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Riqueza del patrimonio

Avatares del idioma

Fuentes: Rebelión

El idioma español no disponía de voces como tomate, canoa, maíz, piragua o cacao antes de producirse el encuentro entre las culturas europeas y americanas. Hernán Cortés, en sus cartas de relación a Carlos V, se lamentaba de la escasez de recursos del idioma para poder describirle al emperador las maravillas del Nuevo Mundo. El […]

El idioma español no disponía de voces como tomate, canoa, maíz, piragua o cacao antes de producirse el encuentro entre las culturas europeas y americanas. Hernán Cortés, en sus cartas de relación a Carlos V, se lamentaba de la escasez de recursos del idioma para poder describirle al emperador las maravillas del Nuevo Mundo.

El desafío actual no reside en la autonomía lingüística de Latinoamérica sino en la intromisión del inglés. Palabras como «parking», «lobby» y «software» prevalecen sobre estacionamiento, vestíbulo o programa. Pese a que disponemos de la palabra emparedado, bocadillo, tentempié, taco, refrigerio y otros, no hemos podido evitar que se imponga el término «sandwich». El «spanglish» se expande cada día más y amenaza con sus deformaciones. Verbos como «accesar»,»signear» o «salvar» usados en informática en vez de acceder, firmar o grabar ,se usan con mayor frecuencia.

Los cubanos de Miami dicen que «van a llamar p´atrás» que es una traducción literal del «call back» inglés. También es frecuente oír de la «88 calle» y la «23 avenida», en lugar de decirlo a la inversa, como corresponde. Es común el uso de «aplicar» por algo; un anglicismo que proviene de application y de que quiere decir formulario y también petición, súplica, demanda. Debía decirse solicitud y solicitar en lugar de esa deformación con la cual los cubano-miamenses contribuyen a demoler el idioma. Una amable dama sería capaz de decir que su hijo está «deliberando groserías», que traduce «delivering groceries», o sea, distribuyendo abastos

No hay que olvidar que todos los idiomas se han creado con asimilaciones. El propio español está constituido con despojos del árabe y el latín. No es poco lo que debe al francés. A su vez la lengua de Castilla ha difundido sus raíces en el inglés, sobre todo en el Siglo de Oro, cuando España era reina y señora del orbe. Basta leer a Shakespeare para percatarse de cuantas palabras de origen español fluyen en el vocabulario del dramaturgo de Stratford.

Desde que Antonio de Nebrija tuvo la feliz iniciativa de crear reglas para la entonces incipiente lengua de Castilla, y dotarnos de la primera gramática, el español ha sido una de las columnas principales de nuestra identidad. Nuestro idioma ha sido un factor de enlace en una galaxia de naciones y se mantiene vivo gracias a su vivaz incorporación de neologismos, y a la manera en que absorbe modalidades coloquiales, asume audacias literarias y sintetiza la variedad de sus raíces. De ahí surge su riqueza propia. Tal como ha afirmado Angel Rosenblat no debe acomodarse la lengua a la medida del diccionario, sino conformar el diccionario al ritmo del crecimiento de la lengua.

Muchos hay que por su desinformación creen que la Academia es un cuerpo de augustos vejetes, con casaca y peluca, que dictatorial y caprichosamente, inventan el diccionario. Nada más alejado de la realidad. La Academia es un organismo ágil y perceptivo que está atento a las vibraciones de la lengua para incorporarlas al diccionario. En nuestro tiempo, el desarrollo de los medios de comunicación ha logrado que la incorporación de voces se realice con mayor velocidad. El mexicanismo «merolico» adquirió una dimensión americana gracias a una exitosa telenovela.

El español ha conocido un crecimiento acelerado en nuestro siglo. En los albores de la centuria pasada lo utilizaban ochenta millones de personas; hoy, pasan de cuatrocientos. Ese crecimiento desmesurado ha constituido el principal riesgo: el español ha corrido el peligro de la fragmentación. Se ha temido un serio desgajamiento, la posibilidad del nacimiento de lenguas vernáculas que fueran separándose, cada vez más, de la lengua madre. Esos nuevos grupos idiomáticos, independientes del español, constituirían los idiomas americanos. Muchos aun no comprenden la universalidad del español. Es frecuente que en Estados Unidos, o Europa, con frecuencia pregunten cual es el idioma que se habla en tal país de América Latina. No obstante el riesgo, la lengua de Castilla es ahora un idioma único e indivisible que ya superó la posibilidad de una escisión. Existen, es cierto, diferencias idiomáticas entre mexicanos, chilenos y venezolanos pero, lejos de ahondar las discrepancias, esas variantes autóctonas tienden a enriquecer más que a dividir.