La literatura china de la última década, como sucede con las artes plásticas, la música, el teatro y otras manifestaciones de la cultura en la China actual, se encuentra en plena búsqueda de nuevos espacios, de nuevos lenguajes, de una nueva identidad. Los cambios ingentes de la sociedad china a raíz de la introducción de […]
La literatura china de la última década, como sucede con las artes plásticas, la música, el teatro y otras manifestaciones de la cultura en la China actual, se encuentra en plena búsqueda de nuevos espacios, de nuevos lenguajes, de una nueva identidad. Los cambios ingentes de la sociedad china a raíz de la introducción de mecanismos de economía de mercado, el repliegue del Partido Comunista de muchos espacios de la vida social y económica, y la creciente importancia del dinero en una sociedad que ha pasado en una generación de la precariedad generalizada al culto del consumo, han abierto espacios inéditos, ahítos de contradicciones, para la manifestación de las letras y las artes.
En sus informes de gobierno correspondientes a los años 2001, 2002 y 2003, el entonces primer ministro Zhu Rongji había insistido sucesivamente en este punto de sus propuestas: «es preciso desarrollar en mayor medida el arte y la literatura»; «acelerar el desarrollo de las ciencias sociales, la literatura y el arte»; y «hacer prosperar aún más la literatura, el arte…» Ya para 2005, el actual primer ministro, Wen Jiabao, resumía en el mismo capítulo de su informe de gobierno: «trabajar con mucha energía en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, la educación, la cultura…»
Ahora se discuten en China los proyectos de las industrias culturales, con una amplia participación del sector privado, como parte del proceso de generación de riqueza y búsqueda de nuevos sectores para la exportación. «Si los coreanos y los japoneses lo hacen, ¿por qué nosotros no?» Dentro de la nueva estrategia, en las industrias culturales se aglutinan tanto los juegos de video, el cine, las telenovelas, como la música, las artes plásticas, la literatura, el teatro y cualquier otra expresión artística. Desde este punto de vista, los lectores de los diversos géneros literarios son consumidores de una mercancía específica: los libros, con todo el valor de uso que se les quiera reconocer. Esta nueva circunstancia en el contexto chino, a pesar de sus desventajas, tiene la virtud de abrir las puertas de las editoriales a los nuevos autores del país. Tal vez por eso las editoriales chinas, y un paso atrás de ellas los representantes de editoriales extranjeras prominentes, rastrean sin cesar a los autores que consideran más prometedores; a los autores que están a punto de reunir, por fin, todas las piezas del calidoscopio que sintetice en una sola obra literaria el espíritu de la nueva China. Pero en China, como en cualquier parte, no todo lo que se publica merece la relectura, mucho menos la posteridad.
En un artículo publicado en el cotidiano China Daily, del 12 de abril de 2005, el profesor He Shaojun, investigador del Instituto de Cultura y Literatura de la Universidad Normal de Shenyang, capital de la provincia de Liaoning, se quejaba del comercialismo y la frivolidad presentes en muchos de los escritores chinos de hoy: «Hace más de una década, la creación literaria estaba confinada a una élite de escritores. A estos autores sólo los conocían los especialistas y los amantes de la literatura que leían revistas literarias y novelas. Pero al expandirse la economía de mercado al sector editorial, surgió un grupo especial de ‘empresarios del libro’ que se ha dedicado a capitalizar las ganancias a su alcance. Y crear estrellas ha sido una vía para alcanzar buenas ganancias.» El profesor He concluía: «Se requerirá el esfuerzo de los escritores para ir en pos del verdadero espíritu de la literatura y redescubrir el dinamismo y la energía en la literatura seria para revertir la tendencia actual y lograr avances en la creación literaria.»
Pese a estas buenas intenciones, las cosas resultan un poco más complicadas. La literatura china está en movimiento no sólo en China continental, sino en todo el espacio chino: en Hong Kong y en Taiwán, y no menos en la producción de los autores chinos que viven en el exilio. Vale la pena abrir los ojos a la realidad y reconocer que dos de los mayores escritores chinos contemporáneos viven en el exilio: Gao Xingjian y Beidao. Así que no todo está perdido.
En estas circunstancias lo que resulta palpable es la búsqueda de una nueva identidad en la literatura china y por lo tanto de un nuevo lenguaje. Beidao da un paso más para completar el cuadro esbozado por el profesor He Shaojun, cuando acusa: «El lenguaje y la literatura en China se están contaminando tanto por la vieja ideología como por el comercialismo…» (entrevista de Xiaoqing Rong a Beidao en el suplemento The Review del cotidiano hongkonés The South China Morning Post, 15/V/2005).
En este contexto, el presente y en extremo breve comentario se ocupa de buscar las señas de identidad de la literatura china actual y sus contradicciones. La idea central consiste en ubicar los puntos de contacto entre un puñado de autores anteriores y los más recientes, y emprender algunas calas en su producción de poesía, ensayo y novela, con el denominador común de que todos los autores escogidos muestran el mismo afán genuino por encontrar un lenguaje nuevo y prueban un mayor dominio técnico en el cultivo de sus respectivos géneros, además de que casi todos ellos han iniciado, o en algunos casos específicos, retomado su carrera literaria gracias al proceso de reforma y apertura. Una selección de sus textos acompaña este ensayo. Debo añadir que los autores comentados aquí se ocupan con libertad de una gran variedad de temas como podían ocuparse de otros muchos, pues los temas en literatura no determinan la calidad de una obra. Esto me hace diferir de algunos críticos literarios en China que rechazan a los autores por el tipo de temas abordados o por el hecho de que sus libros se conviertan en éxitos de venta dentro del mercado abierto o, a veces, en los abismos del mercado negro. Acaso en este contexto valga la pena recordar que la literatura, como proponía Stendhal para la novela, sigue siendo un espejo que sea pasea a lo largo de los caminos…
LA POESÍA
Podría decirse que el nacimiento de la nueva poesía china, entre fines de los años setenta y principios de la década de los ochenta del siglo pasado, está marcado por un poema de Beidao (1949), «Respuesta», que de alguna manera sintetizaba las inquietudes de toda una generación e inauguraba una nueva escuela poética. Cito un fragmento:
Vine hasta este mundo
Y sólo traje papel, una cuerda y mi sombra,
Para estar en el juicio
Y leer en voz alta la sentencia:
Te digo, mundo:
¡Yo-no-creo!
Si bajo tus pies hay mil retadores
Pues entonces considérame después del número mil.
En esos años en China se dio un florecimiento de jóvenes poetas inspirados en la búsqueda propuesta por Beidao: un lenguaje fresco, vivo, nutrido en la frecuentación exhaustiva de las literaturas extranjeras, capaz de expresar las ansias y los sueños de una nueva generación y de una China que se alejaba con rapidez de la ortodoxia ideológica. Cerca de Jintian, la revista literaria fundada por Beidao en 1978, Shu Ting, Jiang He, Tian Xiaoqing, Zahi Yongming, Lu Yimin, Tang Yaping, Zhang Zhen y muchos más abrieron un nuevo capítulo de la poesía china contemporánea. El nuevo estilo de Beidao y su generación, conocido como menglong shi, la poesía del claroscuro, iba en pos de un mundo ideal y agitaba su voz con tonos dramáticos. Los poetas chinos de fines de la década de los setenta y principios de los ochenta actuaban como las auténticas antenas de la raza. Hasta 1989 los lectores de poesía eran legión entre los jóvenes. Los miembros de la generación siguiente, «los poetas recién nacidos», aceptaron que el mundo no era perfecto y que el humor podía servir como una vía de salvación; pero mantuvieron el estilo del claroscuro; se preocuparon por la búsqueda de la realidad personal y la aventura creativa. Muchos de estos «poetas recién nacidos» dieron a conocer su obra en copias impresas en mimeógrafo. Generaciones posteriores, y en algunos casos poetas maduros que habían caído en desgracia por cuestiones políticas durante alguna de las campañas de la etapa maoísta, han encontrado oportunidades en diversas editoriales capaces de asumir el riesgo de publicar a poetas que exploran sin inhibiciones el universo individual como lo hacen Zeng Zhuo (1922), Niu Han (1923) y Hai Zi (1964). Otros más, como Wang Yiyan («graduada del Instituto de Música de Shanghai en 1989») y Zhao Lihua («afiliada a la Asociación de Escritores de China») han recurrido a internet para darse a conocer a un público más amplio, pero paradójicamente el público de poesía en China se halla ahora muy menguado. Otros creadores más, a partir del surgimiento del rock chino a principios de la década de los ochenta, como Cui Jian (1961), han hecho de las letras de su música un vehículo para la creación poética. En «Nada tengo», una canción de Cui Jian, popular en 1989, se reclamaba:
Les doy mis aspiraciones
Y mi libertad
Pero siempre se burlan de mí
Porque nada tengo.
Las más recientes generaciones, con músicos punk como He Yong (1969), muestran una irreverencia que cautiva sobre todo a las audiencias universitarias, pero que inquieta a los guardianes de la salud pública.
EL ENSAYO
En estos años el género del ensayo (san wen) en China incluye lo mismo la reflexión filosófica que la crítica cultural, la crónica y la confesión personal, el reportaje literario y los textos que se regocijan en la pura provocación como en el caso de Li Ao (1935). El ensayo chino tiene en realidad una larga tradición. Zhonglun, el clásico de Xu Gan (170-217), correspondiente a la dinastía Han Oriental (25-220), muestra que el género de los ensayos cuenta en China con al menos mil ochocientos años de historia. (Nueve disculpas y nueve genuflexiones estilo imperial para Montaigne.) Sólo en el siglo xx el ensayo en China ha contado con nombres que llenan capítulos enteros de la literatura china como Lu Xun (1881-1936), Zu Ziqing (1898-1948), Eileen Chang (1920-1995), y en años más recientes Yu Qiuyu (1946).
Yu Qiuyu, ex presidente de la Academia de Teatro de Shanghai, ha producido textos luminosos sobre multitud de temas históricos y culturales que sirven de referencia obligada para los lectores cultos de la nueva China. Mei Jie (1945), por su parte, construye sus textos desde una perspectiva de género. Su ensayo autobiográfico sobre la Revolución cultural (1966-1976) expone a la luz las entretelas más sensibles de su vida personal como una mujer inmersa en un mundo caótico e impredecible, donde la fiebre ideológica consumía hasta la deshumanización a los guardias rojos. Li Ao, originario del noreste de China continental, pero residente en Taiwán, ejerce una libertad de criterio no apta para lectores de convicciones ideológicas inflexibles. Su sentido del humor es por completo subversivo, pero calculado con fineza y apuntalado con una profusión de proverbios de cuatro caracteres, lo que revela su profundo conocimiento del chino clásico y de paso complica la traducción de sus obras. Durante su visita a China continental en septiembre de 2005, Li Ao dejó una profunda huella en los estudiantes y en las autoridades de las universidades de Beijing, Qinghua y Fudan, esta última en la ciudad de Shanghai, no sólo por afirmaciones como «la cultura es la base de todo y tiene efectos sobre la política y en la economía», o porque abogó por mayores márgenes de libertad de expresión y aseguró que los escritores con dinero pueden defender mejor sus libertades, sino también porque cautivó a sus audiencias con una elegancia retórica -en el mejor sentido de la palabra- y un caudal léxico poco comunes.
Beidao por su parte ejerce una gran versatilidad en el ensayo, que comenzó a trabajar a fines de la década de los noventa y que ahora agrega a su labor poética. Sus intereses abarcan temas literarios como pueden serlo las obras de Susan Sontag o las del poeta danés Poul Borum, pero también se sumergen en las dificultades de su vida en el exilio o bien en los problemas que enfrentan los inmigrantes chinos en otros países.
LA NOVELA
En la novela china actual hay una gran diversidad de voces y estilos. Hay humor, fantasía, aproximaciones dialectales, erotismo y también crítica política. El sismo literario más reciente en China sucedió en 1999, cuando apareció la novela Shanghai Baby, obra de la escritora Wei Hui (este año cumpliría unos treinta y tres años de edad). Se trata de un texto en parte autobiográfico de una joven residente en Shanghai, que emprende una rebelión personal que se basa en sus desventuras sexuales y en el reencuentro con el cosmopolitismo de Shanghai. Este destape con características chinas no agradó a los censores, que terminaron por prohibir el libro, lo que aseguró el éxito de la obra en el extranjero y en el mercado negro local. Al escribir este ensayo busqué en Beijing algún ejemplar de la novela y sólo pude encontrar uno de segunda mano y en italiano. La solapa de la edición en español de Shanghai Baby indica que, luego de ser prohibida por las autoridades chinas, se vendieron más de dos millones y medio de ejemplares en el mercado negro.
Algo, en efecto, debió de haber sucedido con la fórmula de Wei Hui, pues en 2003 y luego de haber logrado capturar a una audiencia considerable en su página blog, Mu Zimei publicó su diario íntimo en forma de libro: Cenizas de amor. La prohibición de las autoridades chinas de esta obra desencadenó la fama de Mu Zimei, quien ha ido más lejos que Wei Hui en sus descripciones eróticas, sus contactos con las drogas y otros temas que aún se consideran tabú en la literatura china actual. Estos mismos temas en el pasado no fueron tabú como lo muestran Jin Ping Mei (1617), la gran novela erótica de China de la dinastía Ming (1368-1644), aunque ambientada a fines de la dinastía Song (960-1279), o los versos que a fines de la dinastía Qing (1644-1911) llegaron a escribir sobre los adictos al opio autores como Gong Zhizhen (1792-1841), para no hablar de los himnos a la intoxicación alcohólica escritos por Li Bai (701-762), celebrados por primera vez en español por José Juan Tablada. Lo cierto es que la técnica de Mu Zimei pronto creó un nuevo género literario: una cantidad importante de las páginas blog escritas por mujeres en China reproducen ahora sus diarios íntimos, aunque sin los «extremos» de Mu Zimei. Así por ejemplo Mu Mu y Furong Jiejie han cobrado notoriedad por su discreta coquetería cibernética, como pistas falsas para un encuentro imposible. Furong Jiejie incluso ha merecido los comentarios conmiserativos de la prensa oficial china (China Daily, 1/VII/ 2005).
Otra novelista del grupo que se ha designado en China como meinu zuojia (bellas escritoras) es Mianmian («nacida en los setenta»). Su novela Xiong mao (2004), «oso panda», incursiona también en el mundo de los jóvenes de clase media de Shanghai. (Algo especial debe de tener Shanghai para que todo suceda y se diga ahí.) Los «extremos» de Wei Hui y de Mu Zimei apenas están sugeridos. Xiong mao se desarrolla más bien como el guión de un programa para «la televisión de la vida real» que tanto auge ha cobrado estos últimos años en diversas partes del mundo. La novela tiene su propia publicidad, con referencia a bares y restaurantes de los que se proporcionan los datos. En el fondo, sin embargo, lo que priva es la mirada sarcástica del mundo de algunos jóvenes cosmopolitas de Shanghai y de sus secuaces extranjeros.
Guo Jingming (de veintidós años de edad en 2006) prueba que los escritores jóvenes chinos frecuentan exhaustivamente las literaturas extranjeras en busca de sus propias maneras de contar. Podría pensarse que la novela fantástica de Guo, Huan xiang (2003), en la que pinta un universo poblado de magos, reinos que no son de este mundo y angustias adolescentes, es la versión china de J.K. Rowling, pero lo que hace Guo es diferente: en un mundo ideal hecho de criaturas perfectas también suceden las desgracias. Esto podría interpretarse como una crítica sutil al sistema, pero no han faltado quienes señalen que en realidad se trata de la primera representación literaria del «síndrome del emperador», es decir, del hijo único que ha terminado por volverse engreído, exhibicionista y arrogante por los excesivos mimos de los padres. A fines de 2004, con los cientos de miles de dólares ganados por la venta de sus libros, Guo Jingming ya había iniciado una empresa literaria propia en asociación con la editorial Chunfeng de la ciudad de Shenyang y se preparaba para publicar una novela mensual.
En contraste, Jia Pingwa (1952), a quien se debe una de las mayores novelas chinas contemporáneas, Fei du (1993), «la capital inútil», y Mo Yan (1956), autor de varias novelas, entre ellas Hong gaoliang (1986), «sorgo rojo», son autores desde hace tiempo bien establecidos. Jia se ha marchado al exilio hasta París. Su novela, Fei du, se despliega como un gran fresco de la nueva sociedad china en la que sólo importa el dinero. En ese retrato inmenso y acerbo bullen en una misma ambición intelectuales, funcionarios y oportunistas de toda laya. Esto tal vez explica que la novela haya sido prohibida poco después de su publicación. Por eso conservo como un tesoro la primera, y única, edición de Fei du que conseguí a trasmano. Hace unos meses Mo anunció una nueva novela, basada en el modelo de las obras clásicas: Shengsi pilao, un texto cuyo hilo narrativo se apoya en la trasmigración de las almas propuesta por el budismo. La novela abarca 550 mil caracteres que Mo escribió con pincel y tinta china, como en la época de las dinastías. Los personajes de la novela, Lan Jiefang, Ximen Jinlong y Lan Lian, tres típicos campesinos chinos, forman la secuencia que va de 1950 a 2000, aunque la protagonista central de la obra es la tierra misma, como sucede en la novela The Good Earth (1931), de Pearl S. Buck, tal vez una referencia para Mo.
Hay dos escritores que merecen una mención aparte. Yu Hua (1960) y Jiang Rong («de cincuenta y nueve años de edad»). Yu Hua cuenta ya con una obra relativamente extensa que ha merecido la traducción a varias lenguas extranjeras. Su cuento «El pasado y el castigo» se desarrolla como una fábula, con un extraño eco de Juan Rulfo, en la que el verdugo no puede cumplir la ejecución porque está demasiado viejo. Una de sus principales novelas, Huo zhe (1993) traducida al inglés por Michael Berry como To Live (Anchor Books, 2003), será una obra perdurable. Su más reciente obra Xiong di (2005), «hermano mayor y hermano menor», se inicia con unas páginas humorísticas poco comunes en la nueva literatura china, pero después evoluciona hacia una tragedia ambientada durante la Revolución cultural. La posibilidad de lograr esta transición sin asperezas prueba las habilidades narrativas de Yu Hua, quien ya ha anunciado que habrá una segunda parte de esta novela.
Jiang Rong, un profesor de ciencia política de la Universidad de Beijing, sorprendió a los círculos literarios en China con su novela Lan tuteng (2004), literalmente «lobo tótem», una crónica de la devastación de las praderas de Mongolia Interior relacionada con el arribo masivo de la etnia Han, la mayoritaria en China. El lobo se batirá para defender su territorio y su individualidad; pero al final morirá, pese a su talento estratégico comparable al mejor general imaginado por El arte de la guerra, de Sun Zi. Su desaparición dará paso a las sumisas ovejas y a la destrucción del medio ambiente… La trama de la obra se inspira en las experiencias autobiográficas del autor cuando trabajó como voluntario en Mongolia Interior durante la Revolución cultural, pero el rasgo sobresaliente de la novela radica en su crítica al orden político, algo no muy frecuente en la literatura china actual. Sin embargo, esto por lo visto no preocupa a los censores, más asustadizos ante las alusiones eróticas en los textos de las meinu zuojia.
Por último, quiero subrayar que la literatura china actual, como afirmé al principio, se encuentra en movimiento y enfrenta contradicciones múltiples. Seguirla en toda su vastedad y riqueza es algo que por completo rebasa mis posibilidades personales. Sólo deseo agregar que mi deseo sincero se limita a que cada vez haya más estudiosos de la literatura china, sobre todo en el ámbito de los pueblos hispánicos, pues la vida de un país como China no puede en modo alguno reducirse al seguimiento cotidiano de su Producto Interno Bruto; también su cultura importa y dentro de ella, pienso, particularmente la literatura.
Nota: Con excepción del fragmento correspondiente a Beidao, que procede del inglés, el resto de los textos los traduje directamente del chino. Al final ofrezco la bibliografía de donde proceden estos textos. En el proceso de traducción y por las características propias de la lengua china, encontré dificultades de diverso grado para trasladar al español elementos del estilo, mensajes entre líneas y alusiones a otros textos y autores. Con toda seguridad hubo muchos de estos aspectos que escaparon a mi registro, por lo tanto las fallas, omisiones y equívocos en estas versiones son por completo atribuibles a este traductor.
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- 1 Véase el artículo «La nueva poesía china a vuelo de pájaro», y traducciones de Beidao, de Alejandro Pescador, en La Jornada Semanal, 10/III/ 2002.
2 Su novela The Rice-sprout Song (1955), escrita en Hong Kong, tal vez sea la mejor novela reaccionaria de la China contemporánea.
3 Traducción de Rómer Cornejo e Liljana Arsovska, Editorial Emecé, Buenos Aires, 270 pp.
4 Escritoras y escritores chinos por igual se muestran a menudo reacios a indicar el año de su nacimiento,tal vez no sólo para ocultar su edad, sino para no referirse al animal del horóscopo chino que determina su carácter y pre-dispone su futuro.