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Atilio Borón y el «mal menor» de los comunistas light

Fuentes: Rebelión

«El hecho de utilizar el recurso del mal menor conlleva un riesgo moral porque los seres humanos son sumamente hábiles para inventar buenas intenciones, ingeniándoselas para desarrollar excusas aceptables en relación con consecuencias atroces». Michael Ignatieff, «Democracia y mal menor». Atilio Borón escribió 2 artículos: La izquierda y el ballotage en Brasil (1) y Brasil: […]

«El hecho de utilizar el recurso del mal menor conlleva un riesgo moral porque los seres humanos son sumamente hábiles para inventar buenas intenciones, ingeniándoselas para desarrollar excusas aceptables en relación con consecuencias atroces». Michael Ignatieff, «Democracia y mal menor».

Atilio Borón escribió 2 artículos: La izquierda y el ballotage en Brasil (1) y Brasil: victoria pírrica y después (2) que merecen comentarse, por la relación que tiene él con los gobiernos progresistas y además porque es un reconocido intelectual y militante del comunismo latinoamericano.

Realmente me ha resultado muy difícil entender a los marxistas, especialmente «el análisis marxista»(1) de los que en una época fueran llamados pro-soviéticos y que en el caso del Ecuador les apodaran «cabezones». Los mismos que en su mayoría son de extracción de «clase pequeño-burguesa» y que hoy son parte del gobierno «progresista» de Rafael Correa. Tendencia de izquierda ésta, que históricamente se han manejado por la teoría del «mal menor», y Borón se mantiene en esa misma visión cuando manifiesta últimamente: «Pero en la actual coyuntura, definida por el hecho institucional de las elecciones presidenciales y no por la inminencia de una insurrección popular revolucionaria, el voto por Dilma es el único instrumento disponible en el Brasil para evitar un mal mayor, mucho mayor.»(1)

Desde un «análisis indianista» o «perspectiva indianista» la actitud de esta izquierda a través del «mal menor» ha significado históricamente el postergar o adormecer todas aquellas acciones que debieron ser firmes o radicales, y que por el contrario han permitido la continuidad y el fortalecimiento del sistema capitalista-colonial eurocéntrico. Esto tampoco significa aprobar la acción «radicaloide» o el otro extremo a como ha actuado la izquierda opuesta y llamada en el medio ecuatoriano como «los chinos». En este sentido, lo que hemos tenido es por un lado una izquierda light (PCE) y por otro una «ultraizquierda»(1) (PCMLE). La una acusada de actuar en complicidad con la burguesía[1] (revisionismo) y la otra denostada por sus sectarismos a ultranza (dogmatismo). Sin embargo ambas apoyaron inicialmente a Correa pero luego se volvieron a dividir, los «cabezones» siguen en el gobierno y los «chinos» en la oposición, incluso los primeros han logrado eliminar a través del Consejo Nacional Electoral al brazo político legal (MPD) de su archienemigo los «tirapiedras».

El argumento del «mal menor» ha sido siempre sacado a relucir por esta izquierda fundamentándose en el miedo a algo peor que podría cernirse, especialmente haciendo referencia a un futuro fascista que podría advenirse cada vez y cuando, demostrando una especie de sicosis frente al «mal mayor»(1). Así por ejemplo, lo advierte nuevamente Atilio Borón a propósito de las últimas elecciones en Brasil: «No es que el imperio sea omnisciente, pero se equivoca muy poco a la hora de identificar a quienes no se pliegan incondicionalmente ante sus mandatos. Por algo ha lanzado, junto con sus aliados locales, una tremenda campaña internacional para que su candidato, Aécio, triunfe el próximo domingo. Nadie en la izquierda puede ignorar que, si tal cosa llegara a ocurrir, una larga noche se cerniría sobre América Latina y el Caribe, abriendo un paréntesis ominoso que quien sabe cuánto tiempo tardaríamos en cerrar.» (1)

El típico miedo de la «pequeño burguesía» de perder lo «pequeño» que tienen, es decir, defender lo poco a la nada, o en otras palabras, ante el todo malo es mejor el menos malo. Es la idea de contentarse o sostenerse en lo poco, y a partir de ahí aspirar a ganar poco a poco para lograr un poco más o ir acumulando paulatinamente con la esperanza de algún día dar el salto final. Salto en la que ya no serán pequeños burgueses sino que se volverán proletarios en el poder, sin embargo en la práctica han devenido en medianos burgueses como los miembros del Partido Comunista Chino o el Cubano, a los cuales les siguen defendiendo como también a su capitalismo de Estado. Como de igual manera sucede con el «progresismo light» (1) actualmente en el poder que vienen acumulado una buena tajada y ya han dejado de ser pequeño-burgueses.

En esta estrategia «pequeño-burguesa» apuntan a desarrollar el capitalismo para que el proletariado se expanda y se afirme en una conciencia revolucionaria comunista («revolución democrático burguesa») para después de lo cual construir el socialismo, es decir, de las cenizas del capitalismo vendrá el socialismo. Tal como lo señala uno de los máximos intelectuales de la «revolución ciudadana»: En el caso ecuatoriano, si pensamos en momentos históricos, podríamos especular que primero es necesario construir una sociedad post-neoliberal -primera etapa que están intentando vivir algunos países de América Latina-, luego un capitalismo popular o socialismo de mercado y finalmente un biosocialismo republicano[2].

En base a ello, estos comunistas han apoyado a Lula y a Dilma en los 12 años anteriores (y a los demás gobiernos auto tildados de «progresistas») y en los 4 años que se avecinan esperan que por fin Dilma y el PT reaccionen o cambien, «algo que no podrá hacerlo sin una reorientación del rumbo gubernamental que redefina el modelo económico, recorte los irritantes privilegios del capital y haga que las clases y capas populares sientan que el gobierno quiere ir más allá de un programa asistencialista y se propone modificar de raíz la injusta estructura económica y social del Brasil. En segundo término, luchar para llevar a cabo una auténtica reforma política que empodere de verdad a las masas populares y abra el camino largamente demorado de una profunda democratización.»(2) Y en el caso de que no cumpla, aspiran someter a Dilma «a una crítica implacable, empujándola «desde abajo», desde los movimientos sociales y las nuevas fuerzas partidarias, a adoptar las políticas necesarias para un ataque a fondo contra la pobreza y la desigualdad, contra la prepotencia de los oligopolios y los chantajes de las clases dominantes aliadas al imperialismo.»(1)

Si en 12 años que va en el poder el PT (Partido de los Trabajadores) en Brasil y en la que este partido «en su triste involución pasó de ser una organización política moderadamente progresista a un típico «partido del orden» al cual el adjetivo de «reformista» le queda grande»(1), resulta difícil creer que en los próximos 4 años va a ser posible que el PT cambie por si mismo, o que los movimientos sociales sobrevivientes les van a obligar a cambiar de rumbo, o que los comunistas que han decidido votar por Dilma ante «el mal mayor»(1) van a tener la apertura para que les permitan «reorganizar el campo popular desorganizado, desmoralizado y desmovilizado por las políticas del PT.»(1) Eso «solo espíritus incurablemente ingenuos lo pueden creer»(1).

En este sentido resulta «ingenuo» lo que señala Borón, pues todos los gobiernos del «progresismo light» que están actualmente en el poder, vienen atacando a los movimientos sociales más duramente que lo que hicieran anteriores gobiernos de derecha o de centro-izquierda (excepto en las dictaduras). Movimientos que ya vienen actuando desde mucho antes con una «crítica implacable»(1), sin camuflarse ante el «mal mayor»(1) y asumiendo la responsabilidad que les corresponde, sin que hayan esperado que los comunistas light les digan de que ya es el tiempo o el momento de empezar con una «crítica implacable»(1). Resulta paradójico que gobiernos llamados de izquierda sean más contumaces con los movimientos sociales y de que ciertos izquierdistas sean cómplices de ello bajo el argumento del peligro del «mal mayor»[3] de la «restauración conservadora». Por lo que surge la pregunta: a estos gobiernos se los debe hacer cambiar con una «crítica implacable» -como propone Borón- o los movimientos sociales deben poner distancia con estos gobiernos por su «deplorable capitulación antes las clases dominantes»(1) para generar una acción propia que permita que los cambios vengan por y para sí mismos y no por la acción de ciertos personajes y partidos que dicen representar al pueblo?

Al mismo tiempo surge otra pregunta para esta izquierda: Si el movimiento social de América Latina se encuentra «desorganizado, desmoralizado y desmovilizado por las políticas»(1) del progresismo light, por qué apoyar a quienes vienen actuando violentamente contra ellos, lo que significaría permitir que les sigan atacando y por ende aceptando la criminalización y la persecución ante sus «críticas implacables». Acaso el señor Borón y demás comunistas light están pidiendo a los movimientos sociales que pongan la otra mejilla, o de que es preferible que les golpeen suavemente a que les golpeen duro por los derechistas? Cómo seguir apoyando a partidos reformistas que con un discurso de izquierda siguen confundiendo al pueblo con una revolución que no existe? ¿En un gobierno de derecha (restauración conservadora) los movimientos sociales que ahora se encuentran divididos volverían a unirse, y con la experiencia del «progresismo light» no cometerían el mismo error de apoyar a salvadores iluminados sino que actuarían directamente para evitar ser acuchillados por la espalda como ha sucedido tantas veces en la historia de las luchas sociales?

Asimismo resulta irónico que el movimiento social se encuentre tan dividido dentro de estos gobiernos de la «izquierda moderna», pero en la experiencia comunista mundial así ha sucedido por la acción de los «verdaderos» revolucionarios (comité central del Partido) ante el peligro de los contrarrevolucionarios (movimientos de masas). En todo caso, si bien han habido diferencias internas dentro de los movimientos sociales jamás han estado tan distantes entre ellos como en esta época progresista, especialmente a nivel del movimiento indígena en el caso de Bolivia y Ecuador. En 500 años los indígenas estuvieron relativamente unidos y en un gobierno de izquierda se han dividido profundamente. Paradójicamente para el movimiento indígena la izquierda ha sido más perniciosa que la derecha, pues siempre mantuvieron un nivel de unión aceptable pero ahora están bien enfrentados y divididos, entre los «limitaditos» y «folclóricos» con los «desarrollados» e «inteligentes», entre los que quieren seguir en el atraso de sus culturas originarias con los que quieren avanzar a la civilización del desarrollo.

Pregunto señor Borón y comunistas progresistas: ¿Acaso están pidiendo a los movimientos sociales que sigan siendo cómplices de la «deplorable capitulación antes las clases dominantes»(1) que ha hecho el «progresismo light» y guarden silencio por qué es preferible un mal menor que uno mayor? ¿Que aquellos que han reaccionado con una «crítica implacable», sigan aguantando la «apelación a la fuerza represiva del estado para mantener el orden y contener a los revoltosos»(1) por parte del progresismo? ¿Se debe votar indefinidamente por Correa[4] ante el miedo al «mal mayor» de la restauración conservadora, para que él siga dividiendo y destruyendo más a los movimientos sociales? ¿Será con el progresismo o con la derecha que los movimientos sociales se fortificarán más? Será que dentro del progresismo «nuevos movimientos sociales podrán aparecer y actuar con un cierto grado de libertad en una escena pública cada vez más controlada y acotada por los aparatos represivos del estado y las tendencias fascistizantes arriba anotadas; o que nuevas fuerzas partidarias podrán irrumpir para disputar, desde la calle o desde las urnas, la supremacía de la derecha.»(1)

Creo que no ha entendido el señor Boron, el «análisis marxista» de que es necesario «como tantas veces lo dijera Lenin, un «análisis concreto de la situación concreta» y no tan sólo una manipulación abstracta de categorías teóricas».(1) Sigo sin entender como lo sucedido con el comunismo europeo por parte de Hitler se pueda repetir en América Latina con Aecio y la restauración conservadora, cuando los progresistas son unos pequeños Hitler que no matan físicamente a los luchadores populares sino que los torturan psicológicamente y emocionalmente a través de juicios y persecuciones de todo tipo. Cómo se puede creer que dentro del reformismo light «florecerá la revolución»(1), si el progresismo light «hizo suya -en sus grandes líneas, aunque no en su totalidad- la agenda neoliberal de la derecha»(1). Realmente no entiendo este «análisis marxista» y a los comunistas que siguen apoyando al progresismo para ponerse en contra de históricos movimientos sociales que no han estado esperando que los intelectuales revolucionarios cambien o que les resuelvan lo que ellos mismos tienen que conseguir. Son conscientes que «para que el pueblo asuma su protagonismo y florezcan los movimientos sociales y las fuerzas políticas que motoricen el cambio -que ciertamente no vendrá «desde arriba»- se requerirá tomar decisiones que efectivamente los empoderen.»(1) Decisiones que tienen que venir desde el pueblo organizado y no desde los partidos auto titulados de izquierda que dicen defender el interés popular o como dice Correa «ahora manda el pueblo[5]». Esto implica salir del partidismo y del presidencialismo como expresiones del patriarcalismo monoteísta para generar movimientos amplios y ante todo nuevas comunidades urbanas de vida para reverdecer el sistema comunitario milenario y no nuevas aventuras colectivistas.

Aquí llegamos al asunto de fondo entre la izquierda y el indianismo. Para el comunismo «cabezón» (y también para el «chino») sigue siendo el asunto de superestructuras y de verticalidades para la «toma del poder», esto es, ganar elecciones burguesas y de partidos proletarios con tácticas y estrategias que no manejen «un doctrinarismo pedante(Gramsci)» (como el) prevaleciente en el infantilismo de izquierda»(1). O en el otro extremo, el del comunismo de acciones «insurreccionales o extra institucionales»(1) para la «toma del poder». Es decir, en el fondo siguen con la misma visión patriarcalista del marxismo de arriba hacia abajo, del comité central del partido único hacia el pueblo, a pesar que en el discurso digan que «no vendrá desde arriba»(1), tal como lo demuestra la historia del comunismo en el mundo, sin que haya ninguna excepción. Para los comunistas el cambio viene a partir de la «toma del poder», mediante elecciones burguesas o insurrecciones para desde allí hacer los grandes cambios.

Todo lo contrario a lo que piensa el indianismo que el cambio viene porque han cambiado las formas de vida y por ende será concomitante y evidente un gobierno comunitario, ahí si será verdaderamente «desde abajo». Los indianistas (no influenciados por el marxismo) antes que preocupados por la «toma del poder» (subcomandante Marcos) y por las elecciones burguesas están preocupados de empoderar al pueblo a través de un alto nivel de masa crítica, pero principalmente fortificando el sistema comunitario en las comunidades existentes. Comunidades que irónicamente el progresismo les va desmantelando a pretexto de salir de la pobreza para entrar al supuesto desarrollo del primer mundo, es decir, para consolidar el colonialismo y con ello producir la «segunda y definitiva» conquista de los indígenas por los herederos de los conquistadores monárquicos.

Por eso los indígenas han desconfiado de los eurocentristas de derecha y creían que los eurocentristas de izquierda eran sus aliados, pero ahora se han dado cuenta que la izquierda es el otro lado de la derecha dentro de la dicotomía del patriarcalismo civilizatorio. Los intelectuales de izquierda nunca entendieron a los indígenas y solo esperaban que ellos vayan detrás de la «clase más avanzada», pues en su paternalismo y mesianismo pequeño burgués se han creído los redimidores de los indígenas y del pueblo en general. Nunca los entendieron -de alguna manera Mariátegui y Martí- pero todos ellos han sido más contraproducentes que la propia derecha, aunque la izquierda no lo haya querido pero han continuado con su «doctrinarismo pedante» y con «una manipulación abstracta de categorías teóricas» (1) a pesar de tantos fracasos que han experimentado y de los que todavía no aprenden.

Ahora quieren convertir al sumak kawsay en un brazalete indigenista o en la «potencia plebeya (García Linera)»(1) con el denominado Buen Vivir, sin que sean capaces de abrirse respetuosamente a la alteridad y dejarse tocar un poquito por las «filosofías del sur» para ir más allá del materialismo histórico y dialéctico. Los que quieren salvar a los indígenas tienen al menos que tratar de entender las epistemologías y ontologías indígenas y no creer que el «análisis marxista»(1) lo sabe todo y ha resuelto todo, en la típica soberbia de la izquierda que ahora tiene en Rafael Correa[6] su mejor expresión. Y en base a ello seguir apoyando a los menos malos sin que aprendan de Medea que en base a ello claudicó ante sus hijos, como nos cuenta la reflexión de Eurípides en la Grecia antigua. Desde la ética clásica de Platón, Aristóteles, los estoicos, pasando por el catolicismo liberal y la democracia cristiana hasta los revolucionarios light, en Occidente se sigue dándose golpes de pecho y justificándose en el malminorismo para no cambiar nada de fondo (gatopardismo).

Notas

[1] «Había, tanto en los fundadores del materialismo histórico como en el líder ruso una clara idea de que podía haber partidos obreros, o representantes de otras clases o grupos sociales (la pequeña burguesía es el ejemplo más corriente) con los cuales podían forjarse alianzas transitorias y puntuales y que nada podría ser más perjudicial para los intereses de los trabajadores que desestimar esa posibilidad y, de ese modo, abrir la puerta a la victoria de las expresiones más recalcitrantes y violentas de la burguesía.» (1)

[2] René Ramírez Gallegos. Socialismo del sumak kawsay o biosocialismo republicano.

[3] «Si bien cambiar la Constitución duele, es un costo, es el mal menor, frente al mal mayor, que esta derecha con el apoyo de los medios venzan en las elecciones y reviertan esta revolución». Rafael Correa, 6 de junio, 2014 EL UNIVERSO.

[4] «Después de una profunda reflexión y teniendo claro que algunas veces tan solo puede elegirse el mal menor, pues insisto que creo en la estabilidad de las instituciones he decidido apoyar la iniciativa. Solicitar a nuestro bloque de asambleístas, con esa gran mayoría que nos dio el pueblo ecuatoriano, que se enmiende la Constitución de la república para establecer la reelección indefinida en todos los cargos de elección popular para que sea el pueblo ecuatoriano el que con toda libertad elija la alternancia de sus dirigentes». Rafael Correa, 24 Mayo 2014, EL TELEGRAFO.

[5] El presidente ecuatoriano explicó la acción de su Gobierno en el país, destacando la reforma educativa, porque, según dijo, «ahora en Ecuador manda el pueblo ecuatoriano» y lo más importante que tiene, a su juicio, es el «talento humano». EL COMERCIO 22 abril 2014.

[6] Rafael Correa: «Gobernar es a veces elegir el mal menor. El pueblo ecuatoriano nos dio su confianza, dos tercios de la Asamblea con lo cual podemos modificar la Constitución. Enlace ciudadano 378.

Blog del autor: www.vitalismoandino.blogspot.com

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