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Autorretrato de un exiliado singular

Fuentes: Rebelión

Amores y peregrinaciones del Caribe al Báltico     Uno se pregunta por qué una isla tan chiquita como Cuba produce semejante cantidad de grandes escritores: Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Dulce María Loynaz …. Aunque lo mismo pudiéramos decir en atletismo: gran vencedora de los recientes Juegos Panamericanos, la Isla […]

Amores y peregrinaciones del Caribe al Báltico  

 

Uno se pregunta por qué una isla tan chiquita como Cuba produce semejante cantidad de grandes escritores: Nicolás Guillén, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, Dulce María Loynaz …. Aunque lo mismo pudiéramos decir en atletismo: gran vencedora de los recientes Juegos Panamericanos, la Isla acaba de conseguir 136 medallas, de las cuales 58 en oro.

 

Tal vez en Cuba se es atleta o escritor contra vientos y mareas. Sabiendo que

carecían de profesionales y sobraban escritores, las autoridades decidieron

que el joven René Vázquez Díaz sería ingeniero naval. Nacido en 1952, en Caibarien, en el norte de la isla, lo meten a los diez años de «pionero» en una escuela de elite, y asiste a la huida masiva de miles de compatriotas hacia Estados Unidos. Un espectáculo que le deja secuelas horripilantes, siempre en torno a dos temas: Cuba y el exilio.

 

El técnico en ciernes llega con una beca de estudiante a la fría Gdansk (la

antigua Dantzig, en Polonia), que se convierte, después de La Habana, en la primera de una serie de «ciudades junto al mar» en las que vivió amores y desamores, ilusiones y desilusiones. Salta de Polonia a Malmoe (Suecia) ¡otro puerto!, donde su vocación de escritor regresa al galope.

 

Es inevitable pensar en el exilio al leer las obras de René Vázquez. De todas ellas se desprende un poso de apego a la tierra y a las gentes de Cuba. No se trata de un exilio cualquiera, ni él es el estereotipo del exiliado que muchos tenemos en mente. Se ha caracterizado siempre por su total independencia y por un quijotismo que le lleva a imaginar un encuentro armonioso entre los cubanos isleños y los del exterior. En 1994, lo nombran miembro del Centro Internacional Olaf Palme , y, en Estocolmo, organiza

la primera reunión de escritores cubanos, tanto del interior como de fuera. Para unos es «pro-castrista», e «imperialista» para otros. Lo cierto es que denuncia con vigor el embargo de Estados Unidos y su empeño en inmiscuirse en los asuntos cubanos.

 

Ahora en la dirección de la Unión de Escritores Suecos, René se considera igualmente sueco y cubano. Como la heroína feminista sueca del siglo XIX de su Fredrika en el paraíso , René puede decir: «¡Soy un error histórico!».

 

Ajeno a todo tipo de amargura, siempre enamorado y fluctuando entre la escritura y la vida, en este relato incisivo, lleno de emociones y buenas dosis de humor, René Vázquez Díaz evoca sentimientos, personas y sucesos que formaron su modo de ser, la visión del mundo de un cubano cuya alma peregrina le llevó a no ser cautivo de fronteras, idiomas e ideologías. Me permito añadir que Ciudades junto al mar se puede leer como una parábola del laberinto donde se encuentran esos cubanos que actúan, dicen, sin otra intención que la de ondear la bandera de la justicia.

CIUDADES JUNTO AL MAR

René Vázquez Díaz

Alianza Literaria, Madrid, 2011, 352 páginas, 17,50 euros.