He de confesar que soy un poco desconfiadillo con los mass-media en general y con la polancada en concreto. Así, cuando el otro día leí en el papel que, según la revista británica The Lancet, los bushianos habían liquidado a más de cien mil terroristas en Iraq, se me puso el moscón tras la oreja. […]
He de confesar que soy un poco desconfiadillo con los mass-media en general y con la polancada en concreto. Así, cuando el otro día leí en el papel que, según la revista británica The Lancet, los bushianos habían liquidado a más de cien mil terroristas en Iraq, se me puso el moscón tras la oreja. La cosa no me cuadraba. Me apliqué, pues, a navegar un poco por los procelosos uebos internáuticos, y en seguida se me aclararon los datos: sí, en efecto, eran más de cien mil los iraquíes muertos, pero solo en el año 2003. Teniendo en cuenta lo avanzado del 2004, y yendo como va la escabechina imperialista, calcule quien pueda lo que cuesta un peine (y un peinado) civilizatorio en este alegre principio de siglo.
Luego me he topado con un titular: «Aznar, en los brazos de Bush». Y, de primeras, he quedado conmovido. «Mírale, qué majo, por Dios -he pensado–, cómo vuelve el gran hombre a su más tierna infancia». Pero luego he estado dándole vueltas y más vueltas a la cosa en el magín. Y he empezado a sospechar que, dado lo bruto que soy, quizá no había llegado yo a captar la verdadera sustancia o intención de aquella frase. ¡Ojo!, me he dicho, que estos periodistas son muy cucos, y muy leídos: que tienen estudios. De modo que me he esforzado en hacer penosamente lo que los franceses llaman una lectura symptomal. He recordado, por ejemplo, los oscuros juegos lingüísticos de Jacques Lacan («el Góngora del psicoanálisis», ya sabéis), las sutiles correspondencias que establecía el muy picarón entre ciertos mecanismos freudianos tales como el desplazamiento y la condensación y ciertas figuras verbales como la metonimia y la metáfora, etc.
De resultas de esas y otras abismáticas reflexiones, y luego de dejar cocer durante unos diez minutos la cosa en la sesera, he dado finalmente en parir sin mayor esfuerzo la siguiente quintilla explicativa:
Deprisita ha ido el Asnal
a ver a su Presidente
que está en el Despacho Oval,
y a probar lo que se siente
practicando el sexo oral.
[Que nadie me reproche, plis, la calidad poética del producto: de sobras sé que soy un tipo de natural prosaico.]