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Entrevista al cineasta Alberto Morais, director de “Los chicos del puerto”

«Aspiro con mis películas a documentar la realidad»

Fuentes: Rebelión

Natzaret es un barrio marginado y de población multiétnica ubicado en los poblados marítimos de Valencia. En este ambiente, el cineasta Alberto Morais acaba de finalizar el rodaje de «Los chicos del puerto» (Olivo Films), la historia de un niño de la barriada que pretende hacer efectiva una promesa de su abuelo. Con este filme, […]

Natzaret es un barrio marginado y de población multiétnica ubicado en los poblados marítimos de Valencia. En este ambiente, el cineasta Alberto Morais acaba de finalizar el rodaje de «Los chicos del puerto» (Olivo Films), la historia de un niño de la barriada que pretende hacer efectiva una promesa de su abuelo. Con este filme, igual que con el conjunto de su obra, Morais aspira a «documentar la realidad», con un estilo que podría identificarse con el «realismo cinematográfico».

Antes de «Los chicos del puerto», este cineasta vallisoletano de 36 años ha producido otras dos películas: «Un lugar en el cine» (2007), que constituye un homenaje al neorrealismo cinematográfico y, singularmente, a la figura de Pasolini; y «Las olas» (estrenada en enero de 2012), que cuenta el retorno de un soldado republicano español a un campo de refugiados, en el sur de Francia, donde busca una cierta reconciliación personal e histórica. «Las olas» obtuvo el «San Jorge de Oro» a la mejor película en el Festival Internacional de Cine de Moscú.

¿Cuál es la trama de «Los chicos del puerto», tu última obra?

La película es la historia de Miguel, un chico desescolarizado que vive con sus padres en el barrio valenciano de Natzaret. Miguel hace realmente el viaje que su abuelo no puede hacer. La misión es muy sencilla: devolver a un viejo amigo una chaqueta militar en el día de su funeral. Acompañado por sus dos amigos, Lola y Guillermo, Miguel sale del barrio de Narzaret. Deambula por la periferia de Valencia buscando un cementerio, lo que le sirve como excusa para desaparecer unos días.

¿Cómo definirías «Los chicos del puerto»?

El filme es un viaje y, como tal, también es búsqueda y aventura. Además, hay en la película otro punto central: frente al abandono social o sistémico, el triángulo formado por Miguel y sus dos amigos llega a conformar una familia.

¿Qué resaltarías del rodaje, de la realización de la película?

El rodaje de «Los chicos del puerto» finalizó el pasado tres de septiembre. Para seleccionar a los tres protagonistas realizamos un casting entre 600 menores de la ciudad de Valencia. Buscaba en estos niños una cierta verdad en la mirada, que actuaran de modo natural, más que un actor que interpretara un papel.

¿Cómo surgió la idea de «Los chicos del puerto? ¿Por qué elegiste la barriada de Natzaret?

La idea matriz era hacer un documental. Pretendía hablar de la generación de mi padre, una generación que había militado en la lucha antifranquista. Con la democracia, esta gente dejó de tener su lugar en el mundo y, finalmente, abandonaron la actividad política; en algunos casos, se refugiaron en otros espacios, como las asociaciones de vecinos. En cuanto a la elección de Natzaret, mi padre trabajó en este barrio de médico. Me parecía, entonces, un buen punto de partida para hablar de esta generación que acabó en el desencanto.

¿Qué ocurrió después?

Al ver a los jóvenes del barrio, observé la posibilidad de rodar una historia sobre ellos. Me pareció una idea interesante. Así, el proyecto original de documental se convirtió en una película de ficción.

En términos generales, ¿Cómo definirías tu cine?

Diría que el cine es, como cualquier arte, un medio de conocimiento. En mi caso concreto, aspiro sobre todo a documentar lo real a través de la ficción; estaría muy cerca, para que te hagas una idea, del realismo cinematográfico. Algunos de los cineastas a los que considero referentes en mi obra son Abbas Kiarostami, Koreeda y, en España, Víctor Erice.

¿Calificarías tu producción como «cine social»?

Sinceramente, no. Opino que «cine social» es una etiqueta que se pone a ciertas películas que realmente no buscan un retrato de la vida cotidiana y en las que el discurso ideológico se coloca en primer término. Mi impresión es que de este modo se secuestra al espectador. También te digo que no me interesan las películas en las que se traslada la idea de «pobrecitos los pobres».

¿Podrías matizar esta reflexión?

Hay un ejemplo muy claro en la historia del cine de director que ha penetrado en las esquinas más marginadas de la sociedad, sin que ello suponga, a mi juicio, hacer «cine social». Me refiero a Pier Paolo Passolini. A este cineasta lo considero fundamental a la hora de mostrar la realidad de la clase trabajadora y el lumpenproletariado. Pero, insisto, no lo considero adscrito al «cine social». Pasolini encarnaría más bien la figura del «desesperado social». Además, se trata de filmes muy ficcionados, pero que se asemejan a los documentales porque transmiten una sensación de verdad. Las primeras películas de Ken Loach caminan por la misma senda.

¿Y en cuanto a la idea de «compromiso» en el cine?

Tampoco me considero comprometido con una idea previa en mi cinematografía. El compromiso realmente reside en mí trabajo y en todo lo que encarno. Personalmente, hay historias con las que me identifico y otras con las que no. Así pues, no creo en los apriorismos ideológicos a la hora de enfrentarme a una película. Es la historia en sí la que debe hablar sin encorsetamientos previos. En definitiva, el compromiso nace de mi propia identidad, sin guías ni manuales canónicos previos.

Por último, acaba de aprobarse un alza del IVA para los productos culturales. ¿Consideras que en España se respeta y protege la cultura?

Pienso que éste es un país al que no le gusta la cultura; no me preguntes el porqué, pero en otros países no sucede lo mismo. Aquí la gente no valora su cine, su teatro, su arte. Cuando esto cambie, pienso que viviremos en otro país.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.