ante los líderes empresariales no había rastro de sus diatribas antisemitas. En esos círculos cerrados mostraba su verdadera agenda y hablaba únicamente de ataques al movimiento obrero, el socialismo y la Unión Soviética.

Mussolini no era diferente. Calificó al capitalismo de decadente y en su primer manifiesto del partido defendió un impuesto a los beneficios de la guerra, la jornada de ocho horas y el derecho de voto para la mujer. Una vez que los fascistas lograron el poder del Estado desapareció rápidamente esa delgada pátina social y anticapitalista, y se mostraron ardientes defensores de las grandes empresas.

Además de desarrollar una base de masas, los fascistas también crearon bandas que al principio tenían la función de proteger las reuniones y a los dirigentes de su propio partido, pero pronto se convirtieron en auténticas milicias privadas cuyo objetivo era aterrorizar a los trabajadores organizados y eliminar físicamente a los dirigentes políticos y sindicales. Dos años antes de que Mussolini tomara el poder, su movimiento de Camisas Negras contaba con 200.000 miembros. Cuando Hitler tomó el poder en 1933 contaba con 400.000 Camisas Pardas.

3. Partidos tradicionales y clase dirigente

El problema en aquel periodo no era tanto la existencia de partidos fascistas y su ideología o métodos extremos, sino la postura de los partidos políticos tradicionales y la actitud de la clase dirigente. Ellos fueron quienes crearon las condiciones para el ascenso y la llegada al poder de los fascistas.

Como hemos visto antes, los partidos tradicionales trasladaron la crisis al mundo laboral y recurrieron a la represión y a restringir las libertades democráticas. Las condiciones de vida siguieron deteriorándose a pesar de las muchas promesas de mejora. A consecuencia de ello los partidos tradicionales perdieron la credibilidad de gran parte de sus simpatizantes, que empezaron a buscar una alternativa. La traición de los socialdemócratas y de otros partidos de centro llevó a millones de personas trabajadoras y de la pequeña clase media al campo reaccionario.

Espoleados por el éxito de la extrema derecha, los partidos tradicionales giraron a la derecha. Por ejemplo, adoptaron muchas de sus posturas respecto la cuestión judía, lo que permitió a los fascistas endurecerse aún más y, al mismo tiempo, los hizo salonfähig (aceptables). Esto empujó a los partidos tradicionales aún más a la derecha, y así sucesivamente. Estaba en marcha una peligrosa espiral de derechización.

Después de algunas dudas la clase dirigente de varios países optó decididamente por el fascismo. Cuando el partido de Mussolini prácticamente no tenía partidarios, recibió un fuerte apoyo financiero de grandes terratenientes y destacados industriales. Oficiales del ejército adiestraron a los Camisas Negras y dirigieron operaciones paramilitares. Las autoridades del ejército suministraron armas e hicieron que se distribuyera entre las tropas el periódico del partido fascista. Este apoyo hizo que en dos años aumentara la cantidad de sus miembros de 20.000 a 248.000, de modo que en 1922 ya se habían reunido las condiciones para una toma del poder. En ese periodo también se reforzó considerablemente el ejército y la gendarmería, lo que iba a servir para consolidar el fascismo tras la toma del poder.

En Alemania ocurrió algo similar. Tras un fallido golpe de Estado en 1923 el partido fascista de Hitler apenas tenía partidarios. Sin embargo, poco a poco pudo contar con un importante apoyo financiero de la élite económica, que permitió a Hitler establecer el aparato de su partido. Destacadas figuras del mundo empresarial también le proporcionaron asesoramiento y ayuda para orientar a su partido «en la dirección correcta» y hacerlo «apto para asumir las responsabilidades del gobierno». El Tribunal Militar Internacional de Nuerenberg declaró en 1947: «La aspiración general de la comunidad empresarial era ver llegar al poder en Alemania a un líder fuerte que formara un gobierno que se mantuviera mucho tiempo en el poder».

El fascismo también contó con una fuerte aprobación y mucho apoyo del extranjero. La clase dirigente británica consideraba que el comunismo era un peligro mayor que el fascismo. Se consideraba a figuras como Hitler y Mussolini una alternativa aceptable. Poco después del golpe de Estado de Mussolini el rey británico le concedió la Orden del Gran Comendador del Baño como recompensa por sus servicios a la contrarrevolución.

En 1927 Churchill se deshizo en elogios al Duce: «¡Qué hombre! ¡Me ha robado corazón! Si yo fuera italiano, estoy seguro de que habría estado enteramente con usted desde el principio hasta el final de su victoriosa lucha contra los apetitos y pasiones bestiales del leninismo. Su movimiento ha prestado un servicio al mundo entero». Los propietarios de periódicos con tanta difusión como el Daily Mail y el Daily Express expresaron su claro apoyo a Hitler y Mussolini, y exigieron un «Hitler británico».

En Estados Unidos Hitler contó con el apoyo de Henry Ford, el gran jefe de Ford, que fue uno de los primeros en respaldar su partido. El director general de Shell también pertenecía a su club de fans. El empresario Prescott Bush, abuelo de George W. Bush, hizo negocios con la Alemania nazi hasta 1942, de modo que fue en parte responsable del ascenso del nazismo.

En 1936 se fundó la German American Bund (Federación Germano Estadounidense) nazi, que funcionaba en todo el país y tenía decenas de miles de miembros. Hitler también tenía muchos partidarios y admiradores en todas partes.

Incluso los círculos socialdemócratas apoyaban al Führer. Por ejemplo, Hendrik De Man, líder del Partido Obrero Belga, pidió al comienzo de la ocupación nazi que no hubiera resistencia y que se considerara la victoria nazi «una liberación».

4. La vía legal

Es importante señalar que, con excepción de Franco, los fascistas no llegaron al poder mediante un golpe de Estado en ningún país, no “conquistaron” el poder en ningún país atacando el sistema civil desde fuera, al contrario, operaron desde dentro y siguieron la vía constitucional. A menudo incluso fueron alentados o requeridos por los líderes de la clase dirigente. En la mayoría de los casos utilizaron la democracia parlamentaria, primero para conquistarla y luego para destruirla.

En Italia Mussolini fue invitado al poder por el rey. En Alemania los grandes terratenientes y las principales figuras del mundo financiero e industrial instaron vehementemente al presidente a nombrar canciller a Hitler. El presidente Hindenburg accedió dos meses después, en parte a instancias del canciller von Papen.

En Austria el fascismo surgió en el regazo del sistema parlamentario. El canciller Engelbert Dollfuss, del Partido Social Cristiano, se hizo con todo el poder tras una crisis de gobierno e instauró una dictadura fascista.

En Hungría ocurrió algo similar. El Regente (el rey) Horthy nombró primer ministro al político de extrema derecha Gyula Gömbös y tras su nombramiento este estableció un régimen fascista siguiendo el modelo de Alemania e Italia.

Los fascistas no tuvieron que partir de cero para establecer sus dictaduras. Los regímenes burgueses que les precedieron ya habían hecho grandes avances gracias a limitar los poderes del parlamento, a aumentar la represión del movimiento obrero, etc.

En la Alemania del canciller Brüning, que encabezó el gobierno alemán antes de la llegada de Hitler al poder, se marginó al Reichstag (Parlamento) y se recrudeció el terror contra el Partido Comunista. En Austria el predecesor de Dollfuss había desarrollado una visión de un sistema estatal autoritario con el que preparó el terreno para la posterior dictadura fascista. Algo parecido ocurrió en Hungría, Portugal y España.

5. Definiciones de trabajo

La combinación de un sistema estatal más represivo y la irrupción de un partido fascista acabó desembocando en un régimen fascista en varios países, lo que nos lleva a una definición de trabajo de los términos fascistización y fascismo.

Fascistización

En momentos de crisis o de fuerte agitación social el capital intenta salvaguardar sus beneficios. Para acabar con la resistencia de la clase trabajadora se endurece la represión y se minan las instituciones democráticas. El término fascistización indica una situación en la que ambas situaciones se acentúan.

En un primer momento la clase dirigente trata de contener la crisis por medios pacíficos y democráticos, lo que va acompañado de la restricción de las instituciones democráticas: gobiernos por decreto o tecnocráticos, minar del estado de derecho, restringir los sindicatos, la prensa libre, los derechos civiles, etc., pero en un principio no se abandona el marco democrático, por muy erosionado que esté. Las élites capitalistas prefieren trabajar con la concertación (sindicatos), dentro de directrices democráticas y con partidos burgueses. En general, la clase dirigente prefiere un régimen democrático en decadencia a un gobierno totalitario de un partido fascista, al que nunca puede controlar completamente.

Independientemente de lo poco que quede de él, un régimen democrático sigue ofreciendo mayor estabilidad económica y mayor fiabilidad política. John F Kennedy afirmó en su discurso de toma de posesión: “En el pasado quienes buscaron estúpidamente el poder cabalgando a lomos del tigre acabaron dentro de él ”.

Hoy se califica de “democracia iliberal” a esta democracia vaciada. La vemos en menor o mayor medida en países como Hungría, India, Israel, Rusia y Polonia bajo el gobierno anterior. Si Trump resulta reelegido, su intención es avanzar en esa dirección.

Esta democracia iliberal tiene diferentes grados. Un régimen de este tipo no tiene por qué acabar en un gobierno autocrático o una dictadura, pero son un trampolín fácil para llegar a ello.

Fascismo

La razón de apostar a la carta fascista es que mantener un sistema parlamentario implica un coste económico y social. En el sistema parlamentario el movimiento obrero, la sociedad civil y los partidos de la oposición pueden ofrecer resistencia. En caso de crisis socioeconómica grave, la élite económica quiere acabar con esta resistencia, así que se dejan de lado las objeciones a los regímenes autoritarios para salvaguardar todo el sistema. En la década de 1930 gran parte de la clase capitalista no tuvo problema alguno en aliarse con los fascistas en casi todos los países de Europa Occidental. Este fenómeno se repitió en América Latina en las décadas de 1960 y 1970.

En esos momentos difíciles es cuando las élites económicas recurren a su «plan B» y pactan con el diablo, aunque no tengan ningún control sobre él ni sobre las fuerzas que le respaldan. Las formas autoritarias de gobierno y las dictaduras militares son el último recurso de las élites económicas para mantener a flote el sistema.

El hecho de que en esas circunstancias haya mucha incertidumbre, miedo e ira entre la población, y de que exista el deseo de un líder fuerte facilita dicho pacto con el diablo. Esos líderes autocráticos tratan de ganar una masa de adeptos aprovechando esa incertidumbre y ese malestar. En ese momento se neutraliza o destruye el movimiento obrero organizado, lo que significa inmediatamente el fin de las instituciones democráticas. Este trabajo lo hacen o bien los propios partidos tradicionales en colaboración con los aparatos de represión (es lo que ocurrió en España, Hungría o Austria, por ejemplo) o bien el trabajo sucio lo hace un partido de masas fascista, patrocinado por el gran capital, como ocurrió en Alemania e Italia.

Por lo tanto, podemos entender por fascismo la dictadura manifiesta de los elementos más reaccionarios y chovinistas del gran capital.

6. Aprender del pasado

Las décadas de 1920 y 1930 nos enseñan que la fascistización y el fascismo son intentos desesperados del capitalismo por salir de sus propias contradicciones.

El principal objetivo final del fascismo es destruir la vanguardia de la resistencia social. El fascismo es la punta de lanza del capital contra el mundo del trabajo y otros contramovimientos. Combina demagogia (xenofobia, inseguridad, valores familiares) y represión. En las décadas de 1920 y 1930 surgieron todas las variantes del fascismo en confrontación con el movimiento obrero tras la Revolución de Octubre.

A diferencia del siglo pasado, por ahora no hay un movimiento obrero fuertemente organizado que desafíe o amenace al capital, pero el capitalismo se enfrenta a importantes crisis o retos, como el calentamiento global, el envejecimiento de la población, una enorme montaña de deuda y el ascenso de países que tienen un fuerte crecimiento, como China e India. En un futuro cercano estas crisis o retos podrían suponer una grave amenaza para los beneficios del capital. En esas circunstancias, resulta tentador resucitar las recetas del siglo pasado.

En el ámbito interno actualmente ya vemos paralelismos obvios con las décadas de 1920 y 1930, con las democracias iliberales y las guerras culturales (anti-woke [que se podría traducir por antiprogre, n. de la t.]). Otro doloroso paralelismo es que, a pesar de todas las barbaridades que hace, Trump puede seguir contando con un fuerte apoyo de la élite económica.

Pero los paralelismos también son evidentes en el ámbito exterior: las guerras comerciales de Estados Unidos, no solo contra China sino también contra Europa, la cantidad cada vez mayor de guerras militares que la alianza occidental ha librado en los últimos veinte años en Oriente Medio y África Central, y la militarización de Europa tras la invasión rusa de Ucrania.

Marx afirmó que la historia se repite, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa. Aprendamos de la historia lo suficiente para evitar esa farsa.

Artículo original: https://www.dewereldmorgen.be/artikel/2024/06/10/wat-iedereen-moet-weten-over-de-opkomst-van-extreemrechts-vandaag-en-in-de-jaren-dertig/

Fuentes:

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Kuttner R., Can Democracy Survive Global Capitalism?, New York 2018.
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Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.