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Avatar: el comunismo… en Pandora (o un ensueño del presidente Schreber)

Fuentes: Iohannes Marurus

 «No me atreveré a decidir si podemos creernos autorizados a decir que Dios y el mundo de las estrellas son una y la misma cosa o si hay que representarse la totalidad de los nervios de Dios como algo que se extiende aún más allá de las estrellas.» (Daniel Paul Schreber, Memorias de un neurópata) […]

 «No me atreveré a decidir si podemos creernos autorizados a decir que Dios y el mundo de las estrellas son una y la misma cosa o si hay que representarse la totalidad de los nervios de Dios como algo que se extiende aún más allá de las estrellas.»

(Daniel Paul Schreber, Memorias de un neurópata)

» The Na’vi represent something that is our higher selves, or our aspirational selves, what we would like to think we are «

(James Cameron, director de Avatar, sobre el pueblo extraterrestre que protagoniza su película)

La película Avatar se ha convertido en la más taquillera de la historia. Es también la que más dinero ha costado. Todo indica que el capital invertido se revalorizará de manera importante. Y es que Avatar, como casi todas las producciones cinematográficas es antes que nada una mercancía. Su finalidad declarada es atraer espectadores y recaudar dinero con las entradas, los DVD y demás artículos de promoción. Sin embargo, su contenido logra emocionar a casi todo el público. Su indudable belleza formal que se vale de la técnica de la imagen tridimensional nos sumerge en un lugar que no es enteramente un paraíso, pero casi. Se trata de una zona de selva virgen extraterrestre donde unos humanoides azules estilizados como elfos viven en plena armonía con la naturaleza. La trama de la película se basa en la lucha de este pueblo de seres casi humanos por librar su planeta de una invasión terrestre con finalidad comercial. Su planeta, como Iraq o el este del Congo, posee un mineral sumamente valioso para la industria terrestre. La codicia capitalista más desalmada se enfrenta así a la inocencia de un mundo donde una humanidad distinta, los Na’avi respeta la naturaleza en cada uno de sus actos, se comunica con ella.

El universo na’avi es el punto de encuentro de varias utopías:

1. Una mística ecologista de la perfecta armonía del hombre con la naturaleza presentada como un ser vivo, que, en lengua na’avi, se llama, no por casualidad «Gaia».

2. Una utopía hacker en la que el conocimiento es un bien común compartido por todos, que en Pandora se materializa en una red nerviosa que a través de las raíces de los árboles atraviesa el planeta, una serie de filamentos que cuelgan de un «árbol de los sueños» que conserva la memoria de los antepasados y unas sinapsis móviles que permiten a los seres vivos entrar en contacto con la red y unos con otros. La brida de un caballo de Pandora es una sinapsis que se conecta con la coleta terminada por un haz de nervios prensiles que poseen los na’avi.

3. Una utopía antiimperialista en la que un pueblo primitivo -neolítico- logra mediante su complicidad con la naturaleza vencer a los invasores terrestres que persiguen arrebatarles sus riquezas.

No es de extrañar que el presidente Evo Morales saliera emocionado de ver la película junto a sus sobrinos. La ideología indigenista y ecologista de la Pacha Mama (la Madre Tierra) coincide aparentemente con la del pueblo na’avi, y la lucha de los pueblos bolivianos por sus riquezas naturales se ve bastante bien reflejada en la que se libra en aquel lejano planeta de ficción. Avatar nos está mostrando bajo el celofán de la mercancía una utopía comunista. Una utopía que tiene rasgos parecidos a la que van construyendo con enorme esfuerzo y riesgo los oponentes al Imperio del tercer y primer mundo. La lucha por los comunes, por su constitución o su recuperación frente a la expropiación capitalista está al orden del día en todo el planeta, tanto en Bolivia, Palestina e Iraq como en Europa o los Estados Unidos. La conciencia de que el capital fijo es hoy más que nunca un capital inmaterial de conocimiento que sólo puede existir como bien compartido por todos se abre paso en la fase del capitalismo que estamos viviendo. El comunismo es hoy la fuerza productiva del capitalismo tardío. El capital ya no es capaz de organizar la producción, sólo puede ya parasitarla: tal vez el reciente mito cinematográfico de los vampiros buenos y tristes de Twilight o de True Blood tenga algo que ver con esa pérdida casi completa de valor social por parte del capital y con la necesidad de legitimar simbólicamente el neovampirismo como una narrativa minoritaria en el marco de una sociedad liberal y permisiva. El capital con su triste figura de vampiro «castrado» sólo puede tener hoy vida como mero parásito. Ha dejado de ser la fuerza productiva que entusiasmara a Marx, para ser ya antiguo régimen, «ancien régime

Esto explica la necesidad de negar, de expulsar de la realidad inmediata todo lo que revele que el capital se encuentra en un estado «post mortem», viviendo la vida de prestado de los zombis o de los vampiros. En primer lugar, hay que ocultar el comunismo como fuerza productiva, o, mejor dicho, como la fuerza productiva hoy hegemónica. La expulsión, a través de un producto mercantil que, como Avatar, es también un artefacto simbólico, tiene lugar de tres maneras: 1) como remisión al neolítico, 2) como deportación a una galaxia lejana, 3) como anclaje utópico de la especie humana en una naturaleza con la que mantiene un íntimo comercio. Con ese triple gesto se muestra que: 1) el comunismo es algo primitivo, 2) el comunismo es algo utópico, 3) el comunismo corresponde a una naturaleza virgen, a un paraíso terrenal que ya no existe. Esa deportación de lo más íntimo, de lo más necesario de nosotros mismos supone también una deformación. Del mismo modo que los vampiros ya no chupan sangre, sino que se abstienen de morder o se contentan con consumir sucedáneos, el comunismo de Pandora no tiene que ver con la política y la lucha de clases como el de nuestro planeta. Lo que en Pandora se libra es una lucha entre los puros y los impuros, el bien y el mal, un combate teológico por el paraíso, no el combate real mucho más complejo y enrevesado por el acceso de todos a los bienes comunes que hoy se libra en la tierra. En ese combate los buenos y los malos no se distinguen: no hay humanos y elfos azules, sino sólo humanos atravesados por relaciones sociales contradictorias.

Expulsar el comunismo a Pandora es negar la íntima división de nuestras sociedades en las que, por detrás y por debajo de las relaciones de mercado, existen y operan ya formas comunistas de relación a los medios de producción con un peso decisivo. Esta negación de la división interna corresponde a un fenómeno reconocido por Freud y por Lacan con los nombres de «Verwerfung» o de «Forclusión» en el cual un significante inaceptable para el sujeto es expulsado del orden del lenguaje hacia lo real, lo no simbolizable.»Existe -sostiene Freud en su artículo sobre Las neuropsicosis de defensa de 1894- un tipo de defensa mucho más enérgica y mucho más eficaz, que consiste en que el yo rechaza (verwirft) la representación intolerable, simultáneamente con su afecto, y se comporta como si la representación no hubiera llegado jamás al yo». La representación intolerable incorporada en el significante «comunismo» debe así ser expulsada: dado el peligro mortal para el orden capitalista de reconocer su propia inanidad, Pandora no es un lugar demasiado alejado. Eso permite, por lo demás el retorno del comunismo objeto de forclusión bajo la forma de una alucinación, de una película de ciencia ficción sobre unos personajes azules que habitan un universo psicótico.

La utopía de Avatar es la de un comunismo apolítico. Un comunismo sin lugar para la contradicción ni la decisión, regido por la naturaleza, que guarda un extraño parecido con el mito liberal de un gobierno «natural» de las sociedades a través del mercado. Expulsar el comunismo a 4 años luz de la tierra permite que en nuestro planeta nos quedemos con esa segunda naturaleza que es el mercado y que se presenta al igual que la Gaia de Pandora como un todo coherente que permite una ilimitada comunicación entre los humanos. Despolitizar el comunismo y naturalizar el capitalismo son dos caras de un único proceso.

Ahora bien, no es casualidad que el mito de la comunicación domine los universos sociales sin división interna que existen en la tierra y en el remoto planeta. La negación de la división interna del sujeto, nos enseña el psicoanálisis, conduce al mito psicótico de la conexión universal. No es así extraño que la comunicación de los na’avi con la naturaleza de su planeta se produzca por medios idénticos a los del presidente Schreber con su Dios y con el resto de los individuos. La autobiogragía del presidente Schreber, un magistrado alemán de finales del siglo XIX que escribió las Memorias de un neurópata (Denkwürdigkeiten einen Nervenkranken, Leipzig 1903) fue objeto de un famoso ensayo de Sigmund Freud. En su texto autobiográfico refiere Schreber que Dios se comunicaba con él, transformado en la mujer de Dios, mediante la aparición milagrosa en su cuerpo de órganos sexuales femeninos, a través de los nervios y de esa modalidad sutil de los nervios que eran los rayos solares con los que el creador lo penetraba. Esa conexión de Schreber con Dios se inscribía en un universo donde toda la vida orgánica está intercomunicada a través de una red infinita de nervios divinos. Algo así nos encontramos en Pandora. Los filamentos blancos que cuelgan del árbol de los sueños de los na’avi («El alma humana -dirá Schreber- está contenida en los nervios del cuerpo… comparables a los más tenues hilos de seda»), la interconexión nerviosa rizomática que los une con los demás seres vivos y con el conjunto de la naturaleza («Dios es -según Schreber- ante todo nervios, no cuerpo, se asemeja así al alma humana. […] Tienen la posibilidad de transformarse en todas las cosas posibles del mundo creado. En esa función se los denomina rayos; en eso reside la esencia del poder creador divino.») alimentan la ficción de un más acá del lenguaje, de lo que Schreber denominara el «lenguaje de los nervios» o la «lengua fundamental» (Grundsprache). Se trata de una lengua perfecta definitivamente inscrita en lo real, una lengua en la que el Otro ha dejado de ser necesario e incluso posible. La comunicación perfecta tiene un efecto pardójico: la desaparición del otro como tal. Los seres humanos que hablaban a Schreber en sus alucinaciones, en el momento más agudo de su psicosis, se le presentaban así como «monigotes garabateados de manera apresurada». Seres con una realidad precaria, ¿avatares ellos también? ¿avatares todos nosotros en un juego de rol que ha abolido la política y la vida en nombre de la comunicación y el mercado universales?

Fuente: http://iohannesmaurus.blogspot.com/2010/01/avatar-el-comunismoen-pandora-o-un.html