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‘Bananero’, insulto global

Fuentes: Maverick Ink Press

Hemos eliminado del coloquio eso de sudaca, negrata o moro. Hay alubias con chorizo, que no judías. Hipocresía al desnudo cuando se desliza en la tertulia, la reunión de la escalera o los masmedia un insulto global: ‘bananero’. Quienes lo pronuncian o redactan ¿sabrán de la odisea de un presidente socialista guatemalteco, Jacobo Arbenz, electo […]

Hemos eliminado del coloquio eso de sudaca, negrata o moro. Hay alubias con chorizo, que no judías. Hipocresía al desnudo cuando se desliza en la tertulia, la reunión de la escalera o los masmedia un insulto global: ‘bananero’.

Quienes lo pronuncian o redactan ¿sabrán de la odisea de un presidente socialista guatemalteco, Jacobo Arbenz, electo el 18 de marzo de 1951, ultrajado y depuesto el 28 de junio de 1954 por la CIA y el Departamento de Estado de EEUU? No. Véase que todos somos bananeros, en el sentido insultante que se desea imprimir al adjetivo. Incluyendo a gran parte de la ciudadanía EUA, con su ingente lumpen de suburbio.

Hay que eximirla de este asunto semántico.   Son quienes se quedan al margen de las manipulaciones agiotistas en espiral poder-gran capital-prensa-TV-lobbies bursátiles-‘star system’ y webs. Carecen de atención médica aunque les pidan el carné de la Seguridad Social en los telefilmes de «House M.D». Y no tuvieron acceso ni a las hipotecas basura, así que duermen en contenedores y ya tienen síndrome, como toda disidencia: el de Diógenes.

Qué decir de este Reino subpirenaico. Piensen en lo que sucedía en la Madre Patria -es más preciso Madre Matria- durante el lustro 1951-54, cuando Guatemala se empeñó en encarrilar una situación feudal en la que el 2% de los habitantes poseía el 70% del territorio. Esta minoría de hacendados mestizos, los llamados «ladinos’, trataban en patente esclavismo a una población maya obligada a duros trabajos desde la niñez.

En 1951, al hacerse Jacobo Arbenz Gálvez con la presidencia de Guatemala un bracero especializado de la «United Fruit», holding de franquicia USA, percibe como salario 1, 35 $ al día. El jornal cafetero es de 45 céntimos. Reclaman ambos sectores el doble. No pedían la luna, pero regía un sistema de vasallaje que nadie, hasta aquel gobierno, se había atrevido a desbaratar de hecho. Sólo en discurso.

Mediten en lo que no acontecía en la España medievalista de aquellas fechas. Piensen en el desempleo rampante por carencia de materias primas e imposibilidad de exportar, ergo de importar. Evoquen la DGS, los desayunos del Generalísimo con firma de sentencias de muerte, el personal cualificado en las mazmorras, el Nodo, los monárquicos aquiescentes,oportunistas o caciquiles; la Iglesia tenebrosa, la cultura inquisitorial, l a prensa al dictado, los carlistas sin Carlos ni Juan. Tensión que se alivia, relativamente, con el rendibú al Pentágono, hacia 1950. El año de Arbenz, en Guatemala.

Clichés atávicos

Fruto goloso y alimenticio, el plátano. Hay quien afirma que fumar sus hebras coloca. ¿Placebo de evasión? Nos suena la palabra, bananero, por prejuicio injertado, a Tarzán de los Monos dialogando con los pigmeos. A tebeo de Tintin en el Congo de mediados del XX. Clichés atávicos. Existe ciertamente una ciudad en Zaire llamada Banana. Se nutre este país de frutales diversos, ya que el cobre y el cobalto, mucho más el diamante, divisa en alza, son indigestos.

Pero no es vegetal autóctono, el banano ‘llanté’ . Desde Malasia, alcanzó África y las Islas Afortunadas. En cuanto al mango, «magifera indica», lo hace desde India oriental, vía Madagascar. Resulta adecuado como rancho de travesía, al igual que la galleta, el tasajo, el arenque y la botella de ron. Combate -dicen- el escorbuto. Su cultivo lo implantan en Centroamérica, principalmente, tripulantes de galeones portugueses que arribaron a las otras Indias, las occidentales, y lo aclimataron.

El concepto de República -o Monarquía- bananera perdura, pues, merced a un tic umbilical. Cuando a un mundo narcisista le agobia haber creído -y seguir creyendo- en solemnes patrañas acerca de la democracia, la Justicia justa, la dieta mediterránea, la ciudadanía, el voto libre, la constitución, los derechos humanos, el Estado de Derecho, los vudús antiedad, las pensiones equitativas y demás versículos de las Biblias laicas y apócrifas que todo lo rigen, designamos el trampantojo como propio de un país ‘bananero’. Porque ante el espejo mágico nos corresponde existir en régimen salomónico, moderno, juvenil, racional, agnóstico, divertido y WASP. (Pronto, BASP).

La negritud mola

Zambia, conocida por sus fábricas de montaje de los primeros receptores se opuso a que un hipercuartel USA se instalara en sus dominios. El presidente Mwanawasa -hace escasas fechas fallecido- se negó, apoyado por la oposición, a que el «Africom» se les enquistase allí para controlar Congo y Zimbabwe.

Más que la banana interesa en la zona africana austral el coltan-tantalium, base de los circuitos para teléfonos móviles y portátiles en que diversificó la industria de transistores arriba citada. Oro virtual, en un mundo informatizado.

El «Africom» parece tabú de campaña para Obama , Mc Cain, el zorrastrón Biden o la pinup política Palin, en cuyas manos pueden caer un día de éstos los códigos de los mísiles nucleares. Ello, pese a estar convencida de que este planeta, en el que convivían los dinosaurios y la especie humana, se creó por Dios, y no por Darwin, hace 7.000 años. Tranquilidad. Llegado el caso, a Sarah le arrebatarían los sistemas, cruzando veloces el Potomac, el FBI, el CIS, la DEA, la CIA, la Guardia Nacional y Superman.

«Africom» se desplegará en coalición con la OTAN y bajo el mando de un general USA de cuatro estrellas. Afroamericano, por supuesto, y de apellido Ward. La negritud mola hoy, en USA. Pues resulta que preguntado Ward sobre si podría servir Rota de base avanzada para «Africom», se evadió: «Rota puede ser una buena y una mala opción». Queda claro quién opta.

Arbenz y Mossadecq

La «Revolución de las Bananas» se inicia en 1951 por la exigencia USA de amparar a toda costa la concitada «United Fruit Company». Sus gestores eran un desastre y la Guatemala de Arbenz, que tiraba a la izquierda colectivista, tomó la decisión ineludible de controlar sus laboreos y adecuar los beneficios de «La Frutera» a una lógica retributiva y, engranado a ella, un compromiso social de retorno al siglo XX. No pudo. Tenía al cómitre cerca, en la Embajada USA, que de inmediato recibió el ‘mayday’ del monopolio. Se llamaba John Émile Peurifoy y, bajo el futraque del diplomático, en lugar de tirantes lucía cananas de alimañero.

Constituye la peripecia guatemalteca -proteccionismo del capital invertido fuera de las fronteras de EEUU como asunto federal- una de las iniquidades más olvidadas de la CIA, cuyo fideicomisario era por entonces Allan W. Dulles. El escándalo no está ni clasificado. Salvo en comunicados convencionales, nunca se ocultó que la Agencia constituía el núcleo de aquella «revolución anticomunista». Consta en hemerotecas del Congreso y en las asombrosas memorias -lo cuenta todo- de Eisenhower, el general risueño que dio nombre a un cuello de camisa y a un huracán: «Ike».

Esta tropelía USA en Centroamérica se lleva a cabo de forma casi simultánea al derrocamiento en Irán de Mossadecq para restaurar a Reza Palhevi, el Sha, en su trono persa. Había decidido Mossadecq, ingenuo él, nacionalizar sus yacimientos petrolíferos. El Tío Sam lo fulminó.

Hoy como ayer la CIA acecha a Irán y a Bolivia. La similitud de los obstáculos que enfrenta Evo Morales con los que hubo de encarar Jacobo Arbenz -nacido en Quezaltenango, 1913- es obvia. De los 3.800.000 habitantes de Guatemala en aquel tiempo, el 60% era indígena, de etnia maya. Estas gentes, salvo rara excepción iletradas, proporcionaban, ya se apuntó, mano de obra sumisa y exprimida: asunto de supervivencia. Arbenz supo ilusionarlas. Pero el segurata global no iba a permitir que le comiesen la tortilla.

De «error de bulto» se ha calificado por historiadores miopes la decisión de Arbenz de ‘expropiar’ — ¡en su propia patria! — unas 110.000 hectáreas muy fértiles de la vertiente del Pacífico pertenecientes a la «United Fruit». Con alarma refleja, hostil, inmediata, de las clases latifundistas, cede parte de ellas al sindicato del cafetal.

Torrejón, caballo troyano

En la Piel de Toro, allá por los 1950, adquieren los gringos territorio estratégico de saldo. El primer crédito concedido por EEUU de 25 millones de dólares llega desde la Chase Bank. Le sigue otro de 62,5 millones que atornilla al Generalísimo en su sitial. Se le concede, otrosí, licencia para trapichear con los intermediarios del Import-Export Bank (cuando haya algo que importexportar). En contrapartida, exige Washington una fuerte participación en empresas españolas (los Altos Hornos están a punto de apagarse, la energía eléctrica es mortecina, nadie cosecha el algodón, los ferrocarriles están despanzurrados, la mano de obra cualificada reside en el talego por roja). Franco asiente y queda como líder único e intérprete único de la doctrina del partido único. Blindado.

Se instalará el caballo troyano ‘sine-die’ en Torrejón, Morón, Rota, Zaragoza. Por las mismas calendas, Rota se instituye en Sede o Vicaría del Concordato con el Vaticano. Así que se sigue fusilando por Dios, por España y por la defensa del Occidente Cristiano. (Nótese que la muerte de Stalin había hecho saltar las alarmas en El Pardo: si sus sucesores llegan a montarse una perestroika con popes por las calles salmodiando el kyrie y una KGB neocapitalista, adiós de nuevo a Mr. Marshall).

Dato relevante: en diciembre de 1949 se libera a 3.000 presos políticos y se conmuta la última pena de otros 13.0000. En noviembre de 1950 cesa en la ONU la resolución de bloqueo contra España. ¿Un canjeo?

Allá en Guatemala, instigado el golpismo contra el gobierno legítimo por Allan Dulles, fue Dwight Eisenhower, mando supremo en la penumbra oval, quien dio la cara. La misma que puso al establecer sus bases en territorio español con el forzoso beneplácito de un Franco que, como Houdini, se había maniatado a sí mismo. La operación «bases de utilización conjunta», aeródromos por alimentos y créditos, se disfrazó de Domund presbiteriano – los Dulles eran hijos de predicador -para un país extenuado. Eisenhower, por cierto, ya había rastreado la Península en Portugal. Otro pacto, el ibérico, haría llegar petróleo y otros productos a España en carambola desde el país contiguo. Un guiño de contacto.

El coronel Arbenz

Relevó el coronel Arbenz a Juan José Arévalo tras lograr una aplastante mayoría -lógica, dado el baremo de explotados y explotadores- en elecciones libres celebradas en 1950. Arévalo, un teórico Anti-USA muy feróstico, había derrocado al dictador Jorge Ubico en 1944. Emerge su autoridad tras la revuelta estudiantil -«Revolución de Octubre»- que encabezaba el propio Arbenz. En los días en que éste toma el mando, España exalta las hazañas de la División Azul que había peleado codo a codo con las SS contra la URSS pérfida y los sindiós. Aunque pronto se acallan estos homenajes por pura estrategia. Enmudecen los alardes fascistas de los 1940; se arrebatan los mandos militares al Ejército en la sombra de FET y JONS con movilizados de 18 a 64 años; se acallan los mítines brazo en alto, los editoriales antisemitas y todo cuanto aludiese al Eje nazi-mussoliniano.

Gustan los EEUU de guardar las formas, dentro de lo que cabe.

Tanto es así, que «La Codorniz» inserta en 1953 una parodia del «Arriba» («Abajo») donde el yugo y las flechas se sustituyen por una escudilla y varias cucharas en haz. Sólo cae una multa que «La Vanguardia», editora subsidiaria del semanario satírico, bien puede permitirse. Inconcebible, tres años antes. O diez después.

De la OSS a la CIA

Volviendo a Arbenz, éste prosiguió en el mismo sendero minado de nacionalizaciones que Mossadecq. Iba a radicalizarse más que Arévalo, aunque en sus tesis socialistas la preferencia es un proyecto de política nacional propia, de rescate de soberanía. Más paisano que milico, es un agrarista acérrimo. Apoyan su reforma las clases medias, comerciantes, campesinas, indígenas y obreras.

Para la OSS («Office Of Strategic Services and War Information»), luego «Central Intelligence Group» o «National Intelligence Group», luego CIA desde el 1 de mayo de 1947 bajo el mando del contraalmirante Roscoe H. Hillenkoetter, lo que se fragua en Guatemala se descodifica como revuelta marxista-leninista con retoques de anarquía. Así, en la sede de Langley, Virginia, cemento armado entre denso boscaje, se adoptan medidas en coordinación con el pintoresco embajador en Guatemala, Peurifoy. Les urge desestabilizar toda pretensión gubernamental de gobernar. Azuzan, al mismo tiempo, la exasperación plutócrata y criolla.

Guerra Fría congelada

Tipo simpaticón, con un aire a Homer Simpson y el pecho salpicado de medallas, colgajos y pelendengues, Dwight Eisenhower es diplomado en West Point, curtido en Corea y presidente republicano USA. Peligrosísimo, sabe también disfrazarse de civil. Aunque Roosevelt hubiese condenado repetidamente el régimen franquista y vetado su participación en la ONU, tras el ataque relámpago de Yamamoto a Pearl Horbour manifestó: «Vamos a ganar esta guerra, y después ganaremos la paz». Oído lo cual, en En El Pardo meten en naftalina la camisa vieja del Caudillo.

Rebobinemos. Durante los frívolos – no alegres –años 1920 se consolidan los soviéticos de Lenin con el Komintern y de rebote nace el Antikomintern, del que España formará parte desde 1939. En Francia se lee demasiado «L’Humanité».

En China el Guomindang se hace el amo. Los rojos se deshacen en Tours de los mencheviques. En Alemania la República derroca al Kaiser ayudada por los ‘spartakistas’ de Liebknecht. Inglaterra, que ha perdido su poderío naval, también es sacudida en violenta insurrección obrera con la minería en su núcleo. No es ajeno al ‘totum revolutum’ británico el conflicto de Irlanda.

Todo esto se frena, paradoja, con el gran pretexto del raid japonés sobre el Pacífico. Alcanzaron Europa, los yanquis, y se quedaron. Sobre todo en España. Hollywood se encargaría más tarde de la agitprop. Lo dejaron claro, que iban a salvar al mundo, y en ello siguen.

Pacto de Madrid

A las 15. 45 del sábado 26 de septiembre de 1953 se firma en el Palacio de Santa Cruz el llamado Pacto de Madrid. A cambio de implantar zonas militares exclusivas, sobre todo aeródromos, los EE UU conceden para el año fiscal de 1954 una suma, esta vez, de 226 millones de dólares. Hecho. Surgen así los haigas policromados de matrículas 100.000, los sargentos en barrios residenciales, su prole jugando al béisbol en los desmontes de Chamartín y la VI Flota arrasando Barcelona.

Sus propios yips de su propia Policía Militar recorren la Ramblas y zonas del Raval sin impedimentos y realizan sus propias redadas de popeyes borrachos que destrozan cristaleras, se enzarzan en camorras y vapulean a las prostitutas. ¿Bananas? No. Ni huevos, ni patatas, ni tomates, ni quesos, ni conservas, ni café. Los gringos y sus familias no gastan un dólar en la tienda de la esquina. Los ultramarinos, en sus economatos. Escribir, pues, desde territorio ibérico y con ínfulas revolucionarias que esto o aquello es propio de «una monarquía bananera» o una «república bananera» resulta históricamente, como poco, fatuo.

Bienvenido Mister ‘Ike’

Culminaría el convenio de instalaciones militares USA en España con la bienvenida en un Madrid enfervorizado, diría Matías Prats, a Eisenhower. Ovacionan las masas a Mister «Ike» el 21 de diciembre de 1959., y así culmina un proceso lento y seguro, estalactítico, de protectorado.

Siete años antes, en encuentro previo con Kluckhon, corresponsal de la «International News Service», 21 de diciembre de 1952, el Caudillo había largado un ridículo bluff. Declaró a la prensa norteamericana que «permitiría que voluntarios españoles tomaran parte en la lucha de Corea, pero mandados por sus propios oficiales». Y otras condiciones propias de las coñas bélicas de Gila. No se alistó nadie. Ni ganas.

La chavalería de entonces recuerda, colonialismo gráfico, la colección de cromos del conflicto asiático, con sus lanzagranadas, cascos con ramaje y un Mac Arthur profético que, designado por la ONU, quiso invadir China desde el Paralelo 38. También surgió el chicle «bazooka» para digerir en sesión continua hazañas de sheriffs contra forajidos, color por Eastmancolor, donde unos mexicanos renegridos, asustadizos, están condenados al primer balazo por exigencias de guión. Las chavalas disponen de una nueva línea de revista de comic alejada de los Coros y Danzas. No hay príncipes azules, ya, sino pilotos de la TWA.

Para la Historia y la historieta

Apuntó Franco -desde 1950 parlanchín con la prensa extranjera- la posibilidad renovada de su intervención en Corea «aunque técnicamente aquella es una guerra de las Naciones Unidas». Éstas excluían aún a España de su seno. «Si el caso llegara», dejó caer, «muchos españoles se presentarían voluntarios», ya que «aquellos que desean ir a una guerra luchan mejor».

Círculos políticos y plebe bien saben que el Caudillo era Jefe de un Estado que él ha reducido a cenizas y que carece de municiones, vituallas y armamento. Manda en un país que inventa la tortilla de patatas sin huevo ni patatas. Es península bananera -según acepción contemporánea- donde los bananos, un lujo, sólo se consiguen de estraperlo. Los escasos automóviles se mueven con gasógeno.

A todo esto, unos alucinados cantan a su Imperio y aseveran residir en la Madre Patria de la Hispanidad. El Duque de Alba, correveidile de los monárquicos, viaja a Inglaterra a pedir limosna. Churchill terminará concediéndola en forma de palo y zanahoria: Gibraltar como objetivo hacia el Mogreb, Oran, Argelia. Así, un déficit de 130.000 toneladas de trigo se alivia gracias a los ‘navycerts’ británicos que los mueven desde Argentina y Canadá. ¿Desde cuando el United Kingdom ha sido favorable a la II República? Cuando su espía Hoare, como un Smiley, se aloja en un Ritz de Madrid habitado de altos jefes nazis, 1940, corre el Año del Hambre. Boniatos, pipas de girasol, grifa con tabaco Ideales, y a correr. Se quedaba, lo bananero, en metáfora para «Carpanta». Para la Historia y la historieta.

Franco pierde la Paz

No todo resulta sociológicamente negativo. Pese a ser «música de negros epilépticos» en opinión de la ultracarcundia , llegarán los 45 rpm de Elvis, Little Richard, Mahalia Jackson o The Platters. En las ciudades se abren salas de ‘whisky-jazz». Se liga en las boleras En cuanto a indumentaria, los bluyines para chavales arrinconan a los bombachos. Ellas salen peor paradas: cancán y cola de caballo. Se evidencia la utilidad de aprender inglés.

Perdura en enciclopedias lo de bananero como de «término peyorativo referido a países sudamericanos, caribeños, tropicales, africanos…» Como siempre, la ilustración distancia su persona a la chusma tercermundista, otro estigma, y se cree dueña de una ecumene ilusoria.

En 1953 el Generalísimo estaba tan obligado a las «bases de cooperación» y a ceder participaciones leoninas en sus industrias como a un pacto de sangre con Mefistófeles. Al contrario que Roosevelt, había perdido la paz. Con lo que John Foster Dulles y Eisenhower , ventajistas, le hacen un gambito decisivo. Resulta sonrojante, pues, que se siga utilizando lo de «bananero» sin ver el asta de la ‘stars and stripes’ en el ojo propio.

«Operación Diablo»

Amanece el 18 de junio de 1954 cuando el coronel Castillo-Armas, títere de la embajada norteamericana sita en la Octava Avenida de Guatemala, penetra desde Honduras con ciento cincuenta hombres. Castillo-Armas, suele ocurrir entre conmilitones, estudió en la Academia Politécnica junto a Arbenz para poco después sacarse un máster en golpismo en Fort Levenworth (Kansas). Mientras se cocía el alzamiento, ha permanecido en su cuartel general de Tegucigalpa.

Resulta tragicómico atacar a una nación con un destacamento. Pero la clave estaba en el aire, desde donde les apoya un escuadrón USA de Thunderbolts P-47, aparatos de quinta mano utilizados durante la SGM. Es la «Operación Diablo» en clave. A Arbenz, hijo de un farmacéutico suizo instalado en Guatemala, pronto le endosará la trama civil el bulo de morfinómano. Jóvenes ultras montan una carroza o falla durante la tradicional Huelga de Dolores en la que representan al Tío Sam acariciando de forma obscena a una india con un enorme banano y a Arbenz detrás de un oso ruso con una descomunal jeringuilla.

Coordinaba este sabotaje el antedicho plenipotenciario USA, Peurifoy, alias «Smiley Jack». Sudista de Walterboro (Carolina del Sur), Peurifoy informa y rebota desde Washington que los incidentes no son sino «un asunto interno» (como lo sería en 1981 el 23-F español) entre guatemaltecos afines al Gobierno y el «Ejército de Liberación» de Castillo-Armas. La voz de su amo corre a través de las agencias-loro.

Un aviador de fortuna

Pero los afectos a Arbenz no se dejan invadir y, cuando los Thunderbolts bombardean Guatemala, aparatos de combate leales despegan, acribillan a uno de ellos y hacen saltar en virutas a otro. En la ONU, Cabot Lodge, niega rotundamente que su Gobierno fuese cómplice del zafarrancho: «Son guatemaltecos contra guatemaltecos», insiste.

El 24 de junio otro P-47 ametralla un depósito de combustible y una emisora de radio. Objetivos «comunistas» que en realidad pertenecen a una Misión protestante. Evangelistas, para más inri: los más ultras. En éstas deserta Mendoza, el mejor oficial aviador de Arbenz, y ello desmoraliza a los pilotos fieles. La USAF no tarda en reforzar el golpe con aparatos de transporte C-47.

Su mayor baza va a ser un piloto rompepelotas, Jerry Fred DeLarm. Ha nacido en San Francisco, su castellano es correcto y cuando negocia con desconocidos, huesudo, de perfil rapaz, coloca sobre la mesa su pistolón del 45. Está vagamente majara, pero conoce bien su oficio. Célebre por sus combates contra los Zero japonudos. lo desmobilizan y, capitán sin guerra, monta una compañía aérea en Costa Rica. Pasa a Guatemala, y desde allí acude a la llamada de Arbenz con su loco cacharro cuya metralleta trasera asoma por el suelo de los lavabos. Cuando el Presidente no le entrega los 20.000 dólares que, según dice, le había prometido, este aviador de fortuna, saca una conclusión peregrina: Arbenz es comunista. Y se pasa al enemigo. El 25 de junio se produce otro raid de P-47. Las circunstancias obligan a Arbenz a dimitir y entregar el relevo a Enrique Díaz, comandante en jefe del Ejército guatemalteco.

‘Smiley Jack’

Se ha reprochado a Arbenz haber confiado en exceso en el Ejército y no haberlo depurado como medida preventiva. Fidel Castro, al tanto de la lección, sí que lo haría. Arbenz, no obstante, había infiltrado en las salas de banderas y cantinas a chotas uniformados ( «orejas»). «Orejas» que no pudieron o quisieron oír.

Entretanto, en la White House la CIA aprieta las tuercas a Eisenhower porque en Guatemala «Smiley Jack» se impacienta. Se siguió adelante, sobre todo porque la cesión de poderes de Arbenz a Díaz, cuya Junta había sido bendecida tácitamente por el antedicho Peurifoy, dejaba a éste en situación equívoca. Díaz brama por la radio que «la lucha contra los mercenarios que han invadido la patria no decaerá; el coronel Arbenz hizo lo que creía su deber y yo lo proseguiré». Hay quien califica esta intervención radiofónica de «error táctico» de Díaz. Cuando su proclama, dada la situación, era la correcta.

Peurifoy a.k.a. «Smiley Jack» escucha la soflama, cambia el sombrero Stenton por el bicornio y se reviste de su uniforme de embajador más elegante; pero se ciñe un Colt-45 en las caderas. Díaz se parece en exceso al mandatario depuesto, y maniobra para derrocarlo. Conecta Peurifoy, en el porte y el look, con Jerry DeLarm, que al día siguiente bombardea Guatemala y alcanza de lleno su primer objetivo, la radio (la buena). Lanza después dos bombas en Fuerte Matamoros, posición con polvorín del Ejército leal, y en otros puntos decisivos.

A Díaz, que ha durado un día, lo releva el coronel Elfego Monzón, metralleta en mano. Luego constituye otra Junta menos problemática, que Peurifoy aprueba. Poco después, Castillo-Armas entra en Guatemala como triunfador. Por radio, John Foster Dulles, ya a cara descubierta, denuncia «los perversos designios del Kremlin» para con la «United Fruit Company». Irrebatible escolástica yanqui.

Sin ‘happy end’

Así concluyen los ideales de autogestión de Arbenz, la reinserción de los mayas sometidos, las reivindicaciones sindicales y el justo propósito de que los bananos pertenezcan a quien los cultiva. Es un drama en guiñol, desde la distancia, pero una tragedia para las masas desheredadas de siempre. Hacer de ello una comedia o un paradigma resulta irresponsable en una época en que tanto escandaliza la intolerancia hacia la otredad del distinto. Así que eliminemos ese calificativo — «bananero» — de la conversación, de las tertulias radiofónicas, de las columnas y análisis periodísticos, de los guiones de series TV y del nuevo Nodo, el «Informe Semanal», que acaba de proferirlo refiriéndose a Colombia.

Elegido Castillo-Armas por una Junta, después tras votaciones-refrendo en las que sólo se admite el Sí o el No y en las que estaba previsto que triunfara, cuatro mil guatemaltecos son encarceladas por actividades comunistas. En cuatro meses, ya son 72.000 los sospechosos de marxismo o simpatizantes represaliados. El entorno. Un miembro del Comité confesaría que le habían exigido un cupo de 200.000 prisioneros. La posguerra española, hagan números, fue más cruda.

No hubo ‘happy end’, tampoco, para el coronel de la «Liberación». Pronto le irritarían algunos de sus lugartenientes corruptos que, en complicidad con los gringos, comparten fuertes intereses en un Casino instalado tras el golpe de Estado de 1945 y del que ordeñaban sus buenos dineros.

Se considera aún a Castillo-Armas, ya es benevolencia, un tipo ingenuo. Creyéndose inviolable, cierra los garitos de lujo con sus satélites de prostitución en plan Las Vegas. Buena la hizo. El 26 de julio de 1957 un guardia del palacio presidencial le liquida a tiros. Su asesinato jamás ha sido dilucidado. Le iba a suceder Ydigoras, otro fruto de la Academia del Ejército. Pronto la CIA le impondría el correspondiente marrón en 1960: cesión de bases para entrenar a los pilotos destinados a invadir la Bahía de Cochinos. Ésa es otra guerra.

Exiliado en Suiza, Arbenz declararía que Castillo-Armas, el monigote íncola de Washington no se ha alzado contra comunismo ni contra su mandato, sino como salvaguarda de los 40 millones de dólares invertidos por EEUU en su país. Para mayor escarnio, lo ha hecho sin saberlo.

No hay comicidad ni caricatura válidas para estas arbitrariedades USA, allá donde se instaura. Lo «bananero» no es insulto de recibo para nadie. No se deje de lado que allá intentaron sublevarse; mientras que acá, España, se contemporizó excepto en charlas de café , artículos de fondo cifrados, bravatas de generales disconformes -en su círculo íntimo- y chistes de Franco. Que los dirigentes de Norteamérica nos sitúen en América Latina puede ser un error geográfico. No geodésico.